54
Elizabeth Thompson. 6 de septiembre del 2017, el Olimpo.
—¿Para qué te necesitaba Zeus? —le preguntó Arsen a Elizabeth.
Después de la reunión Elizabeth se dirigió al salón de entrenamiento, decidió que debería mejorar su puntería con las dagas si quería poder atacar a la distancia de más formas.
No sabía qué pensar sobre la supuesta “coronación” que Zeus había propuesto, era una forma muy ridícula de llamar al hecho de hacer público tu testamento, pero así le había dicho Hera.
Lanzó una última daga a la diana antes de voltear a ver a Arsen –una daga que no estuvo muy cerca del centro–.
—Al parecer Zeus cree firmemente que va a morir en la guerra con la Sombra —mencionó.
—¿Porqué lo dices? —frunció el ceño.
—Planea exhibirme cómo su hija frente a todos, y en eso aprovechará para nombrarme “heredera del Olimpo” —bufó con desagrado.
—¿Y eso es malo? —él hubiera rogado por tener ese puesto meses atrás.
—No. Pero no quiero ser heredera de nada, menos de algo que se relacione con todo esto —tomó agua de la botella que tenía en el suelo.
—¿Porqué? —cuestionó un tanto descolocado. Él supuso que después de todo eso, la guerra y demás, ellos podrían tener una vida ahí, en el Olimpo.
—Mira yo… —lo miró a los ojos, pudo notar la desilusión en ellos—. Esta no es mi vida, en realidad, yo no tengo una. Pasé toda mi infancia encerrada entre cuatro paredes, si no era prisionera de la pobreza lo era de la riqueza, y ahora soy prisionera de un futuro que yo no escogí.
Trataba de explicar cómo se sentía con toda esa presión en los hombros, pero describir cómo se sentía parecía no ser lo suyo.
—Después de que todo esto acabe, voy a volver a Orlando —afirmó—. No quiero estar el resto de mi vida rodeada de espadas, bestias y batallas en las que todos esperarán siempre que yo los salve, no quiero eso, yo quiero vivir cómo nunca lo he podido hacer. Actuar, pensar y decir lo que yo quiera, sin tener que cumplir las expectativas de los demás.
La mirada de Arsen estaba perdida en la contraria, analizando hasta el último centímetro del rostro de Elizabeth, reconociendo toda la tristeza y anhelo que sentía. Anhelo por vivir.
—Por favor Arsen, dime que lo entiendes —susurró.
Rodeó los hombros de Elizabeth con sus brazos, pegándola a su pecho y apresándola con su cuerpo, sintiendo cada uno de los latidos de la albina contra él.
—Cuando todo esto termine… —susurró contra sus cabellos—. Nos iremos tan lejos que ni una bestia o algún oráculo nos va a encontrar —prometió Arsen—. Sólo seremos tú y yo, y la vida que nos espera.
—Cuando todo termine —aseguró, enterrando su cara contra su pecho y devolviendo el abrazo por la cintura.
No le dolía abandonar toda su vida, no le dolía si era por ella, no le importaba en lo más mínimo. Él cruzaría mar, cielo y tierra para conseguir la libertad que Elizabeth buscaba. E incluso el mismo infierno.
Rosé. 6 de septiembre, lugar desconocido.
Su máscara negra era tan oscura cómo la oscuridad misma, contrastaba con sus ojos verdes que brillaban cómo la muerte misma.
A fin de cuentas, eso es lo que ella buscaba.
A sus espaldas unos pasos lentos se escucharon y unas rodillas se aporrearon con el suelo de una forma tan fuerte que sus huesos fácilmente pudieron haberse roto.
Se volteó tranquilamente hasta ver aquel cabello opaco y esa piel llena de cicatrices. Esa piel tan pálida y arruinada, fácilmente podría compararse con la piel de un muerto, y esos ojos, estaban tan vacíos cómo unos de vidrio. Parecía una marioneta, y después de tanto tiempo, fácilmente podía llamarse cómo tal.
—Qué bueno que llegaste, te estaba esperando —comentó con voz risueña mientras se sentaba en su trono de piedra antigua, los ojos de vidrio se voltearon hacia ella—. ¿Qué, no vas a hablar?.
Su risa llenó la habitación carente de luz.
—¿Para qué me llamaba… señora? —la voz, una que había sido tan armoniosa en un tiempo, ahora no parecía más que una lija por la falta de agua, ya no quería beber.
—Qué bueno que lo preguntas —exclamó alegre—. Pronto mis soldados más sigilosos irán al Olimpo, te preguntarás, ¿porqué?, bueno, van a marcar el inicio de la guerra que llevo tantos años esperando. ¿No es emocionante?.
La chica arrodillada frente a la enmascarada se levantó a duras penas, aún le dolía el cuerpo por la tortura más reciente.
—Sí, lo es —su voz y rostro no mostraban la emoción que decía tener.
—Me alegra compartir el sentimiento —se burló—. Después de eso, yo partiré hacia el Olimpo, espero que me desees suerte para que todo salga de acuerdo al plan.
—Lo haré —afirmó, impasible.
—Pero que chica tan fría… —ironizó—. ¿Porqué no me muestras la sonrisa que solías tener?.
Una sonrisa malévola se posó en sus labios, sabiendo lo mucho que le dolería siquiera mover un poco el rostro. Más aún con esas costuras que unían sus mejillas.
—Qué sonrisa más falsa —murmuró al vislumbrar de nuevo esa sonrisa costurada.
Se levantó de su trono y con pasos lentos y llenos de superioridad caminó hasta llegar al frente de la joven. La miró desde arriba por la diferencia de posturas, no tuvo que esperar mucho hasta que la menor conectara sus miradas.
—Tu rostro está tan destrozado —suspiró—. Te debe de dar tanta vergüenza caminar por ahí en ese estado, o bueno, debe de ser tan grande cómo para sólo caminar de aquí hasta tu habitación y de regreso.
—¿Porqué me dice esto? —preguntó, sabiendo que eso era lo que quería escuchar.
—Oh, pobre niña. Siento que esto te servirá más a ti —se quitó la máscara que cubría la mitad de su rostro, aquella que sólo mostraba los labios siempre pintados de rojo.
Bajo aquella máscara podía verse un rostro aún joven, sensual pero maduro. Le extendió la máscara a la chica de sonrisa falsa.
—Tómala, tengo algunas de repuesto —sonrió.
La chica de ojos vacíos tomó la máscara entre sus delgadas manos, la observó brevemente y pronto accedió a ponérsela, reprimió un gemido de dolor cuando el material, aún cálido, rozó sus heridas.
La máscara cubría su frente, nariz, cejas. Sólo dejaba al descubierto sus ojos y aquella sonrisa de hilo.
Rosé sonrió aún más al ver su más bella creación.
—Esa máscara… —comenzó—. Te queda muy bien. Te hace ver cómo… una Sombra.
[ EDITADO ☑️ ]
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro