Capítulo 2. 🔥
"El amor le hace a uno sentirse bien. Sino es así, no es amor".
Marcia Grad.
Nelly.
La tristeza embriaga mi corazón, como un manto negro que me deja en el limbo. Me seco las lágrimas con el dorso de mi mano y suspiro dejando salir todo el aire caliente que había estado guardando dentro de mí.
Aun no puedo creer que esté fuera, no puedo creer que después de mucho tiempo puedo ver como sale el sol y como se mete la luna. Simplemente es un sueño que creí jamás de iba a realizar. Mientras estuve encerrada llegué a pensar que nunca iba a salir de ese horrendo lugar, que seria mi tumba y mi descanso eterno. Y hoy después de tantos meses de encierro y tortura por fin soy libre, entonces ¿Por qué me siento como si aun fuera prisionera? ¿Por qué no me siento libre completamente?
Tengo tantos recuerdos que quisiera borrar de mi memoria, hacer de cuenta que jamás pasaron y que el infierno que viví solo fue una dolorosa pesadilla.
La puerta de la habitación se abre lentamente, en otra ocasión hubiese esperado para ver de quien se trata, pero esta vez no, el miedo invade mi cuerpo dañado y sin siquiera esperar a ver quién está detrás me pongo tensa y recojo mis piernas con mis brazos y las abrazo. El estómago me duele y los pelos del cuerpo se me enchinan. Cubro mi rostro y siento un nudo en la garganta.
—Soy yo —esa es la voz de Cami. De inmediato me incorporo y la veo detrás de la puerta. Ayer por la noche ya no pude verla porque el doctor dijo que era mejor no tener tantas visitas y que debía descansar.
—Pasa, pasa —le digo haciendo un movimiento con la mano.
Cierra la puerta y me sonríe, se acerca a mí con una pequeña caja en las manos, es de color rosa con algunos detalles de color verde.
—Te traje esto —me siento sobre el colchón con las piernas cruzadas. Cami se sienta a mi lado en la orilla de la camilla. Me entrega la pequeña caja y la miro a los ojos —. Agárrala, es tuya —me anima a agarrar la caja.
La agarro un poco dudosa porque sé como es Cami y que a veces sus regalos son algo raros, pero tengo la leve esperanza de que esta vez no sea así y que sea un buen regalo. Con la mano que me tiembla como maraquero y mis dedos delgados decido abrir la caja, miro a Cami y ella sonríe, no me había dado cuenta de cuanto la había extrañado hasta ahorita que la tengo frente a mí.
Abro la caja y dentro hay un cup cake, el capacillo es de colores claros y tiene una cubierta de color rosa con un unicornio de dulce encima.
—Gra-gracias Cami —dejo la cajita a un lado y la abrazo, el gesto la toma por sorpresa.
—De nada mi bella —me dice mientras palmea con suavidad mi espalda —. La verdad te iba a comprar un consolador, pero me dije que ya tienes los que te he regalado las otras veces, así que eso fue lo mejor que se me ocurrió.
Me río un poco y niego con la cabeza, nos separamos y ella agarra mis manos entre las suyas.
—Pero no llores —con el pulgar me limpia las lágrimas que han salido de mis ojos —. Si quieres después te compro uno, han sacado modelos nuevos.
Niego con la cabeza viendo sus manos agarrar las mías.
—No es eso —levanto la cabeza encontrándome con sus hermosos ojos color café, ladea un poco la cabeza como para entender de qué mierda estoy hablando —. Te extrañé demasiado estos meses. Me hiciste falta cada día que pasé en ese maldito lugar, en cada lágrima, en cada susurro.
—Lamento tanto lo que tuviste que pasar —con dos dedos me quita un mechón de cabello y lo coloca detrás de mi oreja —. Nosotros también te extrañamos mucho, y que decir de tu mamá que parecía se iba a volver loca.
—Solo quiero olvidar lo sucedido, cada golpe, cada palabra de amenaza. Todo —bajo la cabeza suspirando —-. Todo eso fue una pesadilla Cami, una maldita pesadilla. No quiero volver a pasar por eso jamás.
—Me imagino como debes sentirte Nelly, pero debes pensar bien lo que haces —levanto la cabeza —. Nos dijo Aleksei que no quieres declarar quien fue y tampoco decir donde estuviste todo este tiempo, pero...
—No es tan fácil, recordar todo aquello Cami, solo quiero olvidar y ya, solo eso.
