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Beom Tae Joo
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La atmósfera del exclusivo club privado era sofocante y pesada, saturada de música suave, conversaciones apenas audibles y risas falsas. Beom Tae-Joo estaba sentado en un sillón de cuero oscuro, rodeado por un grupo de hombres que eran socios en su negocio y varias mujeres que intentaban captar su atención. El whisky en su vaso reflejaba las luces púrpuras del lugar, y su postura, como siempre, era firme y autoritaria.
A pesar de estar rodeado de mujeres atractivas que buscaban agradarle, Beom estaba notablemente indiferente. Las risas forzadas y los intentos de coqueteo le parecían vacíos, carentes de cualquier chispa que pudiera siquiera atraer su mirada más de un segundo. Se llevó el vaso a los labios, tomando un sorbo mientras ignoraba los intentos de una de las mujeres de tocarle el brazo con familiaridad.
—¿No estás disfrutando de la compañía, jefe?—Preguntó uno de sus socios, con una sonrisa ladeada que pretendía ser cómplice.
Beom no respondió de inmediato. Su mirada se posó en una de las mujeres que se había acercado demasiado, con un destello de molestia en sus ojos oscuros. Ella, intentando llamar su atención, adoptó un tono desafiante.
—Parece que nadie aquí puede impresionarte ¿Acaso buscas algo que no está en este lugar?—Dijo ella, apoyando una mano en su hombro.
Beom se reclinó ligeramente en su asiento, su ceja arqueada con desinterés. Era claro que sus intentos no surtían efecto, pero su mente comenzó a divagar. Las palabras de aquella mujer se disiparon mientras una imagen completamente distinta se formaba en su cabeza.
El ruido de fondo del club desapareció, reemplazado por un silencio que solo era roto por el eco de unos tacones contra el suelo. La escena se transformó en un espacio oscuro, iluminado por una única luz roja que caía sobre él. Estaba sentado en una silla, sus brazos atados con firmeza a los reposabrazos. El cuero de las correas se ajustaba contra su piel, inmovilizándolo completamente.
Frente a él, T/N emergió de las sombras, sus pasos resonando con una cadencia autoritaria que lo dejó sin aliento. Su mirada era intensa, llena de una confianza que lo desarmaba por completo. Llevaba un atuendo oscuro y ajustado, que destacaba su figura y acentuaba su aire de control absoluto. En sus manos sostenía un látigo que golpeó suavemente contra su palma, provocando un sonido que envió escalofríos por su espalda.
—¿Así que el gran Beom Tae-Joo cree que puede controlar todo?—Dijo ella, con una voz cargada de autoridad y un leve tinte de burla.
Beom intentó responder, pero su garganta se secó al instante. Su respiración se volvió más pesada mientras ella caminaba lentamente a su alrededor, observándolo como un depredador que evaluaba a su presa.
—Es curioso cómo alguien tan poderoso puede verse tan indefenso...—Continuó T/N, deteniéndose detrás de él para inclinarse hacia su oído. Su aliento cálido rozó su piel, provocando un estremecimiento involuntario—Dime Beom ¿Qué harías si todo este poder que crees tener desapareciera?
El látigo trazó una línea suave sobre su pecho, el gesto cargado de una mezcla de amenaza y seducción. Beom se dio cuenta de que no solo había perdido el control de la situación, sino también de sus propias emociones. Nunca había sentido algo tan embriagadoramente aterrador y excitante al mismo tiempo.
De repente, un toque en su brazo lo devolvió bruscamente a la realidad. Parpadeó, sacudiendo la visión de su mente. La mujer frente a él lo miraba con una mezcla de confusión y nerviosismo al no recibir ninguna respuesta.
—¿Estás bien?—Preguntó, su tono ahora más cauteloso al notar su expresión distante.
Beom terminó su whisky de un solo trago y se levantó sin responder, ajustando su chaqueta con movimientos calculados. Su mirada, afilada como una navaja, recorrió el grupo antes de dirigirse a la salida.
—La diversión se acabó para mí—Murmuró, dejando claro que su interés en aquella reunión había desaparecido.
Mientras salía del club, su mente volvió a divagar, esta vez con menos resistencia. La imagen de T/N como su dueña absoluta, caminando a su alrededor con ese látigo en mano, había quedado grabada en su mente como una marca imborrable. Y, por primera vez, Beom Tae-Joo se permitió aceptar una verdad que había estado evitando: no había nada ni nadie que pudiera provocarle tal pérdida de control como T/N.
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