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Capítulo 27. 🔥

"Apaga la luz y enciéndeme"

Seth.

Pensé que venir a este lugar era una muy mala idea, en el momento que le dije a Jared que no vendría y me recomendó hacerlo para distraerme un poco pensé que era una pérdida de tiempo. Ahora que la tengo aquí, frente a mí, tan cerca que se me dificulta respirar y más que nada pensar, creo que no fue tan mala idea.

No puedo creer lo hermosa que es, esos labios que desde que la conocí quiero devorar, esos hermosos ojos azules que siempre que los veo me recuerdan al cielo y me hacen sentirme en paz, su cabello tan negro como el carbón, su piel de porcelana que se siente como las nubes.

—Lo lamento, sí —bajo una mano y con los nudillos acaricio la piel de su mejilla —. Pero entiende que lo mejor para ti es estar lejos de mí.

—¿Y por qué no lo haces? —inquiere —. ¿Por qué no lo haces fácil y me dejas ir? Es peligroso ¿no? —asiento con la cabeza.

—Carajo —murmuro y miro a ambos lados —. No puedo, no puedo alejarme de ti y no sé porqué, me es tan difícil hacerlo. Eres como...—me quedo callado sin poder encontrar las palabras correctas con las que pueda definir esto que siento cada que la veo.

—¿Qué? —pregunta y traga saliva con dificultad. No puedo dejar de ver sus ojos.

Mierda.

—Me gustas, me gustas mucho Ileana, sé que es peligroso tenerte a mi lado y que no puedo prometerte que todo saldrá bien, que no va a llegar el momento en el que tú misma quieras alejarte por tu seguridad. Está mal que te ponga en peligro porque no te lo mereces pero esto que siento cada vez que te veo —agarro su mano y la subo a la altura de mi pecho —. No lo había sentido hace mucho.

—¿Y piensas que con estas palabras bonitas voy a olvidar que me has ignorado estos días? —niego con la cabeza. Con un movimiento se suelta de mi mano e intenta irse.

—No te vayas —le pido y se detiene dándome la espalda —. Por favor Ileana.

—Tengo dignidad, Seth, algo que no quiero perder ni por ti ni por nadie.

—Solo escúchame.

—¿Y qué me vas a decir? —se voltea a verme —. ¿Qué te gusto pero que lo nuestro será solo sexo? —habla más bajo —. Que cada que no estés seguro de algo te vas a ir, que no puedes afrontar los problemas como se debe porque no eres lo suficientemente maduro para hacerlo.

—No lo soy, Ileana, porque tengo miedo, he perdido a personas muy importantes por...—me callo antes de decir algo de lo que me pueda arrepentir —. Mira —suspiro —. Escúchame y si después de hacerlo te quieres ir está bien —levanto los brazos en señal de rendición —. Lo voy a respetar, respetaré la decisión que tomes.

—No sé —niega con la cabeza y se rasca el brazo nerviosa —. Dixon me espera y tú no le agradas.

—Lo sé —sonríe —. Pero me importa una mierda lo que él piense.

—Yo...le diré que vamos a hablar—veo un manto de pena en su rostro.

—Oye —la detengo antes que se vaya —. No tienes porque sentir que tu dignidad está siendo pisoteada por esto que estás haciendo, que vengas conmigo no quiere decir que seas menos, al contrario, tú no sabes las agallas que tienes por hacer esto.

—No estoy muy segura de ello —niega con la cabeza y suspira —. Ahora regreso.

—Te veo afuera, te estaré esperando, eh, sino bajas quiere decir que yo no te gusto como té me gustas a mí y está bien.

Asiente con la cabeza, se da la vuelta y se aleja.

Bajo las escaleras y salgo del restaurante, le pido al valet parking las llaves de mi auto y espero a Ileana. Tuve que comprar un auto nuevo, el mío ha quedado dañado, gracias a Camila y sus amiguitos. Enciendo un cigarrillo y me apoyo en el auto.