—No pretendas que con olvidar y callar las personas que te hicieron esto van a ir a la cárcel, si tú no hablas ellos seguirán allá afuera.
Me suelto de su agarre y me acuesto de nuevo en la camilla.
—No quiero hablar de eso Cami, no quiero y nadie me va a obligar a hacerlo —me cruzo de brazos.
—Eres una niña consentida Nelly, lo único que nosotros queremos es que estés bien —se pone de pie —. Que esto que ha pasado nunca vuelva a pasar con nadie de nosotros.
Niego con la cabeza con una sonrisa de burla.
—Es que no lo entiendes Camila, esto no volverá a pasar porque él me quería a mí, solo a mí.
—¿Él? —ladea la cabeza —. Entonces fue solo uno ¿No es así?
—Yo nunca dije eso.
Se sienta cerca de mí.
—Dime quien fue y te juro que entre las dos haremos que ese mal nacido pague lo que ha hecho.
—No te diré nada —arrastro la mirada hasta ella —. No te diré nada —le repito.
—Maldita sea.
Se pone de pie y se pasa las manos por el cabello con frustración.
—Eres una maldita perra —masculla —. Egoísta que solo piensa en ella. Púdrete Nelly.
Me muestra el dedo medio y sale echa una furia de la habitación. Al mismo tiempo que ella jala la puerta alguien del otro lado empuja. Es mi madre. Camila pasa a su lado molesta. Mamá le habla, pero ella la ignora.
—Mamá —le sonrío y cierra la puerta echando un último vistazo al pasillo.
—La policía se acaba de ir —jala un silla y se sienta frente a mí —. Les dije lo que me pediste y dicen que respetan tu decisión.
—Gracias.
—No estoy de acuerdo con esto, pero eres mi hija y debo apoyarte, sabes que siempre estaré aquí para ti y todo lo que necesites.
—No es fácil lo sé, pero es lo que he decidido y es lo mejor. Por ahora es lo mejor.
Me pongo boca arriba.
—Solo quiero saber una cosa —asiento con la cabeza —. ¿Ibas a tener a ese bebé? —su pregunta me deja confundida. No he pensado en esa posibilidad. Si todo hubiese salido bien y yo no hubiera perdido a mi bebé ¿Lo hubiese dejado vivir?
—Era mi bebé también, mamá, creo que no hubiese podido hacerlo. Matar a una criatura inocente que no tenia la culpa de nada.
Volteo para ver a mi mamá quien asiente con la cabeza y evita mirarme a los ojos. Puedo ver en sus ojos la rabia, el dolor, la impotencia. Quizá ella no me hubiese apoyado si yo decidía tener al bebé, pero tampoco me hubiese pedido lo contrario.
Y es que en algún momento yo si amé a Seth, yo si lo quise con toda mi alma, yo si hubiese dado todo por él, pero ahora no. Ahora es todo lo contrario, lo odio más que a nadie en el mundo y me gustaría verlo muerto y acabado, me gustaría ser yo quien le quite la vida, pero ahora solo soy una sombra de lo que era antes.
Más tarde mi madre sale de la habitación y me deja sola, enciendo la televisión y lo primero con lo que me encuentro me deja sorprendida.
—Hoy por la mañana la policía recibió una llamada anónima. En una de las calles de Queens había dos extrañas camionetas. Cuando la policía llegó al callejón y abrió las camionetas que no tenían placas se dio cuenta de la horrible escena, más de diez cuerpos, todos ellos con múltiples disparos que dicen los peritos fueron la causa de la muerte. Por una de las identificaciones de uno de los fallecidos pudieron constatar que son rusos. La violencia en el estado ha dejado múltiples ataques y más víctimas también. Se sabe que ahora que Víctor Záitsev murió algunos mafiosos se han estado disputando el territorio, así que esto puede ser obra de estos enfrentamientos.
Nate.
De inmediato su imagen se viene a mi cabeza. En la pantalla solo muestran poco de lo que en verdad está pasando. Cuando la puerta se abre rápidamente apago la televisión y me acomodó en el camilla.
—Buenos días —es la enfermera. Hoy trae puesto un uniforme de color azul junto a una bata blanca, de su cuello cuelga un estetoscopio, al verme me sonríe y cierra la puerta —. ¿Cómo te sientes? Ya te ves mejor que ayer —levanto una ceja.
—Más o menos —respondo después de unos segundos. Ella tiene unos bonitos ojos azules y un bonito cabello negro.
