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El torneo de Satán, primera parte.

Velvet, con su habilidad innata para manipular las redes sociales del Infierno, se acercó al grupo con una sonrisa astuta en su rostro. "Tengo noticias interesantes, chicos," anunció, atrayendo la atención de todos.

"He estado monitoreando los movimientos de Satán, Mammón y Beelcebú," continuó. "Como sospechábamos, Belcebú se ha unido a su facción después de nuestra última reunión. Por ahora, no hay indicios de un ataque inminente. Parece que están organizándose por separado."

Ben asintió, procesando la información. "Bien, eso nos da algo de tiempo para prepararnos."

Gwen, que había estado escuchando atentamente, pidió ver la información recopilada por Velvet. Con una velocidad asombrosa, analizó los datos, sus ojos brillando sutilmente con un destello de energía anodita.

Después de unos momentos, Gwen levantó la mirada, una chispa de emoción en sus ojos. "Creo que he encontrado algo. Un punto débil que podríamos explotar para desestabilizar a nuestros enemigos."

Todos se inclinaron hacia adelante, intrigados por el descubrimiento de Gwen.

"El torneo de la ira de Satán," anunció Gwen. "Es un evento en el que el mismo Satán pelea con el ganador por el título del círculo. Por lo que puedo ver, este torneo es prácticamente sagrado para el circulo."

Ben arqueó una ceja. "¿Y cómo podemos usar eso a nuestro favor?"

Gwen sonrió, su mente trabajando a toda velocidad. "Piénsalo, Ben. Satán no permitiría que nadie interrumpa este torneo. Su orgullo no lo permitiría. Si uno de nosotros se inscribe, podríamos tomar por sorpresa al otro bando."

"Pero no solo eso," continuó Gwen, su voz llena de determinación. "Deberíamos hacerlo de la manera más osada posible. Provocar aún más el orgullo de Satán. De esa forma, no solo participaríamos en el torneo, será una buena forma de acabarlo, ya que tengo entendido que la final es una abtalla justa contra él, conociendo la gran diferencia de poder entre ambos bandos, Ben podría derrotarlo e incluso podríamos obligarlo a rendirse o someterse."

Ben sonrió, comenzando a entender el plan. "Así que básicamente, vamos a jugar con su ego."

"Exactamente," asintió Gwen. "Es arriesgado, pero nos da una victoria asegurada evitando bajas."

Charlie, que había estado escuchando atentamente, intervino. "Es una estrategia audaz, pero también peligrosa. Satán no es alguien con quien se pueda jugar fácilmente."

"Precisamente por eso funcionará," argumentó Gwen. "No dudo que ya esté esperando esto, la única diferencia es que no sabe que tenemos la ventaja en cualquier tipo de combate."

Ben se puso de pie, su rostro iluminado con determinación. "Me gusta. Es arriesgado, es atrevido, y es exactamente el tipo de plan que podría funcionar en este lugar loco."

Cerbero gruñó en señal de aprobación. "Estoy de acuerdo. Debemos aprovechar cualquier ventaja que podamos obtener."

"Entonces está decidido," declaró Ben. "Nos inscribiremos en el torneo de Satán, le pateamos el trasero y evitamos problemas."

Mientras el grupo comenzaba a discutir los detalles del plan, Gwen no pudo evitar sentir una mezcla de orgullo y preocupación. Su primo seguía siendo el mismo Ben temerario de siempre, pero ahora tenía el poder y la influencia para respaldar sus acciones audaces. Solo esperaba que su plan no se desviara tanto.

Ben y Cerbero se adentraron en el Círculo de la Ira, un panorama caótico se desplegó ante ellos. Por todos lados, demonios se enfrentaban en feroces combates, sus gritos de furia resonando en el aire cargado de tensión.

Cerbero, notando la expresión de sorpresa de Ben, explicó con voz grave: "Así es este lugar, Ben. La violencia es su estado natural. No te sorprendas."

La imponente presencia de Cerbero sembró el miedo entre los demonios combatientes. A medida que Ben y su leal compañero avanzaban, la multitud se apartaba, creando un pasillo de silencio temeroso en medio del caos.

A lo lejos, el coliseo de Satán se alzaba majestuoso, su estructura colosal dominando el horizonte infernal. Ben y Cerbero se dirigieron hacia allí con paso decidido.

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Al llegar a la entrada, se encontraron con una larga fila de demonios esperando para inscribirse. Sin embargo, bastó una mirada amenazante de Cerbero para que la multitud se dispersara rápidamente, dejando el camino libre.

Se acercaron al mostrador de inscripción, donde una demonio los recibió con una mezcla de temor y curiosidad. Antes de que pudieran hablar, una figura apareció junto a la encargada.

El recién llegado, un demonio de aspecto distinguido con una barba de chivo y un peinado puntiagudo, se presentó con una reverencia exagerada. "Bienvenidos, soy Mefistófeles, la mano derecha de Satán."

Sus ojos brillaron con astucia mientras se dirigía a Ben. "Si deseas inscribirte, joven héroe, debes saber que hay... condiciones especiales para ti."

Ben arqueó una ceja, intrigado. "¿Qué tipo de condiciones?"

Mefistófeles sonrió, revelando dientes afilados. "Satán está al tanto de tus múltiples formas. Para mantener la equidad, solo podrás utilizar una de tus criaturas durante el torneo. Además, el uso de habilidades no físicas está estrictamente prohibido, en este torneo."

Cerbero gruñó, listo para protestar, pero Ben lo detuvo con un gesto. Con una sonrisa desafiante, el héroe respondió: "Acepto tus condiciones, Mefistófeles."

El demonio pareció complacido y algo sorprendido por la rápida aceptación de Ben. Con otra reverencia exagerada, declaró: "Entonces, sean bienvenidos al Torneo de la Ira. Que la furia de Satán los acompañe."

Con estas palabras, Mefistófeles se desvaneció en una nube de humo sulfuroso, dejando a Ben y Cerbero solos frente al mostrador de inscripción.

Ben se volvió hacia su compañero, una chispa de emoción en sus ojos. "Bueno, Cerbero, parece que las cosas se pondrán interesantes."

Cerbero asintió y dijo algo indeciso "Ten cuidado, Ben. Estas restricciones podrían ser más peligrosas de lo que parecen."

"Lo sé," respondió Ben mientras comenzaba a llenar el formulario de inscripción. "Pero también sé que, sin importar qué forma use, estamos a punto de darle al Infierno un espectáculo que nunca olvidará."

Ben y Cerbero atravesaron las puertas del colosal coliseo, la atmósfera cargada de anticipación y furia contenida. Mientras se dirigían hacia el área de inscripción, Ben tomó su decisión sobre qué alien utilizaría durante el torneo.

"Voy a usar a Humungosaurio," anunció con una sonrisa apenas contenida. "Es la elección perfecta para esta situación. Fuerza bruta, resistencia, y la capacidad de aumentar de tamaño. Es ideal para un torneo de combate físico."

Cerbero miró a Ben con escepticismo, sus tres pares de ojos entrecerrados. "¿Estás seguro de que esa es la única razón, Ben?"

Ben trató de mantener una expresión seria, pero no pudo evitar que una sonrisa traviesa se asomara en sus labios. "Por supuesto. Es una decisión puramente estratégica."

Cerbero resopló, un sonido que vino de sus tres cabezas simultáneamente. "No me engañas, Ben. Sé que has estado deseando una excusa para usar a Humungosaurio en una buena pelea desde hace tiempo."

Ben se rió, finalmente abandonando el pretexto. "Bueno, ¿puedes culparme? ¡Esta es la oportunidad perfecta para desatar todo el poder de Humungosaurio!"

Después de completar la inscripción, se les informó sobre el formato del torneo. La primera ronda sería un battle royal, dividido en cuatro grandes batallas. A Cerbero le asignaron la primera batalla, mientras que Ben fue programado para la última.

Mientras se preparaban en el área designada, Ben notó que Cerbero parecía tenso. "¿Estás listo para esto, amigo?"

Cerbero asintió, sus tres cabezas mostrando diferentes grados de determinación. "Siempre estoy listo para una buena pelea. Pero Ben, ten cuidado. Este no es un torneo ordinario. Recuerda por qué estamos aquí."

Ben puso una mano en el hombro de su leal compañero. "Lo sé, Cerbero. No perderé de vista nuestro objetivo. Pero eso no significa que no podamos disfrutar un poco en el proceso, ¿verdad?"

Tras una hora de preparación, llena de estiramientos, estrategias rápidas y una creciente anticipación, llegó el momento de la primera batalla. Cerbero se dirigió hacia la arena, sus pasos resonando en el túnel que conducía al campo de batalla.

