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Capítulo 16. 🔥

"Ella no es bonita...es una palabra muy pequeña. Ella es fuerte y sus ojos demandan atención"

Mario Benedetti.

Elizabeth.

Cuando salgo del trabajo —ya de noche—, estoy cansada, me duelen los pies, la cabeza y mi dignidad, un maldito me agarró las nalgas pensando que trabajar en un lugar así le da el derecho a tocarme cuando se le dé la gana. Lo bueno fue que Bill lo puso en  su lugar y le prohibió entrar de nuevo al bar, menos mal.

Subo las escaleras del edificio, escucho gritos, llantos, la televisión que alguien está viendo, ya me he acostumbrado a estas cosas, cuando me detengo en las escaleras y camino por el pasillo una puerta a mi lado izquierdo se abre y un chico sale, en sus manos sostiene unas bolsitas con polvo blanco, al verme se pone a la defensiva pero cuando ve que sigo mi camino se relaja y baja las escaleras.

Entro a mi departamento y cierro la puerta con seguro y le pongo el pestillo, me siento en uno de los sillones viejos que adornan la pequeña sala y dejo mi bolso a un lado, el bolso cae de lado y el papel que me dio Aleksei cae sobre el sillón, miro el papel unos segundos y dudo en agarrarlo. Suspiro. Agarro el papel y cada palabra que me dijo Aleksei se reproduce en mi mente. Destruir a Seth es tentador, pero también es peligroso, no me imagino a ese cabrón pagar por todo lo malo que ha hecho. Aunque a mí no me trató del todo mal.

¿De qué hablas? Solo te trataba como la otra que le daba placer cuando no tenía quien se lo diera.

Eso es cierto, para Seth solo fui su paño de lágrimas, el plato de segunda mesa, la que soportaba sus rabietas y aguantaba todo porque estaba enamorada de él.

—Aleksei Koszlov —hasta su nombre es atractivo así como lo es él.

Tengo que pensar muy bien lo que hago, Jared sabe que yo sé demasiado, que me haga la estúpida es otra cosa. Jared me vigila, lo sé, y eso es lo que más miedo me da, que me haga algo a mí o mi madre.

Mi celular suena y veo en la pantalla que es ella.

—Hola, mami.

—Hola mi niña ¿Cómo estás? —suspiro. Con ella no necesito fingir, sé que puedo confiar en ella y no me va a juzgar, pero su corazón es débil y no quiero darle preocupaciones que no necesita.

—¡Bien! —exclamo feliz. Dejo el papel sobre el sillón y camino a la cocina —. Justo ahora acabo de llegar del trabajo.

—No me gusta ese trabajo, Eli.

—No hay de otra mamá, es lo único a lo que puedo aspirar —no tengo estudios, no sé hacer otra cosa —. No me puedo quejar, antes era peor.

Se hace un silencio que me dice que ella está pensando que decir.

—Antes no tenías la necesidad de trabajar —abro el refrigerador y saco la caja de jugo que está casi vacía.

—Y eso me costó demasiado, mi dignidad por ejemplo —cierro la puerta del refrigerador y agarro un vaso que está dentro del escurridor —. No quiero hablar de esto, no quiero hablar de él.

—Hablando de eso —no dice nada, me la imagino apretando los labios. Me sirvo jugo y aplasto la caja con un pie para después echar la caja al bote de basura —. Me ha mandado dinero —bufo.

—Te he dicho que no aceptes nada que venga de...él, ya no somos nada —aunque nunca lo fuimos —. Y no tienes por qué recibir nada, no saques dinero, no lo aceptes.

—Pero hija...es una muy buena ayuda.

—Lo sé mamá, pero...ese dinero...Seth ya no me importa, no tienes por qué recibir nada de ese cabrón —me doy la vuelta y regreso a la sala.

—Eli...

—No mamá, con lo que yo te mando es más que suficiente, no debes recibir nada que venga de él ¿entendido?

—Está bien Eli, mañana mismo regreso ese dinero a la cuenta y la cancelo —sonrío.

—Está bien ma, mañana te llamo.

—Te quiero hija, cuidate mucho.

—Tú también ma, has lo que te pido, por favor —me manda un beso, colgamos al mismo tiempo y dejo el celular a un lado, vuelvo a mirar el papel y por un segundo me siento tentada a llamarle a Aleksei, pero antes de que cometa una locura me pongo de pie y voy a la única habitación que hay —que es la mía— y me doy un baño.

Ya veré después que hacer.

Ileana.

