Capítulo 28: Todas las cartas sobre la mesa
La llegada de los padres de Alison fue además de un inconveniente una verdadera sorpresa. Y no de las buenas, claro. A Sofía se la veía claramente nerviosa e incómoda, y Luca no distaba demasiado de estar igual. Alison se había quedado petrificada, con los ojos totalmente abiertos ―dato curioso dado que segundos antes había estado tan dormida que ni siquiera un terremoto la habría despertado― y una expresión incrédula curvaba ligeramente sus labios. Prim se había puesto rígida, con las manos en el regazo y la mirada al frente. Finnick era una copia de Prim pero ligeramente más roja.
Tanto Peeta como Katniss se miraron unos instantes para luego observar cada una de las diferentes reacciones. Habían esperado sorprender a los chicos, pero por nada del mundo pensaron que su recibimiento mostrara tan claro disgusto. Si no fuera por el pensamiento de “proteger” a su niña, razón por la que habían venido, darían media vuelta y se irían por donde habían venido. Pero Alison estaba allí. Justo en la ciudad que tanto odiaban y temían al mismo tiempo. Y además, era necesario añadir que Luca estaba allí también. Y ambos habían coincidido en que no sabían ya qué más temer.
Finalmente, cuando todos los presentes pensaron que iban a terminar convertidos en estatuas para el resto de la eternidad, esperando que alguien dijese o hiciese algún movimiento, apareció Lexie por la puerta que conectaba la cocina con el comedor.
― ¡Oh! ¡Vaya! Invitados ―dijo con cara de sorpresa pero una clara bienvenida en la punta de la lengua―. Pasad y sentaos, no os quedéis ahí parados. ¡Seáis bienvenidos! ―¡Bingo! Pensó Prim.
Tanto Peeta como Katniss se relajaron exponencialmente y se aproximaron a la mesa para sentarse en los dos sitios vacíos, uno al lado del otro, que Lexie les señaló. Prim miró a Sofía con atención, su rostro podría haber dicho muchísimas cosas, pero la que más cercana era un fuerte grito de ¡Detente! hacia su hermana mayor. Prim se habría reído con ganas si la situación no fuera tan… peliaguda.
― Yo soy Lexie ―se presentó la joven―. Y ustedes son…
― Oh, yo soy Peeta Mellark y esta es mi mujer, Katniss. Somos los padres de Alison. ―contestó Peeta al instante con un ademán.
Prim pudo ver el rostro de Lexie cambiar del tono natural de piel a uno tan blanco como la harina. Sí… Si no fuera por la situación se reiría con ganas.
― Ah… ―murmuró intentando fingir como pudo. Lexie le envió una fugaz mirada a su hermana. La cual se tocaba la cabeza con una mano, totalmente derrotada. Por suerte, Sofi seguía detrás de la pareja.
― Veníamos a dar una vuelta, y como nuestra hija estaba aquí decidimos pasarnos… ―siguió Peeta instantes más tarde. Un poco extrañado por las reacciones.
― Oh, el capitolio es precioso ahora que está remodelado. Nada que ver con antaño. Seguro que quieren visitarlo.
― En realidad ya lo tenemos muy visto, y tampoco ha cambiado demasiado ―apuntó Katniss, lo que consiguió hacer callar de golpe a Lexie. Peeta tocó el hombro de su mujer con un gesto cariñoso que decía claramente que mantuviera la calma. Peeta siempre lograba tranquilizar a Kantiss. Prim, en ocasiones, se preguntaba cómo lo haría.
― Sólo teníamos pensado quedarnos hoy. No molestaremos más ―añadió Peeta.
― Oh, no es ninguna…
― Pensaba que me habíais dejado ―interrumpió Alison al fin―. Os pregunté si podía ir con Prim y Finnick y me dijisteis que sí. ¿A qué viene esto?
― Sólo hemos venido de visita ―dijo Peeta comprensivamente. Alison se levantó de golpe de la mesa y los miró echando chispas por los ojos.
― ¡Una mierda!
― ¡Alison! ―la regañó Katniss. Sin embargo la joven ya se había marchado de la estancia totalmente furiosa.
Katniss hizo ademán de ir a buscarla, pero Peeta se lo impidió. El silencio inundó de nuevo el comedor creando una atmosfera muy incómoda. Lexie miró hacia la cocina, intentando encontrar una excusa para irse también sin parecer maleducada. Y como si su deseo se concediese, el sonido de la tetera, rústicamente preparada, se escuchó estridente. Se incorporó enseguida y esbozó una sonrisa.
― ¿Alguien quiere café?
