Verde desatado
Aela estaba teniendo problemas en formarse una opinión sólida sobre el líder de su nuevo grupo. Por un lado, lo odiaba; haber visto a su amado Kyouya humillado por las tácticas sucias del Druida peliverde le llenó el corazón de pensamientos oscuros. Por el otro, no pudo evitar sentir admiración por la devoción que demostraba por las otras miembros de su grupo, algo muy rara vez visto. Esto quedaba demostrado por el hecho de que se tomaba muy en serio conocerlas, no solo sus fortalezas y debilidades, sino en planear todas las contingencias que el grupo pudiese enfrentarse en el campo de batalla.
Muy diferente de Kyouya, que apenas si recordaba el nombre de ella, mucho menos su clase y habilidades.
Aela también había notado ciertas similitudes, como que ambos eran líderes masculinos rodeados de un grupo totalmente femenino. A diferencia de Kyouya, sin embargo, el joven Druida parecía muy consciente de los sentimientos de sus compañeras, y los aceptaba. Ella tenía sentimientos mezclados respecto a esto; Kyouya parecía evitar cualquier nivel de romance cuando ella y la ladrona se encontraban juntas, pero estaba dispuesto a llevársela a su tienda por la noche, cuando la otra chica no estaba presente.
La imagen mental de que la otra chica recibiera ese mismo tratamiento la hizo temblar.
- Entonces, ¿qué clase tienes? – le preguntó Izuku a la pelirrosa, trayéndola de vuelta al presente. – Si tienes alguna especialidad, necesitas decírmelo. Tener las herramientas y equipamiento apropiados es clave allá afuera.
La pelirrosa gruñó un poco, sin saber si seguía molesta por ser interrogada, o feliz de que le dieran atención y la considerasen parte del grupo.
- Soy una Cazadora... – respondió Aela, apenas lo bastante audible para darse a entender.
Notó entonces las expresiones confusas del Druida y sus compañeras, lo que le provocó flashbacks del día que conoció a Kyouya. En ese entonces, estaba dispuesta a hacer cualquier cosa para impresionar al héroe, para reclamarlo como suyo. La Ladrona tenía más para mostrar, sin embargo, pues no solo presumía sus atributos femeninos, sino su habilidad para forzar cerraduras, sigilo, desarmar trampas y valuar los objetos.
La única cosa que podía presentar era su habilidad para reconocer las plantas que tocaba, y nunca perderse en lo salvaje.
- ¿Otra experta en lo salvaje entonces? – preguntó Darkness, haciendo que la pelirrosa diera un respingo. La redundancia probablemente fue lo que hizo que Kyouya eligiera sacrificarla a ella, y tal vez también reduciría su valor para este grupo.
El Druida era obviamente una elección mucho mejor como experto en lo salvaje de lo que ella jamás podría ser.
- ¿Qué hay de la especialidad? – preguntó la diminuta Archimaga, a lo cual la pelirrosa se rehusó a hacerle contacto visual. – ¿Hay algo en lo que seas buena?
Había cosas en las que era buena, por supuesto, pero no mejor que otras personas.
- Tengo buena destreza con las manos... – comenzó a decir Aela, con la voz cada vez más débil al tratar de continuar. – Puedo colocar trampas sencillas... y cocinar cosas simples...
Era de nivel 15. Debería haber sido mejor en sus especialidades, tal vez incluso llegar a una clase avanzada...
Viajar con Kyouya había atrofiado su crecimiento, ahora se había dado cuenta de ello. Pero en ese momento no parecía importar en absoluto. Ella y la ladrona no tuvieron necesidad de hacer otras cosas que no fueran algo de soporte en el campo y llevar cargas ligeras, preparar los campamentos, y recibir halagos por su apoyo moral. Kyouya había hecho prácticamente todo en las misiones que habían tomado; desde matar al objetivo, hasta destruir obstáculos imposibles.
Dudaba mucho que el Druida quisiera tener a una simple animadora.
- ¿Una francotiradora entonces? – preguntó Izuku, mostrando una sonrisa tan amable que hizo sentir terrible a la pelirrosa. – Ciertamente nos podríamos beneficiar de algo de apoyo a distancia, y de alguien que pueda cocinar.
¿El Druida tenía grandes expectativas con ella?
- Estoy de acuerdo. – agregó la pequeña Demonio Carmesí, haciendo que la chica en cuestión se sintiera todavía peor. – Alguien que pueda dispararle flechas a las cosas que se le escapen a nuestra Paladín sería grandioso.
- Nadie ha podido pasar de mí. – dijo la Paladín rubia, asustando un poco a Aela, pues pensaba que habría alguna denegación. – Aunque sería genial poder comer algo más que bayas cuando estamos en el campo. Sin ofender, pero la cecina no es la mejor forma de comer carne.
Aela ya no pudo soportarlo más. Esto no era una entrevista para que la admitieran en un grupo deseado. ¡Esto era un recuento de sus habilidades para sobrevivir la carga que estúpidamente decidió llevar en lugar de Kyouya!
- ¡ESPEREN!
El grito de Aela captó la atención de todos, incluyendo a los de fuera del grupo.
- Puedo usar un arco, es verdad. – dijo la pelirrosa empezando a juguetear con los dedos. – Pero necesito tiempo para alinear el disparo... y me canso fácilmente al sostener la flecha en su lugar...
Aela sintió que los ojos del Druida y su grupo se fijaban en ella, así que bajó la mirada antes de continuar.
- Puedo colocar trampas. – la voz de la Cazadora se volvía aún más pequeña. – Pero solo para atrapar animales pequeños...
Lágrimas comenzaban a formarse en las esquinas de sus ojos, sintiéndose totalmente inútil frente a un grupo que debía ser de primera para haber derrotado al gran Kyouya.
- Y lo único que sé preparar son sándwiches y jugo...
