El tramposo
El reino de Belzerg tenía renombre por ser justo, piadoso y algo tolerante a las ideologías poco convencionales. Esta declaración era más obvia al echar un vistazo a las religiones basadas en las diosas, Eris y Aqua, la soberanía entregada al Clan de los Demonios Carmesís, y por supuesto, a su cuestionable amabilidad hacia los semihumanos.
Aunque muchos países habían preguntado por qué el Imperio, que era considerado como la nación más fuerte, permanecía en términos amistosos con la familia real de Belzerg, pocos entendían realmente por qué era vital que el mundo permitiera al reino operar con niveles absurdos de libertad.
El Imperio producía héroes.
El primer Héroe, y cada uno de los que siguieron después de él, provenían de Belzerg. Este hecho resultó en varios tratos y acuerdos no escritos que todas las naciones mantenían con la familia real, uno de los cuales incluía el juramento de nunca iniciar una guerra con el reino debido a que la producción de héroes era el recurso más importante del mundo. Este juramento se extendía a casi prohibir los duelos, especialmente entre aventureros prometedores.
Lo que llevaba a ahora...
- ¡ENTONCES TE DESAFÍO A UN DUELO!
Todo mundo en el salón del gremio se había quedado en silencio. Docenas de miradas de terror se dirigían ahora hacia los dos aventureros. Uno de ellos era conocido como el As de Axel, un Espadachín joven y prometedor con una poderosa arma legendaria; el otro era conocido como la Estrella en Ascenso de Axel, un peculiar Druida que usaba magia muy extraña.
- ¿Un qué dijiste? – La pregunta de Izuku podría haber desequilibrado a Kyouya, pero para el resto de los aventureros, era una pregunta perfectamente razonable.
El chico peliverde tenía una clase de hechicero, y el rubio una de guerrero. Para toda la audiencia, el desafío era totalmente irracional.
- A un duelo. – repitió Kyouya, con la voz más baja pero todavía seria. – ¡Si yo gano, liberarás a Lady Aqua de esta ridícula deuda!
Hubo un momento de silencio mientras todo mundo esperaba que dijera la otra condición del desafío, y más todavía para los que esperaban un rechazo. Cuando no salieron más palabras por parte del Espadachín rubio, Izuku sintió la necesidad de presionar más en el asunto.
- Y... ¿si gano yo? – La pregunta pareció irritar al autoproclamado héroe.
- ¿A qué te refieres con eso? – preguntó Kyouya con una ceja temblándole. – Las cosas permanecerán igual.
El silencio que resultó de dicha declaración provino de la incapacidad de todos en la sala de poder entender el nervio que tenía el joven guerrero.
- Me rehúso. – replicó Izuku, continuando con su comida. Sus compañeras hicieron lo mismo, enfureciendo aún más al rubio en el proceso.
- ¡¿Qué?! – gritó furibundo Kyouya, incapaz de creer que alguien rechazara un duelo honorable. – ¡No puedes rechazar un duelo!
Comenzaron a surgir murmullos entre los curiosos; sin embargo, en lugar de estar criticando la cobardía de Izuku, estaban haciéndolo con el Espadachín rubio. De hecho, Megumin fue quien decidió responderle en lugar del joven Druida, lanzándole una sonrisa burlona al autoproclamado héroe.
- En realidad, no estás retándolo a un duelo. Tus palabras sonaron más a que intentas extorsionarlo. ¿No te da vergüenza?
Kyouya abrió la boca como pez fuera del agua, aparentemente incapaz de comprender qué parte de su heroico discurso podría haber sido considerado como un intento de extorsionar al joven Druida. Izuku, luego de tomar un sorbo de su bebida, que afortunadamente no contenía alcohol, procedió a explicarle:
- Estás exigiendo cosas de alto valor a través de amenazas de violencia. Eso se llama extorsión. No me malentiendas; incluso si me estuvieras ofreciendo un duelo en todas las de la ley, todavía me rehusaría.
- ¡¿Qué hay de inapropiado en que te exija un duelo?! – preguntó Kyouya en voz alta, y claramente con furia en su tono. – ¡Los guerreros honorables no deben rechazar los duelos!
Hubo otro momento de silencio en el salón del gremio. Ninguno de los aventureros veteranos podía creer lo que estaba oyendo. Una cosa era tratar de extorsionar al joven druida, pero otra muy distinta era no entender las reglas del reino.
- Para comenzar, – Darkness fue quien rompió el silencio, luego de volver del mostrador de la recepción seguida de cerca por las compañeras del guerrero rubio – si vas a exigir algo por un duelo, debes ofrecer a cambio algo de igual o mayor valor. De lo contrario es una extorsión.
