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Capítulo 7. 🔥

"La cuestión es que te quiero aquí, pero, aún más que eso, quiero que tú quieras estar aquí"

"Cicatriz 27" Cicatrices/Rayden.  


Nate.

Han pasado algunas semanas o meses, quizá días desde que Nell se fue de la casa, ahí todo es un caos, Seth está como loco, hasta ha destrozado su casa y se la pasa bebiendo y fumando, es como si quisiera morir de la manera más lenta y cruel. No sé si sea por el hecho que ella escapó y muy en el fondo le duele —que lo dudo—, o sea por el hecho que no pudo matarla cuando tuvo la oportunidad de hacerlo. Papá esta molesto con ambos, conmigo por haberme enamorado de la "mujer" de mi hermano, dice que jamás debí hacerlo y que las condiciones en las que él la tenía no eran suficientes para hacer lo que hice. Y con Seth está molesto por haberle ocultado que la tuvo encerrada en su propiedad por meses.

Seth dice que Nelly va a regresar para vengarse de él y que está más que preparado para cuando ese día llegue, no creo que esté en condiciones para ello, apenas y puede mantenerse sobrio un día, no podrá contra Nelly y toda la ira que le tiene guardada, ella es demasiado fuerte y sí llegase a suceder tal acontecimiento es seguro que ella acabaría con él con tan solo chasquear los dedos.

En mi caso me he hecho a la idea de que las cosas son mejores así, Nell fuera de nuestras vidas y nosotros solos sin ella. Ella libre donde quiera que esté sin nosotros y sin esa vida que nunca nos gustó. Al menos sé que ella está bien, la conozco, sé que salió viva de esto, que ahora mismo está lejos de aquí y que es feliz.

He venido al parque a pensar un rato, ya nada es igual, todo es monótono y aburrido, desde que ella no está en mí vida ya nada tiene sentido, los días sin ella son grises y brumosos, las mañanas son agotadoras, no le veo sentido a esto, a estar aquí en este momento sin ella, la necesito tanto.

No dejo de pensar en si estaba embarazada o no, es una duda que me mata cada día, y que no puedo resolver porque solo ella sabía si lo estaba, sé que ese hijo que ella esperaba no es mío, es de Seth y aunque él no se merezca nada de ella, yo estaría dispuesto a todo por ellos si ella estuviese aquí.

Apoyo mis codos en mis rodillas y miro a los niños que juegan con sus papás a lo lejos, yo nunca podré tener una familia así, jamás podré tener hijos y traerlos al parque a jugar, eso sería condenar a una criatura inocente a esta miseria de vida y eso no sería justo.

Me pongo de pie y subo el cierre de mi sudadera, meto las manos a las bolsas y empiezo a caminar de regreso a mi auto. Cuando salgo del parque para llegar al estacionamiento dos tipos se acercan a cada lado, uno de ellos me apunta con una pistola en el costado sin hacer muchos movimientos, es alto y de tez oscura, mira a todos lados y me entierra el cañón de la pistola en las costillas.

—No digas nada ni hagas nada o en este mismo instante te mato.

—¿Quién los mandó?

—Ya lo vas a averiguar.

Me suben a una camioneta que está al lado de mi auto a punta de empujones y al estar ya dentro me ponen una bolsa de tela en la cabeza, me atan las manos a la espalda y la camioneta empieza a andar.

Nelly.

—¿Qué es todo esto? —le pregunto a Cami que deja algunas fotografías y un mapa encima de la mesa de mi habitación.

—Esto es el plan para que veas a tu príncipe. Sabemos cada uno de sus movimientos, hoy va a cobrar, después pasa al Sin City un rato y va a ese parque —con el dedo señala cada una de las fotografías donde aparece Nate. Subiendo a su auto, entrando al Sin City, saliendo de ese lugar, caminando para ir a la banca de ese parque.

—¿Qué pretendes que haga, que llegue y le diga aquí estoy mi amor? —la miro y levanto una ceja.

—Eso es muy cursi pero no, ya te dije que vamos a hacer.

—No lo quiero secuestrar —zanjo. Ella suspira y se soba el puente de la nariz.

—¿Quieres llamarle a su casa y que te responda su papá o su hermano? O mejor ya sé, podemos ir directamente a su casa, tocar el timbre y dar los buenos días —se cruza de brazos y apoya su peso en una pierna.

—Está bien, esa no es una buena idea.

—Lo sé. Mi idea es mejor, lo secuestramos y lo llevamos aquí —extiende un mapa de Nueva York, en rojo está encerrado un lugar que apenas y puedo ver el nombre —. Lloyd Harbor, es una villa ubicada en el condado de Suffolk, no cuenta con muchos habitantes, el lugar es pequeño, pero van muchas personas cada año ya que es un lugar turístico, he reservado una cabaña ahí para que pasen algunos días.

—Tienes todo pensado.

—Ya, deberías agradecerme con algo, por todo esto que hago por ti.

—No sé qué haría sin ti.

—Eso no es agradecer —refunfuña y empieza a guardar las fotografías.

—Te lo pagaré pronto.