Aela, sin necesidad de mirar al Druida, podía decir con certeza que la mandarían al mercado, a vender cosas en algún puesto callejero. Tal vez podría servir como camarera extra en el gremio si tenía suerte. En su mente y corazón sabía que ella tenía toda la culpa por sus habilidades tan mediocres, que debería haberse puesto a entrenar, incluso si Kyouya no necesitaba la ayuda.
- Ya veo. – habló Izuku, tomando una postura pensativa. – En ese caso podría ayudarte mucho usar una ballesta.
Aela parpadeó confusa. No se esperaba que le ofrecieran apoyo o comprensión de ninguna manera.
- El resto solo necesitas entrenarlo con tiempo y paciencia. – El juicio de Izuku fue sorprendentemente amable, y ver al resto del grupo asentir con aceptación también fue muy extraño.
- ¡Izuku! ¡Izuku! – De repente Megumin llamó su atención, echando chispas por los ojos. – ¿Por qué no diseñas una ballesta para ella?
- ¿Un arma creada por el amo? – preguntó la harpía negra en su voz susurrante, que aun así le enchinó la piel a la Cazadora pelirrosa. – ¡Eso será increíble!
- Puedo diseñar los planos. – replicó Izuku, tratando de sonar modesto con sus habilidades. – Pero tendré que comisionársela a los enanos.
Esa declaración solo dejó confusa a Aela. Los únicos que podían fabricar arcos mejores que los elfos eran los druidas, pues podían comandar la madera y la cuerda para que tomasen cualquier forma y tuvieran los atributos que ellos deseaban. Construir una ballesta debería estar dentro de las habilidades de este Druida en particular, así que tenía poco sentido comisionársela a los enanos.
- Nos vendría bien también un kit para comer. – añadió Darkness, cuya mente recordó rápidamente que aunque la comida natural era buena, los almuerzos bien cocidos le resultaban mejor. – Sin ofender, tener almuerzos y cenas apropiadamente cocinados sería genial si nos vemos en una misión muy prolongada.
- Pero solo puedo preparar sándwiches... – repitió Aela en voz baja, tratando de evitar dar expectativas muy altas.
- No me ofendo. – replicó Izuku con una sonrisa antes de ponerse serio. – Ahora, es tiempo de corregir tu problema de precisión, Darkness.
La sonrisa que adornaba el rostro de la Paladín rubia desapareció, siendo reemplazada ahora por una expresión sombría.
(-0-)
Aproximadamente una hora más tarde...
Detrás de una de las herrerías, en una zona designada específicamente para probar las armas, el joven Druida y sus compañeras de grupo se habían reunido.
*¡TWACK!*
Aela disparó con una ballesta ligera, logrando un tiro bastante decente en la diana que tenía frente a ella.
- Esto es más fácil de usar que un arco. – murmuró la pelirrosa mientras recargaba el arma. – Y también cansa menos.
*¡TWACK!*
Disparando otro dardo, y esta vez logrando dar un poco más cerca del centro de la diana, comenzó a recordar todas las veces que Kyouya le dijo que se tomara las cosas con calma y practicara con el arco, que se tomara su tiempo, porque realmente no necesitaba que ella creciera tan rápido. Eso, y que no necesitaba ayuda para pelear.
Al ver que su puntería estaba mejorando, no pudo evitar cuestionar la sabiduría de Kyouya.
- Sé que te dije que me encanta ser humillada... – La voz de Darkness hizo que la atención de la Cazadora se desviara de su propio entrenamiento. – ¡Pero me rehúso a usar algo tan poco refinado!
La Paladín rubia ya no estaba blandiendo una espada larga elegante. En lugar de eso, en su mano izquierda sostenía un enorme escudo redondo, mientras con la derecha llevaba un gran garrote de madera. Ambos objetos habían sido hechos por el Druida peliverde.
- Solo es para una prueba, Darkness. – replicó Izuku con una voz algo pacificadora. – Tu arma de elección requiere que inviertas tus puntos de habilidad en la precisión, debido a sus atributos marciales de fineza. En cambio, las mazas y los garrotes solo requieren de fuerza para ser efectivos.
El joven Druida se veía tan tímido que Aela no podía dejar de preguntarse cómo pudo Kyouya perder contra él.
- Como una Paladín de Eris, debo mantener una imagen de elegancia y disciplina. – dijo Darkness con una voz solemne, solo para empezar a agitar el garrote en su mano derecha salvajemente. – ¡Esto es algo barbárico!
El garrote que llevaba no era un simple trozo de madera con forma. Izuku lo había creado haciendo crecer uno de sus látigos de vides, dándole una empuñadura ergonómica, aparte de un cuerpo endurecido de manera uniforme y balanceada, el cual crecía hacia la cabeza en una forma perfectamente simétrica, cubierta de espinas filosas y dispersas en intervalos regulares y patrones geométricos.
- ¿Y el escudo? – continuó Darkness, esta vez golpeando el escudo con el garrote, creando un sonido tan poderoso que dejaba pocas dudas sobre su fuerza. – ¿Cómo se supone que disfrute de recibir golpes si llevo uno de estos?
El escudo estaba hecho con dos vides endurecidas que habían sido enrolladas entre sí, dándole un patrón en espiral bastante hermoso. Las espinas que poblaban todo el frente y los bordes le daban esa apariencia brutal y barbárica que a la Paladín parecía no gustarle para nada.
Aela parpadeó un par de veces, tratando de enfocarse en el tipo de planta usado para hacer ambos objetos.
- Darkness, eres una Paladín, se supone que debes usar un escudo. – La voz de Izuku cargaba sabiduría y amabilidad a un nivel que la Cazadora no estaba acostumbrada a oír. – Si no quieres usarlo para protegerte, entonces al menos deberías usarlo para proteger a los que son más débiles que tú.
