Capítulo 2
Bajo la luz del poste, un viejo auto volkswagen se detuvo a esperar. Los rayos del sol apenas comenzaban a notarse, aún todo estaba cubierto de una leve oscuridad. De entre los arbustos de aquella solitaria calle, Jennie se ponía de pie y se acercaba de inmediato al auto.
Abrió la puerta con su brazo herido, ya cubierto de manera improvisada por una tela, e ingresó al interior, no sin antes asegurarse que nadie la esté observando.
El auto comenzó a avanzar y Jennie finalmente pudo relajarse. Cerró los ojos, suspirando lentamente en cansancio. Al volver a abrirlos, se dió cuenta de la mirada del conductor observándola. De inmediato el chico lo retiró, se veía nervioso por su presencia.
—Hola, padre…—Jennie sonrió de lado— me alegra que haya venido ante mi llamado —el hombre solo asintió, no quería decir algo por temor a la castaña— no fue por el miedo, ¿verdad? —pero no obtuvo respuesta, solo silencio— ¿no me va a responder? —el cambio en su voz, siendo ahora imponente, puso más nervioso al padre.
—Vine aquí a su llamado, no creo que deba importar los motivos…¿no lo cree?
—Supongo que tienes razón —volvió a cerrar los ojos, sintiendo sueño— solo quiero tu ayuda, no pido nada más. ¿Te molesta si me duermo? No he dormido en toda la noche.
—Puede hacerlo, la despertaré al llegar.
—¿No me traicionarás? —preguntó con la voz más relajada— ¿puedo confíar en usted, padre?
—Le seré honesto, mi miedo a usted es más grande que cualquier cosa —pronunció temeroso— me encargaré de llevarla a mi iglesia, téngalo por seguro.
—Eso es suficiente…, por el momento —su cuerpo se iba relajando por el sueño— ya quiero conocer esa iglesia tuya. Conduce con cuidado, no quiero que me despiertes antes de llegar, ¿de acuerdo?
—Sí, señorita Jennie.
—Esto no parece un simple golpe —la amiga de Jisoo, que era jefe de policía, curaba la herida que le había provocado el golpe con el bate. Jisoo había tocado la puerta de su hogar en la madrugada y ella no tardó en querer curarla— ¿realmente te golpeaste en el incendio?
—Sí —Jisoo se quejaba por los toques en la herida— un tablón de madera me rozó la cabeza y me hizo este corte. Por suerte no me cayó por completo. Quería ver si habían sobrevivientes, pero todos estaban muertos.
—Fueron dieciséis cuerpos encontrados, eran parte de La Alianza Roja. Al parecer uno de sus hombres los traicionó, porque ni siquiera el FBI sabía el lugar en donde operaban. Pero…¿cómo encontraste el lugar? —preguntó extrañada.
—Recibí una llamada —respondió— era de un teléfono público. Me dijo que allí podría encontrar el paradero de la líder. Solo iba a pasar para verificar el lugar y hacer un plan, pero encontré todo el lugar en llamas.
—¿Pero la viste? ¿No estaba allí?
Jisoo no tardó en responder, no quería que haya dudas sobre la información que tenía.
—No, Yuna, no encontré a la líder. No había nadie alrededor, solo fuego y cuerpos regados.
—Eso es extraño —se mostró pensativa— y aún más extraño, es que te hayan llamado. ¿Cómo consiguieron tu número? ¿Acaso era una trampa? ¿Querían que veas algo especialmente?
—Ni yo lo sé. Desde que mataron a mi hermano, todo ha sido raro desde entonces. A veces me siento vigilada, tengo esa intuición.
—Y no puede estar lejos de la realidad, tenían tu número personal. Así que ten mucho cuidado si quieres investigar quien es el asesino de tu hermano. Esa gente es muy peligrosa…y muchos incluso están fuera de sí, siendo unos completos psicópatas.
En una pequeña oficina, frente a la ventana, la cual daba vista a la hermosa mañana, se encontraba Rosé de pie. En una de sus manos sostenía una foto, la cuál analizaba con una mirada perdida. Miraba aquel rostro de esa pelinegra, la general, la cuál no había dejado de observar desde que la obtuvo entre sus manos.
Le era curioso, su padre le había contratado miles de mujeres para su disfrute, pero ninguna tan bonita como ella. El deseo sexual hacia ella fue tan rápido y tan fuerte cuando vió la foto, que incluso dudó en tomar a su hermano como carnada. Pero un simple deseo sexual no puede interrumpir sus planes, sería echar por la borda todo lo que había logrado hasta el momento.
—Jefecita —uno de los hombres entró a su oficina.
—Que lindo suena eso —Rosé giró a él, viéndose sonriente— ¿ven que tenía razón? Que me llamen así me pone de buen humor y eso no los perjudicará a ustedes —se sentó en su escritorio— dime.
—Hemos perdido el rastro de Jennie…—pronunció temeroso.