No puedo creer que esté haciendo esto, que esté a nada de decirle a Ileana el porqué creo que es mejor para ella tenerla lejos. Sacudo la cabeza. Si después de saber todo ella se quiere alejar lo voy a entender, no me voy a quedar con la sensación de que no lo intenté, sabré que hice lo que pude y que tal vez no funcionó.

Me termino el cigarrillo y enciendo otro, han pasado ya algunos minutos, Ileana no baja y mi desesperación aumenta cuando por mi cabeza se cruza la idea de que tal vez ella no baje y no quiera saber nada de mí.

Le doy la última calada a mi segundo cigarrillo, no pierdo la esperanza, sino quiere saber nada de mí está bien pero que lo diga cara a cara, esperaré aquí hasta que baje aunque sea con su hermano, esta es la única salida y tiene que salir por aquí.

Cuando mi cigarrillo se termina veo que sale del restaurante, sus hombros están descubiertos, ella se ve hermosa con ese vestido negro que hace resaltar su piel blanca.

—Creí que no ibas a bajar —suspiro de alivio.

—Dixon se puso algo intenso —dice y mira el auto detrás de mí —. ¿Te ibas a quedar aquí esperando?

—Si era necesario sí —doy media vuelta y le abro la puerta, ella entra y veo que se abrocha el cinturón. Subo del otro lado y me acomodo en el asiento.

—Bonito auto —pasa su mano por el asiento y mira el interior —. ¿Qué pasó con el otro?

—Bueno —le digo —. Un pequeño accidente.

—¿Uno como el de aquella noche?

Niego, enciendo el auto y arranco.

—No, esta vez te prometo que yo no tuve la culpa.

—Me gusta este.

Y como no le va a gustar si es un Audi r8 negro mate, uno de los autos más caros y más lujosos que existen. Espero que este no termine como el último.

Conduzco al departamento que está en Manhattan, hace mucho que no voy ahí, hay tantos recuerdos en ese lugar, algunos buenos y otros malos pero a fin de cuentas los hay. Ileana no dice nada y yo me concentro en manejar con prudencia. Un destello en el espejo retrovisor me hace voltear y observar, un auto se pone detrás de nosotros, sigo conduciendo y me meto en el segundo carril para salir de la principal, miro de nuevo por el espejo retrovisor y el mismo auto sigue detrás de nosotros.

Esto no me gusta nada.

Relajo mis hombros y sigo mi camino, espero de verdad que esto no sea lo que yo pienso y hoy sea una mala noche. Si Camila hace algo en mi contra estando con Ileana —sacudo la cabeza—, no, no, hoy no.

—¿Pasa algo? —pregunta ella al ver que volteo a ver el espejo a cada rato.

—No quiero asustarte pero nos están siguiendo —le digo y de inmediato se voltea y mira por encima de su hombro.

—¿Qué? ¿Quien? —se gira hacia mí.

—No sé —bueno sí sé pero no te lo voy a decir —. Por favor no entres en pánico y confía en mí —asiente con la cabeza y cierra los ojos.

—Ok, ok —se ajusta el cinturón.

Cambio de carril hacia la derecha y cuando veo la primera calle decido dar vuelta al volante y giramos bruscamente. Ileana se va de lado y chilla cuando su cuerpo choca con el mío. El auto nos sigue y decido acelerar para perderlos, si es que puedo.

—¡Seth! —me grita Ileana mientras se acomoda en el asiento —. No hagas eso, por favor —se lleva una mano al pecho.

—Lo siento —le digo. Piso el acelerador, el auto nos sigue de cerca —. Lo que me temía.

No quiero asustarla pero si esto sale mal...

—Tenemos que perderlos.

—¿A quien? —voltea a ver de nuevo hacia atrás —. Dios, Seth ¿Qué está pasando?

—No te asustes —agarro su mano y la miro, ella sonríe y asiente con la cabeza —. Por favor, no voy a dejar que te pase nada.

Aprieta mi mano y traga saliva.

Acelero pero el auto nos sigue muy de cerca, decido salir a la otra avenida, doy una vuelta bruscamente y entro a la avenida, me coloco delante de los demás autos y un auto nos choca por detrás, algunos tocan los claxons pero no le doy importancia y me meto en el tercer carril y acelero.