Después del incómodo desayuno, Luca se había dirigido a la habitación que Prim y Alison compartían para hablar con la joven. No obstante, no la encontró allí. ¿Dónde se había metido? Siguió buscando hasta llegar al jardín. Apenas hubo dado un par de pasos que se percató que sí había alguien… aunque no el alguien que quería encontrar. Intentó darse la vuelta y escapar antes de ser visto, por desgracia, no llegó a tiempo.
― Espera, muchacho. Me gustaría hablar un momento contigo.
Luca, resignado, se dio la vuelta y encaró a Peeta con toda la dignidad de la que fue capaz. No parecía furioso, ni a punto de darle una paliza ―algo que meses antes habría asegurado que jamás haría conociendo el carácter del panadero, pero que ahora ya no estaba tan seguro de ello―.
― Es que estaba… buscando… ―Pero su voz se apagó cuando se percató de que su excusa era más bien un incentivo para ganarse un buen tortazo.
― Puedo imaginar a quién buscabas ―puntualizó―. Ven. No voy a comerte.
Luca no estaba tan seguro, pero no le quedaba otra, así que se armó de valor y se acercó al padre de la chica totalmente rígido.
Al principio ninguno de los dos habló. Aunque Luca ya había decidido no abrir la boca más de lo necesario. Así que los primeros minutos fueron los más largos e incómodos de toda su vida. Cuando Peeta habló, sin embargo, encontró los instantes antes mucho más agradables de lo que le habían parecido en un principio.
― Sé que te gusta mi hija.
Luca se volvió tan rojo como un tomate maduro, incapaz de decir nada. Peeta se volvió hacia él y empezó a reír, logrando que Luca se sintiera todavía más mortificado.
― Lo siento, no sabía cómo empezar. La verdad es que el tema es tan difícil para mí como lo debe ser para ti ―apuntó. Luca lo miró de refilón, totalmente nervioso―. En realidad he estado pensando mucho… ―Entonces se volvió hacia Luca totalmente serio―. Soy el padre de Alison…
― Lo sé, yo no pretendo… ―intentó excusarse Luca ante la presión. Peeta lo detuvo con una mano apoyada sobre su hombro.
― Espera… Soy el padre de Alison. Y un padre está por muchas razones; aconsejar, ayudar, enseñar, guiar, amar… Pero no para decidir. Las decisiones las debe tomar cada uno, yo solo puedo aconsejarla a ella, aconsejarte a ti, advertir o incluso ayudar, pero la elección es suya. Sé lo que es que elijan por ti, que no te dejen tomar tus propias decisiones. Así que no voy a hacer lo que me hicieron a mí y a su madre. Desde que nació que dijimos que le mostraríamos un mundo distinto a nuestra pequeña, un mundo en el que pudiera tomar sus propias decisiones. Sería muy hipócrita si te apartara de su lado cuando es su elección y no la mía.
― ¿Incluso si se equivoca?
― Equivocarse forma parte de la elección. No siempre equivocarse es algo malo. Puedes aprender más de una equivocación que de una elección acertada. Créeme.
Las palabras de Peeta habían hecho pensar mucho a Luca. No estaba a amenazándolo para que no se acercara más a su hija. Había reflexionado y considerado que no podía hacer nada para impedirlo. Y empezaba a pensar que él tampoco podría. Estaba ya demasiado implicado, aunque no sabía muy bien por qué. Jamás le había pasado algo así. Alison era adictiva. Lograba volverte dependiente de sus reacciones y de su estado de ánimo. Conseguía que se sintiera bien consigo mismo, que dejara de pensar en las consecuencias. Y lo peor era que en lugar de desear besarla a cada segundo, lo que más ansiaba y buscaba era arrancarle una sonrisa. Y que dicha sonrisa la hubiese provocado él.
― Sólo voy a pedirte una cosa. Y creo que está dentro de mi papel de padre hacerlo… ―murmuró dejando escapar una risa que perdió la importancia de la frase lo justo para no parecer tan severa―. No le hagas daño…
Luca se volvió hacía Peeta abriendo los ojos un poco más de la cuenta. Era una petición muy normal. Más que una orden, era una súplica. Y antes de poder pensar en la respuesta, esta salió sola.
― Jamás lo haría… Es más probable que sea ella la que consiga hacerme daño a mí.
Y con estas palabras confesaba algo que no estaba seguro de querer decir en voz alta. Tal vez hacía muy poco que la conocía, tal vez apenas se habían visto unas cuantas veces, pero había cosas que poca lógica tenían. Y querer encontrarla era absurdo y frustrante. Porque era posible que el sentimiento fuera débil todavía, y poco claro, pero sólo era cuestión de tiempo de que esa fascinación se convirtiera en algo mucho más fuerte.
Únicamente deseaba que a ella le ocurriera lo mismo. Y que cuando descubriera quién era le diera la oportunidad de explicárselo todo…
Durante la tarde, después de horas buscándola con la mirada e intentando ir a ciertos sitios para ver si la encontraba, la había hallado sin proponérselo en la biblioteca. Estaba revisando las estanterías y tenía un libro antiguo en la mano derecha. Ya no parecía enfadada, más bien absorta.