"¡Demuéstrales de qué estás hecho!" gritó Ben mientras Cerbero desaparecía en la luz cegadora de la arena.

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Mientras esperaba su turno, Ben no pudo evitar sentir una mezcla de emoción y nerviosismo. Sabía que este torneo era más que una simple competencia; era una jugada estratégica en un juego mucho más grande. Pero por ahora, se permitió disfrutar de la adrenalina del momento, anticipando su propia batalla y la oportunidad de desatar el poder de Humungosaurio en toda su gloria.

El coliseo rugió con la energía de miles de espectadores demoníacos mientras el referí, un demonio con cuernos retorcidos y un traje a rayas, se elevaba sobre la arena utilizando sus alas de murciélago. Sosteniendo un micrófono que parecía estar hecho de huesos, su voz resonó por todo el estadio.

"¡Bienvenidos, almas condenadas y seres infernales, al Gran Torneo de la Ira de Satán!" El público estalló en gritos y aullidos de emoción.

"Hoy presenciaremos la primera ronda: ¡una batalla real de proporciones épicas! Cien demonios, incluyendo dos de nuestros estimados Overlords, se enfrentarán en una lucha sin cuartel."

El referí hizo una pausa dramática antes de continuar. "Pero recuerden, solo cuatro afortunados -o debería decir, los cuatro más despiadados- pasarán a la siguiente ronda. ¡Así que prepárense para ver sangre, gore y quizás algunas extremidades volando por los aires!"

Los gritos del público se intensificaron. El referí levantó una garra para pedir silencio.

"Ahora, las reglas son simples, pero les sugiero que presten atención. No queremos que nadie sea descalificado por ignorancia... a menos que eso resulte en un espectáculo más sangriento, en cuyo caso, ¡adelante!"

Risas malignas resonaron por el coliseo.

"Regla número uno: solo se permite el combate físico. Nada de magia, nada de trucos dimensionales, nada de invocar ejércitos de las profundidades. ¡Solo sus puños, garras, colmillos y cualquier extremidad o apéndice que puedan usar como arma!"

"Regla número dos: la batalla continúa hasta que solo queden cuatro combatientes en pie. Si se rinden, mueren o son incapaces de continuar, están fuera."

"Y finalmente, regla número tres: no hay regla número tres. ¡Esto es el Infierno, después de todo!"

Más risas y vítores llenaron el aire.

"Ahora, permítanme presentar a nuestros combatientes especiales. Entre ellos, tenemos a dos de nuestros respetados Overlords, Serpens y Ignitus cuya participación es obligatoria y quienes casi siempre terminan entre los clasificados. ¡Qué sorpresa!"

El sarcasmo en su voz era palpable.

"Pero hoy tenemos un invitado especial. Un recién llegado que ha estado causando revuelo en el Infierno. ¡Denle la bienvenida, o mejor dicho, abuchéenlo con todas sus fuerzas, a Cerbero, el perro guardián del pecado del orgullo!"

Todas las miradas se dirigieron hacia Cerbero, quien se mantuvo impasible ante la mezcla de gritos, abucheos y algunos vítores dispersos.

"¡Que comience la masacre... es decir, la competencia!"

Con un gesto dramático, el referí dio por iniciada la batalla. Los cien demonios en la arena se lanzaron unos contra otros en un frenesí de violencia, mientras Cerbero se preparaba para enfrentar lo que prometía ser una de las peleas más intensas de su existencia.

Cuando el caos estalló en la arena, Cerbero se encontró rápidamente en el centro de una tormenta de violencia demoníaca. La obvia promesa de Mefistófeles de una jugosa recompensa por su eliminación había convertido lo que debía ser una batalla real en un asalto masivo contra él.

Cerbero gruñó, sus tres cabezas mostrando dientes afilados en una sonrisa feroz. "Así que quieren jugar sucio," murmuró para sí mismo. "Perfecto."

Con un rugido ensordecedor que hizo temblar el coliseo, Cerbero se lanzó hacia adelante. Su cuerpo masivo se convirtió en un torbellino de garras y colmillos, derribando a los demonios más débiles como si fueran muñecos de trapo.

Dos demonios con cuernos afilados intentaron flanquearlo, pero las cabezas laterales de la armadura de de Cerbero los atraparon en sus fauces, como el a este punto era un ser tecno orgánico fusionado con su armadura, no rompía ninguna regla, sacudiéndolos violentamente antes de lanzarlos contra la multitud.

