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Capítulo 3. 🔥

"El único calor que nunca dejaré de anhelar, es el calor de tus brazos".

Robinson Aybar.


Seth.

Se ha ido hace apenas un día y yo me siento peor que como cuando choque ese día, mejor dicho, me chocaron. Creo que en este momento debería estar sintiendo mucho dolor porque ella se ha ido, pero en su lugar siento una gran rabia que me está consumiendo el interior. No sé cómo sobrellevar el hecho de que ella está en este momento allá afuera.

Le doy el último trago a mi bebida y aviento la botella haciendo que se estrelle contra la pared, pateo los escombros que han quedado de lo que antes era la puerta de mi habitación y salgo. Un hipido sale de mi boca.

La boca me huele como si me hubiera comido algo podrido, los ojos me arden como si me hubieran echado salsa sobre ellos.

—¡Carajo! —grito cuando siento una punzada en la planta del pie. Me miro y me he enterado un pedazo de vidrio, con toda la delicadeza que me caracteriza lo agarro con dos de mis dedos, lo saco y lo arrojo a un lugar de mi ahora destruida y solitaria casa.

Bajo a tientas ya que a penas y entra la luz del sol. Corro las cortinas de la sala y veo el día, el asqueroso día que me espera. Veo todo a mi alrededor y todo es una mierda, una que tengo que arreglar ahora mismo.

Salgo de mi casa y me llevo las manos a los ojos, el puto sol brilla como nunca lo había hecho. ¿En serio? ¿De verdad me está pasando esto a mí? La vida me odia.

Llego a casa de papá y empiezo a buscar en su despacho una botella, y voila ahí en lo más escondido de su librero una botella de whisky. La agarro con mis manos ya temblorosas y la llevo a mi boca empapando mi lengua y garganta con el delicioso liquido ámbar. Salgo y en las escaleras veo a un Nate roto y pisoteado como yo.

—Mañana llega papá —se pone de pie y empieza a bajar, yo le doy otro trago a mi botella, pero esta vez más largo. Con cada trago el coraje se aleja solo un poco más, pero cuando caigo en cuenta de la asquerosa realidad la tristeza y todos mis demonios me golpean tan fuerte como un camión lo haría con un pequeño e indefenso bicho.

Bufo como un toro embravecido y lo miro.

—Lo sé —le digo entre dientes y gruñidos de perro rabioso.

—¿Entonces por qué andas con la misma ropa de hace dos días? —me mira con asco cuando llega a mí. Frunce la nariz con el mismo asco que yo me tengo —. Apestas a muerto.

—Así estoy —mascullo —. Así me siento ¿Qué no ves? —extiendo mis brazos y aprieto la botella —. Mírame Nate esta es la figura de un hombre derrotado —espeto.

—No solo te dejó a ti —baja la cabeza —. No solo tú la amabas.

—Yo no la amaba y a mí me importa una mierda lo que sientas —escupo con rabia

—Eres un insensible.

—Lo sé —levanto un hombro —. Para lo que me importa lo que digas o pienses de mí.

—¡Eres mi hermano! —grita con enfado.

Y aquí es donde me cuestiono ¿Dónde mierda quedó tú maldito lazo de sangre?

—Y eso no te importó para meterte entre las piernas de la única mujer que he amado —abre sus ojos y la boca, pero de esta no sale sonido alguno —. Exacto —le señalo con el dedo y la botella en mi mano —. Así que no te metas en mi vida, deja que me lleve la chingada a mí, solo —lo dejo ahí plantado sin saber que decir o hacer.

El pobre hermano menor ha de estar igual o peor que yo. Pero como le dije es algo me importa un reverendo cacahuate.

Me tumbo sobre el suelo de la piscina y dejo que todos los rayos de sol me golpeen en la cara, necesito algo de color en la piel parezco señorita de esas que no sale a la calle.

Ya en casa me quito la ropa y los bóxer, aviento todo al cesto de la ropa sucia y me meto debajo del chorro de agua fría. Necesito pensar que va a ser ahora de mi vida, necesito salir de este maldito agujero a como dé lugar, necesito ser el Seth de hace meses que no le tiene miedo a nadie ni a nada. Tengo que ser el mayor hijo de puta que existe y que siempre he sido.

Nate.

Miro el techo, estoy desolado y perdido en mí mismo, no sé qué será de mi pero una parte de mi subconsciente me dice que hice bien y que ella ya está lejos de aquí y con un mejor futuro del que iba a tener aquí, encerrada. Aquí sin posibilidades de salir de esta casa y con Seth haciéndole la vida imposible, sino es que la mataba antes de otra cosa.

Las palabras de mi hermano fueron crudas pero ciertas, sí me enamoré de la mujer que él en algún momento llegó a amar, sí me acosté con ella y aunque debería sentirme mal por lo que hice no siento remordimientos por las decisiones que he tomado últimamente. El destino sabe bien porque hace las cosas, todo está escrito ya y contra eso no hay nada que hacer. Solo somos títeres de alguien que sabe exactamente qué, como, cuando y donde.

Miro la pantalla de mi celular cuando este empieza a vibrar y parpadear como loco. Lo sostengo en mis manos y es un mensaje de Joey seguido de uno de Steph.

Joey:

Vamos a salir, estoy que me muero de aburrimiento aquí encerrado.

Steph:

Está bien, pero ¿Dónde? El Webster está aburrido en estos momentos.

Joey:

No sé. No tengo ni puta idea de dónde ir.

Steph:

Yo menos, por cierto ¿Dónde está Nate?