—Me ha dicho el doctor que mañana vas a salir de aquí, así que no te desesperes. Sé que este no es el mejor lugar para recuperarse, pero aquí hay de todo.
—¿Por qué me dices esto? —ella deja de escribir y me mira —. No me voy a escapar —le aclaro.
—Menos mal, ayer precisamente un paciente se escapó y de verdad estaba muy mal.
—Pues que tonto.
—Lo sé, pero hay gente loca en este mundo —se ríe un poco, niega con la cabeza y sigue escribiendo. Deja la tabla en la cama y se acerca sacando de su bolsillo una cajita con unas pastillas. Me ofrece el vaso con agua y me entrega primero una pastilla, me la paso y después me entrega otra.
Ella es tan bonita, tiene la piel tersa como una muñeca, sus cejas perfectamente delineadas, sus gruesos labios, su impecable peinado. Me acomoda las sabanas. Me gustaría verme, aunque sea la mitad de bien de lo que ella se ve, pero sé muy bien que en este momento soy un asco de persona. No creo que sea capaz de poder verme a un espejo. No por ahora.
Ileana.
Salgo de la habitación dejando sola a la paciente. Ella se ve realmente mal, tiene algunos golpes en el cuerpo y cicatrices que me dicen que no lo ha pasado bien últimamente. Ha perdido a su bebé y parece que este ha sido el detonante para esta terrible depresión. Me encuentro con Rose en el pasillo.
—¿Estabas con la paciente rusa? —asiento con la cabeza.
—Pobre —volteo a ver a Rose —. No me quiero imaginar lo mal que se debe sentir.
—Pobre chica, es tan joven para que esté pasando por esto.
—Lo sé.
Llegamos a la zona de descanso, y estiro un poco las piernas.
—Perder un hijo no debe ser nada fácil y menos para ella, sabiendo en la situación en la que está.
—¿De qué estás hablando tú? —me volteo a ella y frunzo el ceño, estoy algo confundida, no sé de qué está hablando.
—¿No sabes quien es ella? —niego con la cabeza —. ¿Qué tú no ves las noticias o qué? —mira a todos lados como esperando que nadie llegue para que no la escuchen —. Hace algunos meses se reportó la desaparición de una chica, al principio decían que había sido su novio el responsable, se hicieron investigaciones y lo descartaron, a cada rato se pasaba a foto de ella, en las noticias, en los periódicos y toso eso. Ahora ella está aquí, en este hospital y parece que la mala suerte la persigue —dice muy bajo.
—Esa chica que desapareció es la rusa ¿No? —Rose asiente con la cabeza —. Vaya, ahora entiendo porque está tan temerosa.
—Una de las consecuencias de haber estado secuestrada tantos meses. Porque crees que hay hombres fuera de la habitación y cuidando el hospital.
—Su familia debe ser muy importante.
—Bueno.
—¿Qué? —la miro atenta.
—Se dicen muchas cosas como que tienen nexos con la mafia, su papá murió hace meses y con eso los chismes han aumentado.
—Vaya.
—Lo sé, lo sé, nadie conoce realmente a las personas, uno no sabe exactamente quien nos rodea y que secretos guarda.
En eso tiene razón Rose, nunca llegamos a conocer realmente a las personas.
—Solo ten cuidado con lo que le dices a esa chica, si es verdad lo que se dice de su familia es una persona muy peligrosa.
—Gracias Rose —me sonríe y me abraza.
Nos quedamos un rato más platicando y comiendo algo, esto de andar de arriba para abajo es cansado. Es agotador eso de andar de un lado del hospital al otro, pero atender a las personas que te necesitan es reconfortante.
No creo que esa chica sea peligrosa, vamos parece un ángel, tiene miedo de su propia sombra, es como si desconfiara de su propia familia. Ese miedo que tiene en los ojos no es fingido, de lejos se ve que ha sufrido mucho.
Entro a la habitación antes de salir del hospital, cierro la puerta con cuidado al ver que ella está dormida. Reviso el suero y que el catéter esté bien puesto y que no se le haya movido. Anoto en el expediente y la miro un momento, está en forma de feto, sus piernas flexionadas, sus manos de bajo de su cuello. Observo las cicatrices en su muñeca y estas se ven frescas, no me puedo imaginar lo mal que lo debió de pasar todo este tiempo. Nadie se merece algo así, menos una mujer, nadie.
