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Bienvenido al Infierno Segunda Parte

Aproveche para realizar dos cosas con este fanfic diferente a los demás, cambie el estilo de escritura para ver si de esta forma se entienden mejor los diálogos, y segundo una ligera asistencia con i.a más que nada ayuda con ortografía y mejorar la lógica de los textos, agradecería sus opiniones respecto a estos apartados en este capítulo.

Blitzwolfer se irguió en toda su altura, sus ojos brillando con determinación. "Déjalo en mis garras, Cerbero. Esos Imps están a punto de aprender que meterse con este barrio fue el peor error de sus vidas."

Las tres cabezas de Cerbero esbozaron sonrisas idénticas, una chispa de esperanza brillando en sus ojos. "Muy bien, forastero, tienes nuestra confianza. ¿Qué necesitas de nosotros?"

Ben sonrió, su mente ya trabajando en un plan. "Reúne a todos los hellhounds que puedas. Es hora de que aprendan a defenderse, y cuando esos Imps regresen, les daremos una bienvenida que nunca olvidarán."

Ben pidió que le trajeran toda la chatarra que encontraran y todas las armas que dejaron los Imps atrás, solicitando que se las dejaran en un almacén cercano. Los Hellhounds lo obedecieron sin dudar ni un segundo, moviéndose con una eficiencia que sorprendió incluso a Ben.

"Vaya, cuando se lo proponen, estos chicos son rápidos," murmuró para sí mismo, observando cómo los Hellhounds se dispersaban por las calles en busca de materiales.

En cuestión de minutos, el almacén designado comenzó a llenarse de una ecléctica colección de chatarra infernal: piezas de vehículos retorcidos, armas dañadas de los Imps, y toda clase de desechos metálicos que los Hellhounds pudieron encontrar.

Ben se acercó a Cerbero, quien supervisaba la operación con sus tres cabezas en constante movimiento, cada una observando un área diferente.

"Cerbero," dijo Ben, su voz grave de Blitzwolfer resonando en el almacén, "necesito que mantengas a todos alejados de este lugar por un tiempo, lo que estoy a punto de hacer... bueno, digamos que es mejor si nadie lo ve."

Las tres cabezas de Cerbero intercambiaron miradas intrigadas antes de que la del centro respondiera: "Como desees, forastero, has ganado nuestra confianza ¿Cuánto tiempo necesitas?"

Ben calculó mentalmente. "Dame una hora, cuando regrese, tendré algo para que ustedes puedan defenderse."

Con un asentimiento de sus tres cabezas, Cerbero comenzó a ladrar órdenes, despejando el área alrededor del almacén.

Una vez solo, Ben activó el Omnitrix, transformándose en un destello de luz verde. En su lugar apareció Jury Rigg, el pequeño alienígena rojo con una sonrisa traviesa y ojos brillantes.

"¡Oh, sí!" exclamó Jury Rigg, frotándose las manos con anticipación mientras observaba la montaña de chatarra frente a él. "¡Es hora de desmontar, reconstruir y mejorar!"

Con una risa maniática, Jury Rigg se lanzó sobre la pila de desechos, sus manos se movían a una velocidad vertiginosa, desarmando, reconfigurando y ensamblando piezas con una habilidad sobrenatural.

Mientras trabajaba, su mente corría a mil por hora. "Necesitamos algo que incapacite sin causar daño permanente," murmuraba para sí mismo. "Algo que les dé ventaja a los Hellhounds sin convertirlos en monstruos como sus opresores."

Las horas pasaron volando mientras Jury Rigg trabajaba incansablemente, poco a poco, del caos de chatarra comenzaron a emerger formas reconocibles: dispositivos de aturdimiento, escudos energéticos portátiles, incluso pequeños drones de reconocimiento hechos con piezas de los vehículos de los Imps.

Cuando finalmente terminó, Jury Rigg se paró en medio del almacén, rodeado de su creación: un arsenal completo de armas no letales y dispositivos defensivos, todos diseñados para dar a los Hellhounds una oportunidad contra sus opresores.

"¡Perfecto!" exclamó, su voz chillona llena de orgullo. "Con esto, esos Imps no sabrán qué los golpeó."

Justo cuando estaba a punto de llamar a Cerbero para mostrarle su trabajo, Ben regreso a su forma humana colocándose la capucha de nuevo.

