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Capítulo 37. 🔥

"Hay partes de mí que solo existen cuando estoy contigo"

Ron Israel.

Nelly.

—¡Te voy a matar Nelly Król! ¡Te voy a matar!

—Cálmate.

—¡Te casaste a escondidas! ¡Tus testigos fueron una secretaria y un señor que ni conoces!

—Cami.

—¿¡Y yo qué!?

—Cami —digo lo más tranquila que puedo.

Miro a Eli que se encoge de hombros.

—Yo quería ser tu dama de honor.

—Nos vamos a casar por la iglesia —me miro las uñas y ella se detiene de golpe en medio de la sala.

—¿Sí?

Asiento con la cabeza.

—Sí, tonta, lo hicimos porque yo se lo propuse pero él quiere una boda grande donde estén nuestros amigos y familia.

—¿La familia de él también? —miro a Eli.

—No, ellos no —frunzo el ceño. Cami regresa a su lugar —. Ahora no es un buen momento para hablar de eso pero Nate sabe perfectamente lo que pienso y sabe que no.

—Hablando de eso ¿cómo se tomó la noticia?

—No muy bien —Cami alza las cejas —. Se fue molesto y no sé donde está.

—¿Y no has pensado en llamarlo para saberlo? —dice con obviedad.

—¿Disculpa? ¿Me ves cara de estar llamándole para saber cómo está?

—Es tu esposo, Nelly —habla Eli y Cami la mira diciendo nunca hubieras dicho eso —. ¿Qué?

—Yo nunca he visto que Nelly le ruegue a un hombre, Nate no será la excepción.

Eli me mira y al ver que asiento con la cabeza aprieta los labios.

—Ya quisiera yo ser así y tener ese ego por las nubes.

—Si quieres puedes.

Siento que Eli me está ocultando algo pero no me lo va a decir, al menos no ahora, aunque puedo jurar que Cami ya lo sabe, ellas se han unido mucho en este tiempo ya que conviven más. Pero no importa me lo dirá cuando sea el momento.

—¿Entonces?

—Entonces ¿qué?

—¿Seguirás con el plan o qué? —resoplo.

—Por ahora no, primero quiero arreglar las cosas con Nate y después ver que pasa.

—Recuerda que este fin de semana es la comida en la casa, tu madre espera que vayas quiere ver a ese chico tan agradable, habla de él cómo si fuera un santo y dice que es tan diferente a Seth y su padre.

—Yo sabía que les iba a agradar.

—Solo espero que tu madre no te mate cuando sepa que te has casado a escondidas.

—Sí alguien no le dice ella no lo sabrá —la miro.

—Sí a alguien le piden ser la dama de honor no dirá nada —sonríe.

Alguien ya sabe que sí —chilla y se me echa a los brazos.

—Me gusta tu casa —dice Eli.

—Gracias, todo lo hizo Nate.

—Tiene buen gusto.

Cami se me acurruca en el regazo y entierra su cabeza en mis pechos. A veces puede llegar a ser tan molesta. Me abraza cómo un koala a su árbol y no me suelta.

—Yo quiero una casa así, tan acogedora.

—Yo quiero comer ¿tienes comida? —Cami levanta la cabeza y yo le digo que sí.

—En el horno —sale disparada a la cocina.

—Él te ama, Nelly —la miro —. Nate.

—Lo sé, pero no estoy segura que entienda esto, es su familia, me guste o no son su hermano y su padre.

—Lo has sorprendido, eso es todo. No se imaginaba que algo así fuese a pasar.

—¿Y si piensa que soy un monstruo?

—No eres un monstruo, Nell. Solo que la vida te ha dado muchos golpes. Lo que te hizo Seth no es para perdonar de la noche a la mañana, no sé si yo podría perdonarlo tan fácil.

—Tú tienes un corazón de pollo —se ríe.

—Aún así, es imperdonable lo que te hizo, mira —suspira —. No sé que vayas a hacer, si lo vas a perdonar o lo vas a destruir pero sea lo que sea que vas a hacer yo te apoyo, te he agarrado cariño este tiempo, aunque....

—¿Aunque? —levanto una ceja.

—Es tonto —se mira las manos. Parece incómoda.

—Dilo, no pasa nada.

—Te tuve un poco de coraje cuando Seth ya no me prestaba atención porque estabas tú —aprieta los labios en una línea fina —. Sentí que me lo habías robado.

