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Beom Tae Joo
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La mansión estaba envuelta en el habitual silencio solemne, pero esa tarde algo diferente rompía la calma. Desde el pasillo principal se escuchaban voces acaloradas que provenían de la sala donde se exhibían las reliquias más preciadas de Beom Tae-Joo. Entre ellas, una en particular destacaba: un antiguo jarrón de porcelana adornado con intrincados detalles dorados, una pieza invaluable de su colección personal.
T/N estaba allí, su rostro usualmente tranquilo ahora encendido con una mezcla de enojo y frustración. Frente a ella, dos criadas se miraban nerviosas, con la culpa escrita en sus gestos temblorosos. En el suelo, hecho pedazos, estaba el jarrón. T/N les hablaba con firmeza, su tono cortante, como una cuchilla afilada.
—¿Cómo pudieron ser tan descuidadas?—Espetó, sus manos firmemente apoyadas en sus caderas—¿Acaso no saben lo importante que era esta pieza para el señor Beom? No puedo creer que hayan permitido que esto ocurriera.
Beom Tae-Joo, que acababa de regresar de su oficina en la ciudad, llegó a la sala en silencio. Su presencia, aunque imperceptible al principio, pronto fue notada por las criadas, quienes retrocedieron un paso al verlo en la entrada. Sin embargo, él no apartó la mirada de T/N. Había algo fascinante en verla así, con los ojos chispeando indignación y su habitual calma convertida en una tormenta controlada. Su tono autoritario, combinado con la forma en que defendía algo tan significativo para él, despertaba en Beom una sensación que rara vez experimentaba: una mezcla de admiración y una excitación contenida que hacía latir su corazón más rápido.
—Lo siento, T/N, fue un accidente—Balbuceó una de las criadas, casi al borde de las lágrimas.
—¿Un accidente?—Replicó T/N, sin bajar el tono—Un accidente que podría haberse evitado si hubieran sido más cuidadosas. Esto no es una simple decoración; representa años de historia y sacrificio.
Beom avanzó, sus zapatos resonando contra el suelo de mármol, y se posicionó detrás de T/N. Ella aún no se había dado cuenta de su presencia, demasiado inmersa en su reprimenda. Cuando finalmente sintió su sombra y giró la cabeza hacia él, un leve rubor cruzó su rostro, pero su postura seguía siendo firme.
—Señor Beom, lamento mucho esto—Comenzó, bajando ligeramente la voz, pero aún con un rastro de molestia—Haré todo lo posible por reparar este daño.
Él no respondió de inmediato. En cambio, extendió una mano para colocarla suavemente sobre su hombro, su toque cálido contrastando con la frialdad habitual de su expresión. La mirada en sus ojos era intensa, fija en los de ella.
—No importa—Dijo con voz grave, su tono más suave de lo habitual—Lo importante es que alguien aquí entiende su valor.
Las criadas, sintiendo el peso del silencio que siguió, se retiraron rápidamente de la sala, dejando a T/N y Beom a solas. Ella suspiró, llevándose una mano a la frente mientras trataba de calmarse.
—Lamento haber perdido los estribos—Murmuró, pero antes de que pudiera continuar, Beom la interrumpió.
—No te disculpes—Dijo, acercándose un poco más—Es raro ver a alguien que cuide tanto lo que me importa—Su mirada bajó ligeramente, recorriendo su rostro con una mezcla de afecto y algo más profundo—Esa faceta tuya... me gusta.
T/N lo miró, desconcertada—¿Le gusta...?
—Cuando defiendes lo que es importante—Explicó él, con una leve sonrisa que apenas curvó la comisura de sus labios—Esa pasión que tienes... es única.
El rubor regresó a sus mejillas, más intenso esta vez. Antes de que pudiera responder, Beom se giró hacia los restos del jarrón en el suelo—Asegúrate de que lo reemplacen. Confío en ti para eso.
Ella asintió, aún algo aturdida por sus palabras. Cuando él abandonó la sala, su silueta imponente desapareciendo por el pasillo, T/N se quedó inmóvil por un momento, su corazón latiendo con fuerza. Nunca había visto ese lado de Beom, y aunque no lo admitiría en voz alta, algo en sus palabras y su mirada la había conmovido profundamente.
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