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Capítulo 33. 🔥

"Que ella no es arte por cómo se ve, sino por todo aquello que tiene en el alma"

Joel Montero.

Seth.

Estoy lleno de ira, de coraje que recorre cada hebra de mi cuerpo y se consume en mis venas cómo veneno ardiendo dentro de mi ser. Las manos me arden con la necesidad de acabar con ese malnacido, siento que la cabeza me da vueltas y que el cerebro me palpita. Aprieto mis manos alrededor del volante y piso el acelerador cuando veo el edificio viejo y sucio en el que se supone está Ileana y el hijo de puta que se atrevió a ponerle una mano encima.

—Calma, Seth —me pide Dixon en vano, sus palabras solo son un eco en mi cabeza que se aleja poco a poco. Ignoro sus palabras y sus ojos de suplica.

No pienso hacerle caso, esta vez haré lo que deba hacer para sacar a Ileana sana y salva y a ese cabrón muerto, es lo único que se merece, una muerte lenta.

Me estaciono y apago el auto, me aseguro que la pistola tiene municiones y le entrego otra a Dixon, quiero estar seguro que ese cabrón no se va a escapar y menos que saldrá con vida de esta. Me voy a encargar de que le pida perdón de rodillas a Ileana.

Salimos del auto y caminamos dentro del edificio, empezamos a subir las escaleras y le pregunto a Dixon en qué piso está.

—Dice Cameron que en el segundo piso subiendo las escaleras a mano izquierda, es el último departamento —miro de reojo y se guarda el celular en los pantalones. Asiento con la cabeza y seguimos subiendo, cuando estamos en el segundo piso de inmediato doy vuelta hacia la izquierda y avanzo hacia el último departamento que queda frente a mí.

No lo pienso dos veces cuando empiezo a golpear la puerta con los puños, escucho un grito y después silencio, no se escucha nada pero yo sigo golpeando la puerta.

—¡Abre la maldita puerta, cabrón!

—¡Ileana! —grita Dixon detrás de mí —. ¡Resiste hermana!

—¡Claus abre esa maldita puerta sino quieres que te mate! —doy de patadas a la puerta y golpes —. ¡Abre hijo de puta! ¡Abre! —pasos se acercan y me preparo para atacar justo cuando esta se abra. Doy un paso atrás y justo cuando la puerta se abre empujo con mi hombro al tipo detrás de ella.

Los dos caemos al suelo, me coloco a horcajadas encima de él y le suelto un puñetazo que va a dar en su boca.

—¡Búscala! —le ordeno a Dixon que entra al departamento.

—¿Quien demonios eres tú? —me pregunta el sujeto, lo miro y todo él es un asco; cabello grasiento, ojeras bajo los ojos, huele a alcohol y a que no ha bañado en días. Lo agarro del cuello de su sucia chaqueta y lo dejo caer en el suelo de madera podrida debajo de nosotros.

—Sé que tú tienes a Ileana, maldito infeliz, y te juro por tu vida que pagarás por ello —aprieto los dientes y escupo con rabia.

—¡Aquí está! —escucho decir a Dixon y de inmediato siento que el alma me vuelve al cuerpo. Me pongo de pie y del cuello jalo al malnacido este y lo llevo conmigo hacia donde están Dixon e Ileana. Cuando entramos a la habitación lo que ven mis ojos me deja sin palabras; Ileana con algunos golpes en el rostro, el vestido que trae puesto desgarrado, su cabello alborotado y sus ojos están llenos de lágrimas.

Antes de acercarme a ella golpeo a Claus y le doy un puñetazo que lo deja inconsciente, me acerco a ella y me pongo de rodillas, subo mis manos con cuidado a su rostro y con cuidado le quito unos mechones que se han pegado a la sangre de su labio, Dixon le ha puesto la chaqueta que traía, está desnuda de la parte de arriba, bajo la cabeza y veo unos moretones que se empiezan a tornar morados en sus piernas.