Sin poder evitarlo, la contempló en silencio unos instantes. Era preciosa. Pequeñita, sí, pero tan hermosa como un hada. Su cabello oscuro caía libre rozando ligeramente su cintura, y algún mechón le cubría el perfil de nariz pequeñita y labios ligeramente gruesos. Aunque tenía cierto parecido con su madre, los ojos eran de su padre. De un azul tan hermoso que se veía todavía más luminoso con los oscuros mechones de cabello. Parado como estaba en la entrada de la biblioteca, era cuestión de tiempo que Alison reparara en él. Por suerte para Luca, todavía tardó unos instantes más. Pero finalmente, los ojos azules de la joven se volvieron hacia él.
Le dedicó una sonrisa.
― Luca ―lo saludó―. He encontrado esta habitación por casualidad. Tenéis títulos muy buenos.
Luca no tenía ni idea. En realidad, era Sofía la que pasaba horas en esa habitación. Aunque no le desagradaba leer, prefería otros temas que los expuestos. Además, tenía una ligera alergia al polvo, y era increíble la cantidad que podía llegar a acumular esos libros viejos. No obstante, verla a ella tan entusiasmada fue todo lo que necesitó para aguantarse un poco y acercarse.
― ¿Has visto alguno que te haya gustado mucho? ―preguntó con curiosidad situándose a su lado.
Alison alzó el rostro hacia él y le mostró el libro que tenía entre las manos. “Alicia en el país de las maravillas” ―rezaba el título―, y además con pequeñas ilustraciones a tinta. Era viejo y un poco maltratado, pero conocía perfectamente esa historia. Su madre solía contársela cuando todavía era un niño. Encontraba muy graciosa la manera de hablar del sombrerero, aunque le daba ―para ese entonces― un poco de miedo la reina de corazones.
― ¿Te gustan los cuentos? ―preguntó con cierto asombro.
― Alicia… Alison… Ali…. ―dijo encogiéndose de hombros―. Cuando era pequeña y Prim me explicaba este cuento, cambiaba el nombre ligeramente y conseguía que fuera yo la protagonista. ―Dejó escapar una risa encantadora―. Me gustaba imaginar que era yo a quien le sucedían todas esas cosas maravillosas.
Luca la miró embelesado. Le encantaba cuando reía así. No sabía por qué, pero lo fascinaba. Era tan dulce… Cuando no se enfadaba, ¡claro!
― También era mi favorito cuando era pequeño… ―confesó. Y con ello logró captar toda la atención de la joven―. Mi madre… me lo contaba todas las noches.
Alison curvó ligeramente las cejas con preocupación. Era cierto, no hacía mucho que sus padres habían muerto. Ansiaba preguntarle más sobre ellos, pero temía que le dijera que no era asunto suyo. Y que con ello terminara por irse. No tenía muy claro la razón, pero Alison había deseado que fuera Luca quien la encontrara. Por desgracia, si se quedaba en un lugar donde pudiera encontrarla, también se arriesgaba que lo hiciera otra persona…
― Cuando Prim me lo contaba, terminaba dormida ella también antes de terminar el cuento ―comentó como anécdota―. Seguro que tu madre tenía muchísima más paciencia…
― Era muy dulce. Siempre me leía un poco más a pesar de estar dormido, y al día siguiente comenzaba por donde se había quedado para comprobar si me había enterado de ese trozo o me había dormido de verdad. Entonces yo le señalaba el punto exacto donde se había quedado antes de dormirme. Ella encontraba gracioso ese juego.
― Estabais… muy unidos, ¿verdad? ―Luca torció el gesto.
― Cuando empecé la secundaria ya no ―confesó―. Mi madre dejó de acompañarme a la escuela, y era Sofi quien lo hacía en su lugar. Yo le preguntaba a mi hermana por qué ya no venía, pero siempre me decía que era complicado. Que no quería que me vieran con ella…
― ¿Por qué hizo eso? ―preguntó Alison totalmente asombrada sin entender nada en absoluto. Luca decidió que ya era demasiado tarde para morderse la lengua.
― No quería que me rechazaran mis compañeros si veían a mi madre… Aunque entonces no entendía por qué… Era demasiado pequeño para entender que mi madre…
― ¿Que tu madre qué?
Ahí estaba la oportunidad. Podría decírselo en ese instante y que fuera lo que Dios quisiera. Sin embargo, su sonrisa, sus mejillas ligeramente sonrojadas, sus ojos brillantes de emoción, nostalgia y un poco de pena… Si se lo contaba, tal vez no volvía a ver más esa sonrisa. La perdería para siempre. Justo ahora que había comprendido lo importante que era para él. Había perdido a su madre cuando era niño, se había alejado de él. De la noche a la mañana sus risas habían desaparecido. No quería que Alison desapareciera también por la misma verdad que lo había acompañado toda la vida. Quería que lo mirara de forma distinta… ¿Acaso era mucho pedir?