"Bueno," dijo Ben, mirando sus creaciones con una mezcla de orgullo y determinación, "espero que esto sea suficiente, porque cuando esos Imps regresen, les espera una sorpresa que nunca olvidarán."

Con eso, Ben se dirigió a la puerta del almacén, listo para presentar a los Hellhounds.

Mientras tanto, en otro lugar del infierno, una escena de tensión se desarrollaba en una elegante oficina. Un Imp, visiblemente alterado y con el rostro contorsionado de ira, gritaba frenéticamente a una figura imponente que lo observaba con una mezcla de aburrimiento y ligera curiosidad.

"¡Esas armas que nos vendiste son una Puta mierda!" vociferaba el Imp, su voz chillona resonando en las paredes. "¡Nos prometiste que estas mierdas podrían atravesar los sesos de cualquier demonio, y fallaron miserablemente! ¡Eres una puta estafadora!"

La figura a la que gritaba no era otra que Carmilla Carmine, una de las Overlords más temidas y respetadas del infierno. Su cabello blanco, peinado de tal forma que parecía formar dos cuernos sobre su cabeza, contrastaba dramáticamente con sus ojos rojos de pupilas amarillas. Vestía un traje de bailarina de ballet en tonos monocromáticos que acentuaba su figura esbelta y poderosa. Sus grandes manos estaban cubiertas por guantes blancos inmaculados.

Carmilla observaba al Imp con una expresión de indiferencia calculada, aunque internamente, la noticia la había sorprendido. Sus armas angelicales eran conocidas por ser infalibles contra cualquier ser infernal. El hecho de que hubieran fallado era... intrigante.

"Cálmate, pequeña alimaña," dijo Carmilla, su voz suave pero cargada de autoridad. "Tus gritos no cambiarán los hechos, mis armas no fallan... a menos que..."

Se inclinó hacia adelante, sus ojos brillando con un interés repentino. "Dime exactamente qué sucedió, no omitas ningún detalle."

El Imp, intimidado por la intensidad de la mirada de Carmilla, tragó saliva antes de hablar. "B-bueno, primero nos enfrentamos a un Hellhound extraño, era enorme y podía usar ondas de sonido como arma, nos rompió el culo fácilmente."

Carmilla arqueó una ceja. "¿Un Hellhound con poderes sónicos? Interesante. Continúa."

"Después de eso," prosiguió el Imp después de toser un poco, "regresamos con las armas angelicales que nos vendiste, pero cuando las usamos... bueno, el ser al que nos enfrentamos parecía una especie de dinosaurio gigante. ¡Las armas no le hicieron nada, le rebotaban en la piel como putos balines!"

La Overlord se reclinó en su silla, sus dedos tamborileando sobre el escritorio mientras procesaba la información. Dos opciones cruzaron por su mente: o bien había cometido un error en la fabricación de las armas (idea que descartó inmediatamente, pues su orgullo no le permitía considerar tal posibilidad), o el ser al que se habían enfrentado los Imps no era un demonio.

"Dime, pequeño Imp," dijo Carmilla, su voz cargada de una curiosidad peligrosa, "¿estás absolutamente seguro de que ese 'dinosaurio gigante' era un demonio?"

El Imp parpadeó, confundido. "Bueno, yo... es decir, ¿qué más podría ser? Estamos en el jodido infierno, ¿no?"

Carmilla se levantó lentamente, su figura imponente proyectando una sombra sobre el tembloroso Imp. "Parece que tenemos un misterio entre manos, posiblemente ese lobo y lagarto gigante de los que hablan están actuando en equipo, y el dinosaurio inmune a las armas angelicales... Oh, esto es fascinante."

Se giró hacia el Imp, una sonrisa depredadora en sus labios. "Quiero que regreses a ese distrito y averigües todo lo que puedas sobre este ser misterioso, mis hijas les darán un rembolso y es más te daremos un buen equipo en compensación, y espero que, por el bien de todos nosotros," añadió, sus ojos brillando peligrosamente, "no falles."

El Imp asintió frenéticamente, demasiado asustado para hablar, antes de salir corriendo de la oficina.

Carmilla se quedó sola, mirando por la ventana hacia el caótico paisaje infernal. "Un hellhound, con ataques sónicos y un Dinosaurio gigante inmune a las balas angelicales," murmuró para sí misma. "Parece que las cosas en el infierno están a punto de volverse mucho más interesantes."

