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Evan. 10 de agosto del 2017, el Olimpo.
Astra se acercó a Evan, él estaba en el borde de la arena de batalla del campo de entrenamiento de Ares viendo aquella esfera de agua que mostraba a Elizabeth siendo molida.
Los minotauros ya le habían provocado demasiadas heridas, ya estaba acabada.
Quedó inmóvil al ver aquel delgado y frágil cuerpo lleno de sangre, el hermoso rostro cubierto de moretones, y a Elizabeth, la chica que amaba, inconsciente en el suelo, esperando su muerte.
—Sabes que esto está mal, ¿cierto? —le preguntó Astra en un murmullo.
—No sé de qué hablas —su voz sonaba tensa.
—Sé cuánto te dolió perder a Astrid cuando todo sucedió… —gruñó—. A ti y a todos. Sólo estabas esperando a que creciera un poco más para confesarte, tú la amabas y terminaste destrozado por su muerte, igual que yo, pero al menos yo sí aprendí mi lección, ¿tú lo hiciste?.
—¿Qué lección? —cuestionó Evan volteando a verla, y entonces se dio cuenta de que Astra estaba llorando.
—No debí abandonar a Astrid en el bosque aquel día. Debí luchar con ella y salvarla. Morir juntas si era necesario. Pero me fui, la dejé sola, a su suerte, y ahora está muerta —su voz, llena de rencor y odio hacia sus propias acciones, se partió en las últimas palabras—. ¿Dejarás morir a Elizabeth de la misma forma?.
No lo pensó, ni siquiera se mantuvo quieto un sólo segundo, Evan sólo caminó hacia la mesa de armas sintiendo cómo los dioses posaban su mirada sobre él, y tomó una espada de ella.
—Evan, ¿a dónde vas? —preguntó Ares, su padre, él lo ignoró.
Estaba de camino hacia la entrada del bosque con los gritos de su padre llamándolo, hasta que las exclamaciones de los semidioses lo hicieron detenerse en seco.
—¿Es Arsen? —preguntó una voz femenina en un susurro.
Evan se detuvo y miró aquella esfera de agua.
Arsen luchaba con uno de los minotauros y protegía a Elizabeth con un escudo de rayos –el único uso que le podía dar a su bendición de Zeus– mientras el resto de las criaturas lo golpeaban fuertemente.
El pelinegro no usaba su magia prácticamente nunca, la magia de su padre era casi nula así que no era mucho que se pudiera usar, y normalmente siempre tomaba la posición ofensiva en una batalla, así que su escudo tampoco era algo que usara mucho.
El campo de electricidad se doblaba, chisporroteaba y parpadeaba, amenazando con desaparecer pronto, Arsen tenía el tiempo contado.
Debía de estar drenando su energía gracias a los golpes en el escudo.
La gota de sangre cayendo por su nariz lo confirmaba.
El minotauro lo golpeó, cayó junto al escudo y antes de que otro minotauro lo convirtiera en papilla, una gran ola de energía eléctrica brotó de Elizabeth lanzando a todos los minotauros a una distancia de cinco metros de ellos. Los cuerpos se convirtieron en polvo dorado al instante, ese había sido un ataque demasiado poderoso para un apersona inconsciente.
La magia eterna protegiendo a su ama y señora.
Aprovechando el momento y apartando su sorpresa, sujetó a Elizabeth entre sus brazos con sumo cuidado y abrió un portal entrando por él a toda prisa.
Todos se mantuvieron en silencio cuando vieron llegar a ambos a través de ese portal, Arsen cargaba a Elizabeth y empezó a caminar con pasos cansados.
Sólo notó que le quitaron a la albina de los brazos antes de caer inconsciente en medio del campo de batalla.
Elizabeth Thompson. 11 de agosto del 2017, el Olimpo.
Elizabeth parpadeó en medio de la oscuridad de su habitación, gimiendo por el dolor en su cuello volteó hacia su ventana.
Los fuertes relámpagos partían el cielo en dos, pero la lluvia no hacía acto de presencia y las olas se mantenían calmadas. No era la furia de Zeus lo que provocaba aquello, era la confusión, la intranquilidad que sentía.
La pregunta era ¿porqué se sentía así?.
Intentó incorporarse pero el dolor y una mano en el hombro se lo impidieron.
—Quédate quieta, estás muy herida —una voz ronca y baja rompió el silencio de la habitación.
Volteó con dificultad para ver el rostro de la voz desconocida, logrando distinguir un cabello más negro que la oscuridad misma y unos ojos verdes oliva brillar en la oscuridad. Le recordó a un gato.
—¿Quién eres? —recordaba su rostro, pero el dolor opacaba sus recuerdos sobre él por completo. Su voz había sonado tan cansada, tan débil, que le dio vergüenza volver a hablar—. No recuerdo… tu nombre.
Una risa baja se escuchó, cansada y agobiada, pero no burlona ni decepcionada, fue amable incluso, divertida y obsesiva.
—¿No te acuerdas de mí? —murmuró, con un brillo en los ojos—. Mi nombre es Arsen, el hijo de Apolo.
Elizabeth lo recordó pronto, aquel chico lindo que veía entrenar con Astra, ese que parecía tan amable y talentoso. Recordaba verlo entrenar con su espada de forma veloz y precisa, sin dudas un gran guerrero.
—¿Qué sucedió? —realmente, sólo recordaba pelear con el minotauro, o verlo por un instante. El fuerte dolor de un golpe que la derribó y después de eso todo estaba borroso.
—Casi te matan —lo dijo directamente pero no de forma brusca, su voz se mantenía serena, y la albina lo agradeció—. El minotauro al que enfrentaste te rompió tres costillas, te perforó el brazo izquierdo, casi te rompe la columna y te dislocó el tobillo derecho, aparte de eso tuviste varias hematomas en diferentes partes del cuerpo, las sanadoras curaron todo lo que se pudo de forma superficial, pero los huesos rotos tardarán un poco —explicó—. No entiendo cómo sobreviviste.
Elizabeth sólo pudo suspirar, dándole un por qué al dolor que le impedía mover un dedo.
—Te encontró el resto del grupo de minotauros, resististe lo necesario antes de que llegara.
—¿Cómo? —cuestionó—. ¿Tú fuiste por…? —no pudo terminar la pregunta.
—¿Por ti? —sonrió—. No eres la primera persona que entra a ese bosque y sale medio muerta —su sonrisa se volvió melancólica—, no podía verte morir.
—¿Quién entró al bosque? —la pregunta salió de sus labios sin aviso, se arrepintió al instante.
La habitación se sumió en un profundo silencio que duró minutos.
—Lo siento, no debí…
—Se llamaba Astrid.
[ EDITADO ☑️ ]
¡Capítulo especial para hoy, feliz navidad!
¿Qué les regalaron por estas fechas? Espero que hayan tenido un excelente día y que lo hayan pasado felices con sus familias.
¡Besos! <3
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