- Esperen... – Aela trató de llamar su atención hablándoles. – ¿Eso de allí es Corteza de Hierro?
- Creo que se te ven bien, Darkness. – Megumin alzó la voz, ahogando la pregunta de la Cazadora. – Como se ven amenazadores, solo los más fuertes tratarán de golpearte.
Mientras Darkness comenzaba a murmurar sobre sus nuevas posibilidades, Aela se dio cuenta que, efectivamente, el escudo y el garrote estaban hechos de corteza de hierro, solo que no era la tallada por elfos, sino crecida naturalmente. Eso significaba que el joven Druida era mucho más capaz de lo que sugería su apariencia.
- ¡Está bien! – exclamó Darkness, con un rubor adornando su rostro al sentir que se estaba convirtiendo en el hazmerreír del gremio por usar armas de aspecto tan crudo. – Le daré a estas armas una oportunidad. ¡Pero si no funcionan, volveré a usar mi espada larga!
Por solo un momento, Darkness mantuvo un semblante aristocrático que casi parecía arrogante. Pero desapareció cuando Liza se paró frente a ella. Darkness levantó una ceja, honestamente confusa, e incapaz de leer la cara estoica de la chica cocodrilo.
- ¿Te... sucede algo? – preguntó Darkness, sonando bastante neutral, para sorpresa de la Cazadora pelirrosa. – ¿Necesitas algo?
Un segundo, eso fue todo lo que Darkness necesitó para alistarse para un golpe.
Liza, rápida como un destello, había levantado su masiva cola, girado sobre sus pies, azotando su extremidad escamosa sobre la Paladín rubia, que instintivamente alzó el escudo verde.
*¡BOOM!*
El sonido de la colisión resultante fue tan fuerte que el dueño de la herrería tuvo que salir para ver lo que estaba sucediendo.
- ¡Oi! – les gritó el enano enojado. – ¡Nada de romper mis armas sin comprármelas primero!
Tomándose un momento para calmarse, Izuku y el resto del grupo observaron lo que había sucedido realmente. El escudo había soportado el impacto, y Darkness había retrocedido unos cuantos centímetros. La Paladín rubia miraba con algo de timidez por encima del escudo, con los ojos muy abiertos y con un extraño brillo al ver a Liza.
Aela no sabía qué era más impresionante: si el hecho de que un escudo de madera había soportado un impacto tan poderoso, o que la cola de la chica cocodrilo estaba totalmente intacta luego de colisionar contra un escudo de aspecto tan brutal.
- ¡Amo... fuerte! – dijo Liza, señalando al escudo. – ¡Tú... decir gracias!
Aunque obviamente era su manera de mostrar la providencia de su amo, Izuku no pudo evitar pensar que se estaba yendo un poco de mano con la devoción. Aun así, planeaba acariciarle la barbilla para demostrarle su aprecio más tarde.
Darkness se miró el brazo con el que sostenía el escudo, y luego a la chica cocodrilo. Eso había dolido, bastante.
- ¡Liza! – gritó Darkness al ver que la albina se iba caminando hacia su amo.
La inteligible cara de Liza se giró hacia la Paladín, y Aela pensó por un momento que la aristócrata estaba a punto de exigir una compensación. ¡Una semihumana inferior acaba de atacarla después de todo!
- ¡Hazlo de nuevo! – añadió Darkness, comenzando a respirar de manera espeluznante.
Aela se quedó estupefacta por la escena.
- Chika cree que la rubia está mal de la cabeza. – dijo la harpía negra en murmullos rasposos, aunque todos podían oírla. – Eso no está bien.
Izuku solamente soltó una risita nerviosa, feliz de que el escudo había funcionado mucho mejor de lo esperado, comparado con todo lo demás.
- Chika no se equivoca. – secundó Megumin, aunque realmente se veía algo asustada. – Eso... tenía la fuerza como para romperle los huesos a un jefe trol de montaña...
Aela sabía que tal hazaña habría sido fatal para un humano sin protección. La peor parte, podía ver que la albina reptiliana no había usado toda su fuerza. Eso significaba que seguramente su mordida era todavía más letal.
Eso también significaba que la ladrona había sido muy afortunada... ¡esta semihumana podría haberla despedazado en cuestión de segundos si hubiera querido!
- ¡Emergencia! ¡Esta es una emergencia!
Todos los altoparlantes alrededor de la ciudad comenzaron a sonar fuertemente, transmitiendo el mensaje del gremio. El anuncio también interrumpió lo que el grupo de Izuku estaba haciendo.
- ¡Todos los aventureros disponibles, y todos los que puedan pelear, diríjanse a la puerta principal de inmediato! Repito...
Mientras se repetía el mensaje de emergencia, Izuku intercambió miradas con todos, pues nadie parecía estar menos confuso que él.
(-0-)
Un minuto después, en las puertas de Axel...
- ¡¿QUIÉN FUE?! ¡¿QUIÉN FUE EL CANALLA QUE DESTRUYÓ MI FORTALEZA?!
Izuku y compañía observaron en silencio, estupefactos, cómo un caballero sin cabeza gritaba furioso ante los aventureros reunidos, muchos de los cuales temblaban de absoluto horror. Todos estaban mirando a un no-muerto tan poderoso que podía pararse frente a ellos a plena luz del día.
- ¡¿DÓNDE ESTÁ EL IMBÉCIL QUE HIZO LLOVER FUEGO EN MI GUARIDA SIN TENER LA DECENCIA DE PRESENTARSE PRIMERO?!
Murmullos de miedo comenzaban a sonar por aquí y allá, sin que nadie estuviera seguro de lo que el poderoso no-muerto podría estar hablando. Y entonces, entre los murmullos, algunas personas del gremio reconocieron a la figura que los amenazaba.
Se trataba de Beldia, un General del Rey Demonio.