Kyouya tenía aspecto de que acababa de tragarse algo muy amargo. No estaba acostumbrado a que le dieran sermones, mucho menos que cuestionaran su sentido de la justicia.
- Aun así... – comenzó a decir la rubia que seguía a Kyouya, tratando de ponerse detrás de su líder – no debería rechazarlo...
- Cualquiera que sea retado a un duelo tiene el derecho de declinarlo. Esa es la ley. – continuó Darkness, lanzándoles miradas asesinas a las chicas, que parecían creer que el Espadachín rubio era algún tipo de héroe verdadero. – Los únicos duelos que no se pueden rechazar son los duelos de honor, y los duelos de magia.
El guerrero rubio sonrió al oír la última parte.
- Entonces, si lo desafío a un duelo de honor... – comenzó Kyouya, solo para volver a ser interrumpido.
- ¿Eres un noble? – preguntó Megumin, cuya sonrisa burlona gritaba que, sin importar cual fuera la respuesta, ella ya le había ganado.
- Ugh... – El espadachín rubio no parecía querer responder, pero sabía que tenía que hacerlo. – Yo... no tengo título...
- Solo los nobles pueden presentar un desafío para duelos de honor. E incluso si lo fueras, solo otros nobles pueden aceptar dichos desafíos. – La explicación de Darkness terminó por apagar el humor, dejando a Kyouya con una cara de derrota, y a Izuku con una sonrisa de gratitud.
Darkness sintió que algo se le hinchaba en el pecho. Una sensación de ser útil que la hacía sentirse tan bien que apenas podía describirla en palabras. Luego, alguien más decidió unirse a la conversación...
- Todavía puedes retarlo a un duelo de magia. – habló Aqua, sacándole caras de shock a todos a su alrededor. – La mayoría de la gente cree que ambos individuos necesitan ser hechiceros, pero solo requiere que sean capaces de utilizar al menos un hechizo, independientemente de su potencia.
Izuku se sintió traicionado.
Aunque las clases de hechiceros tenían una mayor variedad de hechizos, la mayoría de las otras tenían algunos a su disposición. Eran trucos menores, hechizos utilitarios, y ataques pequeños que palidecían en comparación a los que usaban los Clérigos, Magos y Druidas. Pero sí los tenían.
Una mirada rápida a Kyouya, y con eso Izuku supo que el duelo era inevitable. El arrogante "héroe" estaba deslizando sus dedos por su tarjeta de aventurero, obviamente seleccionando un hechizo menor para proceder.
(-0-)
Dos horas más tarde, afuera del salón del gremio...
La multitud reunida fuera del salón estaba animada, pero no feliz. Izuku y Kyouya estaban a punto de batirse a duelo; uno de ellos era un Druida, el otro era un Espadachín, lo cual era injusto y todo mundo estaba preocupado.
- ¿Los dos entienden las reglas? – preguntó Luna en voz alta, sintiéndose enferma por ser la que obligaron a hacer el duelo oficial. Ya de por sí se sentía asqueada por tener que lidiar con el contrato de dicho duelo.
El guerrero rubio se había sentido muy molesto al averiguar que tenía que ofrecer algo de igual o mayor valor a lo que deseaba obtener, pero tenía confianza en sus habilidades, y en su tesoro divino. Por eso había ofrecido su preciada arma legendaria conocida como Gram, ya que no podía ofrecer menos por la libertad de su lady diosa.
Como era usual, el contrato incluía una cláusula de seguridad de que podría pagar los cincuenta millones de eris en su lugar... no que los tuviera en su bolsillo.
- Sí, lo hago. – replicó Kyouya, desenvainando su espada. Estaba sonriendo, lo que le ganó miradas furiosas de la audiencia, pues sus acciones rozaban el borde de las de un villano.
Las reglas decían que no se podrían invocar hechizos entre la aceptación del duelo y el momento en que iniciara oficialmente. Preparar las armas no rompía esta regla, lo que dejaba a Izuku en desventaja.
- Lo hago... – replicó Izuku, sintiéndose incómodo ante el prospecto de iniciar un combate con alguien que debería haber sido un amigo en este mundo tan extraño. – Solo desearía que hubiéramos podido resolver esto pacíficamente.
Luna y prácticamente todos los demás asintieron estando de acuerdo.
- Tuviste tu oportunidad cuando te dije que le perdonaras la deuda. – La respuesta de Kyouya solo ganó más gruñidos y palmadas en la cara, pues a nadie se le olvidaba cómo había hecho demandas irracionales. – ¡Ahora enfrentarás las consecuencias de tu terquedad!
Luna le lanzó una mirada desesperada a Izuku, suplicándole en silencio que se rindiera, y registrara una queja contra este comportamiento tan deplorable. Izuku suspiró, y le hizo un gesto con la mano para que no se preocupara.