—Seth —mi nombre sale en un murmuro que me rompe el corazón, no me atrevo a mirarla a los ojos, no puedo siquiera escuchar su voz sin sentirme culpable por esto —. Llévame a casa —jadea de dolor.

Sacudo la cabeza y me limpio las lágrimas, me pongo de pie y sin pensarlo dos veces disparo a una de las piernas de Claus.

—¡Te voy a matar! —vuelvo a disparar a la otra pierna.

—¡Seth! —grita Ileana.

—¡Eres un maldito que no sabe con quien se metió! —golpeo su rostro y sus costillas, se retuerce en el suelo cómo el gusano que es —. Maldito infeliz.

—Ella se merece esto y más por despreciarme, por acostarse contigo y no sé con cuántos más —se queja y escupe sangre al suelo.

—¡Cállate, cállate! Maldita escoria —lo veo desangrarse cómo el malnacido que es.

—¡Eres una zorra, Ileana! —le grita. Lo jalo del cabello y hago que se ponga de pie.

—Pídele perdón, malnacido. Es lo único que harás ahora mismo. Le vas a pedir perdón —una sonrisa ronca y burlona sale de su garganta.

Me está sacando de mis casillas.

—¡Pídele perdón! —le exijo mientras tiro de las hebras de sus cabellos.

—Seth, por favor —alguien pone una manos en mi hombro y cuando volteo, Ileana está detrás de mí, con sus manos a la altura de su pecho agarrando la chaqueta de su hermano —. Llévame a casa, por favor.

—No hasta que te pida perdón —vuelvo a tirar de los cabellos rubios de este imbécil, jadea y sangra de una pierna —. Hazlo sino quieres que te meta una bala en las bolas —gruño apretando los dientes.

—Perdóname —jadea de dolor —. Lo siento —Ileana niega con la cabeza y se aprieta más a Dixon.

—Vámonos —suplica con la voz rota.

—¿Lo vas a dejar ir? —señalo al pedazo de basura a mi lado.

—Solo quiero olvidar esto —niega con la cabeza.

—Si lo dejamos ir volverá a hacer lo mismo, irá por ti y te hará daño y lo voy a tener que matar cuando lo puedo hacer ahora mismo, Ileana —quiero que recapacite.

Dixon se acerca y nos mira a ambos.

—Tenemos que solucionar esto de inmediato. No confío en Cameron.

—Por favor, Ileana, déjame terminar con esto de una vez por todas. No puedes dejar cabos sueltos, menos a esta basura —resoplo.

—No quiero ser parte de esto.

—Sal de aquí y no sabrás exactamente que pasó, pero no lo puedo dejar vivo, no puedo.

Ileana me mira con sus ojitos llenos de lágrimas, suspira con sentimiento y me abraza.

—Tenemos que terminar con esto de una vez por todas, Ileana —dice Dixon —. No te va a dejar en paz y puede que intente de nuevo hacer esto.

Acaricio el cabello de Ileana y le doy un beso en el cabello, me hace tanto bien saber que está bien, en lo que cabe. Pero pensar que ese maldito se atrevió a poner sus manos sucias encima de ella...Me separo de Ileana y sin dudar ni un misero segundo le disparo en la cabeza, Ileana se estremece y llora en mi regazo.

—Vámonos —les digo a ambos —. Dixon —me voltea a ver —. Llévala a abajo, necesito hacer una llamada —él asiente con la cabeza. Suelto e Ileana y dejo que se vaya con su hermano. Saco el celular y espero que respondan mientras miro cómo el asqueroso de Claus se desangra frente a mis ojos.

—¿Diga?

—Necesito que hagas una limpieza, es urgente —le digo a August.

—¿En qué te metiste ahora?

—En nada malo, solo necesito una limpieza.

—Vale, mándame la dirección y ahora mismo vamos para allá.

—Gracias —cuelgo y de inmediato le mando un mensaje con la dirección y el número de departamento al que tienen que venir.

Cierro la puerta y bajo las escaleras, Dixon espera afuera del auto e Ileana en los asientos de atrás.