—Dios, Dios, Dios —Ileana mantiene los ojos cerrados, parece que está rezando.

—Ileana.

—Dime.

—Ya pasó todo —sonrío y abre un ojo —. Ya pasó.

—¿Qué fue eso Seth? Dime en qué estás metido.

—Te voy a decir todo lo prometo.

Ya no dice nada, se queda callada. Paso a un super y compro algo de tomar, esta noche será larga, muy larga.

Cuando llegamos al edificio entramos por el estacionamiento, me estaciono en mi lugar y subimos por el ascensor hasta el departamento. Abro la puerta y espero que ella entre primero, enciendo las luces y la sala se ilumina al igual que la cocina y el pasillo que lleva a las habitaciones.

—¿Es tuyo?

—Sí —me dirijo a la cocina —. Casi no vengo aquí, he estado pensando en venderlo.

Pongo agua para té y destapo una cerveza.

—Sé que tienes muchas preguntas —me acerco a ella —. Me imagino que estás confundida.

—¿Me has mentido? —levanto una ceja —. Dime ¿Me has dicho mentiras acerca de ti?

Me mira tan fijamente que me es imposible decirle mentiras, al no decir nada ella solo asiente con la cabeza y traga saliva.

—He querido protegerte, de mí.

—Mi hermano dice que no eres una buena persona, que entre más lejos esté de ti, mejor. Tú también lo has dicho, no me quieres cerca de ti y no entiendo porque ¿Esto que acaba de pasar tiene que ver con todo lo que tú y mi hermano me han estado advirtiendo?

—Sí —le doy un trago a mi cerveza y dejo la botella a un lado —. De esto es de lo que he estado protegiéndote —sus ojos están llorosos —. De toda la maldad que me rodea.

Un manto de tristeza cubre su rostro, no dudo en abrazarla y decirle palabras tranquilizadoras, aunque por dentro me esté muriendo de miedo.

—¿Por qué no me dices que pasa?

—Porque sería llevarte a un abismo del que no podrás salir, no con vida —le aclaro y se separa de mí.

—Seth, por favor no me digas más mentiras.

—Nunca te he mentido, siempre te dije que no era una buena persona, solo que...—me quedo callado.

—¿Qué?

—Te he ocultado cosas, es eso.

—Dime.

—Si te digo la verdad corres peligro, todavía estás a tiempo de salir de esto, de hacer tu vida como lo haría una chica de tu edad, todavía puedes arrepentirte y si me lo pides te llevaré a tu casa y fingiremos que nunca nos conocimos y me puedes sacar fácil de tu vida.

—No quiero eso Seth, eres un enigma.

—Soy solo problemas, Ileana, soy todo lo que un padre no quiere para su hija.

—Mierda —espeta —. No quiero que tú decidas por mí —frunce el ceño —. Quiero yo decidir lo que me conviene o no.

—Nunca haría eso, nunca voy a decidir por ti pero...

—Pero nada —sentencia —. Quiero que me digas la verdad, por más dolorosa que sea.

—Ven —le digo, me doy por vencido, ella es muy insistente —. Si eso quieres está bien, pero después cuando te diga "te lo dije" no quiero que me digas nada.

Asiente con la cabeza, la llevo al sofá, voy a la cocina y le preparo una taza de té. Regreso con ella, le entrego la taza y me siento a su lado.

—Mi padre si tiene negocios legales, clubes, hoteles, es socio de algunas empresas multinacionales, pero...—me deslizo un poco hacia delante y apoyo ambos codos en mis rodillas.

—¿Pero?

—Mi padre es un gángster, Ileana, vende y compra armas y drogas, soborna a la policía para que se hagan de la vista gorda y no hagan nada en su contra, tiene prostíbulos, mata personas que son un estorbo para él.

La volteo a ver, ella no dice nada, no hace nada, solo sostiene entre sus manos la taza de té y mira un punto fijo en el suelo.

—Di algo por favor, no te quedes callada.

—Yo —sus ojos están fijos en los míos —. No sé qué decir.