Comprensiblemente, Luna estaba muy confundida por las expresiones burlonas de las compañeras de Izuku.
- Recuerden que los duelos no tienen que ser a muerte. ¡COMIENCEN! – Al grito de Luna, el duelo empezó.
Kyouya rápidamente hizo el primer movimiento. Puso el pie izquierdo al frente, para hacer contrapeso con su espada. La mano izquierda colocada sobre la hoja para activar los diferentes efectos que le darían la victoria instantánea. Y dibujar el camino en su mente, para evitar tropiezos.
El Espadachín rubio dibujó todo el movimiento en un segundo. Tenía la intención de atacar al estúpido Druida por el punto ciego, golpeándolo en la cabeza con el plano de su espada, para terminar el duelo de manera instantánea y sin derramamiento de sangre. Eso sería lo más heroico...
Y entonces, se percató de que no podía mover su espada...
- ¡¿Qué?! – Kyouya se vio sorprendido por la repentina resistencia.
Al mirar su arma, se percató de que la empuñadura estaba rodeada de vides espinosas. Dichas vides, sin embargo, se originaban desde grietas en el suelo debajo de él. Luego notó que más de ellas comenzaban a enrollarse alrededor de su pie...
- ¡GHAAA! – Kyouya lanzó un grito chillón de sorpresa al quedarse de pronto colgado de cabeza, con el cuerpo suspendido en el aire un par de metros arriba del suelo. Su espada Gram, su amado tesoro divino y medalla de honor y de autoridad, ahora estaba firmemente sujeta al suelo por unas lianas espinosas.
- ¡KYOUYA! – gritaron las seguidoras del rubio desesperadas, incapaces de creer que su líder ahora estuviera en una posición tan precaria.
Le llevó a Kyouya un par de intentos más antes de rendirse con su espada, para tratar de sacar el cuchillo utilitario que tenía en la bota.
- Yo no haría eso si fuera tú. – La voz calmada de Izuku llamó la atención de todos. – Ya será muy difícil evitar que te caigas directo en las espinas de hierro.
Una mirada al suelo debajo de él fue todo lo que el Espadachín necesitó para congelarse.
Justo encima de su cabeza, una cama de espinas largas y afiladas lo estaban esperando. Era obvio que su armadura no iba a protegerlo, y sin los bonos pasivos de Gram, probablemente no sobreviviría el empalamiento.
- ¿Quieres rendirte? – preguntó Izuku con una sonrisa tranquila y una voz amable. – ¿Por favor?
La gente comenzó a resoplar, y luego a reírse de la escena. Aunque los Druidas eran hechiceros, la mayoría de sus hechizos iban en línea con habilidades activas, haciéndolos más cerca de clases marciales que mágicas. Luna estaba riéndose a carcajada limpia al juntar las piezas de lo que pasó.
Izuku nunca se había movido mientras se preparaba el duelo, y en lugar de eso usó sus látigos de vides para preparar una trampa.
- ¡TRAMPOSO! – gritó Kyouya, tanto temeroso por su vida, como furioso de ser derrotado cuando se suponía que debía salir como el héroe victorioso. – ¡INVOCASTE UN HECHIZO ANTES DE QUE COMENZARA EL DUELO!
- ¡Tú fuiste el que demandó un duelo mágico, ¿qué otra cosa esperabas?! – gritó Megumin en respuesta, llegando incluso a hacer una pose dramática. – ¡Traer una espada a un duelo mágico, QUE ABSURDO!
Para ser honesto, Izuku no tenía idea de si su plan funcionaría, o si estaría permitido. Pero supuso que, ya que no se le permitía invocar nada entre el desafío y el inicio del duelo, mover sus vides se podría considerar un acto similar a preparar su postura de batalla.
- Señor Kyouya. – lo llamó Luna desde su posición, sirviendo como réferi para el duelo. – Cuando te pregunté si entendías las reglas de un duelo mágico... dijiste que sí.
La risa se estaba volviendo más fuerte, y ambos duelistas se estaban sonrojando. Uno por la humillación, el otro porque no sabía cómo manejar ese nivel de atención.
- Te sugiero que tomes la oferta de rendición, señor Kyouya. – continuó Luna, ahora en un tono más serio. – Si mueres por causa de su hechizo... él estará libre de cualquier cargo criminal. Y los miembros de tu equipo serán quienes hereden tu deuda.
Izuku dio un respingo al oír eso, casi decidiendo retraer las Espinas de Hierro. Los contratos mágicos eran brutales en mantener su contenido y cláusulas para que se cumplieran.
Kyouya miró fulminantemente a Izuku por lo que parecían horas. Sus ojos gritaban que el chico verde era un tramposo, un cobarde, alguien sin honor... un villano...