Carmilla, intrigada por estos eventos, llamó a una de sus hijas. La joven demonio, una mezcla perfecta de la elegancia de su madre y una ferocidad propia, se presentó ante ella con rapidez.

"Mi querida," dijo Carmilla, su voz suave pero cargada de autoridad, "tengo una misión especial para ti. Acompañarás a nuestro... cliente Imp en su próxima incursión."

La hija arqueó una ceja, curiosa. Carmilla continuó: "Lleva contigo una de nuestras armas pesadas. Quiero que confirmes algo por mí. Y no olvides la cámara de alta definición. Necesitamos documentar todo lo que ocurra allí."

La joven demonio asintió, comprendiendo la importancia de la misión. "¿Qué estamos buscando exactamente, madre?"

Carmilla sonrió, un brillo de emoción en sus ojos. "Algo único, mi niña. Algo que podría cambiar el equilibrio del infierno mismo."

Con una reverencia, la hija de Carmilla se retiró, uniéndose al nervioso Imp que esperaba fuera.

Mientras tanto, en la ciudad de los Hellhounds, Ben, aún en su forma humana y oculto bajo una capucha, estaba terminando de distribuir las armas y vehículos que había creado. La reacción de los Hellhounds fue abrumadora; algunos incluso se desmayaron de la emoción al ver el arsenal que tenían en frente.

"Escuchen todos," dijo Ben, su voz firme pero amable. "Estas armas no son para matar. Son para defenderse, para incapacitar y aturdir, nadie va a tomar una vida hoy, ¿entendido?"

Los Hellhounds asintieron, algunos con expresiones de asombro, otros con determinación renovada en sus ojos.

Ben continuó: "Además, cada arma genera un campo de fuerza antibalas para quien la porta, estarán protegidos, pero recuerden: el objetivo es defenderse, no causar más daño del necesario."

Cerbero, que había estado observando todo en silencio, se acercó a Ben. Sus tres cabezas mostraban expresiones de asombro, respeto y curiosidad.

"Forastero," dijo la cabeza central, "tus acciones... tu compasión... No eres como ningún ser que hayamos conocido antes en el infierno."

La cabeza de la izquierda añadió: "No eres un pecador, eso está claro."

Y la de la derecha concluyó: "Es como si fueras un mesías, llegado para salvarnos en nuestro momento más oscuro."

Ben se removió incómodo ante la comparación. "No soy un mesías," dijo con humildad. "Solo soy alguien que cree que todos merecen una oportunidad de defenderse y vivir en paz."

Cerbero asintió con sus tres cabezas. "Sea como sea, has traído esperanza a nuestro pueblo. Y por eso, siempre estaremos en deuda contigo."

Mientras Ben continuaba organizando a los Hellhounds y preparándolos para la inminente batalla, no podía evitar sentir una mezcla de determinación y preocupación. Sabía que estaba interfiriendo en el equilibrio de este extraño mundo infernal, pero su instinto heroico le decía que estaba haciendo lo correcto.

Los Hellhounds se desplegaron en formación, sus nuevas armas y vehículos brillando bajo la luz rojiza del infierno. La transformación era sorprendente; lo que antes era una jauría desorganizada ahora parecía un ejército disciplinado. En el centro de todo, Ben permanecía de pie, brazos cruzados y mirada determinada, emanando una confianza que contagiaba a sus aliados caninos.

Al otro lado del campo de batalla, Odette, la hija de Carmilla, llegó acompañada por un escuadrón de Imps. Cada uno portaba lo último en armamento Angelical anti demonios, Odette misma llevaba un arma pesada oculta, su as bajo la manga para esta misión crucial.

Odette era la viva imagen de la lógica y el cálculo, una digna heredera del legado de Carmilla. Su mente analítica siempre había sido su mayor orgullo, permitiéndole mantener la compostura en las situaciones más caóticas del infierno. Sin embargo, la escena frente a ella desafiaba toda lógica.

Sus ojos se abrieron de par en par, su mandíbula cayendo en una expresión de genuina sorpresa. Los "sucios perros", como ella los había llamado despectivamente, ahora portaban un arsenal que rivalizaba, si no superaba, al suyo propio. La tecnología que veía era años, quizás décadas, más avanzada de lo que debería ser posible para estos parias del infierno.

"Imposible," murmuró Odette, su voz apenas audible sobre el zumbido de las armas energéticas. Un escalofrío recorrió su espina dorsal, una sensación que no había experimentado en siglos. Por primera vez en su larga existencia infernal, Odette sintió miedo.

