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Capítulo 22: Nata y Mantequilla

Como cualquier otro domingo, el sol entró por la ventana de su habitación despertándola. Bueno, o la habría despertado de haber estado dormida.

Prim se incorporó poco a poco en la cama y miró el amanecer tomándose su tiempo en levantarse. Estaba cansada, aunque no había hecho nada para estarlo. Al parecer, llorar durante toda la noche en silencio para que sus padres no se percataran de ello cansaba más que correr durante horas de un lado a otro de la Veta.

En realidad, llorar no era lo que más había necesitado. Había llorado de impotencia y para poder mantener el sueño a raya. Tenía miedo de dormirse, porque estaba segura de que iba a soñar con él. Y no tenía claro qué tipo de sueño crearía su maldita mente inconsciente.

Podría decir que no dormir había sido mejor que dormir durante toda la noche. Pero lo cierto era que empezaba a sospechar que su plan no había sido muy efectivo. Al no dormir, no había podido evitar pensar una y otra vez en las palabras de Finnick. Y albergar una pequeña esperanza de que ese ≪Estoy loco por ti≫ fuera realmente sincero fue peor que cuando se peleaban constantemente. Las cosas no eran sencillas. Lo habían hecho todo mal desde el principio. Y ahora… ahora ya no tenía claro cómo iban a solucionar las cosas.

El problema era que cuando creía que su relación iba a cambiar, cambió en una dirección que no esperaba. En secreto, Prim había pensado que al crecer, Finnick la vería de un modo distinto. En secreto, Prim alimentó la esperanza de que Finn se diera cuenta de que la quería más que sólo como una amiga. Pero para entonces, ella no había visto las consecuencias de algo así. Para entonces, Prim era una adolescente inconsciente que pensaba que el amor era algo sencillo. Algo que sabías o no sabías, pero que no podía confundirse. Al parecer sí podía, y fue entonces cuando Finnick decidió que lo más seguro para ambos era que él la odiara...

― ¿Prim? ―La voz de su padre al otro lado de la puerta la sobresaltó un poco.

Gale no solía llamarla de ese modo. Siempre era su madre quien picaba su puerta para que se levantara o para que saliera. Así que si él estaba allí tenía que ser por otra cosa… Y por desgracia, a Prim no se le ocurría otro tema que el que había estado rondando su cabeza durante toda la noche…

― Pasa ―murmuró con apenas voz.

La puerta se abrió poco a poco y Gale entró con cautela. Jamás había visto a su padre actuar con tanta precaución. Como si ella fuera una mina que pudiera explotar en cualquier momento.

― Hija… ¿Te sientes mejor? Alison nos dijo que ayer no viniste porque te encontrabas mal...

Prim se volvió y miró a su padre con cierto temor. ¿Qué debía contestar? En el fondo ya esperaba que Alison se inventara algo así. Aunque visto fríamente, tampoco era una mentira. Realmente ayer se sentía fatal.

― Estoy bien ―afirmó pronunciando esa típica mentira que tanta gente se ha acostumbrado a decir.

Lejos de creerla, Gale se acercó y se apoyó sobre una mesa de madera pequeña que coincidía con el borde de la ventana. Prim no tenía muchas cosas en su habitación, pero sí millones de papeles. Algunos escritos, otros con garabatos. Y también tenía libros. Gale, en ocasiones se preguntaba por qué su hija no había decidido ir a estudiar al Capitolio para ampliar sus estudios. Se le notaba el espíritu curioso que llevaba en su interior. Tal vez la respuesta a esa pregunta era precisamente la misma al porqué ayer se encontraba mal…

― Finn tampoco apareció ayer.

Prim se volvió en ese instante con los ojos abiertos.

― ¿Qué estás insinuando? ―dijo con cierta indignación.

― No estoy…

― Sólo ocurrió esa vez. ¡Una vez! Y fue un error. ¡Así que no tienes por qué preocuparte más por eso!