Al final, sin embargo, tuvo que rendirse. Deprivado de su Gram, y en una posición donde la única otra opción era una muerte muy dolorosa, decidió vivir para pelear otro día. Aunque, cuando Izuku lo puso en el suelo...
- Pequeño... – Kyouya gruñó, marchando directo hacia Izuku con obvias intenciones, incluso sin estar blandiendo un arma contra el Druida.
- ¡NO TE ATREVAS! – gritó Darkness, saltando entre el guerrero rubio y su líder.
Viendo a la bella Paladín blandir su espada contra él como si fuera el malo hizo que Kyouya se detuviera. Desafortunadamente, sus seguidoras tenían ideas diferentes.
- ¡¿CÓMO TE ATREVES A MANCILLAR LA IMAGEN DE KYOUYA?! – gritó la rubia, apareciendo detrás de Izuku y sacando una espada corta.
La Ladrona había utilizado la habilidad Sigilo, y luego había intentado ir por un ataque sorpresa. Izuku había sido tomado desprevenido...
*¡CRUNCH!*
Pero Liza no. El sonido crujiente llamó la atención de todos, solo para descubrir que el arma acababa de ser reducida a pedazos.
Liza se había movido tan rápido que nadie se dio cuenta del borrón que hizo al desplazarse, y usó sus increíblemente poderosas mandíbulas para triturar la espada como si fuese un simple mondadientes. Para cuando la rubia tuvo tiempo de reaccionar a la destrucción de su espada, Liza se había vuelto a mover, esta vez cogiendo a la ladrona del cuello por el cuello con su mano reptiliana.
Sostenida en alto, la Ladrona no pudo encontrar suficiente apoyo para aflojar la presión sobre su garganta, por lo que comenzó a asfixiarse. A Liza no parecía importarle eso, limitándose simplemente a gruñirle a su cautiva.
- ¡Espera! – La otra chica trató de intervenir, pero rápidamente fue azotada de cara contra el suelo.
- Chika te sugiere que no te muevas. – dijo la harpía negra rápidamente, con su pie agarrando la cabeza de la chica por detrás, y sus terribles garras excavando con facilidad la piedra y tierra cercanas. – Las garras de Chika son afiladas y duras. No querrás que Chika te corte por accidente.
La chica ni siquiera pudo gritar, pues tenía los ojos fijos en esas afiladas guadañas que la mantenían en su lugar.
(-0-)
Cerca de una hora después, en el salón del gremio...
Kyouya y su grupo se encontraban ahora sentados en una mesa cerca del mostrador de recepción. Los tres tenían miradas de desánimo y vergüenza en sus rostros.
- Agredir a otro aventurero justo después de tener un duelo totalmente innecesario. – regañó Luna al grupo de autoproclamados héroes, haciendo que temblaran ante la reprimenda por sus crímenes. – Si no fuera porque Izuku los perdonó, los habríamos despojado de sus licencias, y sus tarjetas habían sido marcadas. ¿Entienden lo severo que es eso?
Por supuesto que lo entendían. La marca de la que hablaba la recepcionista significaría que quedarían como simples parias. a solo un paso de que les pusieran recompensas a sus cabezas. Para Kyouya, eso significaba caer del camino de los héroes, hacia la oscuridad de la villanía.
- Ahora, espero que tengan para pagar por tu derrota. – Las palabras de Luna no hicieron más que traer terror al grupo, que acababa de cobrar por una misión. – Los contratos mágicos pueden cancelarse si ambas partes están de acuerdo, pero los contratos firmados para duelos, especialmente mágicos, no. ¿Están al tanto de las penalizaciones que podrían sufrir si intentan cancelarlo, o se rehúsan a pagar?
La penalización usual, entre los magos, solía ser que les recortasen la mitad del maná, por lo que pagaban su estupidez con su poder. Para aquellos sin suficiente maná, los resultados podrían ser fatales.
El grupo de tres ahora estaba hecho un manojo de nervios. Tenían un gran total de cincuenta millones de eris a su disposición, pero gracias a varios tratos severos con los herreros, la renta de una habitación de clase alta en una posada costosa, y su tendencia general a gastar cantidades enormes de dinero entre misiones los dejaba con un futuro muy incierto frente a ellos.
En el mejor escenario, tendrían que pasar tres meses durmiendo en establos y comiendo solo dos veces al día. Y Kyouya no estaba dispuesto a entregar a Gram.
- Podemos pagar con servicios, ¿verdad? – preguntó la chica rubia, haciendo que la recepcionista levantara una ceja.
(-0-)
Adentro de una sala privada...