—¿Qué?

—Pero no me robaste nada, porque Seth nunca fue mío, yo solo era la que calentaba su cama y ya, la que le quitaba el estrés con sexo, solo eso.

—Oye —me pongo de pie y me acerco a ella —. Tú no tienes la culpa de que Seth sea un completo idiota, sí, menos mal te libraste de él y toda su toxicidad, ahora estás con mi primo y eso compensa todo lo malo que tuviste que pasar con ese estúpido —sonríe —. Hemos encontrado buenos hombres, Eli, algo bueno ¿no?

Asiente con la cabeza.

—Venga ya —extiendo los brazos y la abrazo —. Deja de pensar en eso.

Me devuelve el abrazo y siento que alguien más nos abraza, cuando vemos tenemos a Cami a un lado cómo sanguijuela.

—No sé porque están celebrando pero vamos a comer que muero de hambre.

Se separa.

—Pero si ya estás comiendo.

—Eso no es cierto —señala a Eli —. No me levantes falsos —se da la vuelta y va a la cocina.

—Se va a acabar tu comida.

—No importa —me pongo de pie y con la cabeza señalo la cocina a Eli —. Vamos, ven.

Me sonríe y las dos vamos a la cocina, Cami ya está comiendo y hasta se chupa los dedos.

Nate.

—Y en pocas palabras eso fue lo que pasó —les digo a Joey y Steph que me miran del otro lado de la sala.

He decidido venir con ellos y no ir a embriagarme cómo hacen los demás cuando tienen un problema con su esposa.

Mi esposa. Que raro suena eso.

—Bueno, creo que debes disculparte —dice Steph —. No piensas bien las cosas cuando estás enojado.

—No estoy enojado, estoy decepcionado, que es muy diferente.

—Como sea. Creo que debes disculparte con ella.

—Sí, yo también creo que debes hacerlo —concuerda Joey y los dos asienten con la cabeza.

—Ella está arriesgando muchas cosas por ti y tú estás actuando cómo un crío y lo que es peor, defiendes al malnacido de tu hermano.

—El amor no se pone en duda.

Steph le asiente a Joey.

—Tienes que elegir.

Le doy un trago a mi cerveza.

—¿Elegir?

—Sí, o tu padre y tu hermano o la mujer que amas.

—¿A quien eliges, Nate?

Los miro a los dos.

—La elijo a ella, no tengo ni que pensarlo.

—¡Ahí está! —me señala Joey —. Ahí está tu respuesta. Seth y Jared lo único que han hecho por ti es destruirte la vida, Jared más que Seth, pero aún así ninguno de ellos ha hecho lo que Nelly ha hecho por ti, te ha salvado más de lo que tú te imaginas.

—Yo no lo pensaba dos veces —miro a Steph —. Mandaría todo a la mierda, me casaría con ella y me olvidaría de ellos. Puede que para ti sea difícil, ellos son tu familia, la única más cercana y todo ese rollo pero ¿y Nelly?

—¿Qué con ella?

—¿La amas?

—Más que a mi vida.

—Entonces no lo pienses Nate, ella quiere venganza y lo que Seth le hizo no es para perdonar, él no va a cambiar y tú no puedes hacer nada por él sino quiere ayuda. Si yo fuera tú y mi hermano le hace daño a la mujer que amo lo mato, te juro que lo mato. Nadie le pone un dedo encima —aprieta los dientes.

—Creo que tienes razón —admito.

—¡Por supuesto que la tengo!

—Claro que la tiene —añade Joey.

—No sé que he estado pensando todo este tiempo, soy un completo idiota.

Le doy el último trago a mi cerveza y me pongo de pie. Dejo la botella en la mesita y agarro mi chaqueta.

—¿Ya te vas?

—Tengo que arreglar las cosas con mi esposa.

—Ese es mi chico —dice Joey y Steph se pone a su lado —. Crecen tan rápido —se limpia una lágrima imaginaria de debajo del ojo y le da un trago a su cerveza.

—Que pesados son —abro la puerta pero antes de salir escucho a Joey.

—Cuando necesites un consejo aquí estamos, hijo —niego con la cabeza. Cierro la puerta y ellos empiezan a discutir, otra vez. Siempre lo hacen.

Bajo y salgo del edificio, subo a mi auto y conduzco a mi casa, donde me espera la mujer que más amo y a la que no le voy a dar la espalda. No esta vez.