Su mente trabajaba a toda velocidad, tratando de procesar la situación. ¿Cómo habían obtenido los Hellhounds tal arsenal? ¿Quién era el extraño ser en el centro de su formación? Las preguntas se acumulaban, y por primera vez, Odette no tenía respuestas.

"Madre tenía razón," pensó, su mano instintivamente aferrándose al arma oculta. "Algo vino a provocar el caos, y está justo frente a nosotros."

Con un gesto, ordenó a los Imps que se detuvieran. Esta ya no era la simple misión de castigo que habían anticipado. Odette sabía que estaban ante algo mucho más grande, algo que podría cambiar el equilibrio de poder en el infierno para siempre.

P.V Odwette

Maldición, esto se estaba saliendo de control. Intenté detener a los Imps, pero estos imbéciles sedientos de sangre nunca escuchan. Era evidente que esta batalla estaba perdida antes de comenzar, pero mi voz de razón se perdió en su frenesí de violencia.

"¡Alto! ¡Deténganse, pendejos!" grité, pero fue en vano.

Para mi horror, vi cómo uno de los Imps más impulsivos se apoderaba del arma pesada que había traído. Maldije internamente; esa arma era nuestro último recurso, no un juguete para que estos descerebrados lo usaran sin pensar.

Resignada, activé la cámara de alta definición. Si no podía evitar esta masacre, al menos la documentaría para mi madre. Quizás de las cenizas de este desastre, ella podría extraer información valiosa.

Fue entonces cuando lo vi. El sujeto encapuchado en el centro de la formación de los Hellhounds comenzó a brillar con una luz verde intensa. Mi mandíbula cayó por segunda vez en el día cuando, ante mis ojos, se transformó en una criatura que jamás había visto en todos mis años en el infierno.

Era una especie de demonio azul, con características que recordaban a una polilla gigante, parecido a Veltnino, me pregunte si era un demonio similar a él. Sus alas se desplegaron majestuosamente mientras se elevaba sobre el campo de batalla. Los Imps, en su estupidez, abrieron fuego inmediatamente, disparando a matar.

Contuve el aliento, esperando ver al ser despedazado por la lluvia de balas. Pero para mí absoluto asombro, las balas lo atravesaron como si fuera aire. El ser se había vuelto intangible, una habilidad que veía varios demonios poderosos usar, pero no a ese nivel.

Aprovechando la confusión, los Hellhounds contraatacaron. Sus nuevas armas dispararon rayos láser de un verde brillante, derribando a los Imps con una precisión aterradora. Era como ver una danza mortal, coordinada y letal.

Me quedé inmóvil, la cámara en mis manos capturando cada detalle de esta batalla surrealista. Mi mente analítica luchaba por procesar lo que estaba presenciando. Este ser, fuera lo que fuese, no era un demonio común, era algo completamente nuevo y aterrador en su poder.

Mientras observaba la masacre desarrollarse ante mí, una cosa quedó clara: el infierno como lo conocíamos estaba a punto de cambiar. Y yo estaba en primera fila para presenciarlo.

"Madre", pensé, "espero que estés preparada para lo que viene, porque yo ciertamente no.

Odette, al verse rodeada, actuó rápidamente. Presionó un botón oculto en la cámara, activando un mecanismo de teletransporte. En un instante, el dispositivo desapareció, enviado directamente a la oficina de su madre. Al menos la evidencia estaba a salvo.

Con un suspiro de resignación, Odette levantó las manos en señal de rendición. Su mente ya trabajaba en posibles estrategias de escape o negociación, pero se mantuvo cautelosa, observando la situación.

Uno de los Hellhounds la reconoció, sus ojos brillando con una mezcla de miedo y odio. "¡Es la hija de Carmilla!" gruñó, dando un paso amenazante hacia ella. Odette se tensó, preparándose para lo peor.

Sin embargo, para su sorpresa, Cerbero intervino. El imponente guardián de tres cabezas puso una mano sobre el hombro del Hellhound agresivo, negando suavemente con sus tres cabezas. El mensaje era claro: no habría venganza hoy.

Odette esperaba ser ejecutada en el acto. Después de todo, así funcionaban las cosas en el infierno. Pero para su asombro, le colocaron unas esposas de un brillante color verde, similares en diseño a las armas que portaban. Esta acción la dejó momentáneamente sin palabras.

