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02. TEMPTATION

Iba a matar a ese infeliz.

No, lo iba a matar, luego lo iba a resucitar y luego lo mataría de nuevo.

Si, en ese orden.

— Quita tu mano de encima, idiota —le murmuró, sin voltearlo a ver y fingiendo prestar toda su atención a la comida frente a él.

Norman sonrió descaradamente, apretando su muslo por debajo de la mesa e ignorando su petición olímpicamente.

Le encantaba hacer eso al bastardo.

Provocarlo. Tentarlo. Conocer sus límites por debajo de la mesa.

Su mano se había colocado sobre su rodilla al principio, pero después había subido hasta su muslo, acariciando, apretando y rasguñando a su antojo la piel descubierta por el short corto que llevaba aquel día el pelinegro.

Y agradeció que en esa ocasión pudiera detenerlo, porque había otras veces en que no había poder humano que hiciera al albino detenerse y jugar verdaderamente con su cordura.

Sin embargo, en esa ocasión sólo hizo falta un manotazo y una amenaza con la mirada para que el mayor riera y siguiera con su comida.

Pero por supuesto que aquella tentación no quedó solamente ahí, porque estamos hablando de Norman y su gigantesca terquedad, así que Ray no se sorprendió demasiado cuando se encontraba hablando con un compañero de clase y el albino llegó junto a él, colocándole una mano en la espalda baja y subiendo lentamente, de una manera suave, provocadora y desesperante que sabía le gustaba al menor.

Al final, Ray se había disculpado con su compañero y había salido de ahí, maldiciendo a su mejor amigo en voz baja y fulminándolo con la mirada cada vez que lo miraba divertido y victorioso.

— Deja de actuar como un adolescente hormonal cuando otros nos puedan ver.

— Oh, cariño, pero si somos un par de adolescentes hormonales.

— Habla por ti mismo, tonto.

— ¿Uhm... eso crees? —se acercó, acorralándolo en la puerta del baño, ambos encerrados en el mismo cubículo— ¿Entonces por qué actúas como un animal en celo cada vez que me acerco? —preguntó, delineando la yugular ajena con su nariz, aspirando el olor del perfume y el jabón en su piel y buscando el punto perfecto para morder.

— Yo no actuó así... —contestó, aunque su cabeza le llevó la contraria dándole más espacio al mayor para completar su recorrido.

— Si, como digas... —dejó un beso húmedo sobre el cuello, sonriendo al sentir como el menor se estremecía entre sus brazos y sus manos apretaban su camisa en un puño— Ambos sabemos que la tentación es más fuerte que tú, siempre terminas buscándome para entregarte. Eso es un pecado, Ray.

— No me vengas con esas tonterías ahora —murmuro, infiltrando sus manos bajo la camisa ajena dejándose llevar por la sensación húmeda en la piel de su cuello— Nosotros dos somos un completo pecado.

— ¿Hablas porque somos dos chicos o porque somos dos chicos y follamos?

— Las dos-... ah, mierda —jadeo, sintiendo la primera mordida caer sobre su hombro— Las... las dos cosas.

— Uhm... entonces consíguete una novia.

— Lo haré.

— ¿En serio?

— Si, por supuesto.

— Habló de una novia femenina —recalcó, como si no quedara demasiado claro.

— Lo se, idiota —sonrió, rasguñando el abdomen ajeno, causando un gruñido bajo en el contrario— ¿crees que una chica no podría hacer lo que tu haces?

— Por supuesto que no. Una chica, jamás te entendería como lo hace un chico.

— ¿Cuál es la diferencia?

Las manos del albino comenzaron a tantear el terreno por debajo de la camisa, sin darle tregua al cuello y la clavícula.

— Nosotros conocemos nuestro propio cuerpo, sabemos exactamente dónde tocar y cómo hacerlo —murmuro, antes de lamer la manzana de Adán y rasguñar suavemente por debajo de los omoplatos para demostrar su punto— Ademas, no somos muy diferentes, ningún chico se ofenderá si por el día quieres ser un cursi romántico de mierda y por la noche solo quieres follar. La mayoría lo entendemos, somos iguales.

— Una chica no me estaría tocando por debajo de la mesa en los momentos menos apropiados.

— Pero tampoco podrías encerrarte con ella en un cubículo para bajarte la calentura, ¿O es que alguien sospecha cuando entramos juntos al baño?

— No, porque se supone que los mejores amigos no se comportan de esta forma.

— ¿Y cual es la forma apropiada de comportarse?

— Decentemente, animal.

— Bien, repítemelo cuando no estés gimiendo.

La conversación se pausó cuando Norman reclamó ansiosamente los labios ajenos, sin dejar de recorrer su cuerpo de arriba a abajo y sonriendo satisfecho por los soniditos ahogados que salían de la garganta del menor por las caricias y la fricción.

— E-Emma nos estará buscando.

— Emma puede esperar —contestó, tirándole el cabello para volver a unir sus labios.

Ray no pudo evitarlo y mordió el labio del mayor, haciéndolo gruñir aún sobre el beso y sintiendo como sus uñas rasguñaban su muslo.

— Mierda, tienes un fetiche con eso.

— ¿Con que?

— Morder.

— ¿Si?

— Si.

La tentación era demasiada para los dos, era tonto e incluso ridiculo que no pudieran oponer resistencia al cuerpo contrario, pero ninguno se quejaba realmente; no cuando perderse en los besos, el ardor y el calor se sentía tan jodidamente bien como para marearse del placer.

No le importaba que su cordura fuese puesta a prueba por debajo de la mesa, siempre y cuando fuera premiado por su buena resistencia.

Después de todo, la tentación no sería tan divertía si no fuera un pecado.

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