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Capítulo 9. 🔥

"No quiero a alguien que me diga por la espalda "Todo irá bien". Prefiero a alguien que me mire a los ojos y me diga "Esto se hunde, pero yo me hundo contigo".

Antes de convertirnos en piedra/Sergio Chico.

Nelly.

—No quise decir eso —se disculpa.

—Pero lo dijiste.

Me mantengo de brazos cruzados sin dejar de mirarlo. Es real.

—Es solo que...yo creí que te habías ido muy lejos.

—No pude.

—¿Por qué? Te hubieses ido Nell, eso era lo mejor para ti.

—Tú no sabes que es lo mejor para mí, Nathaniel.

—Con todo lo que pasó me imaginé que lo mejor era irte lejos para olvidar todo lo malo que había pasado en este lugar.

—Irme lejos no iba a solucionar nada, Nate. Las heridas siguen aquí —señalo mi pecho —. Las cicatrices están aquí y jamás se irán —me levanto las mangas de mi chamarra mostrándole mis brazos.

—Lamento eso —baja la cabeza.

—No es tu culpa, nada de lo que pasó es tu culpa, Nate.

Me bajo las mangas y me acerco a él.

—Si yo hubiese hecho algo nada de esto estaría pasando.

Me pongo de rodillas frente a él.

—Tú no me golpeaste, no me humillaste, no me hiciste daño. Tú solo me hiciste sentir bien, me cuidaste, me apoyaste en los momentos en los que sentía que ya no podía más. No sé que significa eso para ti, pero para mí eso es cariño.

Sonríe y se acerca para darme un beso, pero sigue atado y ni siquiera nos rozamos.

—¿Me puedes desatar? Siento que se me entumen las manos —sonrío.

—Claro que sí.

Lo rodeo y le desato las manos al igual que los pies. Cuando me tiene frente a él nos miramos unos segundos antes de que él mismo rompa ese momento.

—Ven acá —me atrae a él poniendo sus manos en mi cintura y apretándome a su cuerpo. Mis manos rodean su cuello y entrelazo mis dedos en su nuca —. Te extrañé demasiado.

—Y yo a ti.

Apoyo mi cabeza en su pecho y suspiro al saber que lo tengo tan cerca y que esto es tan real y no solo un sueño más. Me aprieta a él, me da besos en la cabeza y la frente, acaricia mi cabello.

Esto es mucho mejor que hace meses, donde solo podíamos estar un rato juntos, donde todo era fugaz para nosotros y no podíamos disfrutar de la compañía del otro.

—Nate.

—Dime.

—Quiero saber si todo lo que pasó en el sótano fue real, si aquellos besos y caricias eran reales o solo fingidas, porque yo...

Me interrumpe.

—Espera —me separa un poco de él y toma mi rostro con ambas manos mirándome a los ojos, son tan azules —. Todo lo que pasó hace meses fue más real para mí que todo lo que ha pasado desde el día que nací. Los besos, las caricias, las palabras. Todo fue real para mí Nelly ¿Para ti lo fue? —asiento con la cabeza.

—También lo fue.

—¿Entonces por qué me haces estas preguntas? —no deja de mirarme a los ojos.

—Quiero saber si me amas como yo te amo a ti.

Se queda en silencio. Me da miedo su respuesta, me da miedo que me diga que me quiere, pero no me ama, así como yo lo amo a él. Me da miedo todo lo que tenga que ver con él.

—Nelly, yo te amo. Te amo como jamás nadie te amará. No tienes idea de lo mal que lo he pasado estos meses sin saber si estabas bien o no. Aunque conociéndote sabía que habías salido de aquello y que estabas bien —sonreímos —. Quería encontrarte, pero eso hubiese sido peligroso para ti. Seth sabe que te ayudé a escapar —abro los ojos sorprendida.

—¿Qué? ¿Cómo lo supo?

—No le dije nada. Pero no es tonto, sospecha de mí y se lo ha dicho a mi padre.

—¿Tu padre sabe que me tuvo secuestrada? —asiente con la cabeza —. Me imagino como se puso.

—Está molesto con ambos. Con él por no decirle lo que te había hecho y conmigo por enamorarme de ti.

—Pero él no puede hacer eso. Tú no tienes la culpa de lo que pasó, lo de nosotros solo se dio y ya.

—Yo lo sé, tú lo sabes. Pero para él es traición, dice que nunca debí enamorarme de la mujer de la que estaba enamorado mi hermano. Es traición, Nelly.

Nate.

Se separa con violencia de mi lado. Es igual de fuerte que antes de esto o puede que más.

—Tu papá jamás va a entenderlo ¿verdad? —se acerca a la ventana y corre las cortinas gruesas dejando que la luz entre a la sala. Me pongo detrás de ella y la abrazo por la cintura pegando su espalda a mi pecho.

—Somos enemigos naturales, bella. Hemos estado en guerra desde antes de nacer, no será fácil ni para tu familia ni para la mía, empezando por el hecho que me enamoré de la que antes fue la novia de mi hermano, que tu papá y mi mamá están muertos, que mi padre odia a tu madre y viceversa.

—Nadie lo va a entender jamás —suspira y apoyo mi barbilla en su hombro.

—Pero aun así lucharé por ti y haré cualquier cosa por estar a tu lado, siempre.

Se da la vuelta sin soltarse de mis brazos y sube los suyos rodeando mi cuello.

—¿Harías cualquier cosa por mí? —levanta una ceja.

—Lo que tú me pidas, bella. Lo que sea.

Se acerca y aprieta sus labios a los míos. Su lengua se desliza suavemente por mis labios de un extremo al otro. Mis dedos se entierran en la tela de su chamarra, siendo esta un estorbo para poder tocar su piel. Quiero tenerla entre mis brazos, poder acariciar su piel, observar su cuerpo, poder hacerle el amor sin restricciones ni pudor.

Mete su lengua en mi boca haciendo que el beso que empezó siendo tranquilo ahora sea una bomba. Nuestras lenguas se entrelazan, juegan, se saborean, se mueven al mismo ritmo. Se reencuentran.

—Te he necesitado tanto —le digo entre besos.

—Y yo te he necesitado a ti.

Al abrir los ojos ella tiene cerrados los suyos, frunce el ceño y continuo besándola. Ladeo la cabeza para mover los labios mejor. La aprieto más a mi cuerpo. Un jadeo sale de mi garganta cuando nuestro beso se intensifica.

—Hazme tuya —me pide en un gemido —. Por favor.

La separo un poco de mi cuerpo y la agarro de la mano, subimos las escaleras sin saber exactamente dónde ir.

—Por aquí —me jala hacia la derecha y entramos a una habitación y cierro la puerta. Me deshago de la chamarra y ella de la suya, se quita la blusa dejando ver su sostén de color blanco de encaje. Su vientre plano, sus pechos firmes, su cabello rubio cayendo a la altura de estos.

—Eres hermosa.

—Lo sé.

Esa era la mujer que yo sabía que era ella, no aquella débil y frágil, rota, desarmada.

Me acerco echando su cabello a un lado dejando al descubierto sus hombros. Mis labios se posan en su piel de porcelana bajando el tirante de su sostén. Su aroma se mete en mis fosas nasales, le doy un beso y me acerco con besos a su cuello el cual lamo y succiono.

Mis manos caminan a su espalda y desabrocho su sostén, sus senos quedan al descubierto. Me lamo los labios al pensar en cada cosa que podré hacerle el tiempo que estemos aquí, no importa si solo es un día, disfrutaré de su compañía cada segundo.

—No me mires así.

—Pensé que nada te intimidaba.

—Contigo todo es diferente.

Nos acercamos dando pasos temerosos. Esperando para ver que hace el otro.