Mirando a su alrededor, vio que los Imps corrían la misma suerte. Algunos estaban atados con cuerdas verdes brillantes, otros con esposas similares a las suyas. Era un trato sorprendentemente amable para los estándares del infierno.

Cerbero, el imponente Hellhound de tres cabezas, se acercó al extraño ser que parecía liderar a los Hellhounds, junto con otro más delgado. Para sorpresa de Odette, Cerbero se inclinó ante él con un respeto que nunca había visto el guardián mostrar a nadie.

"Todos están inmovilizados, jefe," informó uno hellhound flacucho con la lengua de fuera,. "Uno de ellos es un prisionero particularmente interesante."

Fin del P.V

El ser, Odette notó que su voz era bastante juvenil, y este pareció avergonzarse ante la muestra de respeto. "No se inclinen ante mí..." dijo, visiblemente incómodo. "Es... raro, solo sigue con lo tuyo y llévame con el prisionero."

Odette observó y desde su perspectiva, quien quiera que fuera ese sujeto, no solo tenía el poder de transformarse en criaturas increíbles, sino que al parecer los hellhound de ese distrito lo adoraban como a un dios, Y aun así, parecía incómodo con la idea de ser tratado como un líder o una figura de autoridad.

"Interesante," pensó Odette. "Muy interesante." Su mente analítica ya estaba trabajando, evaluando esta nueva información. Fuera quien fuera este ser, estaba claro que no era de este plano.

Mientras era conducida junto con los otros prisioneros, Odette no pudo evitar sentir una mezcla de miedo y curiosidad, por la situación en la que estaba.

P.V Odette

Me condujeron a una habitación austera, probablemente improvisada como sala de interrogatorios. Tomé asiento, manteniendo mi compostura a pesar de la situación, el misterioso hombre encapuchado se sentó frente a mí, su rostro aún oculto en las sombras de su capucha.

"¿Cuál es tu nombre?" preguntó el sujeto con calma.

Decidí ser honesta. En el infierno, la verdad puede ser un arma tan poderosa como la mentira. "Odette," respondí con calma.

"¿Quién eres y qué haces aquí?"

Mantuve mi tono neutral mientras respondía: "Soy la hija de Carmilla Carmine, una de las Overlords del infierno, estoy aquí en una misión de reconocimiento por órdenes de mi madre."

El encapuchado guardó silencio por un momento, pareciendo considerar mis palabras. Luego, para mi sorpresa, hizo una pregunta inesperada:

"Si te llevo con Carmilla, ¿me conseguirías una audiencia con ella?"

Parpadeé, genuinamente sorprendida. Esta no era la dirección que esperaba que tomara el interrogatorio. Antes de que pudiera responder, las esposas en mis muñecas se abrieron y cayeron al suelo.

"Sígueme," dijo, poniéndose de pie.

Mientras caminábamos, el encapuchado finalmente se presentó: "Me llamo Ben, necesito información para volver a mi hogar y tengo entendido que los overlords son de los más poderosos del lugar"

Su declaración confirmó mis sospechas: este ser no era del infierno. Era un forastero.

"A cambio de llevarte con tu madre," continuó, "quiero que me proporciones toda la información que te pida. Y que nunca más se involucren con este distrito."

Analicé rápidamente la situación. Este "Ben" tenía un poder increíble, tecnología avanzada, y ahora buscaba una salida, podría ser una oportunidad única para obtener información valiosa.

"Acepto tus términos," respondí, mi mente ya trabajando en las posibilidades. "Pero ten en cuenta que mi madre no es alguien a quien se pueda manipular fácilmente, incluso yo, su hija, debo andar con cuidado en su presencia."

Ben asintió, pareciendo entender la gravedad de la situación.

Mientras nos dirigíamos hacia el territorio de mi madre, no pude evitar sentir una mezcla de anticipación y preocupación. Este encuentro entre Ben y mi madre podría resultar contraproducente.

El viaje hacia el edificio de Carmilla fue sorprendentemente rápido y suave. Me encontré impresionada por la eficiencia del vehículo que Ben había proporcionado, era tecnología que superaba incluso nuestros estándares infernales más avanzados.

Al llegar, la reacción de los guardias fue instantánea, se pusieron en alerta, sus armas apuntando hacia nosotros, sin embargo, levanté mi mano, ordenándoles que se detuvieran. "Están conmigo," declaré con autoridad, y los guardias bajaron sus armas, aunque mantuvieron sus miradas suspicaces.

