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Beom Tae Joo

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El día amanecía gris sobre la imponente mansión de Beom Tae-Joo, como si el cielo presintiera la intensidad que se vivía dentro de sus muros. A pesar de ser solo una criada personal, T/N nunca dejó de notar cada detalle que rodeaba a su jefe, desde la meticulosa organización de sus trajes hasta el estado de ánimo que reflejaban sus silenciosas miradas. Hoy, sin embargo, algo en ella la impulsó a hacer algo más.

En la esquina del inmenso jardín de la mansión, T/N había encontrado un rincón donde las flores crecían salvajes. Había pasado días cuidándolas en secreto, retirando las malas hierbas y regándolas con dedicación. Aquellas flores, de tonos suaves y vivos, parecían ser un contraste absoluto con la personalidad firme y peligrosa de Tae-Joo. Sin embargo, T/N veía en ellas algo que le recordaba a él: una belleza oculta, difícil de alcanzar, pero imposible de ignorar.

Con cuidado, se inclinó sobre el suelo húmedo, seleccionando las flores con más esmero. Cada una de ellas debía ser perfecta, porque sabía que este gesto podía parecer insignificante para alguien como Tae-Joo, pero para ella significaba mucho más. Ató los tallos con una cinta blanca que había guardado de una de las camisas que había arreglado para él y, tras unos momentos de contemplación, se dirigió al interior de la mansión.

Tae-Joo estaba en su estudio, como siempre, revisando documentos que no dejaban margen para los errores. Su postura, rígida y elegante, exudaba autoridad. Ni siquiera levantó la vista cuando escuchó los pasos ligeros de T/N acercándose, pero la reconoció al instante.


—¿Qué necesitas, T/N? —Preguntó, su voz baja, casi un gruñido, mientras firmaba un papel.


Ella tragó saliva, deteniéndose justo al lado del escritorio. Entre sus manos, el pequeño ramo de flores parecía casi insignificante frente a la opulencia de la habitación.


—Señor... traje esto para usted—Su voz temblaba ligeramente, pero no dudó al extender las flores hacia él.


Tae-Joo alzó la vista, sus ojos grises y penetrantes fijándose en el ramo antes de mirar el rostro de T/N. La sorpresa en su expresión era mínima, pero para alguien que lo conocía tan bien, como ella, fue evidente.


—¿Flores? —Repitió, dejando la pluma sobre la mesa.

—Sí. Pensé que podría... alegrar su día—T/N sentía el calor subir a sus mejillas mientras hablaba, consciente de que quizás había cometido un error al dar algo tan simple a alguien como él.


Tae-Joo se levantó lentamente, caminando alrededor del escritorio hasta quedar frente a ella. Sus ojos recorrían el ramo con detenimiento, como si estuviera evaluando cada pétalo. Finalmente, extendió una mano, tomando las flores con una delicadeza que no se esperaba de alguien tan acostumbrado a la violencia.


—Son bonitas —Admitió, su tono más suave de lo habitual.


T/N dejó escapar un pequeño suspiro de alivio.


—Me alegra que le gusten, señor. Solo pensé que, bueno, aunque siempre está rodeado de cosas lujosas, quizás algo tan sencillo como esto podría... recordarle que también hay belleza en las pequeñas cosas.


Tae-Joo la observó por un momento, en silencio. Había algo en su sinceridad que lo desarmaba, una sensación que no estaba acostumbrado a sentir. Él, que había pasado su vida forjando un mundo de poder y temores, se encontraba conmovido por un gesto tan puro.


—T/N —Dijo finalmente, sosteniendo el ramo frente a su rostro—¿Sabes lo extraño que es para alguien como yo recibir flores?


Ella asintió, bajando la mirada.


—Lo sé, señor. Pero... pensé que lo merecía.


Tae-Joo dio un paso más cerca, inclinándose ligeramente hacia ella.


—¿Por qué piensas eso?


T/N alzó la vista, sus ojos encontrándose con los de él.


—Porque, aunque sea difícil verlo, sé que usted también busca algo más allá de todo esto. Y yo... quiero que lo tenga.


Tae-Joo no respondió de inmediato. En cambio, colocó las flores sobre el escritorio con un cuidado inusual antes de volver a mirarla.


—Eres única, T/N. Incluso en un lugar como este, logras encontrar algo que valga la pena cuidar.


Sus palabras hicieron que el corazón de T/N se acelerara. Ella inclinó ligeramente la cabeza, un gesto tanto de agradecimiento como de respeto.


—Si alguna vez necesita algo, señor, siempre estaré aquí para ayudarlo.


Tae-Joo asintió, pero no dejó de mirarla, como si quisiera grabar ese momento en su memoria. Después de todo, no todos los días alguien se atrevía a desafiar el frío mundo que él había creado para ofrecerle algo tan simple y tan significativo como un ramo de flores.

Más tarde, cuando T/N regresó a sus labores, pasó frente al estudio y notó algo que le hizo detenerse. Tae-Joo había colocado las flores en un pequeño jarrón sobre su escritorio. A pesar de ser un detalle mínimo, en el ambiente oscuro y severo de la habitación, las flores eran un recordatorio de que incluso en las sombras más profundas podía florecer algo hermoso.

T/N sonrió para sí misma, sintiendo que, aunque fuera solo un poco, había logrado acercarse a él.

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