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Beom Tae Joo

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La mansión se mantenía sumida en la quietud de la noche, los pasillos en penumbra, mientras Beom Tae-Joo descansaba en su amplia cama de madera oscura. Las sábanas de satén que lo cubrían eran suaves, casi seductoras, pero no lograban calmar la tensión en sus músculos. A través de la ventana, la luz de la luna se filtraba suavemente, creando patrones dorados en la habitación. Beom, acostado de espaldas, miraba fijamente al techo, su mente en un torbellino de recuerdos y deseos inconfesados.

En su sueño, T/N estaba frente a él, con su cabello recogido en un delicado moño y el uniforme de criada que siempre le parecía demasiado recatado para su gusto. Pero en ese momento, la perspectiva había cambiado. No era solo una sirvienta en la que podía confiar, sino una figura seductora, un objeto de deseo imposible de ignorar. Beom la observaba con una intensidad que no solía mostrar a nadie. Se levantó lentamente, su cuerpo alto y enigmático deslizándose hacia ella con la gracia de un depredador acercándose a su presa.


—¿Te das cuenta de lo que provocas en mí, T/N? —Susurró, su tono bajo y cargado de deseo. Había algo en ella que lo desconcertaba, algo que él no podía resistir. 


Beom se acercó más, su pecho rozando el suyo mientras acariciaba su mejilla con una mano, dejando que el calor de su piel se transmitiera entre ellos. Cada caricia era como un imán que los unía más, y en su mente se entrelazaban la posesión y la atracción.

T/N lo miraba con esos grandes ojos oscuros que siempre mantenían una mezcla de respeto y desafío. No retrocedió, no evitó su contacto, y Beom sintió una oleada de adrenalina mezclada con deseo. La tomó con firmeza de la cintura y la empujó contra la pared, su cuerpo cálido y dominante presionándola con suavidad, como si estuviera reclamándola como suya. El ambiente era denso con la tensión de la proximidad, y Beom podía sentir la palpita de su corazón acelerado contra su propio pecho.


—Eres mía, T/N. Siempre lo has sido, aunque no lo admitas—La voz de Beom era un ronroneo, casi un gruñido de posesión. La proximidad de su aliento en su cuello, la presión de su cuerpo sobre ella, todo contribuyó a un sentimiento de intimidad inquebrantable. Beom se inclinó un poco más, acercándose para susurrarle al oído—Nadie más te tocará así ¿Entendido?


T/N, a su vez, no dijo una palabra. Pero en la forma en que su cuerpo se arqueó bajo su toque, la forma en que sus mejillas se sonrojaron y su aliento se agitaba rápidamente, ella hablaba sin necesidad de palabras. Beom sintió una oleada de poder en ese momento. Ella no lo rechazaba, no intentaba huir, y aunque no podía negarlo, en su mirada había un destello de aceptación y deseo propio. Era un juego peligroso, una línea fina entre poder y control, y Beom se deleitaba en la idea de cruzarla, aunque solo fuera en su mente.

De repente, un cambio de luz, un rayo de luna que atravesaba la ventana, lo sacó abruptamente de su trance. Beom abrió los ojos de golpe, su respiración pesada y su corazón palpitante en su pecho. El sueño, su fantasía, se disolvió rápidamente en la realidad. Ahora, en su habitación de nuevo, Beom se sentía inquieto, incómodo. La realidad era mucho más cruda y complicada. Su cama estaba vacía y silenciosa, la habitación demasiado grande para él solo. Aun así, podía sentir la presencia de T/N como un eco persistente en su mente.

Se quedó mirando el techo por un momento más, tratando de asimilar la frustración y el deseo que lo consumían. Beom sabía que esos sueños eran un indicio de lo que realmente sentía, una necesidad reprimida que solo T/N había logrado despertar. Ella había entrado en su vida con una mezcla de inocencia y audacia que él no había anticipado. Nadie más lo había entendido tan profundamente, ni siquiera sus hombres más leales. T/N era una excepción, alguien que había roto sus defensas y lo había visto tal como era.

Beom se pasó una mano por el rostro, tratando de calmar la tempestad interna. No podía permitirse sentir tanto por una criada. No podía permitirse soñar con ella como si fuera un ser igual a él, con sus propios deseos y aspiraciones. Pero cada vez que la veía, cada vez que sentía su presencia cerca, esas barreras se desmoronaban un poco más. Y no podía dejar de preguntarse si en algún momento, él mismo comenzaría a cruzar una línea peligrosa, un límite que no podría recuperar jamás.

En la quietud de la noche, Beom Tae-Joo se sumió en la incertidumbre de lo que vendría. A medida que el sol se levantaba en el horizonte, él sabía que tendría que enfrentarse a sus sentimientos tarde o temprano. Y cuando lo hiciera, T/N estaría ahí para verlo, para decidir si ella también cruzaría esa línea con él.

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