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Beom Tae Joo

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El sol filtraba sus primeros rayos a través de los ventanales de la imponente mansión. El día parecía tranquilo, pero dentro de sus muros, todo transcurría bajo un orden meticuloso, el mismo que regía la vida de Beom Tae-Joo. Desde su recuperación, T/N había retomado su papel como criada personal, insistiendo en que sus heridas no la limitarían. Para ella, cuidar de cada detalle de la vida de Tae-Joo no era una obligación, sino una forma de mostrarle lo agradecida que estaba por todo lo que él había hecho por ella.

En la habitación principal, un espacio amplio con tonos oscuros y minimalistas que reflejaban la personalidad de su dueño, T/N se encontraba agachada frente al armario, sosteniendo uno de los trajes de Tae-Joo con extremo cuidado. Cada hilo del tejido parecía reflejar el estatus del hombre que lo llevaba. A pesar de su reciente convalecencia, sus movimientos eran firmes pero suaves, como si al hacerlo con amor pudiera transmitir algo de su fortaleza a través de las prendas.

Con una brocha especial, comenzó a quitar cualquier rastro de polvo invisible para el ojo común. La tela negra absorbía la luz, pero bajo sus dedos, parecía cobrar vida. A un lado, en un banco bajo, estaban sus zapatos. Los había alineado con precisión, cada par brillando como si fueran nuevos.

Mientras trabajaba, los pensamientos de T/N divagaban. Recordaba la vez que Tae-Joo la había salvado, cómo había demostrado que haría cualquier cosa por protegerla. Pero también recordaba el peso de su mirada, esa intensidad que siempre la hacía sentir al mismo tiempo deseada y protegida. Sus labios dibujaron una pequeña sonrisa mientras terminaba de limpiar el último zapato y lo colocaba en su lugar.

El sonido de pasos firmes resonó en el pasillo. T/N levantó la vista justo cuando Tae-Joo entraba a la habitación. Su presencia llenó el espacio, como siempre, con esa mezcla de autoridad y magnetismo que lo definía. Vestía una camisa blanca sin abotonar del todo y pantalones oscuros, una imagen casual pero impecable.


—¿No te he dicho que puedes tomarte más tiempo para descansar? —Preguntó, su voz baja y cargada de preocupación.


T/N se incorporó rápidamente, haciendo una ligera inclinación de cabeza, un hábito que nunca perdió al estar frente a él.


—Estoy completamente recuperada, señor. No hay necesidad de descansar más. Además, esto... —Miró los zapatos y el traje que había dejado listo—Esto me hace sentir útil.


Tae-Joo caminó hacia ella con pasos pausados, sus ojos recorriéndola con detenimiento. Había algo en la forma en que se dedicaba a su trabajo que lo fascinaba. Cada movimiento suyo parecía un acto de devoción, algo que lo conmovía más de lo que jamás admitiría.


—No eres solo útil, T/N —Murmuró, deteniéndose frente a ella y tomando su barbilla suavemente entre sus dedos—Eres mucho más que eso. Pero si este es tu deseo, no te lo negaré.


Ella asintió, sus mejillas ruborizándose bajo su toque.


—Gracias señor.


Tae-Joo soltó un suspiro, dejando caer su mano mientras la observaba volver a sus tareas. En su interior, sabía que no podía simplemente dejarla en ese rol. Ella merecía más, mucho más. Y por eso había tomado una decisión.

Más tarde, mientras T/N organizaba los accesorios en el tocador, Tae-Joo entró en silencio con una pequeña caja en sus manos. La madera era oscura y lisa, con grabados intrincados que hablaban de lujo y detalle. T/N no lo notó al principio, tan concentrada estaba en pulir los bordes de un reloj que pertenecía a él.


—T/N —La llamó, su voz más suave de lo habitual.


Ella giró la cabeza, sorprendida por el tono.


—¿Sí, señor? ¿Necesita algo?


Tae-Joo avanzó hacia ella, extendiendo la caja.


—Deja lo que estás haciendo. Hay algo que quiero mostrarte.


Con una mezcla de curiosidad y nerviosismo, T/N dejó el reloj sobre el tocador y tomó la caja. Al abrirla, sus ojos se encontraron con un anillo. Era elegante pero no ostentoso, con un diseño que parecía capturar la esencia de su relación: fuerza y delicadeza entrelazadas. Una lágrima se formó en sus ojos mientras levantaba la mirada hacia él.


—Señor... ¿Qué significa esto?


Tae-Joo dio un paso más cerca, su expresión seria pero con una chispa de emoción en sus ojos.


—Significa que ya no quiero que seas mi criada. Quiero que seas mi esposa. Mi igual. Mi todo—Hizo una pausa, observando cómo sus palabras la impactaban— Sé que soy un hombre difícil, que mi vida está llena de sombras. Pero si hay algo que puedo prometerte, es que siempre te protegeré, siempre te amaré ¿Aceptarás ser mía para siempre?


T/N sintió cómo su corazón latía con fuerza, incapaz de creer lo que estaba escuchando. Sin embargo, no tuvo dudas en su respuesta. Asintió, con las lágrimas cayendo libremente por sus mejillas.


—Sí... sí, aceptaré.


Tae-Joo sonrió por primera vez en mucho tiempo, una sonrisa genuina que solo ella podía sacar de él. Tomó el anillo de la caja y lo deslizó en su dedo con una precisión reverente.


—Entonces, es oficial—Sus dedos acariciaron suavemente el dorso de su mano antes de inclinarse y dejar un beso sobre sus labios.


A partir de ese momento, las tareas de T/N dejaron de ser un trabajo. Cada acción que realizaba, desde limpiar hasta cocinar, se convirtió en un acto de amor, una manera de demostrarle que, aunque ahora era su prometida, nunca dejaría de cuidar cada detalle de su vida. Tae-Joo, por su parte, redobló sus esfuerzos para asegurar que ella nunca más tuviera que cargar con preocupaciones ni peligros.

La mansión, antes un lugar de poder y negocios fríos, empezó a transformarse en un hogar, uno construido sobre la devoción mutua y la promesa de un futuro juntos.

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