—Lo que sea estaría bien.

—¿Quien quiere matarte?

—La pregunta no sería esa, quien no me quiere matar, mejor dicho. Nelly la chica de la otra noche...

—Tu ex novia —aclara y asiento con la cabeza.

—Ella, también está metida en la mafia, su familia tiene problemas con los rusos y como estuve con ella un buen tiempo me he metido en los mismos problemas, me quieren muerto por su culpa.

—Vaya.

Veo que se está tomando esto bien, al menos no ha salido corriendo.

—Lo siento —me giro hacía ella —. Por no decirte esto antes, pero como puedes ver no es nada fácil de explicar.

—No me imaginaba que fuese algo tan delicado —deja la taza encima de la mesita —. Es complicado, pero tú me gustas Seth.

—Y tú me gustas a mí Ileana, pero tienes que entender que mi vida no es de color rosa, es cruda, cruel, está llena de sangre y muertes. Yo voy a entender si tú ya no quieres verme, no te voy a juzgar.

—No quiero eso —me sorprende su respuesta —. Por una vez no quiero tener miedo y no quiero alejarme de alguien por miedo, quiero estar contigo, aunque me rompas el corazón.

Niego con la cabeza.

—A ti no te voy a romper el corazón Ileana, tú no te mereces eso.

Sonríe. Agarro su mano y nos ponemos de pie.

¿Cómo eres capaz de hacerle esto? Tarde o temprano la vas a romper como lo haces con todas.

Ignoro lo que dice mi subconsciente, no quiero, por primera vez no le hago caso a lo que dice y me permito disfrutar de este momento, aquí con ella.

—Solo puedo pensar en una cosa —siento mi garganta seca.

—¿Qué?

Bajo la vista hacia sus labios, se ven tan carnosos y rosas que me es imposible no pensar en devorarlos, ahora observo sus ojos tan llenos de pureza, tan llamativos, tan diferentes a todo lo que he visto hasta ahora.

—En besarte —admito y una sonrisa de lado se dibuja en sus labios.

—Hazlo, no te contengas Beckett.

—No sabes lo que me estás diciendo. Tú...no me pidas esto.

—Por favor —se pone de puntitas y acerca sus labios a los míos.

—Solo me estás provocando, eso es lo que estás haciendo.

—¿Tiene esto algo de malo? —pregunta en un tono un tanto inocente y seductor a la vez.

—Eres perversa —le digo y aprieto con furia mis labios contra los suyos, deslizo mis labios de un extremo al otro, bajo mis manos a su cintura y entierro mis dedos en la tela del vestido que cubre su cuerpo. Que estorbo.

Meto mi lengua dentro de su boca y saboreo su lengua, con las manos en su cintura la pego más a mi cuerpo, un jadeo sale de su boca y siento mi erección apretarse en la tela de mis pantalones. Sus manos suben a mi nuca, enreda sus dedos en mi cabello y me besa tan apasionadamente que no me puedo resistir a ella.

—Ileana —me separo y pego mi frente contra la suya, mantengo los ojos cerrados, mi respiración es rápida —. Por favor basta. No quieres hacer esto, no quieres.

—Tú no sabes lo que yo quiero Beckett, no sabes, así como tampoco sabes lo que me apasiona o lo que me atrae, y tú —abro los ojos y ella lo hace al mismo tiempo —. Beckett me atraes de una manera descomunal y quiero...—se queda callada mirándome a los ojos —. Que me hagas tuya, hoy, aquí, ahora mismo.

Su propuesta me deja boquiabierto, no puedo procesar bien lo que me dice ¿Entendí bien? ¿Ella quiere...? ¿Quiere hacer el amor?

—Tú debes estar loca —murmuro. La manera en la que lame sus labios de un extremo al otro no ayuda en nada con esto que estoy sintiendo —. A la mierda todo.

La agarro de la mano y le llevo conmigo a la habitación, empujo la puerta y cuando ella cruza el umbral la cierro, se queda de pie frente a mí. La observo detenidamente y me digo que ella es lo mejor que me puede estar pasando en este maldito momento. 

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