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Día 8 | ¡Empate!

—Jimin, ¡he tenido una idea fantástica!

—¿Cuál?

—Nos abrigaremos bien y mucho e iremos a la casa del vecino que tiene una moto de nieve. La pediré prestada para que vayamos al pueblo y puedas avisar que estás a salvo.

Jimin saltó de alegría.

—¡Es maravilloso! ¿Dónde vive tu vecino?

—A un kilómetro de aquí.

El chico pestañó rápido y retrocedió dos pasos.

—¡Un kilómetro! ¿de verdad lo dices?

—Sí —Jungkook rió ante la cara de susto que Jimin tenía— un kilómetro no es mucho, Jimin.

—Jungkook, parece que ya has olvidado que yo caminé cincuenta metros desde mi auto a tu casa y casi morí en el intento…

—Ahora irás conmigo, no dejaré que te desmayes —él rió con su hermosa sonrisa de conejo pero a Jimin no le dio gracia— vamos, ve a abrigarte, salimos ya. No olvides tu teléfono.

A regañadientes se abrigó y salieron.

Ni bien habían iniciado la caminata, Jungkook le arrojó una bola de nieve que fue a dar justo en su pecho.

Jimin quedó atónito ante el ataque a traición.

—¡Esto es la guerra! —Le gritó y empezó a juntar nieve con los ojos brillando de emoción y competencia.
Jungkook desde lejos y con una sonrisa astuta, amasaba una bola de nieve enorme.

El rubio se apresuraba a hacer lo mismo, pero su bola de nieve era significativamente más pequeña.
Lanzó su bola de nieve hacia Jungkook con toda su fuerza pero él se agachó justo a tiempo, y la bola de nieve pasó rozando su oreja.
Jimin reía a carcajadas, ¡esto era tan divertido!

Jungkook se levantó rápidamente y lanzó esa enorme bola de nieve hacia la espalda de Jimin.

La pelea continuó durante varios minutos, con ambos lanzando y esquivando los ataques del otro.
Finalmente, después de lo que pareció una eternidad, Jimin y Jungkook se detuvieron, exhaustos y riendo. Se miraron el uno al otro cubiertos de nieve y sonriendo de oreja a oreja.

—¡Empate! —gritó Jimin que claramente había perdido esa guerra.

—¿Empate?
Jungkook se tiró contra él y ambos cayeron riendo y rodando en la nieve.

Jimin, de espaldas sobre la nieve blanda, sintió el frío filtrarse a través de su ropa pero estaba demasiado feliz para sentirlo.
Extendió sus brazos hacia los lados y los movió suavemente, trazando un arco en la nieve. Se sentó para observar detrás de él, la huella en la nieve que se parecía a un par de alas y volvió a acostarse.

—¿Qué haces?

—Hago el ángel, siempre quise hacer uno. ¡Ven! Haz tú también un ángel, Jungkook.

En lugar de eso, Jungkook llegó a su lado, tomó su rostro entre sus dos manos y lo besó.
Él ya no podía seguir fingiendo que cada cosa que Jimin hacía no lo volvía loco de ternura y deseo. Este ángel rubio, llegado en una chatarra roja, era demasiado hermoso para ser real. 

—Me equivoqué Jimin, sí te crecieron alas hoy.

Hizo el intento de levantarse sintiendo que había ido muy lejos con ese beso pero Jimin no dejó que se fuera, lo agarró del abrigo justo a la altura del pecho, y lo atrajo hacia sí con una fuerza que revelaba su necesidad.
Unió sus labios a los de Jungkook en un beso cálido y urgente.

—Empate —Volvió a decirle sin retirar su boca de la boca ajena.

Bendito Sapporo

























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