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Beom Tae Joo

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El sol caía lentamente en el horizonte, tiñendo el enorme jardín de tonos cálidos de naranja y dorado. El aire estaba impregnado del dulce aroma de las flores que T/N había cultivado con tanto cuidado. Cada rincón del lugar era un testimonio del amor y la dedicación que había puesto en ese espacio, un santuario que Beom Taejoo había creado solo para ella.

Sentada en un banco de madera tallado a mano, con un diseño intrincado que recordaba flores enredándose entre sí, T/N acariciaba su vientre abultado con una ternura infinita. Había una paz palpable en su expresión, pero también una pizca de cansancio. A pesar de los constantes cuidados, los cambios en su cuerpo y las emociones que la acompañaban en su embarazo eran abrumadores.

Tarareaba suavemente una canción, una melodía sin palabras que parecía flotar con el viento, mezclándose con el susurro de las hojas. Su voz era delicada, como si temiera romper la calma del momento.


—¿Sabes? —Susurró mientras continuaba acariciando su vientre—Me pregunto si te gustará la música tanto como a mí... O si tendrás la mirada seria de tu padre.


Sus palabras eran suaves, como si realmente estuviera conversando con el bebé que crecía dentro de ella. Cada movimiento sutil en su vientre era un recordatorio de que no estaba sola, y esa conexión la llenaba de una felicidad indescriptible.

Alrededor del jardín, los guardias se mantenían firmes en sus posiciones. Desde las esquinas, sus ojos vigilantes no perdían de vista a T/N, atentos a cualquier posible amenaza. Sabían que cualquier descuido podría costarles caro, y no solo su trabajo, sino también su vida. Beom Taejoo había dejado en claro que proteger a T/N y al bebé era su prioridad absoluta.

Sin embargo, incluso los guardias más estrictos no podían evitar relajarse ligeramente al verla allí, envuelta en su propio mundo, acariciando su vientre y tarareando con esa calma casi hipnótica. Ella, sin darse cuenta, había transformado aquel jardín en un oasis de tranquilidad, incluso para aquellos acostumbrados al peligro constante.


...


Cuando cayó la noche, T/N ya descansaba en su habitación. Había insistido en quedarse despierta para esperar a Beom Taejoo, pero el cansancio la había vencido. Estaba envuelta en una manta suave, su cabello desparramado sobre la almohada como un abanico de seda, y su respiración tranquila llenaba el espacio con un ritmo constante y relajante.

La puerta de la habitación se abrió silenciosamente, y Beom Taejoo entró. Su presencia llenó el lugar, imponente y dominante, pero su expresión cambió al verla allí, dormida. Su rostro, que había estado endurecido todo el día, se suavizó al instante.

Dejó su chaqueta de cuero sobre una silla cercana y aflojó el nudo de su corbata, pero no hizo ruido. Este era un ritual que solo compartía con ella, un momento íntimo que nadie más podía presenciar. Beom Taejoo caminó hasta la cama y se sentó con cuidado en el borde, observándola dormir.

Por un instante, solo se permitió mirarla. Había algo en la serenidad de su rostro que lo atrapaba, algo que lo hacía olvidar las reuniones tensas, las negociaciones peligrosas y las traiciones que siempre acechaban en su mundo. T/N era su refugio, aunque nunca lo admitiría en voz alta.

Su mirada se desvió hacia su vientre abultado. Sabía que ahí dentro crecía una vida que él había ayudado a crear, un futuro que jamás había imaginado para sí mismo. Extendió una mano hacia ella, pero se detuvo a medio camino, dubitativo. Era el mismo hombre que no temía enfrentar a sus enemigos más feroces, pero el simple acto de tocarla en ese estado lo llenaba de una inquietud desconocida.

Finalmente, permitió que sus dedos rozaran suavemente su vientre. El calor que sintió bajo su mano lo dejó inmóvil por un momento, como si la conexión con su hijo fuera algo casi sagrado.


—Es extraño... —Murmuró con un tono apenas audible, más para sí mismo que para ella—No estoy acostumbrado a tener algo tan... frágil en mis manos.


Sus dedos trazaron un recorrido lento y cuidadoso, como si temiera que un toque más firme pudiera hacer daño.


—Tu madre... —Continuó, su voz suave pero cargada de emoción contenida—No sé cómo lo hace. Cómo puede soportar tanto. Pero haré lo que sea necesario para protegerlos a ambos.


Se inclinó ligeramente, dejando un beso ligero sobre su frente, un gesto tan delicado que apenas rozó su piel. Después, se recostó a su lado, todavía con la mirada fija en su rostro.

Taejoo sabía que no era un hombre perfecto, ni un esposo convencional, pero en esos momentos, en la quietud de la noche, se permitía soñar con un futuro en el que T/N y su hijo estuvieran siempre seguros, lejos del caos de su mundo.


Antes de cerrar los ojos, susurró una última promesa, casi inaudible en la oscuridad—Nada ni nadie los tocará. Lo juro.


La noche avanzó, y la habitación se llenó del sonido suave de su respiración conjunta, un recordatorio de que, a pesar de todo, estaban juntos en esto. Y eso era suficiente.

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