Me encuentro en mi casa, hoy no me siento muy bien, me duele mucho la cintura y no aguanto los cólicos, esta es una de las desventajas de ser mujer, esto es lo único que no me gusta.

Ni siquiera he bajado a desayunar, no soporto el dolor.

Me asomo al balcón y la suave brisa de la mañana me acaricia suavemente el rostro, me apoyo en la baranda y bebo de mi té. Escucho que tocan a la puerta y miro sobre mi hombro.

—Adelante —la puerta se abre y veo a Marie —. Pasa Marie —regreso mi mirada hacia el patio trasero de mi casa, el jardinero poda el césped, mi hermano le echa ojitos.

—Señorita Ileana esto es para usted —me doy la vuelta y veo que en las manos sostiene un sobre blanco.

—¿Dice de quien es? —ella niega con la cabeza.

—Lo trajo un joven en una moto negra, pero dijo que es para usted —agarro el sobre.

—Gracias Marie, puedes retirarte —le sonrío. Se da la vuelta y cierra la puerta una vez que está afuera, me acerco a la mesita que está frente a la ventana, dejo la taza de té encima y me siento en una de las sillas.

Miro el sobre al derecho y al revés, no tiene escrito nada, ni siquiera para quien es, desgarro el sobre de un lado con cuidado de no romper lo que venga dentro, saco el papel que viene doblado y dejo el sobre a un lado de la taza.

La letra es legible, cursiva y elegante, parece que quien escribió la nota se tomó el tiempo al hacerlo.

Seth es una mala persona. No es lo que tú piensas.

Reviso el papel del otro lado y no hay nada, solo esas palabras que me dejan pensando mucho, primero Dixon y ahora esto ¿Quien es en realidad Seth Beckett? Es algo que me pregunto cada día, él parece un chico normal pero yo sé de cerca que todos llevamos máscaras, detrás de ellas ocultamos todo lo que no queremos que los demás vean, Seth puede ser una persona así y no me gusta, él me gusta de verdad y no quiero que sea la clase de chico que oculta cosas y miente. Eso no.

Dejo el papel sobre la mesita, entonces veo la invitación que me llegó hace unos días, es para la inauguración del bar de Seth, quiero ir, estoy ansiosa por verlo, solo nos hemos mandado mensajes y ya, pero necesito verlo. Esa noche en el Sky Room, solo podía ver sus ojos verdes con destellos cafés, su mandíbula cuadrada, su hermoso rostro de hombre.

He comprado el vestido el día que me llegó la invitación, es una hermosa pieza de  color beige, con un escote pronunciado adornado de detalles plateados que caen hasta las caderas, tiene una abertura en la pierna izquierda, la espalda está descubierta hasta donde termina esta, es hermoso y sé que me veré muy hermosa con él, espero que Seth me note, no sé por qué me preocupa que él me vea.

Dixon entra por la puerta y de inmediato escondo la nota debajo de la invitación, me acomodo en mi silla y le sonrío.

—¿Lista para el sábado? —asiento con la cabeza.

—¿Y tú? ¿Irás con alguien?

—Solo, quiero disfrutar mi soltería.

—No puedes estar solo por más de dos semanas —jala la silla y se sienta frente a mí.

—Llevo más de dos semanas solo y no sabes lo bien que se siente —sonríe.

—Eso dices ahora pero ya te veré el sábado, coqueteandole a cada persona que se te ponga enfrente.

—Eres una mentirosa —me avienta la servilleta en la cara —. ¿Cómo te sientes?

—Mejor, gracias por preguntar.

—¿Quieres un helado con cubierta de chocolate? —sube y baja las cejas. Sonrío ante la mención.

—Eso me gusta —se pone de pie y me ofrece una mano para salir de esta habitación.

—Vamos —lo agarro de la mano y me pongo de pie, salimos los dos de la habitación y bajamos para ir a la cocina, me siento en el banco de la isla y Dixon saca dos botes de helado con cubierta de chocolate, solo ver el bote cubierto por una capa de hielo se me hace agua la boca.

Tengo al mejor hermano del mundo sin duda alguna.

Nelly.

Me miro en el espejo por última vez, el vestido color vino se ciñe perfectamente a mis curvas, deja ver un poco de la piel de mis costados, me aliso la parte delantera y me miro el trasero.

—Sí estás bien buena y Seth no dejará de mirarte —la aniquilo con la mirada a través del espejo.

—No quiero gustarle a esa sanguijuela, solo quiero verme bien, quizá Nate esté ahí —encojo mi hombro.