― Prim… yo no he…

― ¡Sí! ―lo interrumpió Prim―. No he dejado de ver las miradas decepcionadas de todos. Sé perfectamente lo que pensáis. Pero ya soy mayorcita, no soy una niña, papá. Y sí, cometo errores, pero tengo que ser yo quien aprenda de ellos. ¡Y no podéis protegerme siempre!

No se había dado cuenta de lo enfadada y frustrada que estaba hasta que su respiración agitada logró que fuera consciente de cada una de las palabras que había gritado. No había pretendido ser tan brusca, pero estaba harta de ver las miradas recriminatorias de todo el mundo.

― Cariño… ―murmuró su padre detrás de ella. No podía mirarlo ahora, las lágrimas volvían a escocer, dispuestas a salir. Y si se daba la vuelta…―. Primrose… eres la mayor...

― Y por eso me toca equivocarme antes, ¿no? ―contestó con cierto cinismo. Gale dejó escapar una risa resignada.

― No. Por eso estaba destinado a equivocarme contigo desde el principio. ―Prim se volvió hacia su padre totalmente sorprendida, ignorando las posibles lágrimas que escaparían de sus ojos de un momento a otro―. Prim, eres mi primera hija. Sé cazar, luchar y trabajar como nadie, pero me temo que nunca me ha enseñado a cómo ser padre. Estoy aprendiendo sobre la marcha.

Prim no pudo evitar reír débilmente ante su comentario. Nunca se había planteado que no fuera la única que estaba pasado por un momento complicado y confuso.

― Lo haces bien, papá…

― Eso intento, pero me temo que no se me da demasiado bien. Debería haber prestado más atención…―afirmó. Prim negó con la cabeza.

― No… yo… debería haber confiado en vosotros. No debería haberme callado algo así.

Entonces Gale se acercó hasta sentarse en la cama. Su mirada era decidida y golpeó débilmente el colchón con la palma de su mano para que ella se sentara a su lado. Prim obedeció.

― Tu reacción es normal, cariño. Los adolescentes nunca cuentan lo que les pasa por la cabeza, los padres tenemos que… adivinarlo. Y normalmente fracasamos estrepitosamente. Ahora ya no eres una adolescente, pero tampoco eres una adulta. No del todo. Sigues teniendo dudas, tu interior esta confuso y al mismo tiempo decidido. Y te sientes insegura con cada decisión que tomas tú… o que toman los demás.

Prim había creído que si alguna vez necesitaba un consejo, este vendría de parte de su madre. Pero tal vez, como en casi todo, se había equivocado. Y ella también había juzgado antes de tiempo.

― ¿Sigues enfadado con…? ―Pero fue incapaz de pronunciar su nombre. Por suerte, Gale ya la había entendido.

― Muchísimo ―confesó sin el menor rastro de arrepentimiento―. Y eso creo que no voy a poderlo cambiar. Aunque ya seas mayor, sigues siendo mi niña. ―Prim puso los ojos en blanco―. Pero… creo que deberíais hablar.

Eso no se lo esperaba. Creía que Gale le prohibiría volver a acercarse a Finnick de por vida. Jamás habría pensado que esas palabras saldrían de boca de su padre.

― Yo… no creo que…

― Prim. Hay veces que te dan la oportunidad de hacer algo, de decir algo con el corazón. Pero esa oportunidad sólo se presenta una vez y en una única ocasión. Si ignoras eso, si lo dejas pasar, tal vez cuando creas tener el valor de decirlo en voz alta ya no tenga ninguna importancia ―dijo con seriedad―. En ocasiones un único instante es el que marca la diferencia.

― ¿Y qué cambiará por decirlo? ―preguntó con cierto temor.

Gale la miró con una sonrisa y acarició su cara con ternura.

― Tal vez nada… Pero siempre hay la esperanza de que pueda cambiarlo todo.