—No podemos llevarla así, no sé cómo le vamos a explicar a mis padres que fue lo que pasó con Claus.

—Yo tengo un departamento, podemos llevarla ahí mientras pensamos que hacer y que le vas a decir a tus padres —piensa un momento.

—Vale, con tal de que ella esté bien —abre la puerta del copiloto y yo rodeo el auto para subir del otro lado. Cuando estoy dentro y me acomodo en el asiento me encuentro con sus hermosos ojos azul pálido, estos se ven más tristes de lo que jamás los he visto, hay un dejo de culpa en ellos.

Enciendo el auto y manejo a mi departamento.

Cuando llegamos, cuidamos entre Dixon y yo que su cuerpo lastimado no se vea descubierto, subimos por el ascensor y cuando estamos dentro del departamento le pido a Dixon que vaya por ropa y algo de comer, mientras yo me quedo con ella.

Dixon cierra la puerta y yo camino hacia la habitación, me quedo bajo el umbral de la puerta cuando la veo de pie frente a la ventana, admirando la vista que tiene enfrente. Al verla así de inmediato pienso en Nelly, en cómo ella también pasó lo mismo a mi lado, cómo la destruí y rompí su alma y su espíritu.

Los malditos recuerdos me llenan de culpa y al mismo tiempo de mucho miedo. Ahora que Nelly sabe que Ileana es una de mis debilidades la creo capaz de hacerle daño y no quiero eso, porque ella es letal, ella jamás la retendrá solo para hacerme daño, no, ella la va a matar sin contemplaciones.

Me acerco a ella lentamente.

—¿Estás bien? —se voltea a verme, aún sostiene la chaqueta con sus manos.

—Sí —sonríe. Miro los moretones en su hermoso rostro y me maldigo una vez más por no haber llegado a tiempo. Tiene algunos rasguños en el pecho y pienso lo peor.

—Quiero saber si él se atrevió a ponerte una mano encima —aprieto las manos en puños.

—No, justo llegaron ustedes cuando él...—traga saliva y me mira a los ojos —. Él no pudo hacerlo...yo...—ella se rompe en mil pedazos y yo intento consolarla.

—Ven acá —la abrazo y empieza a sollozar en mis brazos. Me siento tan mal por esto que ella está pasando, nunca hubiese querido esto.

—Gracias por llegar y salvarme, no sé que hubiese hecho Claus si ustedes no hubieran llegado —siseo para intentar calmar el llanto que me rompe el alma

—Nada, no digas eso porque eso nunca va a pasar.

Maldita sea, Seth, ahora sabes lo que sintió Nelly el día que le destruiste la vida.

Ahora sabes el dolor que consumía su alma por la traición hiciste en su contra.

¡Basta, basta!

Intento callar la voz en mi interior que me dice solo la verdad de los errores que he cometido los meses atrás. Aprieto lo ojos sacando esos pensamientos de mi cabeza y le doy un beso en la frente.

—Vamos a que te bañes, tu hermano fue por ropa y por algo de comer —la separo de mí y me sonríe con algunas lágrimas en los ojos. Le doy un casto beso sobre los labios y la llevo al baño. Le ayudo a que se quite la ropa y la dejo que se bañe.

Regreso a la cocina y pongo a calentar agua para té, voy al balcón y observo la ciudad. En estos momentos desearía estar lejos de aquí, de toda esta vida tóxica, de todo esto que me rodea y que la hace mal a las personas que me importan.

Pasan unos minutos y escucho ruidos en la habitación, entro y veo a Ileana sentada en la orilla del colchón, su cabello negro cae en una cascada oscura detrás de sus hombros. Sin esa sangre seca se notan más los moretones y su piel pálida.

—¿Pasa algo? —niega con la cabeza —. ¿Segura? —asiente con la cabeza y me mira.

—Estoy bien, solo que estoy cansada, necesito dormir —me acerco a ella y me siento a su lado. Agarro su mano y apoya su cabeza en mi hombro.