—Ya no hables de él que siempre que lo haces te pones triste.

Y como no hacerlo si tiene semanas que no sé nada de él, ni un puto mensaje ni nada que me diga donde anda o que demonios está haciendo.

—Mientras no se esté acostando con una golfa —me doy la vuelta y aprieto los puños a mis costados.

Camila se ríe a carcajadas mientras se pone de pie, ella trae un vestido negro que llega a la mitad de sus piernas, los tirantes en sus hombros son gruesos y tiene unas transparencias, sus zapatillas negras son altas y su cabello corto está peinado de lado. Solo ella puede verse hermosa así.

—Lo amas ¿verdad? —asiento con la cabeza —. Se ve.

—Lo amo mucho y no quiero que nadie me quite ese amor, que nadie vea lo amable que es y el corazón tan noble que tiene —se acerca y pone sus manos en mis hombros.

—Él te ama, Nell, nunca haría eso.

—Más le vale —Cami niega con la cabeza.

Nos separamos y me pongo mis tacones que miden más de diez centímetros, son de color negro y hacen juego con la cartera negra que usaré para esta noche.

—No olvides llevar la invitación —me dice —. Es la única manera en la que vas a poder entrar, te veo allá.

—Te veo allá.

—¿Aleksei no te acompaña?

—No, dijo que tenía algo que hacer, creo que se trata de Elizabeth.

—Espero que ella diga que sí —aprieta mis manos.

—Será de mucha ayuda —asiente con la cabeza.

—Lo sé. Nos vemos allá —nos despedimos de beso en la mejilla.

Camila baja y yo detrás de ella, meto la invitación en mi bolso y espero que ella salga, Castiel no sabe que yo iré a esa fiesta, nadie debe saber para que nadie le advierta a esa rata de alcantarilla. Espero unos minutos.

—Te ves  muy bonita —me doy la vuelta y mi mamá me mira bajo el umbral de la puerta de la sala.

—Gracias —le sonrío y me paso un mechón de cabello detrás de la oreja.

—Me recuerdas a mí cuando era joven —una sonrisa de tristeza se dibuja en sus labios. Vera a pesar de tener la edad que tiene —que no pasa de los cuarenta y cinco— se ve muy joven, su piel es de porcelana, su cabello más rubio que el mío, recogido en un elegante moño, siempre viste a la moda, su maquillaje es natural y se ve hermosa así.

—Tú eras más hermosa —le digo y ella se acerca a mí —. Apuesto que mi papá estaba loquito por ti.

Ella sonríe y la manera en la que lo hace me hace pensar que es cierto.

—Tu padre podía ser un hijo de puta con los demás, pero conmigo era el hombre más dulce y tierno de todo el mundo, siempre atento, amable y amoroso —pasa mi cabello detrás de mis hombros —. A pesar de todo él era un buen hombre y tú te mereces a alguien así.

—Creo que nadie se comparará jamás con papá —ella me mira a los ojos.

—Nadie será como él, porque era único, pero puedes encontrar un buen hombre que te ame como tú lo mereces. No debes estancarte en lo que Beckett te hizo, no todos los hombres son así, todavía hay hombres buenos, hija.

—Lo sé —Nate es la prueba de ello.

—Bueno ve a hacer lo que sea que tengas que hacer y mucha suerte con eso —me sonríe y me da un beso en la mejilla.

—Gracias mamá.

—Anda ve —me doy la vuelta y veo a Pete en la puerta, al verme me sonríe y me entrega su brazo para salir de la casa.

—Hoy te ves muy guapa mi niña —bajamos los escalones y me lleva al auto.

—Gracias, Pete, tú también te ves muy guapo hoy —levanta una ceja —. Y todos los días.

Sonríe satisfecho y me abre la puerta del auto, cierra y rodea para subir. Veo como se pone el cinturón y me mira a través del espejo retrovisor.

—¿Nos vamos? —suspiro y asiento.

—Vamos.

Arranca el auto y ante su paso la reja alta y reforzada se abre, el chico que cuida la puerta se asoma y verifica que todo vaya bien.

—Todo bien Joan, la señorita sale esta noche —miro a través de la ventanilla y Joan asiente con la cabeza, salimos a la calle y Pete da la vuelta para salir a la carretera principal.

Pone música latina y mueve la cabeza de un lado al otro, este hombre es oro puro, un fiel trabajador y un buen amigo, consejero y protector, siempre dando la vida por los suyos y más de una vez ha recibido disparos por alguno de nosotros, más que un matón es parte de la familia.