Un Overlord, una criatura serpentina con brazos de cuchilla, se deslizó entre la confusión, buscando un ataque sorpresa. Pero Cerbero, siempre alerta, lo detectó. Con un movimiento fluido, se giró y aplastó al Overlord bajo sus patas, el impacto creando un cráter en el suelo de la arena.

"¿Es todo lo que tienen?" rugió Cerbero, su voz resonando por encima del caos.

La multitud de demonios pareció dudar por un momento, pero la codicia pudo más que el miedo. Se lanzaron en oleadas, tratando de abrumar a Cerbero con puro número.

Cerbero se irguió sobre sus patas traseras, su figura imponente eclipsando a sus atacantes. Con un poderoso aullido, desató una onda de choque que mandó a volar a docenas de demonios.

El segundo Overlord, una criatura con múltiples brazos y ojos de fuego, aprovechó la distracción para saltar sobre la espalda de Cerbero. Sus puños ardientes golpearon repetidamente, buscando un punto débil.

Cerbero gruñó de dolor, pero no se amedrentó. Girando rápidamente, se lanzó de espaldas contra el muro de la arena, aplastando al Overlord entre su cuerpo y la piedra.

La batalla continuaba, feroz e implacable. Cerbero estaba rodeado, superado en número, pero no vencido. Con cada golpe que recibía, devolvía diez. El suelo de la arena se había convertido en un mar de cuerpos demoníacos derrotados.

Desde las gradas, Mefistófeles observaba con una mezcla de frustración y fascinación. Este no era el resultado que había esperado, pero sin duda estaba dando un espectáculo digno del Círculo de la Ira.

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A medida que la batalla continuaba, el número de oponentes de Cerbero disminuía rápidamente. Su ferocidad y habilidad eran inigualables, dejando un rastro de demonios inconscientes a su paso.

Los dos Overlords, se mantuvieron en la periferia, recuperando fuerzas y esperando el momento oportuno para atacar nuevamente. Sin embargo, la oportunidad nunca llegó.

Con un último rugido ensordecedor, Cerbero se alzó sobre sus patas traseras, su figura imponente proyectando una sombra sobre la arena. En un movimiento explosivo, Cerbero con pura fuerza bruta y velocidad desgarro el mismo espacio y lanzo varios cortes dimensionales, derribando a los últimos demonios que aún se atrevían a desafiarlo.

El silencio cayó sobre el coliseo cuando el último oponente cayó. Cerbero erguido, miró a su alrededor, buscando más desafiantes. Fue entonces cuando notó a un demonio tembloroso emergiendo de detrás de un montón de escombros, donde aparentemente se había escondido durante toda la batalla.

El referí, recuperándose de su asombro, voló sobre la arena y anunció con voz temblorosa: "¡I-increíble! ¡La batalla ha terminado! Los clasificados para la siguiente ronda son: Cerbero, los Overlords , y... eh... este demonio de aquí," señalando al aterrorizado demonio que estuvo oculto toda la pelea.

Por un momento, el coliseo permaneció en silencio, como si la audiencia estuviera procesando lo que acababa de presenciar. Luego, como una ola, los aplausos y vítores estallaron. Gritos de asombro y admiración llenaron el aire, muchos espectadores poniéndose de pie para ovacionar a Cerbero.

"¡Asombroso!" "¡Nunca había visto nada igual!" "¡Es una bestia!" Los comentarios entusiastas se mezclaban con los aplausos ensordecedores.

Cerbero, aunque un poco cansado, mantuvo su porte orgulloso. Su cabeza solto algo de electricidad verde de un suspiro, observando a la multitud que ahora lo aclamaba. Era una ironía que aquellos que habían apostado por su caída ahora lo vitorearan, pero así era el circulo de la ira: el respeto se ganaba a través de la fuerza y la habilidad.

Los dos Overlords, Serpens e Ignitus, se levantaron tambaleantes. A pesar de su orgullo herido, incluso ellos no pudieron evitar mostrar un atisbo de respeto hacia Cerbero con un leve asentimiento.

Mientras era escoltado fuera de la arena, Cerbero pudo ver a Mefistófeles en las gradas, su expresión una mezcla de frustración y fascinación. El plan para eliminar a Cerbero había fallado espectacularmente, y ahora el guardián del orgullo se había convertido en el favorito del público.

Cerbero sonrió internamente. La primera batalla había sido ganada, pero sabía que esto era solo el comienzo. Con Ben aún por competir, el verdadero desafío estaba por venir. Pero por ahora, se permitió disfrutar de la victoria, saboreando los vítores de la multitud mientras se preparaba para la siguiente ronda del torneo.

Mientras los ecos de las batallas anteriores aún resonaban en el coliseo, llegó el momento de la última ronda clasificatoria. El público, aún exaltado por la impresionante victoria de Cerbero, se preparaba para el siguiente espectáculo.

La voz del referí retumbó nuevamente: "¡Y ahora, para nuestra batalla final, démosle la bienvenida al soberano del círculo del orgullo, el pecado capital del orgullo en persona! ¡Ben Tennyson!"

Ben, transformado en el imponente Humungosaurio, entró a la arena con paso firme. Su llegada fue recibida con una ola de abucheos y gritos hostiles.

"¡Vaya, qué cálida bienvenida!" exclamó Humungosaurio con sarcasmo. "¿Así tratan a todos sus invitados o soy especial?"

Los abucheos se intensificaron, pero Ben los ignoró con una sonrisa desafiante.

"¡Que comience la masacre!" gritó el referí, dando inicio a la batalla.

Al igual que con Cerbero, la multitud de demonios se lanzó contra Humungosaurio en un ataque coordinado. Los dos Overlords presentes, uno con forma de quimera de fuego y otro con aspecto de golem de piedra, se mantuvieron al margen, evaluando la situación.

Sin embargo, a diferencia de la intensa batalla de Cerbero, Humungosaurio parecía casi aburrido. Con un movimiento casual de su brazo, barrió a una docena de demonios, enviándolos a volar por los aires.

"¿Esto es todo?" preguntó Humungosaurio, bostezando teatralmente. "Pensé que esto sería un desafío."

Un grupo de demonios intentó trepar por su espalda, pero Humungosaurio simplemente se sacudió, enviándolos a estrellarse contra las paredes de la arena.

El Overlord de fuego, furioso por la falta de respeto, lanzó una bola de fuego masiva contra Humungosaurio. Ben la atrapó con una mano, apagándola como si fuera una simple vela.

"Vaya, eso estuvo caliente," bromeó. "Pero me temo que necesitarás algo más que eso para impresionarme."

Con un movimiento rápido, Humungosaurio agarró al Overlord de fuego y lo usó como un bate improvisado para golpear al Overlord de piedra, dejando a ambos fuera de combate.

La batalla continuó, pero era evidente que para Humungosaurio esto no era más que un juego. Derribaba demonios por docenas con cada movimiento, sin siquiera parecer esforzarse.

El público, que había comenzado abucheando, ahora observaba en un silencio atónito. La facilidad con la que Humungosaurio manejaba a sus oponentes era algo que nunca habían visto antes.

Mientras la arena se llenaba de cuerpos inconscientes de demonios, Ben no pudo evitar pensar que tal vez debería haber elegido una forma menos poderosa para hacer las cosas más interesantes. Sin embargo, la expresión de shock en el rostro de Mefistófeles en las gradas hizo que todo valiera la pena.

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La batalla, si es que se le podía llamar así, terminó casi tan rápido como había comenzado. En cuestión de minutos, el suelo de la arena estaba cubierto de demonios inconscientes, incluidos los dos Overlords que habían sido derrotados con una facilidad humillante.

Humungosaurio se encontraba de pie en el centro de la arena, apenas mostrando signos de haber hecho si quiera un calentamiento. A su alrededor, solo tres demonios permanecían conscientes, todos ellos temblando visiblemente y manteniendo la mayor distancia posible del imponente alienígena.

El referí, con la mandíbula prácticamente en el suelo, tardó unos segundos en reaccionar antes de anunciar con voz temblorosa:

"I-increíble... La batalla ha terminado en tiempo récord. Los clasificados para la siguiente ronda son: Humungosaurio y... eh... estos tres," señaló a los demonios aterrados que habían sobrevivido simplemente por estar lo suficientemente lejos de Ben durante la pelea.

El coliseo quedó sumido en un silencio atónito. Los espectadores, que momentos antes habían estado abucheando, ahora miraban boquiabiertos, incapaces de procesar lo que acababan de presenciar.

Humungosaurio miró a su alrededor, notando las expresiones de shock. Con una sonrisa burlona, se dirigió al público:

"¿Qué pasa? ¿El gato les comió la lengua? ¿O debería decir el Imp?"

Su comentario pareció sacar a la audiencia de su estupor. Lentamente, algunos aplausos comenzaron a escucharse, aumentando gradualmente hasta convertirse en una ovación atronadora. El miedo inicial se había transformado en una mezcla de respeto y fascinación.

Los Overlords derrotados, arrastrándose fuera de la arena, lanzaron miradas de odio a Humungosaurio, pero era evidente que su orgullo había sido completamente destrozado.

Mefistófeles, desde su posición privilegiada, observaba con una mezcla de rabia y preocupación. El plan para eliminar a Ben y Cerbero no solo había fracasado espectacularmente, sino que ahora ambos se habían convertido en las estrellas indiscutibles del torneo.

Mientras Humungosaurio era escoltado fuera de la arena, los murmullos entre los espectadores crecían. Las apuestas se estaban recalculando, los rumores se esparcían como fuego, y una cosa quedaba clara: el Torneo de la Ira de Satán acababa de volverse mucho más interesante de lo que nadie hubiera imaginado.

El Torneo de la Ira, que una vez había sido su evento favorito, se había convertido en una rutina aburrida para él. Año tras año, siempre terminaba aplastando al ganador sin esfuerzo alguno. Este año se dijo que solo asistiría en la batalla final, ya que esperaba con ansias su enfrentamiento contra Ben Tenyson el nuevo pecado del orgullo en la guerra que e avecinaba.

De repente, las puertas de la cámara se abrieron de golpe, y Mefistófeles, quien se había resignado al ver todos sus planes fallando de forma humillante, no le quedo de otra de correr con el rabo entre las piernas y notificarle la situación a él pecado, entró apresuradamente, su rostro una mezcla de preocupación y urgencia.

"¡Mi señor Satán!" exclamó Mefistófeles, inclinándose rápidamente. "Tengo noticias importantes sobre el torneo."

Satán con su gran armadura y una capucha negra que le cubría todo el cuerpo abrió un ojo perezosamente, su voz resonando con un tono de aburrimiento. "¿Qué es tan importante como para interrumpir mi siesta, Mefistófeles? ¿Acaso algún demonio lograra durar más de cinco segundos contra mí este año?"

Mefistófeles tragó saliva antes de responder. "No. Ben tenyson y su mano derecha en persona aparecieron, intente derrotarlos a través de algunos combatientes y no pude hacer nada."

Satán se incorporó lentamente, su interés despertando. Pero lo que sucedió a continuación sorprendió incluso a Mefistófeles.

En lugar de la ira o la indignación que esperaba, Satán comenzó a reír. Empezó como una risa baja y gutural, pero pronto se convirtió en una carcajada estruendosa que hizo temblar las paredes del palacio.

"¡Maravilloso!" exclamó Satán, sus ojos brillando con un fuego renovado. "¡Absolutamente maravilloso!"

Mefistófeles parpadeó confundido. "¿Que?"

Satán se levantó de su trono, su imponente figura irradiando energía y emoción. "¿No lo ves, Mefistófeles? ¡Esta es la oportunidad que he estado esperando! No solo podré vengar la derrota de mi viejo amigo Belial, sino que finalmente tendré la oportunidad de tener una pelea digna."

El demonio de la ira comenzó a pasearse por la habitación, su entusiasmo creciendo con cada paso. "Durante siglos, he aplastado a cada retador sin esfuerzo. Pero ahora... ahora tenemos a alguien que podría representar un verdadero desafío."

Mefistófeles, aunque aliviado de que su señor no estuviera enojado, aún parecía preocupado. "Pero..., ¿y si son demasiado poderosos? ¿Y si..."

Satán lo interrumpió con un gesto de su mano. "¡Tonterías! Si son tan fuertes como dices, entonces esta será la mejor pelea que he tenido en milenios. Y si logran vencerme..." Una sonrisa siniestra se extendió por su rostro. "Bueno, entonces habrán probado ser dignos oponentes, ¿no crees?"

El demonio de la ira se volvió hacia Mefistófeles, sus ojos ardiendo con anticipación. "Prepara todo, Mefistófeles. Quiero que este torneo sea recordado por toda la eternidad. Y asegúrate de que nuestros nuevos... invitados... reciban un trato especial. Después de todo, no todos los días se ve una batalla entre dos pecados."