Izuku sintió que se le formaba un nudo en el estómago. El no-muerto mencionaba una fortaleza destruida, lo que sonaba demasiado cerca para su gusto. Una mirada rápida a su pequeña compañera Archimaga fue todo lo que necesitó para entender que él y su grupo eran los culpables.
Megumin estaba haciendo todo lo que podía para no mirarlo.
- ¡SI NO SALES AHORA... – Beldia continuaba gritando, llegando al punto de la histeria y la rabia – ... ARRASARÉ ESTE PUEBLO HASTA QUE NO QUEDE NADA, Y AGREGARÉ A CADA ALMA A MIS LEGIONES DE LOS CONDENADOS!
El miedo y la desesperación se apoderaron de todos los aventureros presentes. La amenaza era demasiado real, y la mayoría de ellos no se habían enfrentado a un desafío tan enorme en toda su vida. Solo los aventureros de más alto rango podrían tener suficiente fuerza para encarar a un General del Rey Demonio.
Megumin estaba temblando; esto tenía que ser su culpa. No había destruido ninguna fortaleza con explosiones desde que puso a prueba su nuevo hechizo, lo que significaba que fue su Big Bang lo que provocó todo este lío. Reuniendo todo su aplomo para enfrentarse a esto de la manera más gloriosa posible, dio un paso al frente...
Solo para ser detenida por la mano de Izuku.
- ¡Señor! – llamó Izuku, con la voz algo temblorosa debido al pánico de atraer la atención de un enemigo semejante, y la falta de un plan. – Señor, uhm...
Su cuerpo otra vez se había movido por sí solo, sin pensarlo. Pero él no se arrepentiría de proteger a Megumin y a sus chicas... y a sus nuevas amigas... o a todo el pueblo.
- ¿Uh? – Beldia pareció distraerse por un momento. – Beldia. Soy Beldia, un General del Rey Demonio.
Izuku finalmente notó que el caballero estaba sosteniendo su propia cabeza decapitada con una mano.
- ¿Y quién se atreve a acercarse a mí? – La pregunta del poderoso no-muerto dejó desorientado a Izuku; pues casi se esperaba tener que esquivar un ataque.
- ¿Yo? – Izuku dejó entrever sus nervios solo un poco. – Me llamo Izuku, soy un Druida novato.
Hubo un momento de silencio en el cual tanto el no-muerto como el Druida se quedaron allí, mirándose uno al otro. Izuku sabía que este enemigo era mucho más fuerte que ninguno al que se hubiera enfrentado antes, y que no estaba listo para un combate de este nivel. Beldia por su parte solo estaba ligeramente alerta; el Rey Demonio les había advertido a él y a los demás no tomar a la ligera a los Druidas, porque nadie sabía cuándo el propio mundo podría acudir en su ayuda.
- Tal vez, si nos puedes explicar lo que pasó... – continuó Izuku al ver que no había hostilidad abierta, al menos por ahora – ¿podríamos... ayudarte?
Otro momento de silencio llenó el campo, mientras todos esperaban la respuesta del temible no-muerto.
- Yo... – comenzó a hablar Beldia,... y su semblante pareció cambiar – ... puede que haya comenzado con el pie izquierdo aquí.
Izuku parpadeó sorprendido.
- Ciertamente, me pasé un poco por un momento al hacer eso, qué vergüenza. – se lamentó Beldia, para sorpresa de Izuku. – Pero tienes que entender que perder una fortaleza, ni hablar de todos los recursos que almacené allí, sin recibir un desafío apropiado ¡es increíblemente grosero!
- Puedo imaginármelo. – concedió Izuku, y entonces recordó quién era la culpable, y que él mismo la había ayudado.
- Día tras día, tras día, tenía que volver a mi fortaleza, solo para encontrar nuevos agujeros y paredes quemadas. – comenzó a narrar Beldia sus lamentos.
Una niña pequeña vestida de rojo de pronto se paró junto al Druida, interrumpiéndolo rápidamente.
- ¡Eso fue culpa mía! – gritó Megumin, sorprendiendo a todos, especialmente a Izuku. – ¡Tenía que practicar mi magia explosiva, y ese castillo tan enorme y fuerte era el blanco perfecto!
- ¡¿FUISTE TÚ?! – rugió Beldia furioso. – ¡¿ACASO VERIFICASTE ANTES DE EMPEZAR A DISPARAR?!
- ¡Yo lo hice!
Chika de pronto voló al lado de su amo, sacándoles gemidos a todos, incluso al Dullahan.
- Chika volaba hacia el castillo todo el tiempo. – añadió la harpía, volviendo a sus susurros rasposos. – Solo había esqueletos tontos allí; ni siquiera un mago agitando varitas para darles órdenes.
Izuku volvió a moverse sin pensar, empujando a las dos chicas bajitas hacia atrás de él.
- ¿Los tres están juntos? – preguntó Beldia, recordando por un momento el tiempo cuando fue un caballero honorable, lleno de amor por su doncella... un amor que traicionó en nombre de una religión estúpida.
Tres asentimientos de cabeza fueron suficientes para darle su respuesta al general no-muerto. Los ojos llenos de amor y determinación en el rostro del joven Druida eran más que suficientes para ahogarle su ira.
- Entonces, el bombardeo contra mi castillo fue resultado de que mi mayordomo no salía a plena vista... – dijo Beldia en voz baja, sin ser escuchado por los que estaban reunidos. – Entiendo. Los perdonaré por esta vez.
Izuku dejó salir un suspiro de alivio, y entonces vio al Dullahan apuntándole mientras le lanzaba una severa mirada en su dirección.
- ¡Pero más te vale que mantengas a tu pequeña novia bajo control! – Las palabras de Beldia hicieron sonrojar tanto al Druida como a la Archimaga. – ¡Y que tu esclava sea más cuidadosa al hacer reconocimiento la próxima vez!