Bajo las manos a su pantalón y lo desabotono bajando la tela por sus muslos hasta quitarle ese pedazo de tela que no me deja ver sus increíbles piernas. Con el pie lo hace a un lado y mete sus manos debajo de mi camiseta solo para tirar de ella y quitármela botándola en algún lugar en el suelo.

Pasa sus suaves manos por mi pecho, con las yemas delinea cada cicatriz que tengo, las observa embelesada. Agarro sus muñecas con mis manos y veo las cicatrices que tiene en los brazos.

—Sé que esto jamás se va a borrar, ni con miles de besos ni mucho menos con lamentos, pero te juro por mi vida que desde este momento no dejaré que nadie te toque ni un cabello —me adelanto antes que ella hable, porque esa es su intención —. También sé que no necesitas que nadie cuide de ti, pero quiero hacerlo, quiero ser el hombre que te proteja, que te salve y más que nada que dé su vida por ti.

—Quiero que lo hagas, Nate, quiero se seas tú quien me proteja, solo tú —sonrío y le doy un beso.

Nelly.

En estas últimas semanas no había sentido esto que estoy sintiendo en este momento. me siento invencible, como si pudiera con todo y nada me pudiese hacer daño, como si nada de lo que ha pasado ahora existiera. Me da miedo. Me da miedo que Nate signifique tanto para mí que al final me haga daño amarlo, así como lo amo.

Me dejo llevar por el momento y dejo que haga conmigo lo que a él se le antoje. Me tumba con cuidado sobre el colchón y me mira desde su lugar con admiración, como si jamás me hubiese visto así.

Sé que las circunstancias son diferentes, en aquel momento yo era parte de un secuestro, de un vil plan para hacerme caer, para cambiar la personalidad fuerte que tenía por una débil y necesitada. Ahora es diferente, estoy aquí porque quiero y porque necesito estarlo y en este momento no deseo estar en otro lugar que no sean sus brazos.

Se coloca encima de mí con sus piernas a mis costados, paso mis manos desde su cuello bajando por su clavícula, su pecho y sus abdominales. Me detengo a observar sus cicatrices, creo que él y yo tenemos mucho más en común de lo que me había imaginado.

Acerca su cuerpo al mío, abro más las piernas para darle espacio y así poder besarlo como yo quiero. Su miembro roza con mi intimidad, provoca que me retuerza bajo su cuerpo cuando devora mis labios tan apasionadamente, nunca había hecho eso, pero me he, aunque también me gusta que sea dulce y amoroso. Así es él y por esas cosas me había enamorado.

Sus manos suben desde mis muslos hasta detenerse en mi cintura, acerca su pelvis a mi intimidad, jadeo de placer al sentir lo que yo le hago sentir a él.

Se pone de rodillas y con dificultad se quita su pantalón y sus calzoncillos, no me sorprendo al ver lo que hay debajo de ellos, creo que también extrañaba esta parte de su anatomía. Acaricia mis tobillos, sube lentamente por el interior de mis piernas, echo la cabeza para atrás dejando que haga lo que él quiera hacer.

Besa mis muslos, mis piernas, lame, succiona, se detiene.

—¿Por qué tienes golpes en el cuerpo? —se incorpora observando mis piernas, brazos y abdomen.

—Entrenamiento.

—¿Y te usan como saco de boxeo? —levanta una ceja. Me apoyo en ambos codos y lo miro.

—Para nada, así es como me entrenaba papá, decía que si podía contra un ruso podía contra todo.

Forma una O con sus labios.

—¿Entrenas con hombres? —me encojo de hombros.

—Esto no es nada, ellos quedan peor.

—Recuérdame no hacerte enfadar nunca.

—Ok —sonríe y baja la cabeza continuando con lo que estaba haciendo.