—Cuando Dixon regrese vas a poder dormir todo lo que quieras —dice que sí.

Se peina el cabello y se pone una camiseta mía que le he prestado por ahora. No trae sostén ni bragas, se ve tan mal, está tan callada y me preocupa que no diga nada, ni bueno ni malo.

Escucho pasos dentro del departamento, esperamos y la puerta se abre, Dixon entra con una bolsa en las manos.

—Te he traído ropa y algo de cenar —se dirige a su hermana.

—No tengo hambre —murmura Ileana. Dixon va a protestar pero lo interrumpo.

—Vamos a la cocina, yo muero de hambre —asiente con la cabeza, me entrega la bolsa y se adelanta. Le entrego a Ileana la bolsa y busca unas bragas, se las pone y se mete debajo de los cobertores —. Descansa dulce princesa —me sonríe y acomodo el cobertor sobre sus hombros. Le doy un beso en la mejilla y salgo de la habitación.

—Ya te dije que todo está bien, ella está bien —le escucho decir a Dixon —. Estamos con un amigo, no quisimos ir para allá. Por Dios papá ya te dije que ella está bien.

Cuando llego a la cocina Dixon habla por teléfono, seguro que sus papás están ansiosos por saber dónde están sus hijos y qué pasó con Claus.

—Sí —Dixon se pellizca el puente de la nariz —. Mañana vamos a la casa y te platico todo —cuelga y deja el celular encima de la barra.

—¿Les dijiste lo que pasó?

—No soy tan estúpido. Les dije que fuimos por ella en cuanto supimos dónde estaba pero que dejamos a Claus ahí, que no sé que pasó con él.

—Menos mal.

—No sé si esto salga bien, algo, cualquier pista que los lleve a nosotros y estamos acabados —suspira con pena.

—Todo va a salir bien, nada de lo que pasó en ese lugar nos compromete en nada. Claus ahora mismo debe estar pudriéndose en el infierno —escupo.

Tan solo pensar en lo que ese bastardo pudo hacerle a Ileana me hace apretar los puños y botar todo el aire caliente que había estado reteniendo. Doy un golpe seco sobre la barra y miro a Dixon que está cagado de miedo.

—Vamos hombre —pongo una mano encima de su hombro —. No pasa nada, nadie nos va a relacionar con su desaparición.

—No estoy tan seguro cómo tú —se restriega el rostro con ambas manos, parece frustrado y lleno de miedo —. Nunca había hecho esto y tengo miedo. Jamás había llegado a esta altura.

—Pero tu hermana lo vale —le doy un apretón en el hombro —. ¿O no? —asiente con la cabeza no muy convencido.

—Pero no quiero ir a prisión ¿sabes?

—Yo tampoco, Dixon, pero sin duda alguna lo haría otra vez sin pensarlo.

—Y yo —admite en un jadeo. No lo veo muy convencido, tiene miedo es normal, sus actos nunca lo habían llevado a hacer esto y siendo la primera vez que lo hace es normal que sienta tanto miedo por lo que pueda pasar.

—Voy a dormir —bostezo y Dixon me mira.

—¿Dónde dormiré yo?

—Hay una habitación disponible, ponte cómodo —le doy una palmadita en la espalda y caminos hacía la habitación —. Es esa —señalo con el mentón la puerta al final del pasillo —. Duerme Dixon, mañana verás las cosas de diferente manera.

—Ya lo creo —lo veo caminar por el pasillo y desaparece detrás de la puerta. Por mi parte entro a la que es mi habitación. Lo único que alumbra la oscura habitación es una de las lámparas al lado de la cama, veo a Ileana hecha un bulto y parece que duerme plácidamente.

Me acerco a ella y quedo a un lado de la cama, me agacho y contemplo su hermoso rostro que ahora está hinchado por los golpes. Maldigo internamente esto que ha pasado y espero que ese hijo de puta esté ahora mismo en el infierno y que se pudra ahí por la eternidad.