Sonríe.

—Vámonos ya que el príncipe está a punto de salir a ese parque, no podemos perder ni un minuto —asiento con la cabeza y le sigo escaleras abajo.

Subimos a una de las camionetas, detrás de nosotros vienen dos camionetas más y una de carga que normalmente se usa para transportar drogas o armas, pero ahora será usada para meter ahí a Nate, no me gusta esto, no me gusta hacerle esto pero como dice Cami es la única manera que encuentro para poder verlo aunque sea un minuto, si después de esto él me dice que no me ama y que no quiere saber nada de mí juro por la memoria de mi padre que jamás sabrá nada de mí, desapareceré para él, para siempre.

Llegamos la parque y Cami y yo nos instalamos en una banca lejos de donde se encuentra Nate, él nos da la espalda.

—Sí que es guapo —miro a Cami que mira a Nate a través de los binoculares y veo como se muerde el labio.

—Calma ese es mío —le advierto y niega con la cabeza.

—No si la posesiva.

Nate se pone de pie y seguimos cada movimiento hasta que llega al estacionamiento y antes de subir a su auto es interceptado por Pete, le pone la pistola a un costado, le dice algo y lo suben a la camioneta.

—Vamos —Cami hace un movimiento con la cabeza y la sigo.

—Espero que todo salga bien —me muerdo el labio.

—Ya verás que sí —me agarra de la mano y caminamos juntas hacia el estacionamiento. El celular de Cami suena, lo saca, desliza el dedo sobre la pantalla para responder —. Dime Pete —me acerco a ella para escuchar lo que dice.

El conejito está en la trampa, repito, el conejito está en la trampa.

Cami se ríe y yo niego con la cabeza.

—Gracias Pete, ya vamos para allá.

Te esperamos.

—¿Por qué tuviste que ponerle conejito como apodo?

—Parece un lindo conejito.

Imita a un conejo y se echa a reír.

Subimos a la camioneta y Pete va detrás de nosotras, una camioneta adelante y la otra detrás de Pete, no queremos ningún problema, queremos llegar vivos a Lloyd Harbor.

Nate.

—¿Qué es lo que quieren de mí?

Pregunto, pero no obtengo ninguna respuesta de nadie, sé que frente a mí hay alguien porque puedo escuchar su respiración y veo una silueta grande, quizá es el tipo grande que me trajo hasta aquí. No nos movemos, estamos en el parque todavía.

—El conejito está en la trampa, repito, el conejito está en la trampa.

¿Eh? ¿Acaso el conejito soy yo?

—Te esperamos.

Se hace un silencio, el tipo cuelga y escucho el motor de la camioneta encenderse.

—¿Qué van a hacer conmigo? ¿Me van a matar? Pues háganlo ya porque no diré nada.

No me responde.

—¡Carajo, responde!

—Cállate niño bonito, en una hora sabrás lo que te espera —su voz es fuerte, así como lo es él. Trago saliva y me dejo caer en la lamina de la camioneta.

Pasa alrededor de una hora más o menos, no veo nada, solo la silueta del hombre que tengo frente a mí que no se ha movido ni un ápice. La camioneta se detiene, escucho puertas que se cierran, pisadas, espero que la puerta se abra, pero no, eso no sucede. Pasan unos minutos, mi respiración es agitada y la adrenalina corre por cada vena de mi cuerpo. Después de unos segundos la puerta es abierta.

—¿Qué quieres? —le digo al tipo que se acerca y me agarra del cuello enterrando los dedos en mi piel. Me baja de un empujón de la camioneta y con la misma me hace ponerme de pie agarrándome del brazo, intento levantar la cabeza, pero pone una mano en mi cuello y me obliga mirar hacia abajo. Escucho como las piedras debajo de mis zapatos crujen, algunos pájaros y el viento, solo eso.

Casi caigo al subir un escalón y maldigo entre dientes, el tipo que no me deja levantar la cabeza me agarra fuerte para que no caiga.

—Estúpido.

Una puerta se abre y entramos, aquí está más oscuro que lo que estaba la camioneta, ahí al menos veía algo, aquí no veo ni mis pies.

—Déjalo ahí —esa es la voz de una mujer. No sé de quién se trata.

Me sientan en una silla y me quitan la bolsa de la cabeza, no podía respirar bien. No me desatan las manos, al contrario, me atan los pies a la silla. Me ponen un pedazo de tela sobre los ojos para que siga sin ver nada. Se escuchan murmullos de algunas personas, pero después se callan como si alguien acabase de llegar.

—¿Sabes por qué estás aquí? —esa es la misma voz de la mujer.

Trago saliva y niego con la cabeza como si ellos me pudiesen ver.

—No.

Nelly.

Llegamos a Lloyd Harbor, después de más de una hora y unos minutos hemos llegado. La primer camioneta que iba delante de nosotros coge otro camino hacia la izquierda, la que viene detrás de Pete se va hacia la derecha, las instrucciones de Cami, no queremos llamar la atención y entre menos gente vean, mejor.