Chika hizo un puchero, pero fuera de eso no dijo nada. Sin embargo, las siguientes palabras de Beldia dejaron helados a todos.
- Todavía planeo llevarme la cabeza de la idiota que hizo explotar mi castillo.
- Pero si ya dijimos... – Megumin estaba a punto de alzar la voz.
- ¡NO HABLO DE TUS PATÉTICAS EXPLOSIONES! – la interrumpió Beldia con un grito. Podría sentirse embelesado por la imagen de un par de tortolitos, pero aun así iba a vengarse.
Izuku rápidamente le cubrió la boca a Megumin, antes que se fuera de lengua.
- Mi hogar no fue destruido con magia explosiva. – clarificó Beldia, atrayendo la atención de los the aventureros. – Estaba regresando de mi guarida anterior, cargando preciosos tesoros y decoraciones para que mi nuevo castillo estuviese a la altura de un General del ejército del Rey Demonio.
Beldia conocía muy bien cada una de las piezas. Retratos, imágenes muy grandes y estatuillas de una mujer desnuda a la que conocía muy bien. Piezas que le alegraban del corazón de puro arte que lo hacía sentirse vivo... y ahora todas habían quedado reducidas a polvo.
- Entonces hubo una luz, intensa y caliente. Borró todo el terreno, incinerando todo a su paso. – explicó Beldia, lanzándoles una mirada asesina a los aventureros. – Yo salí volando a varios kilómetros de distancia. Ese fue el poder de un arma legendaria, ¡y quiero al idiota que lo usó en contra de mi hogar!
Megumin no estaba segura si debería sentirse honrada de que su hechizo Big Bang fuese considerado en la misma categoría de un arma legendaria, o insultada de que no le dieran el crédito por tal nivel de destrucción.
- Esperen, ¿ese fue Kyouya?
De nuevo comenzaron los murmullos entre la multitud.
- Debe haber sido Kyouya, es el único que tiene un arma legendaria en este pueblo.
Los murmullos comenzaron a hacerse más fuertes, al grado que tanto el Dullahan como el Druida podían escucharlos fácilmente.
- Debe haber estado muy cabreado por haber perdido ese duelo.
Aunque Izuku estaba en contra de la idea de culpar a otra persona por sus propios errores, esta vez lo consideraba una decisión táctica. El espadachín rubio no se encontraba en las cercanías, lo que significaba que el Dullahan no podría tener su batalla hoy. A lo mucho, tendría que dejar su desafío para el sujeto, por lo cual Izuku luego tendría que pedir disculpas e incluso ofrecerle asistencia para pelear contra este enemigo tan formidable.
- Ya veo. – La voz de Beldia produjo silencio. – Entonces el imbécil tiene un nombre. ¿Dónde se encuentra ahora?
Algo en la voz del Dullahan puso a Izuku al filo de la navaja. El General no-muerto quería sangre.
- ¡Yo puedo responder eso! – Esta vez fue Luna quien habló, mostrando que era mucho más que solo una recepcionista del gremio. – Kyouya se fue del pueblo ayer, tomó una misión urgente cerca de la cordillera de las montañas.
Eso era una mentira, y Aela lo sabía. Su querido Kyouya no había tomado ninguna misión. Ella había preguntado, lo que significaba que simplemente abandonó el pueblo para buscar fortuna en otro lado.
Izuku comenzó a enviar sus vides hacia el suelo. Una mirada hacia Chika, y la harpía negra se tensó con anticipación.
- Ah, ya entiendo. – El tono cordial de Beldia mantenía cierto deje sombrío. – Su héroe local ha sido llamado a solucionar algún tipo de crisis.
Las vides de Izuku habían brotado a los pies de Liza y Darkness. Ambas entendieron que su líder se estaba preparando, y también ellas debían hacerlo.
- Supongo que tendré que hacer del fuerte cerca del río mi nuevo hogar. – continuó Beldia, dirigiendo su mirada hacia Izuku y Megumin. – Con suerte, allí no habrá más... entrenamiento de explosiones indeseado.
El Druida y la pequeña Demonio Carmesí asintieron.
- Ahora, ¿hay alguien aquí que conozca personalmente a este tal Kyouya? – preguntó amablemente Beldia. – No quisiera que mi mensaje se quede sin llegarle.
Como uno solo, cientos de dedos apuntaron a una horrorizada pelirrosa. La chica en cuestión se sintió traicionada, e Izuku por su parte tenía la impresión de que todos en el pueblo habían arrojado a una de los suyos a la boca del lobo sin remordimiento alguno.
La Cazadora novata no vio cuando una pequeña vid salía del suelo debajo de sus pies.
- Muy bien. – Beldia ahora se estaba dirigiendo a la horrorizada chica. – Quiero que le digas que tiene cinco días, empezando a partir de hoy, para ir a enfrentarme en mi nuevo hogar, o sino...
El Dullahan levantó su mano libre, ahora cubierta en una masa de obscuridad, apuntándola hacia la chica.
- ¡Morirás! – gritó el General no-muerto mientras la masa de oscuridad salía disparada de su mano, volando increíblemente rápido hacia la desprevenida chica.
Y entonces... ocurrió un milagro.
Un muro de espinas brotó violentamente desde el suelo, interceptando la masa de oscuridad. La planta murió al instante, dejando atrás un arbusto espinoso totalmente seco. Aela había caído sobre su trasero, mirando atónita la planta que acababa de salvarle la vida. No necesitaba una inteligencia elevada para saber lo que había sucedido: esto era el trabajo de un Druida.
La Cazadora y el General no-muerto se dieron la vuelta para mirar al joven Druida. El chico se había puesto la capucha de su capa encima de la cabeza, ocultando ligeramente su rostro, dejando ver solamente unos ojos que brillaban de color esmeralda.
- No permitiré que lastimes a nadie. – La voz de Izuku resonaba con poder, algo nuevo para el grupo de aventureros que observaban los acontecimientos.