—Ni siquiera fue mi culpa esto que pasó y no sabes lo mal que me siento, no pude protegerte, no pude cuidarte de ese malnacido y lamento tanto que hayas tenido que pasar por esta situación. Nunca volverás a pasar por nada igual, porque juro que te voy a cuidar con mi alma de ser necesario —le quito algunos cabellos de su frente y le doy un beso.

Ella es tan pura y tan llena de bondad que no se merece nada de esto, nada de esta mierda.

Me pongo de pie y me quito la ropa, me pongo un pantalón de pijama y me meto debajo de los cobertores a su lado, me acerco de a poco y rodeo su cintura con mi brazo, la abrazo con cuidado para no lastimar su cuerpo, más de lo que ya está lastimado.

—Seth —murmura con voz adormilada.

—Dime.

—Abrázame.

—Lo que tú me pidas.

Sin dudarlo la abrazo despacio, no quiero hacerle daño, solo quiero que ella esté bien, que nunca vuelva a pasar por otra situación así, juro que la voy a cuidar más que a mi vida. No quiero que a ella le pase nada malo, nunca me lo perdonaría.

Ileana.

He dormido bien, a pesar de todo lo ocurrido ayer he podido descansar bien. Seth se ha quedado conmigo toda la noche y ha estado al pendiente de mí.

Hoy tengo que ir sí o sí a mi casa y no quiero hacerlo. No quiero que me vean así, con estos golpes, con este rostro hecho mierda. Si pudiera quedarme aquí lo haría sin dudarlo, no lo pensaría dos veces.

—Todo va a estar bien —Seth entra al baño, se acerca a mí y me abraza por detrás, apoya su barbilla en mi hombro y me mira a través del espejo.

—No estoy muy segura.

—Eres tan preocupona. No te preocupes, ya te dije que nada nos relaciona con la muerte de Claus o mejor dicho su desaparición.

—No sé si matarlo fue la mejor solución.

—Fue la mejor solución para todos —se acerca y me da un beso en la mejilla —. Tú no hiciste nada, no debes sentir culpa, yo fui quien apretó el gatillo.

—Aún así no puedo evitar no sentir culpa —suspiro.

—A ver —me da la vuelta y hace lo que mire a los ojos —. No sientas culpa, él se merecía eso y creo que la muerte no fue suficiente castigo para él, me hubiese gustado que sufriera mucho más por atreverse a poner sus asquerosas manos encima de ti —noto cómo aprieta los dientes, se está conteniendo.

—Creo que me llevará tiempo hacerlo.

—Todo el tiempo que tú necesites, ángel —sonríe y esa sonrisa que me dice que todo estará bien me hace sentirme un poco mejor.

Con él me siento bien, protegida, cuidada y sé que nada me pasará a su lado, sé que puedo contar con él para cualquier cosa. Ahora lo confirmo.

Dixon, Seth y yo salimos del departamento de él y bajamos al auto, cuando los tres estamos arriba Seth nos dice lo que le vamos a decir a mis padres. Que ellos llegaron al departamento y que Claus se puso muy agresivo, no quería dejarme ir, hubo palabras y algunos golpes pero nada más, Seth y Dixon me sacaron de ahí y no supimos más de él. Nadie tiene que sospechar que Seth mató a Claus y que ahora mismo debe estar pudriéndose dentro de un río o se lo deben estar comiendo los gusanos, aunque creo que, si conozco a Seth no debe ser tan tonto cómo para dejar alguna pista o cualquier rastro de ese tipo. Ni un hueso, ni un trozo de tela, nada que deje saber de la existencia de Claus.

Llegamos a mi casa y Seth detiene el auto, Dixon sale pues sabe que él y yo necesitamos hablar, quizá no podamos hablar en algún tiempo y este momento es solo para nosotros dos.

—Sabes que no nos vamos a ver por algunos días —lo miro y asiente con la cabeza —. Y suena estúpido pero te voy a extrañar mucho.

—Suena estúpido pero yo también te voy a extrañar —sonrío.

—Siento cosas por ti —su mano se acerca a la mía y la agarra con cuidado.