Guié a Ben y su comitiva por los pasillos del edificio, podía sentir la tensión en el aire, los demonios a nuestro alrededor murmurando y observando con una mezcla de miedo y curiosidad. No todos los días se veía a un hellhounds de tres cabezas, escoltando a un extraño encapuchado por los dominios de Carmilla.

Mientras nos acercábamos a la oficina de mi madre, sentí una punzada de preocupación, la conocía muy bien y sabía que el video que le había enviado la habría afectado más de lo que jamás admitiría.

Sin previo aviso, Ben abrió la puerta de golpe. Entramos en la oficina, y por un momento, todo quedó en silencio.

Allí estaba mi madre, Carmilla Carmine, una de las Overlords más temidas del infierno. Por primera vez en siglos, pude ver en sus ojos un atisbo de algo que nunca creí presenciar: intimidación. Su mirada pasó de mí y al encapuchado, luego a Cerbero y los Hellhounds armados.

"Madre," dije, rompiendo el tenso silencio "Te presento a Ben. Él... tiene una propuesta para ti."

Carmilla se irguió en toda su altura, su rostro recuperando rápidamente su máscara de control y poder. "Vaya, vaya," dijo, su voz suave pero cargada de peligro. "Parece que tenemos invitados inesperados. Odette, querida, espero que tengas una buena explicación para esto."

Ben dio un paso adelante, su presencia llenando la habitación de una manera que ni siquiera los demonios más poderosos lograban. "Señora Carmilla," dijo, su voz firme y respetuosa. "He venido a negociar."

La tensión en la habitación era palpable. Carmilla, Ben, Cerbero, los Hellhounds armados, y yo, todos en un delicado equilibrio, sabía que lo que sucediera a continuación podría cambiar el curso del infierno para siempre.

Mi madre esbozó una sonrisa que no llegó a sus ojos. "Bien, extraño. Tienes mi atención. Hablemos de negocios."

"Soy Carmilla Carmine, Overlord del Infierno y madre de Odette. Ahora, joven, ¿serías tan amable de presentarte adecuadamente?"

Ben asintió, pero antes de que pudiera hablar, Carmilla añadió con un tono que no admitía réplica: "Y por favor, quítate esa capucha, es de mala educación ocultar el rostro en una negociación."

FIN DEL P.V Odette

Por un momento, Ben pareció dudar. Pero, reconociendo que en esta situación el secreto era fútil, le dijo a los hellhounds menos cerbero se retiraran de la habitación y esperaran afuera, obedeciendo al instante, Ben se resignó y lentamente se bajó la capucha.

El silencio que siguió fue ensordecedor. Odette y Carmila, quedaron atónitas ante la revelación. Frente a ellos no estaba un demonio, un ángel, o cualquier otra criatura infernal. Era un humano, un joven humano, para ser precisos, y Cerbero se mantuvo inmutable.

Pero fue Carmilla quien experimentó el mayor impacto. Sus ojos, acostumbrados a ver y evaluar almas durante siglos, se abrieron de par en par, lo que percibía desafiaba toda lógica.

El alma de Ben no solo era poderosa, era abrumadoramente fuerte. Una fuerza que rivalizaba, si no superaba, a la de los seres más poderosos del Infierno, pero lo que realmente la dejó sin aliento fue la pureza de esa alma, en todos sus siglos de existencia, Carmilla nunca había presenciado un alma tan pura y brillante en el Infierno.

La Overlord sintió, por primera vez en décadas, un escalofrío recorrer su espalda, sus manos, normalmente firmes, temblaron ligeramente mientras agarraba el borde de su escritorio.

"Esto... esto cambia todo," pensó Carmilla, su mente trabajando a toda velocidad para procesar las implicaciones, un humano vivo, con un alma de tal poder y pureza, libre en el Infierno. Las consecuencias podrían ser catastróficas... o representar una oportunidad sin precedentes.

Recuperando su compostura, Carmilla habló, su voz apenas traicionando su turbación interna: "Bien, Ben, parece que tienes muchas dudas . Y yo... tengo muchas preguntas que hacer."

La atmósfera en la oficina se volvió aún más densa, todos los presentes, desde Odette hasta Cerbero, sentían que estaban al borde de algo monumental.