Entro a la calle donde está nuestra casa y detengo el auto justo enfrente, el auto de Nelly está aquí, ella no se ha ido. O eso creo.

Entro a la casa y dejo los zapatos a un lado de la puerta. Voy al cuarto de lavado pero ella no está, regreso y esta vez voy a la cocina pero ahí no hay nadie, me quedo en la sala y veo algunas revistas de vestidos de novia y otros de arreglos y esas cosas.

—¿Nelly? —subo las escaleras y recorro el pasillo preguntando por ella —. ¿Nelly?

Abro la puerta de nuestra habitación y la veo doblar ropa.

—¿Qué haces? ¿Te vas?

Entro por completo a la habitación.

—¿Qué? —miro la ropa y ella sigue mi mirada —. No, Nate, no me voy, solo estoy doblando la ropa que lavé.

Suspiro. Me acerco a ella por detrás y rodeo su cintura con mis brazos.

—Dios, no sé qué pensé al ver la ropa —ella sonríe y niega con la cabeza —. Creí que te ibas de la casa.

—No me voy a ir por una tonta pelea.

—Una tonta pelea —repito.

—Sí —deja una blusa encima de un montón de ropa ya doblada y se da la vuelta hacia mí —. Fue una tonta pelea que...

—Shhh —pongo un dedo sobre sus labios —. Fue mi culpa. No me esperaba eso y actúe mal, nunca debí decirte todo lo que te dije, soy un tonto —sube sus brazos y rodea mi cuello.

—No eres un tonto, Nate, tenías motivos para enojarte.

—Sí, pero no para defender a Seth. Es imperdonable que piense que él merece ser perdonado cuando no es cierto. Seth no se merece siquiera una segunda oportunidad.

Abre los ojos y asiente con la cabeza.

—Sea lo que sea que quieras hacer yo te apoyo, yo estaré contigo y esta vez no te voy a dejar sola para que alguien te haga daño.

—¿Por qué eres tan perfecto?

—Tú me amas —le quito un mechón de cabello y lo pongo detrás de su oreja —. Por eso crees que soy perfecto pero no lo soy.

—Claro que lo eres, Nate, eres perfecto para mí.

Me acerco a ella y subo una mano de su cintura a su nuca y la atraigo a mí. La beso con hambre de ella, con ganas, pero sobre todo con amor, que es lo que siento por ella ahora más que nunca.

Se impulsa con los pies y rodea mi cintura con sus piernas. Los dos caemos a la cama encima de toda la ropa.

—Bien, ahora tendré que doblar la ropa —masculla.

—Eso lo hacemos después.

Le hago a un lado la blusa que trae y beso su hombro, entierra sus uñas en mis hombros y gime cuando paso la lengua por detrás de su oreja.

Seth.

Creo que pedirle perdón a Eli es lo mejor que he podido hacer después de cómo arruine su vida y la traté cómo una...

Mi móvil vibra y lo saco del bolsillo. La paz llega a mí cuando veo en la pantalla el nombre de Ileana.

Ileana:

Te extraño.

Yo:

Yo también te extraño. Y mucho.

Ileana:

Quiero verte.

Yo:

Pues veámonos.

Ileana:

¿Ahora?

Yo:

Estoy afuera de tu casa.

Ya no responde. Cuando menos me lo espero ella sale de la casa y mira atrás. Me imagino que se asegura que nadie la haya visto. Abro la puerta y ella entra.

—Hola.

—Hola —me acerco a ella y le doy un corto beso.

—¿Eso es todo lo que tienes después de no vernos en días? —se pone el cinturón.

—Si quieres saber que tengo para darte vamos a mi departamento y lo sabrás.

Enciendo el auto.

Ella piensa.

—La oferta suena tentadora.

—Ya verás que no te vas a arrepentir —arranco y salimos de ahí antes de que alguno de sus padres salga y arruine todo.

****

—Te ves mejor —le digo y beso sus nudillos.

—Me siento mejor, pero mis padres no quieren que salga. Dicen que Claus anda por ahí y que me puede hacer daño.

Resopla.

—Si ellos supieran.

—Sí pero es mejor que ellos no sepan nada, no quiero que digan más cosas de ti de las que ya dicen.

—¿Eh?

Se da cuenta de lo que ha dicho y se hace la loca.