—Hemos llegado —dice y apaga el auto del otro lado de la calle —. Si necesitas que venga por ti me llamas y en menos que cante un gallo yo estoy aquí.

—No te preocupes, Pete, espero irme con Camila.

—Mucha suerte mi niña bella —sonrío.

—Gracias fortachón —me abre la puerta y salgo acomodando mi vestido, me fijo a ambos lados y cruzo al ver que no viene ningún auto. Me detengo frente al club y echo la cabeza hacia atrás, al menos son tres pisos.

Caos.

Se lee en letras neón rojas, tan grande que puede verse a varios metros distancia, la gente entra con sus invitaciones en las manos, ellas con elegantes vestidos, costosos y modernos, y ellos enfundados en trajes de marca y zapatos que cuestan lo mismo que un auto de lujo.

Sacudo la cabeza y suspiro, me acerco a la puerta, que es custodiada por dos hombres vestidos de negro, ellos altos, grandes, fuertes y con la cabeza rapada.

—Nombre —dice uno de ellos con la voz ronca. Me mira y frunce el ceño.

—Camila Rose —le digo mostrándole la invitación, teclea en su tableta y desliza el dedo de arriba para abajo.

—Adelante —guardo la invitación y entro cuando el segundo hombre se hace a un lado.

Luces de color rojo iluminan el lugar, la pista principal es enorme y alrededor hay mesas y sillas, bancos y sofás, todo aquí se ve tan lujoso. Mujeres con diminutas faldas que dejan ver el inicio de sus nalgas y corsets andan de un lado al otro, en sus manos bandejas con copas y vasos con diferentes tipos de bebidas. Una chica pasa y se detiene frente a mí.

—¿Le ofrezco algo de beber?

—Champagne está bien —asiente con la cabeza y me da una copa con espumante champagne. Se aleja y veo que sigue ofreciendo más bebidas.

Doy una vuelta, debo reconocer que el lugar es más de lo que yo me imaginaba, cada esquina de este lugar grita elegancia, sexo, drogas y más que nada clandestinidad. No me imagino que Seth sea tan transparente y detrás de este negocio no haya cosas turbias y sucias.

Una enorme barra unos escalones arriba es el centro de atención, es redonda y en cada punto hay un bartender que prepara bebidas exóticas y comunes. Los hombres que pasan a mi lado me miran de arriba abajo, me sonríen y yo los ignoro con fastidio, el único hombre que a mi me interesa ni siquiera está aquí.

Me doy otra vuelta y lo bueno es que el lugar es tan grande que no me he encontrado ni con Castiel, ni con Gale, menos mal, no quiero que uno de ellos le informe a Seth que estoy aquí y lo ponga alerta.

Mi celular suena cuando estoy a punto de subir al segundo piso, tengo curiosidad por ver que hay allá, la gente sube y sube haciendo más grande mi curiosidad.

Cami:

Beckett está en la barra, de tu lado izquierdo.

Guardo el celular y veo a Cami sola, al verme ella me sonríe y puedo leer sus labios "suerte" y después se aleja.

Bajo los dos escalones que había subido, me acomodo mi cabello, mi vestido y camino con paso firme hasta ese hijo de puta, necesito estar segura cuando esté frente a él. Hace meses que lo vi por última vez y no sé como me afecte su presencia, si voy a querer matarlo o decirle todas las palabras que me guardé por miedo a que me lastimara.

No, no, no debo verme débil, debo ser fuerte, ser la más perra de todas, ser la mujer que él rompió y la cual resurgió de las llamas. Tengo que ser Nelly Król.

Avanzo entre la gente con determinación, mis tacones suenan con cada paso que doy, y con cada uno me siento más segura, las personas me miran, mi pecho se infla, mis hombros arriba en cada segundo, no me permito bajar la cabeza, nunca más lo haré, ante nadie. Hombres e incluso mujeres se detienen a ver a la mujer que pasa con determinación a su lado.

Mi modo perra se ha activado y romperé su frío y oscuro corazón. Quiero verlo débil, por una puta vez en mi vida quiero ver a  Seth Beckett dolido y confundido. Cuando llego a la barra lo veo sentado bebiendo vodka.

—¿Qué se le ofrece? —pregunta el hombre detrás de la barra.

—Lo mismo que toma él —el hombre asiente con la cabeza. Parece que Seth reconoce de inmediato mi voz porque veo como traga saliva, su manzana de Adán se mueve y arrastra la mirada hacia mí, palideciendo de inmediato.

—Hola —le digo y me siento a su lado.


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