"Con todo respeto, señora Carmilla, seré yo quien haga la primera pregunta. Después de todo, soy el invitado y quien inició esta negociación."

Carmilla, intrigada por la audacia del joven, asintió con una sonrisa tensa. "Muy bien, procede."

"¿Sabe de alguna cárcel por aquí?" preguntó Ben, con toda seriedad.

Los presentes apenas pudieron contener sus risas. Cerbero soltó un bufido con sus tres cabezas, mientras Odette se mordía el labio para no reír. Incluso los guardias Hellhound tuvieron que esforzarse por mantener la compostura.

Ben, notando las reacciones, intuyó rápidamente lo obvio.

Carmilla, recuperando el control de la situación, aprovechó su turno. "Ahora, jovencito, dime quién eres realmente. Y no intentes mentir; puedo leer las mentiras con facilidad."

El castaño se irguió, respondiendo con un orgullo palpable: "Mi nombre es Benjamin Kirby Tennyson. Vengo de otro universo. Créame, estoy bastante acostumbrado a este tipo de situaciones interdimensionales. Necesito ayuda para volver a mi universo de origen."

Carmilla no pudo evitar sudar ligeramente. La sinceridad en las palabras de Ben era innegable, y las implicaciones eran abrumadoras. "No hay... no hay precedentes de algo así," admitió, su voz traicionando un atisbo de incertidumbre.

Ben, manteniendo su compostura, continuó: "Entiendo. Entonces, ¿podría explicarme la naturaleza de este infierno? Necesito entender dónde estoy exactamente para poder encontrar una manera de salir."

Carmilla, recobrando algo de su confianza, respondió: "El infierno es el reino de los pecadores y demonios. Aquí llegan las almas de los mortales que han cometido actos imperdonables en vida. Es un lugar de castigo eterno, gobernado por jerarquías de poder demoníaco. Yo, como Overlord, soy una de las figuras más poderosas de este reino, solo por debajo de los pecados capitales y los demonios primordiales."

Hizo una pausa, estudiando la reacción de Ben. "Pero tú, Benjamin Tennyson, eres algo completamente nuevo. Un ser vivo, con un alma pura, en el corazón mismo del infierno, tu mera presencia aquí desafía todas nuestras leyes y entendimiento."

La tensión en la habitación era palpable. Todos los presentes sabían que estaban presenciando un momento histórico. Ben, por su parte, procesaba la información con una calma sorprendente.

"Bien," dijo finalmente. "Parece que tenemos mucho que discutir, señora Carmilla. Porque no tengo intención de quedarme aquí para siempre, y algo me dice que mi presencia podría causar más problemas de los que ninguno de nosotros desea."

Tras un intenso intercambio de preguntas y respuestas, Carmilla se encontró ante una encrucijada. La información que había obtenido de Ben era fascinante y aterradora a partes iguales. Sabiendo que enfrentarse a él sería una locura, decidió hacer una última pregunta crucial:

"Y dime, Benjamin Tennyson, ¿qué harías si no pudieras volver a tu dimensión?"

Ben se quedó pensativo por unos segundos, su mirada perdida en la distancia. Finalmente, con una determinación que hizo que incluso Carmilla se tensara, respondió:

"Supongo que empezaría a vivir aquí y haría que las cosas en este lugar cambien para mejor." Hizo una pausa, mirando a Cerbero, quien asintió en señal de apoyo. "Actualmente, los Hellhounds son mis aliados. Mis intenciones aquí son claras: mejorar este lugar."

Carmilla no pudo evitar pensar en la princesa del Infierno, y sus optimistas planes de redención. Había escuchado palabras similares antes, pero algo en la voz de Ben era diferente.

El joven héroe continuó, su voz adquiriendo un tono más duro: "Y tengo las fuerzas para hacerlo. Incluso si tengo que romper un par de huesos para lograrlo, que así sea."

Esa última declaración hizo que Carmilla arqueara una ceja. A diferencia de las aspiraciones idealizadas de Charlie, las palabras de Ben llevaban un peso de experiencia y una disposición a la acción que no se podía ignorar. La Overlord se dio cuenta de que, aunque las probabilidades seguían siendo bajas, este joven tenía una posibilidad real de lograr lo que se proponía.

"Interesante," murmuró Carmilla, más para sí misma que para los demás. "Muy interesante."

La atmósfera en la habitación se había transformado. Ya no era una simple negociación; era el preludio de un cambio potencialmente sísmico en el Infierno.