La ceremonia de liberación había sido un éxito, y los abominables sellos que marcaban a Chika y Liza como esclavas ahora se habían ido. Ya nunca más tendrían que preocuparse por morir si las separaban de su amo. Ya nunca más ninguna orden activaría una fuente de dolor indescriptible. Eran libres. Aunque solo querían permanecer en proximidad con su querido Izuku.
Izuku no tenía idea de a dónde mirar...
- Y-ya está listo... al fin se terminó... – murmuró Izuku, más como un tartamudeo, y sus ojos miraban a cualquier lugar en la sala, excepto a sus amigas semihumanas. – Ahora pueden...
Megumin lo interrumpió rápidamente, y su adorable puchero y mejillas rosadas le traicionaban su seriedad.
- Ahora me toca a mí hacer los sellos falsos. – dijo la maga, colocando la tinta y la pluma en el suelo. – ¡Comencemos con Chika!
Izuku gruñó, sintiéndose exhausto, aunque realmente no estaba haciendo nada en términos de remover sellos, y la fabricación de los falsos por parte de Megumin. Resistirse al impulso de mirar los cuerpos desnudos de las ex-esclavas se le hacía más y más difícil. Especialmente cuando dichas chicas no hacían nada para alejarse, cubrirse, o decir que se sentían incómodas.
La única otra que compartía la incomodidad de Izuku era la pequeña archimaga, que no podía ocultar su envidia al ver lo bien desarrollada que estaba Liza... siendo esa la razón por la que inició con Chika, cuyos pechos eran igual de planos que los suyos.
- Eso da cosquillas. – dijo Chika con una sonrisa, mientras dibujaban el sello falso en su pecho.
- ¿Ya me puedo ir? – preguntó Aqua, con aspecto derrotado por haber tenido que llevar a cabo un servicio tan herético. – Siento que me quiero ahogar en licor en este momento.
Aqua no había esperado que Izuku ganara el duelo. Esperaba poder escapar de su contrato haciendo que el otro chico ganara con su espada divina, pero el pequeño Druida tenía un talento para pensar fuera de la caja. Todavía esperaba que el Espadachín realmente hablara en serio sobre sacarla del grupo de Izuku, pues quería que la consintieran, no que la hicieran trabajar hasta los huesos.
- ¿Todavía la necesitamos aquí, Megumin? – preguntó Izuku, feliz de tener otra cosa en la cual concentrarse, fuera de los cuerpos desnudos de sus chicas.
- No, su parte ya está hecha. – respondió Megumin, terminando con el sello falso en el pecho plano de Chika. – Aqua, puedes irte si quieres. Tal vez quieras calmar a ese chico loco antes que intente hacer alguna otra estupidez.
La voz de Megumin describía con mucha precisión lo molestos que estaban todos. Izuku realmente no había querido entrarle a ese duelo en primer lugar, y cuando llegó la hora de cobrar su premio, incluso quiso anular la necesidad de pagar. Al descubrir que el contrato mágico era inevitable resultó ser un golpe muy bajo para el joven Druida, que se sentía que acababa de arruinar a personas inocentes. Todo porque al parecer Aqua quería que el duelo se llevara a cabo.
- Entonces me voy. – replicó Aqua dándose la vuelta para marcharse, antes de detenerse junto a la puerta. – ¿De verdad no te importa si me voy del grupo?
La voz Aqua iba cargada de sentimientos heridos. Era una diosa, un ser divino, que estaba destinado a recibir adoraciones de las masas. La idea de no tener importancia para el grupo le dolía, especialmente porque Izuku y Megumin conocían su identidad.
- Eres y siempre has sido libre de irte si te sientes incómoda en nuestro grupo. – replicó Izuku en tono neutral, dejando la elección totalmente en las manos de la Arcipreste peliazul.
- Ya veo... – replicó Aqua con voz sombría. Su lenguaje corporal dejaba ver sus intenciones; abandonaría al grupo sin dudarlo.
- También eres libre de regresar cuando quieras. – añadió Izuku, antes que la peliazul abriera la puerta para irse.
Aqua permaneció allí solo por unos segundos, pero entonces abandonó la sala. La atmósfera se tornó más ligera, y todos los ocupantes soltaron un suspiro. Izuku en realidad estaba algo triste, pues sabía que Aqua se iría. No iba a detenerla, ni a suplicarle que regresara; no estaba planeando cambiar para adaptarse a las necesidades de ella, y tampoco esperaba que ella hiciera lo mismo. Si terminaba más feliz en algún otro grupo, entonces tenía todo el derecho de elegirlo por encima del suyo.
- Entonces... – La voz de Megumin rompió la cadena de pensamientos que atormentaba a Izuku. – ¿Cuál de las dos te gusta más?