Los domingos eran buenos y malos. Buenos porque no era necesario levantarse pronto para preparar la masa del pan o las pastas, tenía más tiempo para perder antes de preparar el desayuno. Y malos porque a pesar de eso, eran las siete de la mañana y no había podido dormir más tiempo. ¿La razón? Al parecer a sus padres les había dado un ataque de cariño de buena mañana… No es que no se alegrara de que estuvieran tan unidos, ¡pero maldita sea! ¡Su habitación estaba justo al lado! Así que se había puesto unos pantalones tejanos, un jersey holgado de color azul oscuro y se había escabullido por la ventana. Llevaba las llaves de la panadería en el bolsillo, dispuesta a hacer algo que lograra distraerla. Todavía tenía esos moldes nuevos sin estrenar, así que podría utilizarlos y hacer algún postre especial.

Iba pensando en eso cuando llegó a la pequeña tienda al lado del restaurante de Sae. Sacó la llave para abrirla, pero antes de poder hacer nada se percató de que el restaurante seguía abierto y una luz procedente de la cocina iluminaba la ventana oculta por las cortinas. Como era pronto y no tenía prisa, decidió pasar por la cocina de Sae y ver cómo preparaba los desayunos. Seguramente hacía horas que estaría despierta, Sae era muy madrugadora. Incluso los domingos. Con un poco de suerte, podría pedirle algún ingrediente que le faltara. Tal vez una de esas flores comestibles para decorar los pasteles, o mermelada de arándanos. Recordaba que a Sae le quedaba genial la mermelada de arándanos.  

Con esa idea en mente, Alison abrió la puerta del restaurante y se dirigió a la cocina. No olía a nada, algo extraño, tal vez no hacía tanto que se había levantado. ¡Tal vez estaba de suerte y podría ayudarla a prepáralo todo!

O tal vez no iba a ayudar a nadie, al fin y al cabo…

En cuanto entró en la cocina, Alison se quedó quieta en el umbral de la puerta. La luz seguía encendida, pero allí no estaba Sae cocinando. En realidad, Sae no estaba. Por el contrario, sentado en un taburete y dormido sobre la mesa con un brazo extendido hacia delante, estaba Luca. Completamente ajeno a todo lo que le rodeaba.

Seguramente debería haber dado media vuelta e irse. En realidad, se ordenó hacerlo con mucha insistencia, pero no lo hizo. Y en lugar de irse o quedarse en el sitio, se vio avanzando hacia el interior de la concina con pasos cautelosos. Se acercó con cuidado a la mesa y vio que Luca tenía los ojos cerrados y la boca entreabierta. Dormía profundamente.

Dormido, Luca parecía un angelito. Su cabello rubio caía sobre su rostro dándole un aspecto inocente y desenfadado. Tal y como había quedado dormido, parecía estar agotado.

Alison se vio esbozando una sonrisa que borró al instante cuando se dio cuenta del rumbo de sus pensamientos. ¿Qué narices hacía ella ahí? Tendría que irse inmediatamente. ¿Es que no había aprendido nada?  

Antes de que se despertara, o peor, antes de despertarlo sin querer, se dio media vuelta para marcharse. No obstante, antes de dar siquiera el primer paso vio a unos metros de Luca la nata montada y la manga pastelera, colocadas minuciosamente sobre la mesa. Con una sonrisa de medio lado, una idea cruzó su cabeza.

Miró a Luca de nuevo, el cual seguía totalmente dormido. Luego estudió su posición. Un brazo atravesando la mesa y otro colgando hacia abajo en peso muerto. Su rostro descansaba sobre la madera y su cuerpo estaba encorvado hacia delante. Con mucho cuidado, cogió la nata montada y colocó una porción considerable en la mano que colgaba en el aire. Luego cogió la manga pastelera y embadurnó su otra mano como si se tratara de un pastel de tres pisos. Durante un segundo, Alison pensó que habría despertado, pues su respiración se agitó un poco y se removió en su asiento. Se mantuvo quieta, inmóvil, aguardando. Por suerte, Luca siguió durmiendo plácidamente segundos más tarde. Con un suspiro de alivio, Alison volvió a formar una media sonrisa con sus labios y se colocó a un lado del chico. Miró por la cocina hasta que encontró lo que buscaba. Un pequeño pincel muy suave para pintar los pasteles. Eso serviría.