Llegamos a la cabaña que Cami ha rentado y bajamos. Pete ya sabe que no debe bajar a Nate hasta que se lo digamos, de la camioneta bajan tres hombres que venían con nosotras, se aseguran que la cabaña sea segura y cierran todas las cortinas quedando a oscuras.

Entramos y le mando mensaje a Pete diciéndole que ya pueden entrar.

—No hables hasta que yo te lo pida.

Estamos en el piso de arriba.

—Él conoce tú voz —me entrega una maleta que bajó de la camioneta —. Aquí está todo lo que vas a necesitar estos días. El celular de Nate estará abajo.

—¿Qué le vas a hacer?

Casi no veo nada ya que aquí también está todo a oscuras, pero creo ver una sonrisa malvada dibujarse en sus labios.

—Nada —se hace la santa como si yo no supiera de lo que es capaz.

—Miedo me das.

—Hay cállate que tú eres igual o peor que yo.

Dejo la maleta encima de la cama, Cami se adelanta.

Me quedo un minuto arriba.

Mamá me ha mandado un mensaje preguntando donde estoy y si estoy bien. Desde el día que llegué a casa he salido poco y cuando lo hago mamá se asegura que lleve seguridad. Le respondo que estoy bien que no se preocupe, sé que es imposible que deje de hacerlo hasta que escuche mi voz. Ya le llamaré más tarde cuando vea que va a pasar aquí.

Escucho murmullos que vienen de la sala, bajo las escaleras y todos se callan.

—¿Sabes por qué estás aquí? —le pregunta Cami a Nate que esta frente a mí. Pobre, él no tiene ni idea de lo que hace aquí ni que hizo para estar en esta situación.

—No.

—Respuesta equivocada —escucho como le da una bofetada, el sonido seco me hace cerrar los ojos. Hasta a mí me dolió.

—¿Por qué me golpeas?

—Respuesta equivocada.

Otra bofetada.

—Dime ¿Qué tratos tiene tu padre con los italianos de Queens?

—¿Quién es mi padre?

Me acerco a Cami.

—¿Esa pregunta que tiene que ver con todo esto? —le susurro.

—Yo sé lo que hago —doy un paso hacia atrás —. Responde niño bonito.

—Ya te dije que no te diré nada, si lo que quieres es información es mejor que me mates de una puta vez porque no voy a hablar.

Me suponía esto, Nate le es fiel a su papá. Esto me preocupa.

—¡Bravo! —Camila aplaude —. Tu turno.

Me dice a mí y me acerco a Nate con nervios, mis manos empiezan a temblar con cada paso que doy.

—¿Quién eres?

Me pongo frente a Nate. Me agacho para quedar a su altura.

—¿No me recuerdas? —mi voz es temblorosa, en cualquier momento voy a empezar a llorar.

—¿N-Nelly? —asiento con la cabeza, pero él no puede verme.

—Enciendan las luces —ordena Cami. Nate busca moviendo la cabeza. Agarro su cara entre mis manos.

—¿De verdad eres tú? —nuestros hombres empiezan a salir, solo se queda Cami.

—Soy yo Nate —sonrío con las lagrimas a punto de salirse de mis ojos.

—Dios, eres tú —sonríe.

Me pongo de pie y poco a poco le quito la venda que cubre sus ojos, los cierra por un momento, los abre y los vuelve a cerrar. Cuando me mira frente a él lo único que hace es abrir grande los ojos, yo por mi parte estoy tan nerviosa.

Nos quedamos en silencio mirándonos, observándonos.

—Ya cojan —esa es Camila interrumpiendo este momento.

—Cállate descarada —le digo y ella ríe.

—Yo me voy. Se han traído el coche del príncipe, en un rato llega, cuando eso pase estarán solos.

Cami me entrega otra pistola ante la mirada de Nate.

—Me llamas por cualquier cosa —asiento con la cabeza y me da un beso en la mejilla, ella no deja de mirar a Nate —. Y tú niño bonito —se acerca a él —. Más te vale que le des a mi amiga lo que se merece sino yo misma te busco, te corto los testículos y hago que te los tragues.

Nate niega con la cabeza y traga saliva.

—¿No qué? —Cami se pone a la defensiva.

—Cami.

—¡Habla! —le exige a Nate.

—No le haré daño.

—¿Y?

—Y le daré lo que ella se merece.

—Más te vale que llegue contenta a la casa sino —lo señala con un dedo.

—Cami basta, lo asustas —Cami me mira y mira a Nate.

—Ya te dije príncipe.

Me da un beso y la acompaño a la puerta, en ese momento uno de nuestros hombres llega con el auto de Nate, sale y camina hacia mí, me entrega las llaves del auto.

—Gracias —asienta con la cabeza y sube a la camioneta. Ellos se van y yo entro a la casa poniéndole seguro a la puerta, dejo las llaves del auto de Nate encima de la mesita al lado de la puerta. Cuando entro a la sala Nate mira nervioso el lugar.

—No te voy a hacer daño —le aclaro apoyando mi cuerpo en el marco de la puerta.

—Yo no sé qué esperar de ti.

¿Cómo debo tomarme esto? ¿Bien? ¿Mal?


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