― Que mi madre me quería demasiado y deseaba que creciera y me hiciera fuerte ―contestó al fin. Alison esbozó una pequeña sonrisa.
― Seguro que estaría orgullosa. Lo ha conseguido…
Luca alargó una mano y le acarició ligeramente la mejilla. Ella no se movió, siguió escudriñando sus ojos en busca de respuestas, o tal vez únicamente para no perder la conexión. La mano de Luca se desplazó ligeramente hasta rozar sus labios, los cuales se entreabrieron sin apenas esfuerzo. El hecho de que ella no apartara la mirada…
― Gracias… ―murmuró en un susurro tan débil que si no fuera porque Alison estaba mirándolo y vio sus labios moverse habría jurado que lo había imaginado.
― ¿Por qué…? ―La mano de Luca se situó en su nuca, encajando los dedos como si estuvieran hechos para quedarse allí.
― Todavía no lo sé…
Se acercó un poco más, temiendo que Alison se apartara en cualquier momento. No lo hizo. Por el contrario, cerró ligeramente los ojos, dedicándole un vistazo a sus labios, y fue ella quien terminó por acortar las distancias.
El beso que siguió fue suave y dulce. Un baile con música lenta que encajaba a la perfección con los dos bailarines. La mano de Luca reafirmó el contacto y profundizó el beso, y Alison tuvo que aferrarse a él para no caer. Jamás la habían besado de ese modo. Era electrizante, necesitado. No era brusco ni abrasador, pero si dulce y adictivo. No le habría importado permanecer así para siempre. Era tan agradable, tan…
Pero los momentos así jamás duran para siempre. Un pequeño ruido los sobresaltó y se separaron al punto. Sin embargo, no pudieron evitar reír al darse cuenta de que se trataba, únicamente, de un maldito pájaro que había decidido estrellarse contra la ventana de la biblioteca.
― Creo que deberíamos irnos ―comentó Luca―. Llévate los libros que quieras, puedes leerlos en tu habitación tranquilamente.
Alison se aferró al cuento y se volvió para coger otro ejemplar también antiguo. Luca quiso preguntar qué libro era ese, pero decidió que lo mejor era marcharse. Podía preguntárselo después.
Ambos salieron de la biblioteca, incapaces de decir nada después de lo que había sucedido. Tenían que hablar, era imperativo que lo hicieran. Aunque ninguno de los dos parecía estar por la labor. Alison no se arrepentía. Era cierto que todavía no le había pedido el favor, y que ella no se lo había exigido tampoco. En realidad, esperaba que no se lo pidiera nunca. Así siempre quedaría un beso más y sabría que ese no sería el último.
― Alison, se te ha caído este papel… ―la llamó una voz que reconoció al instante.
Alison se tensó al reconocer a su madre. Se volvió dispuesta a darle una explicación, pues al fin y al cabo, iba acompañada de Luca. Y no precisamente a metros de él. Conocía a su madre, y podía llegar a ser incluso más sobreprotectora que su padre.
― Mamá… esto… ―dijo mientras se acercaba. Sin embargo, los ojos de su madre seguían fijos en el papel que tenía entre sus manos. Uno que había caído de su libro antiguo que había cogido prestado de la biblioteca. Se asomó para mirar lo que había dejado a Katniss sin habla y abrió los ojos en cuanto vio la imagen―. Vaya, Luca… Nunca habría imaginado que te hubieras hecho una foto vestido de militar.
Las palabras, aunque con cierto tono jocoso y totalmente inocentes, dejaron a Luca completamente blanco al percatarse de lo que Katniss tenía entre sus manos. Y también supo al instante que, aunque Alison lo había confundido, su madre sabía a la perfección quien era el de la foto…
― Eso es porque este no es Luca, Alison ―dijo Katniss con voz helada―. Este es el Presidente Snow…
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¡Bueeeno! ¡¡Pues aquí va otro capítulo!! ^^ ¡A ver! ¿Quién había adivinado realmente el secreto?? (Seguro que la mayoría jajajaj)
Espero que os haya gustado el capítulo, y el modo de descubrir el secreto :S Ahora vienen unos pocos problemillas con este nuevo dato. ¿Cómo reaccionará Katniss? ¿Y Peeta cuando se entere? ¿O Alison?
¡¡No queda mucho para el final de la historia!! Espero que disfruteis de los capitulos que quedan ^^
¡¡Un besazo enorme a todos!! ¡¡Y mil gracias por comentar y leer!!!
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