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Beom Tae Joo

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El sol ya se había ocultado en el horizonte cuando T/N regresó tambaleándose a la mansión. Sus pasos eran erráticos, y el vestido crema que llevaba, tan sencillo pero encantador, ahora estaba desgarrado y manchado con sangre seca. Sus cabellos desordenados caían como un velo sobre su rostro, ocultando parcialmente el corte profundo en su ceja y los moretones que marcaban su mejilla. A duras penas logró atravesar la puerta principal antes de desplomarse, cayendo sobre el mármol frío con un ruido sordo.

Los guardias cercanos reaccionaron de inmediato. Uno de ellos la recogió con cuidado mientras el otro llamaba a Beom Tae-Joo.


—Señor, la señora T/N... —La voz del guardia temblaba, algo raro en alguien acostumbrado a la brutalidad del mundo de la mafia.


Beom levantó la mirada de los documentos que revisaba. Su expresión era impasible, pero sus ojos oscuros destilaban peligro.


—¿Qué sucede? —preguntó con calma, aunque su tono bastó para helar el ambiente.

—Ella... ha sido atacada. Está herida y desmayada.


Cuando Beom irrumpió en el vestíbulo, sus ojos, usualmente oscuros y calculadores, se llenaron de furia apenas la vio. Su esposa, la única persona que lograba calmar las tormentas dentro de él, estaba allí, frágil y rota. A su alrededor, los hombres de su equipo intercambiaban miradas nerviosas. Todos sabían lo que significaba esa escena.

Beom se arrodilló junto a T/N y, con manos sorprendentemente gentiles, apartó el cabello de su rostro.


—T/N... —susurró, pero no hubo respuesta. La frialdad de su piel lo hizo tragar con fuerza, luchando contra una oleada de pánico que no podía permitirse mostrar frente a los demás.

—¿Quién hizo esto? —Preguntó sin levantar la voz, pero el tono de acero en sus palabras heló el ambiente.


Uno de los guardias tragó saliva antes de hablar.


—Fue Park. Dijo que... era una advertencia para usted, señor.


La mención del nombre fue como encender una mecha. Beom cerró los ojos un momento, tomando aire, pero cuando los abrió, la calma que proyectaba era aún más aterradora que un estallido de ira.


—Llévenla al médico. Asegúrense de que reciba los mejores cuidados. Si algo le pasa, pagarán con sus vidas.


La amenaza no era vacía. Los hombres asintieron apresuradamente, llevando a T/N a su habitación mientras Beom se incorporaba. Sus pasos resonaron con un propósito oscuro cuando se dirigió a su oficina.


—Reúnan a todos. No quiero excusas. Esta noche, el apellido Park desaparecerá.


La noche era oscura, apenas iluminada por la luz pálida de la luna, cuando Beom y su equipo llegaron al almacén abandonado que servía como base para la familia Park. Los hombres de Beom rodearon el edificio, cada uno en su posición designada. Beom avanzó al frente, su figura imponente destacándose incluso en la penumbra.

Un par de guardias intentaron detenerlo en la entrada, pero no tuvieron oportunidad de reaccionar antes de que las balas perforaran sus cráneos. Los disparos resonaron como truenos, alertando a los ocupantes del lugar.

Dentro del almacén, el caos estalló. Los hombres de Park corrían en busca de armas o refugio, pero Beom y los suyos eran implacables. Cada disparo que salía del arma de Beom era letal, directo al corazón o la cabeza. Sus movimientos eran fluidos, casi elegantes, como si cada paso y disparo formaran parte de una coreografía mortal.

Uno de los hombres de Park cayó al suelo, su pierna destrozada por una bala. Gritaba de dolor mientras intentaba arrastrarse lejos de Beom, pero este lo alcanzó con un par de zancadas.


—Por favor, no... —Sollozó el hombre.


Beom inclinó la cabeza, mirándolo con fría curiosidad.


—¿Te rogó ella también cuando la atacaron?


Sin esperar respuesta, disparó al hombro del hombre, provocándole otro grito desgarrador. Beom dejó que sufriera un momento más antes de apuntar a su cabeza y acabar con él.

Finalmente, Beom llegó a la oficina principal. Park estaba allí, temblando detrás de su escritorio mientras sostenía una pistola con manos inestables.


—No des un paso más, Tae-Joo. Te juro que disparo—La voz de Park era temblorosa, desesperada.


Beom lo ignoró, avanzando como un depredador acechando a su presa.


—Eres valiente cuando se trata de atacar a una mujer indefensa ¿Dónde está esa valentía ahora?


Park disparó, pero el temblor de sus manos hizo que la bala se incrustara en la pared detrás de Beom. Antes de que pudiera intentarlo de nuevo, Beom lo desarmó de un golpe seco en la muñeca, arrojándolo al suelo.


—No voy a matarte rápido —Susurró Beom, su tono bajo y letal mientras sacaba un cuchillo de su cinturón—Quiero que sientas cada segundo de lo que le hiciste pasar a ella.


El primer corte fue en la mejilla de Park, una línea profunda que dejó correr un reguero de sangre. Park gritó, pero Beom no se detuvo. Siguieron cortes en las manos, las piernas, cada uno deliberado para causar el máximo dolor sin matarlo de inmediato.

Cuando Beom finalmente se levantó, sus manos y su cuchillo estaban cubiertos de sangre. Park apenas respiraba, su cuerpo hecho un amasijo de cortes y huesos rotos.


—Quemen el lugar—La orden fue clara. Sus hombres comenzaron a regar gasolina por el almacén mientras Beom salía, limpiándose la sangre de las manos con un pañuelo.


Horas después, Beom estaba sentado al lado de T/N en su habitación. Ella seguía inconsciente, pero su respiración era estable. Beom tomó su mano entre las suyas, acariciando con cuidado los nudillos.


—Nadie volverá a lastimarte, mi amor. No importa lo que cueste.


Cuando T/N despertara, él estaría allí, como siempre, dispuesto a protegerla de todo y de todos.

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