—Y yo por ti —traga saliva. Creo que para él es muy difícil demostrar sus sentimientos —. Pero antes de que algo más pase debo decirte muchas cosas.

—No necesitas decirme nada —sacude la cabeza.

—No, es algo que de verdad necesitas saber, sino nunca podré estar en paz conmigo hacia contigo —aprieto su mano un poco para hacerle saber que estoy con él y que lo voy a escuchar.

—Lo que sea que me quieras decir yo te voy a escuchar.

—Solo espero que después de lo que te diga no quieras salir corriendo de mi vida.

—No lo haré —se acerca y besa mis labios en una danza lenta, sus labios se mecen con delicadeza encima de los míos, su lengua entra en mi boca dándole permiso a que descubra cada parte y cada rincón de ella. Siento sus grandes manos en mi cintura y un apretón me hace jadear en su boca.

—Me pones difícil estar lejos de ti —sonrío sobre sus labios. Nos separamos un poco y miro sus labios rojos e hinchados.

—También será difícil para mí —sonríe y me da un corto beso sobre los labios.

—Vamos —abre la puerta de su lado y hago lo mismo yo, salgo y me espera a un lado del auto —. Cualquier cosa que necesites no dudes en llamarme y yo estaré aquí tan rápido cómo pueda llegar.

—Lo sé.

—No lo dudes, eh —asiento con la cabeza.

—Nos vemos —un último beso en la frente y me acerco a Dixon que vigila la puerta.

Cuando llego a la altura de Dixon me volteo y le digo adiós con la mano a Seth, que con el mismo gesto se despide de mí, sube a su auto y arranca. Dixon abre más la puerta y entramos a la casa, cruzamos el patio y cuando vamos a entrar Dixon me detiene.

—Todo va a estar bien —me hace un guiño y empuja la puerta. Doy un paso y escucho unos pasos que se acercan a la puerta. Mi madre se acerca a nosotros de prisa, la veo salir de la cocina y cuando nos ve extiende los brazos y corre hacia mí. Su rostro lo dice todo: estoy hecha un asco.

—Por Dios, Ileana —me abraza, me da besos y me separa de ella —. ¿Pero qué fue lo que pasó? ¡Los niños están aquí! —le grita a mi padre —. Dios mío, hija, mírate ¿Esto te lo hizo Claus?

Un nudo se forma en mi garganta solo al escuchar ese nombre.

—Sí fue él —responde Dixon por mí —. Pero no pasó a mayores.

—Esto tendrá sus consecuencias...

—Y juro que ese malnacido pagará por todo —le escucho decir a mi padre que se acerca desde el despacho.

—Papá —murmuro el ver su rostro serio.

—Voy a refundir a ese maldito en la cárcel —dice cuando está a mi altura y me da un beso en la mejilla —. Mi niña —me observa detenidamente —. Mira cómo te dejó ese malnacido —resopla.

—Estoy bien.

—Nada está bien —dice mi madre —. Claus sigue en la calle y es un peligro para ti, querida.

—No quiero pensar en eso —les digo a los dos —. De todos modos la demanda está puesta y si alguien lo ve sabe que tiene que llamar a la policía.

—No confío en la policía, mucho menos en su familia, ellos lo van a ayudar y no dudarán en sacarlo del país de ser necesario.

—No hay que apresurarnos —dice mi hermano —. Ileana tendrá protección las veinticuatro horas del día y yo no me voy a separar de ella, nunca —lo miro y me sonríe —. Lo prometo —me dice.

—Gracias.

—Bueno, ve y descansa hija, hablaré al hospital, ya saben lo que pasó, pero no puedes ir a trabajar así —asiento con la cabeza dándole la razón a mi padre.

—Voy a dormir un rato —ellos asienten con la cabeza y subo hacia mi habitación. Me cambio de ropa y me meto bajo los cobertores. En estos momentos necesito un abrazo de mi chico malo, solo necesito que me diga que todo va a estar bien y que nada malo va a pasar.

Solo necesito eso.

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