—Mira que hermosa vista —se pone de pie e intenta ir al ventanal pero la detengo de la muñeca.

—¿Qué dicen ellos de mí?

—Nada importante —le resta importancia.

—Sí que importa, dime.

—No es nada, Seth.

Se suelta y se pone frente al ventanal que tiene las persianas abiertas.

—Ileana.

—Nada —se cruza de brazos. Me pongo de pie yo también y me acerco a ella. Rodeo su cintura con mis brazos y la atraigo a mí.

—Dime —apoyo mi barbilla en su hombro y acerco mis labios a su cuello.

—No importa lo que ellos digan, importa lo que yo pienso de ti, nada más.

—Quiero saber —le doy un beso debajo de la oreja y suelta un suspiro.

—No es nada.

—Por favor —ahora beso su cuello y lamo un poco. Siento cómo se estremece entre mis brazos.

—¿Eh?

Le doy la vuelta y quedamos de frente. Con dos dedos agarro su barbilla y le doy un beso que la deja con los ojos cerrados por un momento.

—Por favor —abre los ojos.

—Dicen que no eres una buena persona, que tu padre tiene mala fama y esas cosas. Pero no me importa lo que ellos digan.

—Sí que importa —me mira con una ceja levantada.

—¿Qué quieres decir?

—Soy una mala persona —esta vez soy yo quien se aleja de ella.

—Eso no es cierto.

—Sí lo es, Ileana. He hecho cosas malas, muy malas —corrijo —. A veces creo que no te merezco, eres demasiado buena para mí.

—Seth —pone una mano en mi hombro pero me aparto.

—Lo mejor es que te vayas.

—¿Eh? —está confundida, y no es para menos, yo lo estaría también.

—Lo único bueno que puedo hacer por ti es alejarte, ya no puedo hacer más.

—Yo no quiero irme.

—No lo hagas más difícil, por favor.

—No lo hagas más difícil tú. ¿Qué es esto? Primero me dices que me extrañas, me besas y me haces sentir en las nubes y ahora me botas.

Suspiro. No quiero que ella me vea cómo realmente soy.

—Es lo mejor.

—¿¡Para quien es lo mejor!? ¿Para ti o para mí?

—Por favor.

—Por favor y una mierda ¡Tú no hagas esto! —me señala. Creo que es la primera vez desde que la conozco que me ha gritado.

—Lo hago por ti, no quiero ser egoísta y arrastrarte a ese mundo.

—¿Y si yo quiero ser parte de ese mundo?

—No sabes lo que dices.

—Oh, sí que lo sé. ¿Porque decides por mí? Tú no sabes lo que yo quiero o no y lo que yo quiero es estar contigo.

—No puedo creer que quieras esto ¿eres masoquista o qué?

Frunce ligeramente el ceño.

—Quizá sí, por quererte cómo te quiero.

¿Ella dijo lo que creo que dijo?

Creo que sí lo dijo.

—Espera...¿qué?

Se rasca el brazo, nerviosa.

—Ya lo dije, sí —me acerco.

—Dilo de nuevo.

—No.

—Por favor.

—Seth.

Acuno su rostro entre mis manos.

—Dilo una vez más.

—No. Tú solo buscas un pretexto, cualquiera, lo que sea para alejarme de ti y sinceramente estoy harta.

—Dilo —le pido con la voz en un hilo.

—Te quiero ¿es que acaso no te das cuenta?

—Soy muy ciego —sonríe.

—Ya me di cuenta de ello —me acerco y le doy un beso en la punta de la nariz —. Tengo muchos secretos, lo sabes —asiente con la cabeza —. ¿Y aún así quieres estar conmigo?

—Creo que sí soy masoquista.

Llevo una mano a su trasero y la llevo conmigo a la habitación.

—Ya no hay vuelta atrás, lo sabes —me separo de sus labios para ver sus ojos pálidos.

—Lo sé.

—Estás advertida.

—Más que advertida —ahora es ella la que se acerca y me besa.

Caminamos a mi habitación entre besos y caricias. Nos detenemos a medio pasillo y beso su clavícula, aprieto su trasero y muerdo sus labios. Seguimos el trayecto con besos y cuando llegamos a la habitación yo ya no tengo camisa y ella está en sostén. Al dejarla encima de la cama me quedo un momento de pie, apreciando su hermoso rostro y sus atrayentes curvas.

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