Izuku levantó la mirada hacia Megumin, que señaló a las semihumanas, señalando a propósito hacia sus senos expuestos. La sonrisa burlona le dijo a Izuku que no habría manera de salir de ese dilema, y no podría dar una respuesta correcta. El hecho de que estuviesen desnudas, y aparentemente disfrutando de que les estuviera mirando sus cuerpos, solo hacía que fuera... más duro... para él.
- Está bien, amo. – interrumpió Chika de repente, dando algunos saltitos donde estaba para mostrar su alegría. – ¡Aún nos conservarás a ambas, así que puedes elegir quién te hace más feliz!
Izuku sabía que la elección sería todavía más difícil, especialmente cuando Liza asintió en respuesta a las palabras de Chika. Megumin tampoco ayudaba al estar golpeando impacientemente su pie en el suelo, en absoluto.
(-0-)
Un poco más tarde...
Izuku finalmente había logrado escapar de la sala. Se notaba visiblemente avergonzado, rojo como un tomate, y sintiéndose como un pervertido.
- Ni una palabra. – les dijo a sus chicas, que asintieron sin dudarlo, o dejando de sonreír felizmente.
Una vez que se hizo obvio que no podría responder a la pregunta imposible, Megumin decidió empujar las cosas un poco más lejos con una sonrisa traviesa. Empujando a Chika hacia el sonrojado Druida, le había pedido que mirara más de cerca, y cuando Chika estuvo de acuerdo, la harpía negra le agarró la mano para ponérsela en sus senos.
Como se esperaría de un virgen con un gran respeto por las mujeres, trató de alejarse lo más rápido posible, tropezándose con sus propios pies y aterrizando de cara... en los senos de Liza.
La chica cocodrilo albina se limitó a acariciarle pacientemente su cabello mientras lograba ponerse de pie. Izuku ya para entonces estaba sufriendo de hemorragia nasal, y su cerebro por poco hacía cortocircuito, ¡cuando Chika decidió que la instigadora también debería unírseles! Después de todo, la chica aviana señaló que ya había dormido con ellos. Megumin de pronto descubrió que tener las manos de Izuku sobre sus pechos planos se sentía... extrañamente satisfactorio, e increíblemente embarazoso.
- Ni una palabra. – repitió Megumin, sonrojándose casi tanto como el joven héroe.
Chika y Liza, ahora totalmente vestidas actuaban como si no hubiera pasado nada raro.
Caminando hacia su mesa habitual, Izuku no pudo evitar notar que su ya familiar dolor de cabeza andante con forma de Arcipreste se encontraba ausente. Tampoco se le escapó que una de las seguidoras de Kyouya ahora se encontraba ocupando el sitio de Aqua...
- Umm... ¿hola? – la saludó Izuku al sentarse a la mesa, seguido de su igualmente confuso grupo. – ¿Pasó algo?
La pregunta iba dirigida hacia Darkness, que estaba sentada allí en silencio de estupor. Le tomó varios segundos a la pervertida Paladín empezar a reaccionar. Hubo un temblor, un suspiro, y luego una palmada en la cara...
- Esta chica... – empezó a decir Darkness en un tono muy raro, como si intentara demostrar pena, pero siendo incapaz de sentir placer – ¡fue dejada atrás por su grupo como pago!
En menos de un segundo, unas vides se enrollaron alrededor de la cabeza de Darkness, específicamente para cubrirle la boca.
- Entonces... – Izuku ahora dirigió la mirada hacia la chica. – ¿Qué sucedió?
Ahora que la veía más de cerca, pudo notar su cabello rosa, rasgos faciales aniñados, y por supuesto, lo revelador de su atuendo. Los ojos de la chica en cuestión brillaban con lágrimas no derramadas, y era obvio que estaba luchando contra su necesidad de llorar.
- ¡Todo esto es por tu culpa, tramposo! – exclamó finalmente la chica. – ¡Si no hubieras hecho trampa en ese duelo, yo no estaría aquí, y el nombre de Kyouya no habría sido ridiculizado!
- Primero, Izuku no es ningún tramposo. Es un Druida, y peleó como tal. El otro tipo tiene la culpa por no esperarse lo obvio. – Megumin saltó rápidamente a defender a Izuku, seguida por asentimientos enérgicos de parte de Chika y Liza. – Segundo, todavía tienes que responder su pregunta. ¿Por qué estás aquí? Estábamos esperándonos esa ridícula espada, o un saco de monedas de oro.
La pelirrosa se sorprendió de la respuesta, y parecía lista para iniciar una pelea verbal. Pero su semblante cambió de inmediato, dando la impresión de quedarse sin fuerzas.