Con uno de sus dedos recorre la goma de mis bragas, parece que el encaje le gusta mucho. Detiene su mano en mi monte de venus, veo como con un dedo baja lentamente, cada parte de mi cuerpo se estremece ante este simple contacto, vuelve a subir rozando solo con la yema, solo es la yema de uno de sus dedos y hace me moje completita. Cierro los ojos degustando como me toca, como me mira, aun sin tener los ojos abiertos puedo sentir los suyos recorrer mi cuerpo.

Se empieza a deshacer de mis bragas, levanto un poco el trasero para ayudarle, siento su cuerpo ceñirse sobre el mío con cuidado, al abrir los ojos lo tengo frente a mí mirándome con tanta ternura.

—No haré nada que no quieras —asiento con la cabeza —. Si me dices que no, podemos dejar esto para otra ocasión.

¿Perdón, qué? Él no se imagina cuánto deseo tenerlo dentro, cuanto he necesitado sus besos y sus caricias.

—Quiero que lo hagas solo como tú sabes hacerlo.

Asiente con la cabeza. Sigo el movimiento de su mano, la baja y la mete entre su cuerpo y el mío, se agarra el miembro, lo acerca a mi intimidad, estoy tan humedad y deseosa que me muerdo el labio y cierro los ojos, siento algo húmedo entrar poco a poco, mis pliegues se abren lentamente para él, mis paredes se contraen mientras entra poco a poco, me llevo una mano a la frente, me muerdo las mejillas por dentro.

Abro las piernas para dejarle espacio, entra más y más, tan lento que me dan ganas de gritarle que se apresure o me volveré loca.

—Por favor, no me hagas sufrir —ríe un poco y entra por completo, mete sus manos agarrando mi trasero y lo aprieta. Su rostro queda a mi lado derecho, su respiración es caliente mientras se mueve, entra y sale, me estremezco bajo su cuerpo, gimo de placer al sentir sus suaves movimientos. Nate es delicado, dulce, sensible y es lo que me gusta de él al hacerme el amor, que me trata como la flor más delicada que existe en el mundo.

Mis manos se van a su trasero y muevo mis caderas la mismo ritmo que lo hace su pelvis.

—¡Por Dios! —exclamo. Aprieto sus nalgas y gimo.

Muerdo su hombro. Echo la cabeza hacia atrás. Entierro las uñas en su piel. Gimo. Saboreo el momento.

Empiezo a sentir un cosquilleo en mi entrepierna, a este le siguen espasmos y finalmente el ansiado orgasmo que me hace estallar en un gemido. Nate me levanta del trasero haciendo que me siente en sus piernas, se apoya en las rodillas sin dejar de moverse. Sube una mano a mi espalda y jadea de placer.

Todo mi cuerpo necesitaba de esta hermosa sensación, mis pies cosquillean, mis piernas son gelatina, toda yo soy una bolsa de sensaciones que me recorren cada hebra, cada fibra, cada centímetro.

—Te amo —meto mi cabeza en el hueco que hay entre su cuello y su hombro y aspiro su aroma a hombre.

—Y yo te amo a ti —me abraza y deposita un beso en mi sien.

—No te imaginas cuanto necesitaba estar a tu lado —le digo separándome un poco de él. Su frente tiene unas perlas de sudor que resbalan por sus sienes y se pierden en su cuello.

—No más que yo.

Mi cuerpo aun tiembla, aun puedo sentir la electricidad corriendo por mi columna, aun me fallan las piernas.

Contemplo a Nate como una tonta, es el ángel más hermoso que la vida me pudo haber dado. Sé que llegó a mi vida por y para algo y espero que sea para quedarse conmigo toda la vida. Lo amo. Lo amo demasiado.

—¿En que piensas? —me quita un mechón de cabello húmedo que se pega a mi rostro.

—Necesito decirte algo.

—Y yo necesito saber algo.

No sé si es lo mismo que yo le quiero decir, pero veo en sus ojos dudas, tantas preguntas que quiere hacer y que no sé si tenga respuesta para todas, pero creo que esto si tiene que saberlo, bien o mal a él también le incumbe este tema.         

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