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Beom Tae Joo
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El pasillo oscuro parecía un túnel interminable, sus paredes adornadas con relieves dorados reflejaban la luz de una lámpara tenue que parpadeaba como si temiera ser testigo de lo que ocurría. Los pasos de Beom Tae-Joo resonaban pesadamente, cada uno marcado con una precisión casi militar, un eco que parecía aumentar la presión en el pecho de quienes lo seguían. No hablaba, no era necesario. Su silencio, combinado con el aura fría que lo envolvía, hablaba más fuerte que cualquier palabra. Los hombres tras él intercambiaron miradas breves, ansiosos de desvanecerse antes de que su jefe decidiera que alguien debía cargar con la culpa de su evidente mal humor.
Cuando llegaron a las enormes puertas dobles de la oficina, Beom se detuvo. Una sola mirada sobre su hombro hizo que sus subordinados dieran un paso atrás casi al unísono. Él empujó las puertas con una fuerza controlada, el chirrido de las bisagras añadiendo una nota casi dramática al ambiente. La oficina era un reflejo de su personalidad: elegante, oscura y peligrosa. Las paredes de madera oscura estaban adornadas con cuadros de paisajes sombríos, y el suelo de mármol negro relucía bajo la luz tenue del candelabro que colgaba sobre el escritorio.
Beom cruzó el espacio con pasos firmes, como si aún estuviera midiendo cada movimiento incluso en la soledad. Se dejó caer en la silla de cuero negro, un mueble que parecía tan imponente como él mismo, y tomó la botella de whisky con movimientos precisos. Sirvió una cantidad generosa y sostuvo el vaso entre sus dedos largos, observando el líquido ámbar como si esperara encontrar respuestas en su profundidad. El primer sorbo lo tomó en silencio, pero la tensión seguía presente en cada línea de su rostro.
No pasó mucho tiempo antes de que escuchara el suave crujir de la puerta abriéndose. No necesitaba voltear para saber quién era; el sonido ligero de los pasos y el aroma delicado que siempre la acompañaba confirmaron su presencia. T/N había entrado con la misma precisión cuidadosa que siempre mostraba. Con una leve inclinación de cabeza, cerró la puerta tras ella y avanzó sin hacer ruido, como si el suelo mismo la respetara demasiado para delatar su presencia.
El uniforme que llevaba puesto no era como el de las demás criadas. Beom había insistido en que fuera diferente, más refinado, un reflejo de la posición especial que ella ocupaba en su vida. Aunque él jamás lo admitiría en voz alta, había algo en T/N que lo tranquilizaba de una forma que ni siquiera él podía comprender.
Ella se detuvo a unos pasos detrás de él, observándolo con detenimiento. Su mirada recorrió la línea tensa de sus hombros, el ligero ceño fruncido en su rostro, la manera en que sostenía el vaso como si intentara contener algo más que el licor. Sabía que estaba molesto, y también sabía exactamente qué hacer para aliviar su carga.
Sin pronunciar palabra, se colocó detrás de él y levantó las manos, que se posaron con cuidado en sus hombros. Los dedos de T/N comenzaron a moverse con habilidad, ejerciendo la presión justa en los puntos donde la tensión se acumulaba. Al principio, Beom permaneció rígido, su cuerpo acostumbrado a mantenerse en guardia incluso en los momentos más privados. Pero poco a poco, el trabajo de las manos de T/N comenzó a surtir efecto. Cerró los ojos y dejó escapar un suspiro pesado, seguido por un gemido bajo de alivio.
—Siempre sabes qué hacer —Murmuró él, su voz grave y cargada de algo que casi parecía gratitud.
—Es mi trabajo, señor —Respondió ella en un tono suave pero firme, una ligera sonrisa curvando sus labios. Aunque sus palabras eran humildes, había un matiz de confianza en su voz, una seguridad que venía de años de conocerlo mejor que nadie.
Beom giró la cabeza ligeramente, lo suficiente para poder verla de reojo. Sus ojos oscuros, normalmente duros y calculadores, tenían un brillo diferente cuando la miraban. No era ternura, al menos no en el sentido convencional, pero había algo más humano en su mirada, algo que rara vez permitía salir a la superficie.
—No es solo tu trabajo. Nadie más sería capaz de calmarme de esta manera—Su confesión, aunque simple, llevaba un peso que no podía ignorarse.
Ella no respondió de inmediato, permitiendo que el silencio llenara el espacio mientras sus manos seguían trabajando con paciencia. Cada nudo de tensión que desaparecía bajo su toque era una pequeña victoria, no solo porque ayudaba a Beom, sino porque demostraba que su presencia tenía un impacto que otros jamás podrían lograr.
Después de unos minutos, Beom tomó una de las manos de T/N, deteniéndola. Su tacto era firme pero no brusco, un contraste con la imagen que proyectaba al mundo. Levantó la vista hacia ella, estudiándola con una intensidad que habría intimidado a cualquiera, pero T/N se mantuvo serena, devolviéndole la mirada.
—Quédate —No fue una orden, ni tampoco una súplica. Era algo intermedio, una petición envuelta en la máscara de su habitual autoridad.
—Siempre me quedaré, señor —Respondió ella, su tono suave pero cargado de una sinceridad que lo desarmaba de formas que ni él mismo entendía.
Beom soltó su mano, y ella se movió para colocarse frente a él, inclinándose ligeramente para tomar el vaso de whisky que descansaba en su mano. Se lo retiró con cuidado, ignorando su mirada de sorpresa, y lo colocó sobre el escritorio.
—Ha tenido suficiente por hoy —dijo con una sonrisa pequeña pero decidida.
Por primera vez en lo que parecía una eternidad, Beom Tae-Joo dejó escapar una risa breve, baja y genuina. Negó con la cabeza, preguntándose cómo alguien como ella había logrado abrirse paso en el muro que había construido alrededor de sí mismo.
—Eres imposible, T/N —Dijo, pero había una suavidad en su voz que contradijo las palabras.
—Eso dicen—Ella sonrió con algo de picardía antes de volver a su posición detrás de él, sus manos retomando su labor mientras el silencio volvía a envolverlos, no como una barrera, sino como un refugio.
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