- Vaya, esto es raro. – dijo Beldia, desmontándose de su caballo sin cabeza, tomando rápidamente su masiva espada con la mano libre. – Jamás creí que esta ciudad de novatos tuviese a dos héroes.
Darkness y Liza se movieron para flanquear a Izuku a ambos lados, preparadas para una confrontación que probablemente estaba por encima de su rango. Una de ellas estaba enseñando sus colmillos con una rabia que apenas podía contener; la otra sostenía un escudo redondo lleno de espinas.
- O tal vez... ya que el otro chico abandonó el pueblo tras probar su arma... – Beldia hizo una pausa, aparentemente para efecto dramático – ... eres tú el verdadero héroe de esta ciudad.
Beldia apuntó amenazadoramente a Izuku con su masiva espada. Esa fue toda la señal que necesitó Chika para actuar.
- ¡KKUUUUUEEEEEEEE! – El grito excesivamente agudo de Chika fue suficiente para hacer que todos los aventureros y el Dullahan se encogieran. La harpía negra usó esta distracción para agarrar a Megumin con sus garras, asegurándose de no lastimarla, y volar rápidamente detrás del muro de aventureros.
- Eso no fue normal... – murmuró Beldia para sí mismo. – ¿Qué clase de harpía hace eso?
- Kyouya no se encuentra aquí, así que no hay necesidad de pelear. – dijo Izuku, atrayendo la atención de todos, y sintiéndose todavía mal por inculpar al guerrero rubio de esto. – Márchate.
Beldia resopló divertido.
- Un héroe, en efecto. – declaró Beldia en voz alta. – Será un honor llevarme tu cabeza en su lugar.
La verdadera razón de residir cerca de esta ciudad de principiantes era para buscar a un potencial héroe en ascenso. El Rey Demonio había percibido la mano de los dioses moviéndose, lo que significaba que un potencial héroe había sido elegido. Beldia sintió que era su deber llevarle la cabeza de esa potencial amenaza a su señor.
- Por supuesto, ahora que encontré a un héroe... – Beldia entrecerró los ojos, sin perder de vista al Druida – ¡primero romperé tu espíritu!
Desde la sombra del General no muerto, una horda de guerreros no-muertos menores comenzó a materializarse. Todos eran cascarones podridos con almas atrapadas que hacían sentir enfermo a Izuku.
- ¡Adelante, mis secuaces! – Beldia les indicó a sus tropas que avanzaran. – ¡Vayan y maten a todos! ¡Hombres y mujeres, niños y ancianos!
El Dullahan observó atento desde su posición, cómo el Druida ni siquiera se movió, sin darse la vuelta para mirar a la horda de no-muertos. Ni siquiera cuando todos ellos pasaron de largo junto a él, y también a las dos mujeres fuertes a sus lados.
- "¿Por qué no se mueve?"
Los pensamientos de Beldia tuvieron su respuesta cuando la horda de no-muertos llegó algo más lejos detrás de su objetivo.
*¡SHHHIIINNKK!*
Una espina enorme salió del suelo, empalando a un guerrero no-muerto, dejándolo inmóvil en ese lugar.
*¡SHINK! ¡SHINK! ¡SHINK!*
Y entonces otra, y luego otra. Luego tres más, y luego cinco a la vez. Pronto, todo el campo parecía como si perteneciera a Valaquia.
- Tú... estabas preparando un hechizo todo este tiempo... – dijo Beldia, sorprendido de la manera en cómo su ejército había sido exterminado de un solo ataque. – Pero ¿cómo es que puedes utilizar Mundo de Espinas?
El hechizo que el General mencionaba era bien conocido por ser de muy alto nivel, algo que solo los líderes de los círculos druidas deberían ser capaces de hacer. Eso significaba que este chico era más peligroso de lo que pensaba.
- Todavía no he terminado. – respondió Izuku suavemente.
En ese instante, de todos los cadáveres empalados comenzaron a crecer flores, flores que emitían un hermoso resplandor azulado.
- ¡Esas son Devoradoras de Maná! – exclamó Luna, resonando su voz por todo el campo.
Las Devoradoras de Maná eran un tipo muy raro de flores que crecían solo en sitios ricos en maná. Eran muy codiciadas debido a sus propiedades drenadoras de maná, lo que ayudaba a aliviar la rara condición conocida como "enfermedad de maná".
Los recolectores más afortunados encontraban, a lo mucho, una docena de flores por año. Izuku había producido miles de ellas en un abrir y cerrar de ojos.
- Tú... – Beldia comenzaba a preocuparse. – ¡Tengo que matarte ahora mismo!
Aunque este hechizo, raro como era, no purificaba a los no-muertos como la magia sagrada, podía destruir las anclas que mantenían a las almas sujetas a los cuerpos no-muertos, liberándolas del control de su invocador. Él no podía permitir eso, por lo que saltó directo hacia Druid, tomando total ventaja del hecho de que no podría moverse mientras mantenía un hechizo tan complicado.
- ¡NO LO PERMITIRÉ! – gritó Darkness saltando entre ambos, usando su escudo para detener la enorme espada.
*¡BAM!*
- ¡¿Qué diablos?! – gritó Beldia increédulo cuando su espada rebotó sobre el escudo de madera.
Un momento de silencio se apoderó del lugar, mientras el General y la Paladín se encontraban de pie uno frente a la otra.
- ¡Hey! – gritó Darkness en tono desaprobatorio, volteando a ver al Druida. – ¡Apenas pude sentir eso!
- ¿Qué cosa? – Beldia se sorprendió por las palabras que había gritado. – He atravesado incontables escudos, tanto de hechos de metal como de corteza de hierro. ¡¿Cuántos dioses bendijeron esa cosa?!
Izuku sabiamente decidió no comentar sobre el escudo, enfocando su atención en la batalla.