Mientras Mefistófeles se apresuraba a cumplir las órdenes de su señor, Satán volvió a su trono, pero esta vez completamente despierto y alerta. Por primera vez en siglos, sentía la emoción de un verdadero desafío. El Torneo de la Ira estaba a punto de convertirse en un espectáculo como ningún otro en la historia del Infierno.

Mefistófeles, consciente de la impulsividad de Satan y preocupado por las implicaciones más amplias de la situación, esperó hasta estar fuera de la cámara de Satán para sacar su celular infernal. Con dedos temblorosos, marcó un número que rara vez usaba.

Tras unos segundos de estática sulfurosa, una voz femenina y zumbante contestó: "Habla Beelzebub. Espero que sea importante, Mefistófeles."

"Mi señora," susurró Mefistófeles, mirando nerviosamente a su alrededor, "tenemos una situación delicada en el Círculo de la Ira. Ben Tennyson y su aliado Cerbero han dominado el torneo de Satán."

Hubo un breve silencio antes de que Beelzebub respondiera, su voz cargada de preocupación: "¿Y cómo ha reaccionado Satan ante esto?"

Mefistófeles suspiró. "Está... emocionado. Ve esto como una oportunidad para una buena pelea y vengar a Belial."

"Típico de Satán," gruñó Beelzebub. "Siempre pensando con los puños en lugar del cerebro."

"Exactamente," concordó Mefistófeles. "Temo que esto pueda desestabilizar nuestra alianza y nuestros planes."

"Entiendo," dijo Beelzebub. "Mantendré informado a Mammón. Por ahora, sigue el juego de Satán, pero mantennos al tanto de cualquier desarrollo. Ben tenyson tiene que caer o al menos su mano derecha."

Mefistófeles asintió, aunque sabía que Beelzebub no podía verlo. "Así lo haré, mi señora. ¿Alguna otra instrucción?"

"Sí," respondió Beelzebub, su voz tornándose más seria. "Mantén un ojo especialmente cercano en Ben Tennyson. Si tiene la oportunidad de hablar con Satán fuera del combate, podrían surgir... complicaciones para nuestros planes."

"Entendido," dijo Mefistófeles. "Haré todo lo posible para mantener las cosas bajo control."

"Excelente," concluyó Beelzebub. "Y Mefistófeles... si las cosas se salen de control, no dudes en contactarnos inmediatamente. Esta alianza es demasiado importante como para dejarla en manos del temperamento volátil de Satán."

Con eso, la llamada terminó. Mefistófeles guardó su celular, sintiendo el peso de la responsabilidad sobre sus hombros. Tendría que caminar por una fina línea entre satisfacer los deseos de su señor y proteger los intereses de la alianza.

Mientras se dirigía de vuelta a supervisar los preparativos del torneo, Mefistófeles no pudo evitar pensar que los próximos días serían cruciales para el futuro del Infierno. Y él estaría en el centro de todo.

Mientras el coliseo hervía de actividad y anticipación, Ben y Cerbero se encontraban en una sala de espera reservada para los competidores. El ambiente era tenso, cargado de la energía frenética del Infierno y la expectativa de las próximas batallas.

Ben, en su forma humana, estudiaba un tablero holográfico que mostraba los emparejamientos del torneo. Una sonrisa de satisfacción se dibujó en su rostro.

"Buenas noticias, Cerbero," anunció, girándose hacia su compañero. "Estamos en lados opuestos del bracket. Solo nos enfrentaríamos en la final, si ambos llegamos tan lejos."

Cerbero, sus tres cabezas observando atentamente a los otros competidores en la sala, asintió. "Eso es conveniente. Aunque, viendo a la competencia, no estoy particularmente impresionado."

Ben siguió la mirada de Cerbero, evaluando a los otros demonios clasificados. La mayoría parecían nerviosos, lanzando miradas furtivas hacia Ben y Cerbero. Los pocos que intentaban mantener una fachada de confianza no lograban ocultar del todo su inquietud.

"Tienes razón," concordó Ben. "Después de enfrentarnos a 99 contra 1, estos combates individuales deberían ser pan comido."

Cerbero gruñó suavemente, un sonido que Ben había aprendido a interpretar como una risa. "No te confíes demasiado, Ben. Recuerda por qué estamos aquí."

Ben asintió, su expresión volviéndose más seria. "Lo sé. Esto es más que un simple torneo. Es nuestra oportunidad de desestabilizar a Satán y su círculo."