La sonrisa de Rosé se borró de inmediato, poniendo nervioso al desafortunado hombre que había tenido la mala suerte de ser quien le diera la noticia.
—Repite lo que dijiste —Rosé no mostraba alguna expresion.
—Que…hemos perdido el rastro…de Jennie —tragó saliva.
El largo silencio ya hacía imaginar al hombre su muerte. Cerró los ojos con temor y esperó solo el disparo, pero aquello estaba tardando. Dudoso, abrió los ojos temblorosos, y frente a él, cara a cara, estaba Rosé, sonriendo, eso lo asustó.
—¡Genial! —Rosé lo sacudió por los hombros— así podré buscarla y no estaré aburrida. Ustedes tendrán la tarea de desviar a la policía a la dirección contraria de mi camino, ¿está bien?
—¿Qué camino tomará? —veía a Rosé abrir su closet de armas, eligia la más pequeña.
—¿Qué camino fue en donde perdieron su rastro?
—El novato la tiene, tomó incluso una foto.
—Genial, iré con él. Necesito un sacrificio si estoy en problemas —se acercó a la puerta, pero detuvo su paso— ya lo sabes, aleja a la policía de mi camino, mi GPS estará activo para ustedes. Y sobre la general Kim Jisoo…—giró a él, viéndose seria— hagan que me encuentre.
—¿Qué la encuentre? —se mostró confundido— pero…jefecita.
Rosé sonrió risueña.
—¡Ay, que lindo suena eso!
—¿Segura que quiere que la guiemos hacia usted? —aunque le tenía miedo, también tenía un gran cariño por ella, era uno de los tantos que la había visto crecer y quién también colaboró en su crianza— le prometimos a su padre que estaría a salvo. Si la general la atrapa, será difícil combatir con todo un ejército de Seúl.
—¿Pero irían por mí? —su voz fue suave, calmada.
—Sí, haríamos por usted —se inclinó ante ella lo más que podía, mostrando respeto— tenga la seguridad de que no la dejaríamos.
—Con eso estoy tranquila, solo hagan lo que te dije.
—Sí, jefecita.
Rosé volvió a sonreír.
Jennie iba despertando por la voz del padre Nam, fue abriendo sus ojos con cansancio, la luz del sol entraba un poco por la ventana, llegando a sus labios. Se acomodó con sueño en el asiento y observó el gran campo del lugar, lleno de flores, árboles alrededor y un pequeño lago al final.
Al lado contrario, observó a lo lejos una gran iglesia, el auto seguía avanzando y eso le daba un pequeño tour a Jennie por el lugar. Pasaron por una pequeña cabaña en donde habían costales apilados, un pozo, una camioneta y sobre todo, un novicia que tendía la ropa en un tendedero en el techo de aquella cabaña.
Jennie creyó que habrían muchas más novicias o monjas, pero por lo que había hasta el momento, solo vió a tres novicias y una monja conversar en un comedor puesto al aire libre.
El auto se detuvo y Jennie observó a la novicia del techo observar en su dirección, por un momento desapareció al alejarse, y apareció saliendo de la cabaña y corriendo hacia ellos. El padre Nam bajó la ventana y esperó sonriente la llegada de la joven mujer.
—Padre —la mujer llegó frente a la ventana, estaba agitada— llegó a salvo —sonreía— por un momento me preocupé al verlo salir tan nervioso, pero ahora lo veo tranquilo y sonriente. ¿Está todo bien?
—Está todo bien, Lisa —Jennie miraba curiosa el rostro de la novicia— solo tuve una pequeña emergencia, pero todo quedó solucionado.
—Me alegra escuchar eso —sonreía, cuando su mirada fue a la desconocida mujer sentada en los asientos traseros. Se mostró curiosa también, esa castaña no dejaba de mirarla directamente a los ojos, y luego solo sonrió de lado— hola —hizo reverencia.
—Hola…—hubo un tono algo extraño que dejó confundido a Nam.
—Ella es una amiga…—ideó Nam— vivirá con nosotros un tiempo. La emergencia era que necesitaba un hogar, había perdido su departamento. ¿No es así, Jennie?
—Claro…—veía el cuello de Lisa, sus labios, sus ojos— me quedaré a vivir aquí.
Lisa evitaba su mirada, se estaba sintiendo incómoda, hasta que vió la sangre y herida en su brazo.
—Está herida —señaló Lisa, asustada.
Jennie no se preocupó en cubrirse, solo la miraba. Era tan hermosa, que sus ojos ya brillaban de lujuria. Si antes esto le parecía una mala idea, ahora está ansiosa por jugar a pecar.
—Sigue en lo que estabas —Nam pidió con amabilidad a Lisa, ella asintió—llevaré a nuestra invitada a la enfermería, tuvo un accidente al…pelear con los dueños del departamento.
—No tiene que contarme, padre. Es un asunto privado —giró a Jennie— espero que mejore —hizo reverencia— hasta luego.
Jennie la siguió con la mirada, curiosa por aquella mujer.
