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⚔️ 30 ⚔️

Elizabeth Thompson. 13 de febrero del 2017, Orlando.

Finalmente llegó el día que Elizabeth menos esperaba, el aniversario del fallecimiento de su madre, durante el año que había pasado ya, ella apenas había mostrado sentimientos de tristeza por ello, aunque habían noches en las que lloraba hasta dormir.

Sabía que aún no lo superaba, era una herida reciente para ella, una que apenas empezaba a cicatrizar, realmente quería olvidarlo, quería dejar de pensar en la horrible despedida que tuvieron –ya que se despidieron para no volverse a ver sin siquiera saberlo, y no de una forma bonita–, no estaba preparada para encontrarla muerta en su oficina.

Y aunque lo hubiera sabido desde antes, ella hubiera reaccionado exactamente igual.

Había olvidado que, al llegar al Olimpo, Evan le había dicho que ella provocó el incendio, pero unos días después de que le dijeran que tenía magia, lo recordó. Y se lamentó hasta esos momentos.

Quemó y carbonizó el cuerpo de su madre, las cenizas se mantenían en las ruinas que su casa era ahora, no tuvo un funeral apropiado por su culpa, y se lo recordaba a cada instante.

Especialmente en este.

Elizabeth estaba ahí, frente a la mansión demolida en Orlando. La casa seguía en ese lugar, un tanto quemada y destruida, seguramente no habían podido demolerla al no tener la autorización del propietario que, ahora, era Elizabeth.

Y Elizabeth estaba desaparecida para todos ahí.

Seguramente la estaban buscando, quizás ya se habían rendido, aunque probablemente fuera la segunda, ella rezó porque sus amigos –Sam y Cristell– aún conservaran la esperanza de que estuviera viva.

Había convencido a Evan de que la dejara ir a ese lugar, y cuando le dijo que quería ir sola él se negó rotundamente, aunque claro, al final terminó cediendo por la insistencia de Elizabeth y porque Zeus lo había mandado a llamar.

Se aseguró de que no la reconocieran, le dio ropa “discreta” –pantalones de mezclilla, blusa negra de manga corta holgada, y tenis blancos, junto con una gorra, gafas de sol y una peluca castaña de buena calidad–, y luego le abrió un portal hacia el lugar, diciéndole que no fuera a ni un lado ya que cuando su reunión con Zeus terminara, él la buscaría para volver.

Ella asintió y cruzó el portal, y así llegó a ese momento preciso.

Ella se acercó discretamente, abrió la puerta que crujió por el movimiento y entró cerrándola detrás de ella.

Miró a sus alrededores, todo seguía igual, claro que la ceniza empolvaba absolutamente todo y habían manchones oscuros por todas partes, pero era como si estuviera en casa de nuevo, una casa que conocía desde la infancia.

A paso lento y temerosa de que el suelo se rompiera por su peso, ella subió los escalones. Caminó por el pasillo y entró a la que era su habitación, el fuego apenas había tocado el lugar, así que todo seguía intacto.

Excepto por el ropero que, para su sorpresa, estaba abierto y con algunas prendas caídas, como si hubieran revisado lo que había ahí. Frunció el ceño.

Ignoró aquello y siguió caminando, sus joyas de oro y diamantes seguían en ese lugar, era curioso que no hubieran entrado a robar.

Se acercó a la cama y agarró el pequeño peluche con parches que estaba en medio del colchón, acarició la tela peluda con una sonrisa melancólica y lo abrazó.

Buscó por la habitación una mochila, la abrió y metió al peluche en ella, luego las joyas que podrían darle dinero al venderlas y por último una pequeña foto.

Ella tenía quince años, la foto era de Elizabeth y Rosalía, ambas con el rostro serio. Fue la fiesta de quince años de la albina, tenía un vestido color palo de rosa con blanco.

Bajó del segundo piso hacia el estudio, el único lugar al que no quería ir, pero debía hacerlo. Al entrar a la habitación su cuerpo vibró.

Todo estaba quemado, absolutamente todo, incluso notó las cenizas que estaban regadas por el escritorio, eso no era madera quemada.

—Mamá —sollozó, era la primera vez que le decía así desde que era niña—. Lamento... haberte hecho esto.

Sus mejillas se mojaron sin poder evitarlo, puso su mano en el escritorio junto a la ventana, el que estaba repleto de papeles quemados que apenas se podían leer.

—Si no fuera por mí, tú hubieras tenido un funeral digno...

Suspiró y sus ojos cayeron en un papel en el escritorio, sus bordes estaban quemados, pero la letra aún era legible.

Documentos de propiedad.

Levantó el papel con una mano y con la otra secó sus lágrimas.

Rosalía Thompson, veintitrés de junio del dos mil quince.

La señora Thompson ahora es propietaria de una antigua construcción en la Taiga, junto con veinte kilómetros a la redonda.

Tiene total autorización de modificar, construir y hacer lo que le plazca dentro de ese territorio, siempre y cuando no rompa las leyes.

El resto del documento estaba quemado.

¿Una propiedad en el bosque? No entendía qué querría su madre en ese lugar.

Evan. 13 de febrero del 2017, el Olimpo.

Evan estaba en el salón del trono, sólo Zeus estaba en su asiento y lo miraba fijamente.

—¿Entonces cómo van las clases? Sólo han pasado unos días, pero ya debió de haber algún avance.

—Aún no encuentra el fondo, no ha pasado más que pequeños destellos de su poder, pero siempre termina sudada y agotada. Zeus, creo que ella es más poderosa de lo que imaginábamos —murmuró.

—Ella no puede tener más poder que un semidiós, incluso debería tener menos, sólo es una humana.

—Un semidiós, ya habría encontrado el fondo de su poder, desde el primer día. Y si no me equivoco, las bendiciones que ustedes les dieron lleva milenios conservándose de generación en generación.

Era cierto, llevaba más de dos mil años desde que habían bendecido aquella esfera, el poder podría ser como un vino, mientras más tiempo se resguarde más poderoso es. Pero no había forma de comprobarlo, Evan sabía eso, nunca, en toda la historia del Olimpo, había pasado algo similar.

—¿Dónde está Elizabeth? —preguntó Zeus.

—Fue a Orlando, a su casa, hoy es el aniversario de la muerte de su madre.

—¿La dejaste ir sola? —gruñó, Evan guardó silencio—. ¡Carajo! ¿Acaso crees que todo lo que pasó hace un año fue sólo una casualidad? ¡Alguien mató a su madre, y bien pudo ser la sombra!

Si la sombra había matado a su madre, oh demonios, si ella había hecho eso, pudo haber sido para descontrolar a Elizabeth, para que mostrara si ella en verdad era la chica bendecida por los dioses y llevarla a su lado.

A Evan no le importó nada, abrió un portal y al instante apareció frente a la casa de Elizabeth, o la que era suya, ahora solo quedaban ruinas.

Entró con la espada y se encontró en medio de una pelea.

Una rubia con máscara que cubría medio rostro estaba atacando a Elizabeth, ella no tenía armas así que solo podía esquivar y lanzar objetos que se encontraba por ahí.

Elizabeth lo vio con los ojos cristalizados, llena de terror.

No le importó el hecho de que pudieran interrogar a esa chica para saber más de la sombra, o de quién atacaba, de hecho ni siquiera pensó en aquello. Sólo aprovechó la distracción de la rubia y le clavó su espada por la espalda, ella cayó, y Evan le cortó la cabeza.

Elizabeth estaba cubierta de sangre y las botas de Evan igual, él sólo la agarró del brazo e hizo que atravesara el portal que ya había abierto.

[ EDITADO ☑️ ]

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