Con decisión y conteniendo la risa, acercó el pincel a la nariz de Luca y empezó a hacerle cosquillas. Al principio solo la movió un poco, instante en el que se detuvo, luego volvió a insistir con más ímpetu. Sus ojos empezaron a presionarse con fuerza, claramente molesto por el pincel, y en cuestión de segundos su mano con la nata chocó contra su nariz intentando apartar aquello que lo molestaba. Notar la nata contra su rostro logró que se sobresaltara y llevara su otra mano hacia su cara para quitársela, algo que lo sobresaltó todavía más cuando la mantequilla de color rosa impregnó toda su cara y parte de su cabello. Alison se apartó con el pincel en la mano e intentando contener la risa al ver cómo se despertaba de golpe sobre una inestable silla. En cuestión de segundos, Luca se tambaleó y cayó por un lado haciendo volar la silla, la cual terminó aterrizando encima de él. Ver cómo tenía las piernas hacia arriba y la silla entretejida entre ellas fue suficiente para hacerla estallar en carcajadas.

Luca parpadeó un par de veces totalmente confuso. Sus manos estaban manchadas, pero nada comparado con su cara, llena de nata y mantequilla rosa. Tardó unos segundos en procesar toda la información y localizar la evidente mente maquiavélica.

 ― ¡Maldita niña! ―gritó intentando quitarse de encima la silla―. ¿Es que quieres provocarme un infarto?

Alison, al ver los intentos fallidos de levantarse y quitarse la nata y la mantequilla de la cara, consiguiendo por el contrario embadurnarse más, se rió con más fuerza.

― ¡Madre mía! ¿Dónde está Leo y su cámara cuando se le necesita? ―dijo ella entre carcajadas―. ¡Se te da muy bien caerte de culo!

Ante su comentario, Luca terminó de quitarse la silla de encima de una patada y se levantó todo lo rápido que pudo. Alison, al ver que ya estaba de pie, decidió ser prudente y alejarse de él dejando que la mesa se interpusiera entre ambos. Por si acaso. Aun así, seguía sin poder dejar de reír.

Luca la miró con el ceño fruncido, pero con una clara sonrisa divertida y cargada de malas intenciones. Aunque con la nata y la mantequilla todavía adornando su rostro, el gesto era todo menos amenazante. Algo que logró que Alison estallara de nuevo en carcajadas.

― ¿Te parece divertido? ―dijo apoyándose sobre la mesa. Alison dio un paso hacia atrás sin dejar de reír.

― ¡Deberías haberte visto!

Luca enarcó una ceja y miró la nata que seguía a un lado. Alison, mucho antes de que él cogiera el bote, ya había deducido sus intenciones, así que se cargó con la manga pastelera y lo apuntó con ella a la vez que él hacía lo mismo con la nata montada.

― ¡En guardia! ―gritó divertida. Luca la apuntó con la nata y dejó escapara una pequeña risa.

― ¿Qué vas a hacer con eso? ¡No va a llegar! ―Y antes de poder siquiera terminar de hablar, Alison presionó con fuerza la manga pastelera y un hilo de mantequilla rosa se catapultó hacia la cara de Luca.

― ¿Decías? ―dijo soplando la manga pastelera como si se tratara de una pistola.

Luca se quitó la mantequilla de la cara y la miró con decisión.

― ¡Te vas a enterar! ―gritó. Aunque su expresión era más divertida que de enfado.

Alison comenzó a correr alrededor de la mesa a la vez que él. Esquivó varios proyectiles de nata al mismo tiempo que se giraba y presionaba su manga pastelera. Luca parecía tener incluso menos puntería que ella. ¡Y eso ya era decir mucho!

Al final, Luca fue el que quedó más lleno de mantequilla, incluso de nata ―a saber cómo lo habría logrado...―. Alison tenía nata por el jersey y un poco en el pelo, pero en ningún momento habían dejado de correr por toda la cocina. Por lo que esta era la que más proyectiles se había llevado.