"Exactamente," confirmó Cerbero. "Cada victoria nos acerca más a nuestro objetivo real."

En ese momento, un demonio mensajero entró en la sala, anunciando que las próximas peleas comenzarían pronto. Los competidores empezaron a moverse, preparándose para sus respectivos combates.

Ben se estiró, preparándose para transformarse en Humungosaurio nuevamente. "Bueno, supongo que es hora del espectáculo."

Cerbero asintió, sus tres pares de ojos brillando con determinación. "Recuerda, Ben, no solo estamos peleando por la victoria tenemos que detener esta guerra..."

"Lo sé," respondió Ben con una sonrisa confiada. "Últimamente te estas volviendo algo controlador amigo, pero supongo que está bien lo que dices."

Cerbero lo miro preocupado, no sabia como su señor, siempre actuaba tan despreocupado, aunque bueno... murió y resucito como si nada hace poco.

El rugido de la multitud se hacía cada vez más fuerte a medida que se acercaban a la entrada de la arena. El Torneo de la Ira de Satán estaba a punto de entrar en su fase más emocionante, y Ben y Cerbero estaban listos para dar un espectáculo que el Infierno nunca olvidaría.

Mientras los competidores se preparaban para sus combates, una figura sombría se deslizó entre las sombras del coliseo. Alastor, con su sonrisa eterna y ojos brillantes, se acercó a uno de los demonios clasificados al azar.

"Mi querido amigo," susurró Alastor, su voz cargada de estática y malicia. "¿Te gustaría tener el poder para impresionar al mismísimo Satán?"

El demonio, claramente no muy brillante, asintió con entusiasmo. "¡Sí, sí! ¿Cómo puedo obtener ese poder?"

Alastor rió suavemente, sacando un collar blanco adornado con alas angelicales. "Con esto, por supuesto. Pero a cambio, quiero la cabeza de Ben Tennyson."

Sin pensarlo dos veces, el demonio aceptó el trato, colocándose el collar.

Las primeras rondas del torneo transcurrieron sin sorpresas. Cerbero y Ben, como era de esperarse, derrotaron a sus oponentes con facilidad, dejando a la audiencia asombrada con su poder.

Sin embargo, fue durante el último combate de la ronda cuando las cosas tomaron un giro inesperado. El demonio que había hecho el trato con Alastor entró en la arena, enfrentándose a un Overlord. Para sorpresa de todos, el cuerpo del demonio comenzó a emanar una energía blanca brillante, un poder que claramente no era de origen infernal.

Con una velocidad y fuerza sobrenatural, el demonio derrotó al Overlord en cuestión de segundos, dejando a la audiencia en un silencio atónito.

Desde su trono, Satán se inclinó hacia adelante, sus ojos ardiendo con furia. Incluso él podía sentir que algo estaba terriblemente mal. Este poder no pertenecía a su reino, y la idea de que alguien estuviera manchando su sagrado torneo lo llenaba de ira.

"Mefistófeles," gruñó Satán, su voz cargada de rabia contenida. "¿Qué demonios está pasando aquí?"

Mefistófeles, igualmente sorprendido, tartamudeó una respuesta. "N-no lo sé, mi señor. Esto no estaba previsto."

Satán se reclinó en su trono, sus garras dejando marcas en los reposabrazos. "Deja que continúe... por ahora. Quiero ver quién está detrás de esta blasfemia contra mi torneo."

En la arena, Ben y Cerbero intercambiaron miradas de preocupación. Ambos podían sentir que algo no estaba bien con ese demonio y su repentino poder.

"Esto no es bueno," murmuró Ben. "Ese poder... se siente casi celestial."

Cerbero asintió, sus tres cabezas en alerta máxima. "Alguien está jugando un juego peligroso aquí. Debemos estar preparados para cualquier cosa."

Mientras tanto, oculto entre las sombras, Alastor observaba con deleite el caos que había sembrado. Su sonrisa se ensanchó aún más, sabiendo que el verdadero espectáculo estaba a punto de comenzar.

El Torneo de la Ira de Satán acababa de volverse mucho más complicado y peligroso de lo que nadie podría haber imaginado. Con fuerzas celestiales aparentemente en juego, la tensión en el Infierno alcanzó nuevos niveles, y todos los ojos estaban puestos en lo que sucedería a continuación.

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