Reviso que todo esté bien y salgo sin hacer ruido, voy por mi bolso y salgo del hospital, ya es algo tarde pero aun así la gente anda en la calle como si fuesen las tres de la tarde, camino al estacionamiento y me dirijo a mi auto, siento un horrible escalofrío que me recorre toda la piel, volteo a ver, pero nadie viene detrás de mí.
No tengas miedo Ileana, no pasa nada.
La última vez que me dijiste eso, Claus me estaba vigilando.
Es raro que ese mal nacido no haya dado señales de vida, cada que desaparece así es porque algo trama, y eso no me gusta nada. Camino más rápido cuando mi corazón empieza a latir mucho más rápido, sao mis llaves del bolso y antes de llegar al auto ya las tengo en las manos. Intento calmarme para no entrar en pánico como una loca. Meto la llave y le doy la vuelta, jalo la puerta y me meto, ya dentro cierro la puerta y enciendo el auto. Salgo del hospital lo más rápido que puedo, sé que soy un poco paranoica, pero conozco a la perfección a Claus y sé también de lo que es capaz, con él las cosas nunca son buenas, al contrario, él siempre trama algo y nada sale bien estando a su lado.
Llego a mi casa y ya me siento un poco más tranquila, apago el auto y saco la llave, cuando voy a salir me llega un mensaje, saco el celular y veo que es el fastidioso de mi hermano.
Dixon:
¿Ya vienes? Necesito alguien con quien hablar.
Yo:
Estoy abajo, para allá.
Dixon:
Te espero.
Salgo rápidamente del auto y entro a la casa, subo las escaleras y me dirijo a la habitación de mi hermano, la puerta está cerrada, toco un par de veces con los nudillos y esta se abre de inmediato dejándome ver a un Dixon molesto, triste, cansado y a la vez roto. Tiene un gran corte en el labio, está hinchado y se están poniendo morado.
—¿Ahora que hiciste? —entro y me siento en la orilla de la cama. No trae camisa por lo que puedo ver algunos moretones en el pecho y otros en el brazo —. ¿Qué demonios te pasa? —lo agarro del brazo y hace una mueca de dolor, se sienta a mi lado y quita mi mano de su brazo.
—¿Recuerdas a Ronnie? El chico guapo, castaño y de impresionantes ojos de color avellana que fue al hospital porque se le había atorado el dedo en una botella.
—Como olvidarlo, lloraba peor que una niña —se ríe un poco —. Bueno y que con él.
—Me ha dicho que no quiere que nadie sepa que es gay y que estábamos juntos.
—Bueno es un completo idiota entonces.
—Lo sé —chilla —. Lo sé y aun así no deja de doler.
Apoya su cabeza en mi hombro y suelta un suspiro. Paso mi brazo por detrás de su espalda y lo reconforto.
—¿Por qué siempre te enamoras de los más idiotas?
—Es como si yo te preguntara porque tú siempre te enamoras de los chicos malos.
—Bueno no sé, no tengo una respuesta para esa pregunta.
—Pues lo mismo yo. No sé porque me enamoro de los más idiotas del mundo.
—Somos un asco para el amor ¿Verdad? —asiente con la cabeza —. ¿Y que hiciste entonces cuando te dijo eso?
—¿Qué más podía hacer? Le rompí la boca y le tiré un diente, se defendió y me devolvió el golpe, nos hicimos de palabras y me terminó corriendo de su departamento.
—¿Cuándo vas a cambiar Dixon? ¿Cuándo vas a dejar de ser tan agresivo?
—No me pidas cosas que no puedo hacer, hermanita —se separa de mí y entorna los ojos —. Soy esto, Ileana, un alma libre y un hombre rebelde.
Niego con la cabeza y suelto un suspiro.
—No, eres un idiota y no piensas en las consecuencias.
Se pone de pie y camina al espejo que está al ras del suelo. Se limpia el labio y la verse los golpes en el cuerpo hace un puchero.
—Ven te voy a curar —me sonríe a través del espejo y va al baño por el botiquín que siempre tiene ahí. Regresa y se sienta frente a mí. Empiezo a desinfectar la herida y curar su labio.
Yo amo mucho a mi hermano, pero me da miedo que uno de sus arrebatos le haga daño a alguien o lo peor, que se haga daño él, es muy impulsivo y arrebatado, no piensa las consecuencias de sus actos y lo peor es que siempre hace las mismas cosas cuando se la han dicho mil veces que está mal.
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