Joey:

Ni puta idea...Nate responde sé que estás ahí, has visto nuestros mensajes...

Apago el celular y agarro la almohada para cubrirme la cara con ella. Empiezo con los sollozos que indican, voy a llorar. Trago el nudo que muy a mi pesar se forma en mi garganta y cierro los ojos, para que así pase otro día más sin el amor de mi vida.

Esto es una maldita tortura que me gustaría se acabase ya pero las cosas son así de ahora en adelante y no me queda de otra que afrontar las consecuencias de cada decisión que he tomado.

Seth.

Me tumbo sobre el colchón que yace en el suelo y así como está sin sabanas me acuesto, me doy la vuelta y miro el techo. Veo una manta a mi lado y me estiro para tomarla entre mis dedos que tiemblan. Me cubro medio cuerpo y la otra mitad queda afuera.

Creo que esto algún día iba a pasar. Bien o mal ella se iba a ir, yo no me iba a mantener tanto tiempo así de fuerte y algún día me iba a romper como lo hacía ella estando aquí. Pero carajo como duele. Es como un vacío que tratas de llenar con cualquier cosa, pero nada llena ese hueco que tienes en el pecho.

En algún momento la amé demasiado, tanto que dolía, quemaba, ardía y me hacía vibrar. Juro que hubiese dado mi vida por ella de ser necesario pero en este momento aquel amor se ha muerto y lo único que puede existir entre nosotros es odio, un odio mutuo que nos terminará matando a alguno de los dos.

— Algún día nos vamos a encontrar Nell y ese día se desatará la guerra entre tú y yo. Lo juro.

Nelly.

Hoy por fin salí del hospital. Después de dos días que se me hicieron muchos más. Creí que jamás saldría de ahí, el doctor me puso muchos peros, me dio mil recomendaciones como por ejemplo no embarazarme en un año más o menos porque puede ser peligroso, como si yo  quisiera esto en este momento en algún otro. No pienso tener hijos, no por ahora, tampoco diré nunca, ya sabes "nunca digas nunca" así que.

Mirando por la ventana del auto me pude dar cuenta de qué estoy afuera, que en verdad soy libre y que jamás regresaré a ese maldito lugar donde pasé los peores momentos de mi vida. Por fin puedo empezar de nuevo, pero, no sé si quiero hacerlo, no sé que camino tomar en este momento donde me encuentro tan frágil y perdida.

Entramos a la propiedad que hoy tiene más gente cuidando y mucha más seguridad en todos los sentidos. Salgo del auto con la ayuda de mi primo que venía adelante. Me sonrió un par de veces a través del espejo retrovisor.

—Ven —Aleksei me entrega su mano para sostenerme de ella, le sonrío agradecida y camino para entrar a la casa. Cuando cruzo el umbral y quiero subir las escaleras de reojo veo que hay alguien en la sala. Al voltear me para ver mejor diviso a Cami, Billy y la gente más cercana a la familia. Suspiro. Ellos me sonríen y quieren decir algo, pero antes de que digan lo que sé que van a decir hablo.

—Chicos gracias por esto, gracias por preocuparse por mí, me dijo mi mamá que preguntaron mucho por mí, pero ahora no tengo ánimos ni mucho menos ganas para nada. Sé que saben lo que pasó, pero ahora no quiero hablar del tema.

Me doy la vuelta y empiezo a subir las escaleras, termino de subir y paso por la habitación de mi madre, sigo de frente y veo la puerta de mi habitación, agarro el picaporte y le doy la vuelta empujando y entrando. Al dar el primer paso puedo respirar tranquila, el llanto que había esto reteniendo por fin puede salir, mis manos dejan de temblar y mi corazón late menos rápido que como lo hacía tan solo minutos atrás.

No entiendo porque me siento así, porque este miedo irracional.

—Calma Nelly, calma —respiro un par de veces —. No pasa nada ya estás en casa, ya estás en un lugar seguro. Calma.

Me paso las manos por el cabello e intento controlar los nervios que me invaden.

Observo de nuevo mi habitación asegurándome que estoy en mi casa.

—Es mi casa, es mi casa —me digo a mí misma. Entro al baño para ver que no haya nadie ahí dentro. Cuando salgo voy a mi clóset que más bien parece una habitación y reviso cada esquina y cada rincón.

Me siento en la orilla del colchón y apoyo mis codos en mis rodillas. Me siento tan débil, tan frágil, como una pieza de porcelana que con el mínimo roce se puede romper. Nunca me había sentido así, ni siquiera con la muerte de Misha, tampoco con la muerte de papá. Si lo que Seth quería era verme así de rota y frágil lo ha conseguido, lastima que ahora no pueda ver su obra de arte, lástima que jamás verá lo que hizo conmigo. Jamás sabrá de mí y que he perdido a su hijo, jamás.

Me pongo de pie y voy hacia el espejo, me miro de arriba abajo. Esta no soy yo, esta mujer con estas ojeras marcadas y la piel pálida no soy yo, esta mujer con el cabello opaco no soy yo, esta chica con cicatrices en los brazos no es la Nelly de hace meses. Ya no hay nada de ella y temo que ella jamás regrese, que se haya quedado en aquel sótano y que lo que fue sea solo un mal recuerdo. Temo que jamás pueda recuperar la tranquilidad que me fue arrebatada y que la paz no llegue a mí nunca.

Me meto debajo de los cobertores hasta la cabeza, quiero que este sea mi refugio de ahora en adelante, no quiero salir, no quiero ver a nadie, no quiero la cercanía de nadie, no quiero que nadie me vuelva a lastimar jamás.

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