- Liza, no dejes que ese caballo interfiera. – La orden fue dada con los dientes apretados. Era obvio para todos que el joven héroe se estaba concentrando en mantener al caballo no-muerto atrapado.
El caballo sin cabeza que mencionó había empezado a cargar contra Darkness, intentando atacar a la Paladín por su punto ciego. Liza rápidamente tacleó a la criatura contra el suelo, y entonces, procedió a despedazarlo.
Solo le tomó un segundo a la chica cocodrilo convertir al animal no-muerto en trozos sangrientos de carne podrida.
- Eso no es normal... – murmuró Beldia para sí mismo. – ¿Qué cosa es ella? ¿Una lagarto-dragona?
- ¡Después de que terminemos aquí, exijo algo que satisfaga mis necesidades! – gritó Darkness preparándose para la batalla.
Beldia decidió terminar con esta chica de una vez, para que el Druida no pudiese completar lo que fuera que estuviera haciendo.
- ¡Es hora de ponerle fin a esto! – exclamó Beldia lanzando su cabeza separada hacia arriba, donde se formó un ojo prendido en llamas. – ¡Veamos si puedes sobrevivir a esto!
Con eso, el General no-muerto lanzó su asalto. Con su cabeza suspendida en el aire, podía ver el campo de batalla con una perspectiva mucho más beneficiosa. Esto le daba una ventaja injusta contra los guerreros que lo atacaban, porque podía ver todos sus movimientos y moverse acorde a ellos.
Esta vez, sin embargo, estaba enfrentándose a un tanque. La chica en cuestión no estaba atacando, sino que se enfocaba únicamente en detener sus ataques, evitando con terquedad que su cuerpo llegara hacia el Druida. Cuchilladas desde cada ángulo, estocadas frontales, incluso aporreos duros. Nada podía romper el maldito escudo.
Y entonces, su cabeza finalmente cayó, directo hacia su mano libre.
- ¡Absurdo! – gritó Beldia. – ¡Se supone que esta es una ciudad de principiantes!
- ¡No dejes de atacarme! – bramó la Paladín rubia, infeliz de que los ataques ya no fueran dirigidos hacia ella.
Y entonces, golpeó con su maza de espinas contra su oponente, por primera vez en toda la batalla.
- Como si esa cosa tan cruda pudiese... – comentó Beldia moviendo su enorme espada para bloquear la porra de madera.
*¡BAM!*
Y se fue dando tumbos hacia atrás.
- ¡¿Qué?! – La incredulidad en la voz del General no-muerto solo era igualada por el asombro de cada uno de los aventureros que observaban. – ¿De qué está hecha esa cosa?
Los aventureros reunidos estaban más asombrados ante el hecho de que Darkness había podido darle a algo. La propia Paladín miró al estupefacto Dullahan, luego a su garrote con espinas, y luego miró hacia Izuku.
- ¡Izuku! ¡Izuku! – La rubia parecía increíblemente feliz. – ¡Logré acertar un golpe!
Sintiéndose furioso de por ser ignorado, Beldia se movió para atacar, solo para sentir un instinto asesino surgir detrás de él.
Era del nivel de un dragón...
- ¡GGRRAAAAAA! – El furioso grito de guerra provino de Liza, que se había lanzado lista para despedazar al Dullahan igual que lo hizo con su corcel.
- ¡¿Qué diablos?! – El Dullahan tuvo que usar tanto su instinto como reflejos de combate para evitar ser agarrado por la semihumana, pero la chica logró atraparlo del brazo.
*¡CRUNCH!*
Con sus poderosas mandíbulas.
- "¡NO ES NORMAL!" – gritó Beldia dentro de su mente.
Estaba al tanto de los hombres cocodrilo y sus poderosos cuerpos, pero esta chica, esta esclava, sobrepasaba ese nivel de fuerza por muchísimo. El protector de su brazo estaba comenzando a agrietarse, y no podía sacudírsela.
- ¡Ya casi estoy listo! – gritó Izuku, llamando la atención del Dullahan. – ¡Prepárate para saltar lejos de mi hechizo!
Eso era. Todo esto era para inmovilizarlo, para que su hechizo de alto nivel no pudiera fallar. Mala suerte para el joven Druida que todavía tenía una última carta para jugar.
- Entonces... esto le pondrá fin. – dijo Beldia ominosamente. – ¡Golpe Vorpal!
En un instante, el cuerpo del General no-muerto se convirtió en una densa niebla, que se dirigió hacia el inmóvil Druida. El Dullahan se materializó justo frente a él, lejos de las chicas estúpidamente fuertes contra las que estaba forcejeando, y clavó su espada en el pecho del entrometido héroe.
- ¡Izuku! – gritó Darkness, horrorizada al ver que su líder era asesinado frente a sus ojos. Rápidamente comenzó a ahogarse en la culpa, pero cuanto trató de lanzarse a vengarlo, la fuerte mano con garras de Liza la agarró del hombro. Al mirar atrás, vio que la chica cocodrilo negaba firmemente con su cabeza.
- Fuiste un digno oponente. – declaró Vedia, revirtiendo a su tono de caballero. – Pero tu aventura llega a su fin.
- ¿Eso crees? – preguntó Izuku, sin sonar en absoluto como alguien que tenía una espada masiva empalada en el pecho. – ¿Cantas victoria cuando acabas de caer en mi trampa?
- ¿Qué? – jadeó Beldia, casi gritando.
La burla en la voz del Druida fue el resultado de su bien planeada estrategia. La capucha se movió ligeramente hacia arriba, y el brillo verde esmeralda de sus ojos reveló ser un par de luciérnagas que formaban unos orbes diminutos, y la cabeza no era más que una masa de vides enredadas. De hecho, ni siquiera había sangre en la espada; en su lugar, las vides comenzaban a extenderse a para envolver el arma, para desesperación del Dullahan.