—Iremos primero a la habitación de enfermería —siguió conduciendo para estacionar el auto en su respectivo lugar— luego te enseñaré el lugar y en donde te quedarás.
—Quiero que me cure ella —Jennie pronunció con seguridad.
—¿Qué? —Nam se mostró confundido, hasta que entendió sus intenciones— es una novicia.
—Será un bendito pecado —sonrió de manera fría.
—Yo ví crecer a esa niña, no voy a permitir que— el arma en su cabeza hizo que mantuviera silencio, temeroso.
—¿No lo vas a permitir? ¿Quién eres? ¿Su padre?
—Yo la crié —respondió tembloroso— sí, es como una hija para mí.
—Aww, que tierno. Quién diría que un hombre tan mierda como tú, siente cariño —acariciaba su cabeza con el arma— y tranquilo, no le haré daño…—se acercó a su oído, sonriendo divertida— ella vendrá a mí, me deseará tanto que le va a importar una mierda tu opinión.
—Ella está entregada a Dios, no la vas a corromper —respondió a la defensiva, a pesar de su miedo.
—¿Sabes algo? —giró su mirada a Lisa, ella seguía tendiendo la ropa— eso me tienta aún más. ¿Qué pensamientos impuros estarán escondidos en su cabecita? Me gustaría averiguarlo.
—Ella no es así.
—Todos tenemos lujuria en nuestro interior, todos, solo necesitamos a alguien que lo saque a flote y nos enloquezca —sonrió de lado, divertida— y de eso yo me encargaré.
—¿Y cuál es tu nombre, niño? —Rosé caminaba por la calle en la que habían visto a Jennie por última vez.
—Me llamo Pan —sonrió nervioso— mi padre me puso ese nombre.
—¿Y cuál es tu edad? —fumaba un cigarro.
—Tengo dieciséis.
—¿Y ya estás metido en esta mierda? —lo observó, se veía tan inocente.
—Bueno, es mejor que estar en las calles, jefecita. Aquí me cuidan, me alimentan y me dan ropa. Mi padre murió siendo un vagabundo, no quiero terminar así también. Por suerte el jefe me encontró —bajó la mirada, entristecido— lamento que haya perdido a su padre.
—Sí —soltó el humo de su cigarro, pensativa— no debí dejar caer ese refrigerador sobre su cabeza desde el segundo piso.
—¿Qué? —Pan se mostró confundido.
—¿Cuál ha sido el trabajo más cruel que hiciste?
—¿Cruel? —se mostró pensativo— patear en las bolas a un policía.
—¿Eso es cruel? —se detuvo— niño, yo dejo rosas en las tripas y cabezas de las personas que asesino —Pan quedó boquiabierto— si quieres ser parte de esto, debes ser más cruel que una patada en los huevos.
—¿Más cruel?
—Sí, debes sentir la ira —levantó los puños, sonriente— debes sentir la ganas de matar— daba brinquitos.
—Sentir ira —asentía, levantando sus puños con timidez.
—¡Brinca! ¡Siente la energía en esto! —animaba.
—Brincar…—saltaba con inseguridad.
—¡Eso, eso! —golpeaba en el aire— ¡Alocate!
—¡Alocarme! —comenzaba a divertirse, también golpeando el aire.
—¡Siente la locura en tu sangre¡
—¡Ser un loco! —sonreía, dando puños, cuando en un fuerte movimiento, golpeó la cara de Rosé, haciendo girar su rostro.
Pan se paralizó de inmediato, aterrado. Rosé giró lentamente a él, mirándolo sonriente con la sangre en sus labios.
—Eso es…—susurró— perfecto, Pan.
—¿Sí? —comenzaba a sonreír.
Una fuerte patada giró su cabeza y lo mandó al suelo con brusquedad.
—Pero a tu jefecita no, ¿entendido, Pan?
—Entendido —estaba de cara al suelo— a la jefecita no.
—Vamos, necesitamos robar un auto.
—Jefecita…
—¿Mmm?
—No puedo moverme.
Rosé viró los ojos, puso un pie en su espalda y empujó tan fuerte, que dobló a Pan por un momento. Sus huesos tronaron y volvió a alejarse.
—¿Ya? —Rosé esperaba fumando.
—Sí —Pan se puso de pie, toda su cara y ropa estaba de tierra— gracias, jefecita —sonreía.
Rosé se acercó a él, Pan se mostró extrañado cuando sujetó sus mejillas, pero una tierna sonrisa se mostró en él cuando Rosé limpiaba su mejilla con sus dedos, quitaba el polvo de su cabello, de su ropa y luego lo peinaba.
—Siempre debes verte presentable, ¿De acuerdo?
—Sí —Pan sonreía— gracias.
Rosé también sonrió. Ambos siguieron su camino, Rosé iba más adelante y Pan trataba de caminar a la par mientras buscaban un auto que robar.
Voten ❤️
Estoy viendo que están interactuando con la historia y eso me gusta, me dan ganas de seguir con la historia 😊
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