- Firmé un contrato para pagar en lugar de Kyouya. – confesó finalmente la chica. Aunque no hablaba fuerte, todos los aventureros que los rodeaban se quedaron callados de pronto. – Él y las demás se fueron a cumplir misiones para reunir el dinero. Mientras lo hacen, yo trabajaré para ti, pagando la deuda poco a poco.
Izuku tenía una mirada de shock en el rostro, y Megumin parecía compartir el mismo sentimiento. Tan rápido como había amordazado a la Paladín masoquista, removió las vides que la silenciaban. Darkness ahora parecía más molesta de que le quitaran su nuevo juguete que por haber sido silenciada en primer lugar.
- ¡Dime que esto es una broma! – dijo Izuku, casi suplicándole a la única que podría dispersar este horrible escenario.
- Me temo que no lo es. – replicó Darkness con total seriedad. – ¡No puedo creer que sea tan suertuda!
Izuku sabiamente decidió ignorar a la Paladín rubia que ahora andaba balbuceando tonterías.
- Está bien... aclaremos algunas cosas. – comenzó a hablar Izuku, mirando a la chica pelirrosa con preocupación, ya que parecía lista para soltarse a llorar. – ¿A qué te refieres con trabajar para mí?
Izuku comprensiblemente estaba muy preocupado por todo esto. Primero, ¿qué clase de bastardo dejaba a una chica como pago colateral para una deuda de tal calibre? Segundo, ¿qué clase de persona estaría de acuerdo en llevar semejante carga? Y tercero, ¡¿qué diablos habría hecho él para merecerse esto?!
- ¡No te hagas ideas extrañas, friki amante de los semis! – gritó la chica, alejándose de él mientras cruzaba los brazos frente a su pecho, como si intentara proteger su virtud. – ¡Esto no es más que una formalidad! ¡Kyouya seguro terminará la misión pronto y entrará por esa puerta con el dinero para liberarme de tus asquerosas manos!
Izuku, incapaz de comprender lo que estaba pasando, volteó hacia Megumin en busca de ayuda.
- Probablemente significa que le tocó llevar el peso de la cláusula en el contrato mágico. Todo lo que gane, tendrá que dártelo a ti como compensación, al menos hasta que se pague toda la deuda. – La explicación de Megumin finalmente respondió al problema principal, y luego continuó. – Lo de "amante de los semis" es un término despectivo imperial. Se refiere a alguien que trata a los semihumanos como si fueran humanos... aunque en este reino no tiene mucho peso.
Izuku rápidamente entendió la parte de que era una especie de insulto. Aunque él decidió que lo llevaría como una medalla de honor.
- De acuerdo... ya tuve suficiente por el día de hoy. – Izuku finalmente reconoció su cansancio, sorprendiendo a la pelirrosa, pero ganándose asentimientos de aprobación del resto de su grupo. – Vámonos a nuestra habitación para descansar todo lo posible. Mañana...
Izuku se tomó un momento para mirar a su grupo, y luego a la recién llegada. La pelirrosa alternaba entre mirarlo a él amenazante, y voltear hacia la entrada del gremio, obviamente esperando que el espadachín entrara con un saco lleno de oro para rescatarla.
- ¿Saben qué? Necesitamos un día libre después de todo lo que hemos pasado. – Las palabras de Izuku sorprendieron tanto a sus chicas como a la Paladín pervertida, que se estaba esperando otro día lleno de trabajo de su líder. – Mañana solo vamos a holgazanear y divertirnos juntos.
Hubo vítores tras su declaración de parte de todos. Izuku decidió que nadie debería sufrir las secuelas de ese duelo, que lo había dejado marcado.
Nadie había salido herido, arrestado, o algo peor. Y aun así, se sentía sucio. Izuku le había quitado a alguien algo por derecho de conquista, un concepto arcaico que iba en contra de sus valores morales, y a raíz de eso, una pobre chica había sido abandonada con su desesperación. No hacía falta ser un genio para entender que la pelirrosa había sido simplemente desechada.
Izuku no podía evitar preguntarse, ¿por qué ese chico Kyouya no le ofreció su dinero, su equipamiento, o incluso trabajar él mismo para pagar la deuda? Era bastante obvio que el bastardo no iba a volver, no si eso significaba perderlo todo para salvar a alguien que significaba tan poco que la dejaba como pago en vez de dinero.
- Está bien... Kyouya ya debe venir en camino... – murmuró la chica para sí misma, mirando la mesa vacía. – En cualquier minuto... entrará por esa puerta... con una sonrisa en su rostro...
Su visión estaba empezando a nublarse por las lágrimas. No podía entenderlo. ¿Por qué ella, y no la otra chica? ¿Sería por su habilidad de abrir cerraduras? O acaso... ¿tendría mejores habilidades en el romance? ¿Tal vez Kyouya prefería sus hábitos más seductores? ¿Su falta de decoro? O... ¿acaso la peliazul era el reemplazo que ella había temido todo este tiempo?