- Como si fuera a permitir que...
El grito del General fue interrumpido al ver que falló en saltar hacia atrás, pues unas vides que eran más fuertes que el acero mantenían sus pies en su lugar. Ni siquiera pudo remover su espada de las enredaderas.
- "¿Cuándo hizo el cambio?" – pensó Beldia desesperado, tratando de forcejear. Todo el cuerpo que había atacado no era más que una masa de vides espinosas por todos lados. Y ahora no podía escapar.
La habilidad, Golpe Vorpal, tenía un tiempo de enfriamiento muy largo, lo que significaba que no tenía manera de usarla para moverse. Y la peor parte, necesitaba mover su espada para poder activarla, lo cual era imposible en ese momento.
Una mirada rápida a su alrededor, y las cosas comenzaron a a volverse claras.
En frente de los aventureros reunidos, el Druida, sin su capa, se encontraba de pie al lado de la pequeña maga que la harpía había sacado volando. Ese grito agudo había sido una distracción, lo suficiente para permitirle al Druida excavar bajo sus pies para escapar, y dejar las plantas como un señuelo.
Un Druida que pensaba como un bandido. ¡Eso no era normal!
- ¡Es nuestro turno, Megumin! – ordenó Izuku.
- ¡Por supuesto! – respondió Megumin asumiendo una pose. – ¡Nuestra fuerza combinada atravesará los cielos!
Era un plan a medio cocinar. Un Druida y una Archimaga estaban a punto de combinar sus hechizos para destruir a un oponente que los superaba. Era su única oportunidad, porque no tenían hechizos divinos o un arma de reliquia para hacer el trabajo por ellos.
- Madre naturaleza, soberana de la vida y la muerte, atiende a mi llamado y escucha a mi corazón.
Izuku comenzó a recitar un encantamiento, ahora arrodillándose con las manos tocando el suelo.
- La primera ley de la creación es la destrucción, y el resultado final de la destrucción es la creación.
El encantamiento de Megumin comenzó a generar una esfera de luz, que apareció frente a su mano extendida como una burbuja que contenía el hechizo.
- Toma el caos y la ruina frente a mí, aplástalo, rómpelo, y consúmelo todo.
Izuku continuó mientras las espinas que mantenían a los guerreros no-muertos atrapados comenzaban a moverse, acercándose peligrosamente hacia donde Beldia se encontraba aprisionado.
- ¡¿Qué es esto! – El Dullahan comenzó a sentir pánico, pues este era un hechizo del que no tenía conocimiento. – ¡¿Qué clase de brujería es esta?!
- Los bloques de la realidad, los átomos, se reúnen frente a mí. Más pequeños que una gota en el océano, y aun así más fuertes que el metal más duro, atiendan a mis órdenes.
La luz en la mano de Megumin comenzó a cambiar de color, tomando un tono que le resultaba muy familiar al General no-muerto.
- Esa luz... – Beldia de pronto se dio cuenta que acababa de cometer un terrible error. – ¡¿Fuiste tú?!
- ¡Arrójalo todo en el ciclo en espiral de la vida, retuércelo y moldéalo hasta que la belleza vuelva a florecer!
Las enormes espinas brotaron del suelo, revelando que estaban conectadas a las vides masivas que parecían más árboles. Las espinas comenzaron a brillar con magia. Izuku había cambiado las propiedades de las espinas agigantadas, permitiéndoles reflejar la energía, intentando contener el hechizo de Megumin.
- ¡NO! ¡ESPEREN! – Beldia realmente no quería saber en qué terminaría ese hechizo. – ¡Me marcharé! ¡No los molestaré nunca más!
- Colisionen entre sí a velocidades más allá de la comprensión. ¡Destrúyanse y liberen toda la energía que los creó!
Megumin llegó al clímax de su encantamiento, haciendo que la esfera pareciera casi un poder líquido puro.
Izuku hizo lo mejor que pudo para ignorar las súplicas del no-muerto; sabía muy bien que no debía confiar en alguien que probablemente nunca les mostraba piedad a sus oponentes. Intercambiando una última mirada con su pequeña compañera, decidió que la última parte la debían gritar juntos.
- ¡BIG BANG GENÉSICO!
Megumin lanzó su hechizo al mismo tiempo que las vides gigantes comenzaban a rodear al General no-muerto. La colisión pasó demasiado rápido para que alguien la siguiera, y la luz dejó ciegos a todos. Las espinas masivas funcionaron tal como Izuku lo había previsto, manteniendo la detonación contenida dentro de la zona donde las vides comenzaban a enredarse para formar un nuevo árbol. Aunque parte de la detonación logró atravesar a pesar de todo, enviando a la mayoría de los aventureros al suelo. La luz, sin embargo, salió disparada hacia arriba, perforando los cielos tal y como la pequeña Demonio Carmesí lo había declarado.
- "Ese no era un Druida..."
Beldia apenas había logrado formar un último pensamiento coherente mientras su cuerpo era destruido a nivel subatómico. Estaba bastante seguro que ningún tipo de magia sería capaz de volver a reconstruir su cuerpo.
- "Los dioses antiguos han regresado..."
Las vides masivas finalmente comenzaron a juntarse en un nudo. La luz al fin se apagó lo suficiente como para que fuese seguro volver a mirar. La imagen resultante era algo que nadie en todo Axel pensó que sería posible como resultado de esta batalla.
Un árbol gigantesco se alzaba sobre el medio del camino. El tronco parecía oro sólido en la distancia. Ramas enormes se extendían por todos lados, cubiertas de hojas que parecían de platino.
Los aventureros quizás no habrían escuchado los pensamientos finales de Beldia en sus últimos momentos, pero casi todos estaban de acuerdo en algo: ese joven Druida no podía ser... normal.
Esta historia continuará...
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