Riendo, Luca terminó acorralando a Alison en una de las esquinas de la cocina. Llevaba la nata montada cargada con ambas manos como si se tratara de una pistola y la miraba con una sonrisa ladeada llena de malas intenciones. Alison alzó los brazos y negó con la cabeza sin dejar de reír.

― ¡No, no! ―gritaba―. ¡Para, Luca! ¡Piedad! ―dijo de un modo excesivamente teatral. Luca ensanchó su sonrisa.

― ¡Suplica por tu vida! ―gritó mientras presionaba el botón para que saliera la nata.

― ¡Los dos tendréis que suplicar! ―Luca se quedó quieto al instante mientras la nata terminaba por impactar en el pelo y las manos con las que se había cubierto la cara Alison. Poco a poco, ambos dirigieron la mirada hacia el umbral de la puerta de la concina, donde una Sae los observaba cruzada de brazos y claramente enfadada―. ¿Se puede saber qué es todo este desastre?

Ambos se miraron e intentaron contener la risa. Luego vieron el desastre que habían formado en la cocina y se dirigieron una sonrisa cómplice. Lo cierto era que había quedado llena de nata y mantequilla por todas partes. La mesa estaba pegajosa, el suelo estaba rosado y resbaladizo, los muebles tenían proyectiles de nata que caían poco a poco hacia el suelo. Había recipientes manchados con pegotes de mantequilla y otros encharcados con la nata que ya se había desecho. Y justo en medio de todo ese desastre, una manga pastelera totalmente vacía descansaba sobre un jarrón enorme sobre el mármol de la cocina.

― ¡Ha empezado ella/él! ―gritaron al unísono señalándose mutuamente.

― ¡De eso nada! ¿Quién me ha despertado? ―exigió Luca dirigiéndose a ella.

― ¿¡Pero quién ha comenzado la guerra de comida!? ―contraatacó. Luca sonrió.

― ¡Esa has sido tú también! ¡Tirándome la mantequilla encima!

― ¡Pero tú cargaste con la nata antes de que hiciera nada!

― ¡Eso no es cierto! ¡Tú la cogiste antes!

― ¡Porque había visto tus intenciones!

― ¡Estaba en mi derecho! Tú ya me habías embadur…

― ¡Basta! ―gritó Sae haciéndolos callar a ambos―. ¡Me da igual quién empezara, el caso es que ambos estáis llenos de nata y mantequilla, aunque nada comparado con mi cocina!

Ambos agacharon la cabeza, pero al instante se miraron de reojo dejando escapar una pequeña risa por debajo la nariz.

― No me importa cómo lo hagáis, pero vais a limpiar todo esto. ¡Y luego preparareis el mejor postre que podamos llegar a probar jamás! ―gritó llamando su atención―. ¡Y antes de comer! ¡Así que ya podéis poneros manos a la obra!

Con gesto airado, Sae se dio media vuelta y salió de la cocina como un vendaval. Pasaron unos segundos en un silencio sepulcral, reflexionando lo que había ocurrido. Luego ambos se giraron prácticamente a la vez. Totalmente serios y sorprendidos al mismo tiempo. Y en cuestión de segundos ya estaban riéndose a carcajadas de nuevo.

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¡Hasta aquí el capítulo! :) ¡¡Espero que os haya gustado!! :D Muchisimas gracias a todos los votos y comentarios! ¡De verdad! ¡¡Mil gracias!! 

Sé que ahora estoy tardando un poco más que al principio , pero os juro que no es por gusto. Al principio actualizaba más deprisa porque los capítulos ya los tenía escritos. Así que solo tenía que revisarlos. Ahora los capitulos escritos ya se me han terminado y tengo que escribirlos sobre la marcha :S Así que pido un poco de pacienccia jejeje ^^

¡Bueno! ¡Y eso es todo! ¡¡Podré el siguiente tan pronto como pueda!! ¡¡Mil gracias a todos por el apoyo!! 

¡¡Besitos y abrazos!!! :D

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