Mientras la pelirrosa comenzaba a dejarse caer en la oscuridad de su mente, un plato lleno de sapo frito apareció enfrente de ella.
- Izuku ordenó esto para usted, señorita. – le anunció uno de los camareros, haciéndola levantar la mirada. – También dijo que cuando Kyouya regrese, puede ir a buscarlo en la posada cruzando la plaza.
La pelirrosa asintió confundida, tratando de racionalizar este gesto como un truco barato para ganarse su confianza. Aun así se comió la comida, pues no había tenido oportunidad de comer nada desde que regresaron de su anterior misión.
(-0-)
Al día siguiente, muy entrada la mañana...
Izuku y compañía llegaron al salón del gremio, no para tomar misiones o hacer trueque con objetos. Simplemente venían por un bocadillo rápido antes de irse al distrito comercial, hacerle una visita a Wiz, y finalmente perder el tiempo relajándose para ganar fuerza para su siguiente ronda de misiones.
No se esperaban encontrarse a la pelirrosa sentada en su mesa, mucho menos de verla con ojeras en el rostro.
- ¿Estás bien? – preguntó tímidamente Izuku tras unos minutos de silencio.
La chica hinchó las mejillas, como si estuviera tratando de resistirse con fuerza. Pero al final se dio por vencida y les respondió:
- ¡Tuve que dormir en los establos! ¡Fue horrible! – exclamó, con la voz llena de desesperación.
- ¿En los establos? – preguntó Megumin, horrorizada por las noticias. – ¿Tu equipo no te alquiló una habitación en la posada?
La pequeña Archimaga sabía muy bien que dormir en los establos era muy peligroso. Las chicas tenían que dormir en grupos, o con compañeros masculinos confiables que las protegieran, pues los pervertidos no eran escasos en Axel. Semejante peligro era la razón por la cual ella optaba por dormir en el tronco de un árbol hueco.
- Kyouya se fue del pueblo ayer, regresó su llave. – La respuesta por sí sola contó toda la historia, revelando la poca esperanza a la cual la pobre chica se estaba aferrando de ser salvada. – Kyouya me abandonó... ni siquiera me dejó dinero para comprar comida...
Mientras las lágrimas comenzaban a fluir de los ojos de la destrozada chica, Izuku y sus compañeras comenzaron a intercambiar miradas, de preocupación mezclada con pena. Sin decir ni una sola palabra, todo el grupo llegó a un acuerdo.
- ¿Por qué no ordenas algo? Yo lo pagaré. – dijo Izuku pasándole el menú a la chica.
- El contrato mágico tal vez te quite todos los eris que te ganes, pero podemos proveerte lo que sea que necesites. – ofreció Darkness, ahora sabiendo de memoria cómo manejaba Izuku al equipo.
- Eso sí, tendremos que poner algunas reglas, como por ejemplo dónde vas a dormir. – añadió Megumin, notando que la pelirrosa daba un respingo, pero no se atrevía a refutar. – Pero eso puede esperar.
La risa amable de Izuku forzó a la chica finalmente a mirarlo al rostro... a los ojos. El chico se veía sincero, mucho más que Kyouya.
- Ayer nos conocimos bajo malas circunstancias; empecemos de nuevo. – le dijo Izuku, ofreciéndole la mano para un apretón. – Mi nombre es Izuku Midoriya, y soy un Druida, gusto en conocerte.
La chica se vio sorprendida. En realidad, se esperaba que este grupo se empezara a reír por cómo fue abandonada, por su actual situación de estar indefensa, y del hecho de estar ahora a merced de ellos. En lugar de eso, todos parecían listos para ayudarla a ponerse de pie tras una caída tan desdichada.
- Yo soy Megumin, del Clan de los Demonios Carmesís. – se presentó Megumin, sin olvidarse de hacer una pose.
- ¡Mi nombre es Darkness, y soy la espada de Izuku! – Darkness parecía haber decidido unirse en el acto chunni... o al menos, Izuku esperaba que fuese un acto.
- ¡Chika! – La harpía negra reveló entonces su nombre a la chica nueva.
- Yo... Liza. – Izuku decidió que era lo mejor que la chica cocodrilo estaba dispuesta a decir.
- Yo... – La pelirrosa apenas podía hablar, sintiéndose abrumada por la cálida bienvenida. – Mi nombre es Aela... gusto en conocerte.
Mientras Aela tomaba la mano de Izuku, el muchacho decidió que haría todo lo que estuviera a su alcance... para que Kyouya se arrepintiera de sus decisiones.
Esta historia continuará...
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