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Beom Tae Joo

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Beom Tae-Joo estaba revisando sus informes como de costumbre cuando notó que el silencio en la mansión se volvía cada vez más pesado. La ausencia de T/N, quien normalmente regresaba con una sonrisa y brazos llenos de ingredientes frescos, comenzó a inquietarlo. La frialdad habitual en su expresión fue reemplazada por una ligera tensión en sus mandíbulas.

De pronto, una de las criadas entró apresurada en su despacho, su rostro pálido como si hubiese visto un fantasma.


—Señor, T/N no ha regresado del mercado. Ya han pasado varias horas—Dijo, su voz temblorosa.


Beom se quedó inmóvil por un momento, su mente calculando rápidamente. Miró el reloj en su muñeca: habían pasado casi cuatro horas desde que ella salió. Algo estaba terriblemente mal.


—¿Intentaron llamarla?—Preguntó con frialdad, aunque su corazón comenzaba a latir más rápido.

—Sí, señor, pero no responde.


El aire en la habitación parecía congelarse. Beom Tae-Joo se levantó lentamente, y una aura oscura comenzó a rodearlo. Su mirada helada recorrió a la criada.


—Preparen el auto. Reúnan a los hombres. Ahora—Su tono era mortalmente calmado, lo que lo hacía aún más aterrador.


En el camino hacia el mercado, Beom no pronunció una sola palabra. Sus hombres, acostumbrados a su frialdad, no pudieron evitar sentir una inquietud palpable. Beom Tae-Joo no solía involucrarse personalmente en situaciones menores, pero esto era diferente. Esto era personal. Al llegar al mercado, recorrió cada rincón con la mirada, buscando cualquier rastro de T/N. Encontró su canasta abandonada junto a un puesto de tomates maduros. La agarró con fuerza, sus nudillos blanqueándose.


—Ella estaba aquí—Dijo en voz baja, entregando la canasta a uno de sus hombres. Su mirada oscura destelló con furia contenida—Quiero las grabaciones de las cámaras de seguridad. Ya.


En cuestión de minutos, uno de sus hombres regresó con un dispositivo en mano. Beom revisó las imágenes con una concentración implacable. Ahí estaba T/N, caminando entre los puestos, cuando un hombre con una gorra negra se acercó y la agarró por el brazo. Otro hombre apareció, cubriendo su boca y arrastrándola hacia un callejón.

El sonido de un cristal rompiéndose resonó en el vehículo. Beom había apretado el puño tan fuerte que el vaso que sostenía se hizo añicos.


—Localicen esa camioneta—Ordenó, su voz baja pero cargada de una amenaza que hizo que incluso sus hombres más experimentados se estremecieran—Y asegúrense de que esos bastardos entiendan el significado del dolor.


Horas después, Beom se encontraba en un cuarto oscuro de su mansión. Sobre una mesa, herramientas meticulosamente organizadas brillaban bajo la luz de una sola bombilla: cuchillos, alicates, cables, y un soplete. Su calma habitual había sido reemplazada por una determinación escalofriante. No era la primera vez que se preparaba para algo así, pero esta vez era diferente. Esta vez, era por ella.

Uno de sus hombres entró con un informe.


—Señor, hemos localizado el almacén donde la tienen.


Beom se levantó, ajustándose los puños de su abrigo negro. Sin decir palabra, salió del cuarto, con sus hombres siguiéndolo como una sombra.


...


En el almacén abandonado, T/N estaba atada a una silla, con los brazos adoloridos por las cuerdas. Intentaba mantenerse fuerte, pero el miedo era innegable. Uno de los hombres se inclinó hacia ella, sus labios curvándose en una sonrisa maliciosa.


—Tu jefe pagará mucho por ti, pero... tal vez podría divertirme un poco antes—Dijo, levantando la mano para tocarle el rostro.


Antes de que pudiera hacer contacto, un estruendo ensordecedor sacudió el lugar. La puerta del almacén voló en pedazos, y allí estaba él: Beom Tae-Joo, rodeado de sus hombres armados. Sus ojos oscuros eran la personificación de la ira contenida.

Los secuestradores intentaron reaccionar, pero no tuvieron oportunidad. En cuestión de minutos, el caos reinó en el lugar. Los hombres de Beom neutralizaron a los criminales mientras él caminaba directamente hacia T/N. Su mirada, siempre fría, ahora estaba llena de una preocupación ardiente.


—¿Estás bien?—Preguntó, su voz grave suavizándose ligeramente mientras desataba las cuerdas con manos firmes pero cuidadosas.


T/N no pudo contener las lágrimas, asintiendo con la cabeza.


—Sí... gracias a usted.


Beom la levantó con cuidado, y luego se giró hacia uno de sus hombres.


—¿Los tenemos a todos?—

—Sí, jefe.


Beom asintió lentamente, su rostro volviéndose una máscara de frialdad.


—Llévenlos al sótano. Quiero encargarme personalmente de ellos—Su voz era un susurro helado que no admitía discusión.


De regreso en la mansión, Beom llevó a T/N a su habitación, preparándole una taza de té caliente. Mientras ella se recuperaba, él observó cada detalle de su rostro, asegurándose de que estuviera ilesa.


—No permitiré que esto vuelva a suceder—Dijo, su voz firme pero cargada de una sinceridad que rara vez mostraba.


T/N lo miró con gratitud, sus ojos llenos de confianza.


—Gracias, señor. Siempre puedo contar con usted.


Beom no respondió, pero la intensidad de su mirada lo decía todo. Mientras se levantaba, su mente ya estaba trazando los pasos para asegurarse de que nadie volviera a atreverse a tocar lo que era suyo.

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