Carmilla se levantó lentamente de su asiento, sus ojos fijos en Ben. "Señor Tennyson, creo que subestimé la importancia de nuestra reunión. Sus intenciones y capacidades presentan... posibilidades intrigantes."

Hizo una pausa, considerando cuidadosamente sus siguientes palabras. "Aunque no puedo prometer ayuda directa en su búsqueda para regresar a casa, puedo ofrecer un pacto de no agresión. Mis fuerzas no interferirán con sus actividades, siempre y cuando respete ciertos... límites."

Ben asintió, comprendiendo la gravedad de la oferta. "Estoy dispuesto a escuchar esos términos, señora Carmilla."

"Señor Tennyson, permítame extender mi propuesta," dijo, su voz cargada de calculada diplomacia. "En caso de que las cosas se tornen... complicadas, considéreme su aliada."

Ben arqueó una ceja, sorprendido por la oferta inesperada. Carmilla continuó:

"Sin embargo, esta alianza debe permanecer en secreto, el conocimiento público de nuestra asociación podría ser perjudicial para mí de momento."

Hizo una pausa, sus ojos penetrantes fijos en Ben. "Además, debo advertirle: si se involucra con otros Overlords o los Siete Pecados Capitales, no podré ofrecerle mi apoyo. Esas son aguas demasiado profundas y peligrosas, incluso para alguien de sus... habilidades únicas."

Carmilla se acercó a un archivo cercano y extrajo varios documentos. Los extendió sobre su escritorio.

"Aquí tiene información sobre los otros Overlords. Es superficial, pero le dará una idea de a qué se enfrenta. Vox, Valentino, Velvet... cada uno es un peligro por derecho propio. Y los Siete Pecados... bueno, digamos que son mejor evitados."

Ben asintió, absorbiendo la información con una seriedad que reflejaba su comprensión de la situación.

"Tenga cuidado, señor Tennyson," advirtió Carmilla, su voz mezclando preocupación genuina con un toque de amenaza velada. "El Infierno no es lugar para idealismos ingenuos, incluso con sus poderes, hay fuerzas aquí que podrían... complicar sus planes."

Ben consideró las palabras de Carmilla por un momento antes de responder:

"Agradezco su oferta y su advertencia, señora Carmilla. Entiendo los riesgos, pero también sé que no puedo quedarme de brazos cruzados viendo la injusticia, sin embargo, seré cauteloso."

Carmilla esbozó una sonrisa tensa. "Muy bien. Entonces tenemos un acuerdo."

Extendió su mano hacia Ben, sellando su pacto secreto con un apretón de manos. La energía en la habitación cambió, como si el mismo Infierno reconociera que algo significativo acababa de ocurrir.

Odette, observando la escena, no pudo evitar pensar que estaba presenciando el inicio de una nueva era en el Infierno. Ben Tennyson, un forastero con poderes inimaginables, acababa de formar una alianza con una de las Overlords más poderosas.

-

Una semana había transcurrido desde el encuentro entre Ben y Carmilla. El distrito de los Hellhounds había experimentado una transformación sorprendente gracias a las habilidades alienígenas de Ben.

Mientras tanto, en su lujoso taller, Velvette, la Overlord conocida por sus vestidos macabros y su afición por usar Hellhounds como sujetos de prueba, notó una anomalía. Los esclavos Hellhounds que había ordenado a Crimson hacía una semana no habían llegado.

Velvette frunció el ceño, sus ojos oscuros brillando con irritación. Crimson nunca le había fallado antes. Algo estaba mal, y ella estaba determinada a descubrir qué.

Sin perder tiempo, Velvette se dirigió al territorio de Crimson. Su figura elegante pero amenazante se movía con gracia por las calles del Infierno, otros demonios apartándose rápidamente de su camino.

Al llegar al dominio de Crimson, Velvette no se molestó en anunciarse. Entró directamente, su presencia causando una ola de nerviosismo entre los subordinados de Crimson.

"¡Crimson!" llamó Velvette, su voz suave pero cargada de amenaza. "Tenemos que hablar."

Crimson apareció, visiblemente nervioso. "Velvette, qué sorpresa. ¿En qué puedo ayudarte?"

Velvette lo miró fijamente. "Mis Hellhounds, Crimson. ¿Dónde están mis putos hellhounds?"

El nerviosismo de Crimson aumentó. "Yo... hubo complicaciones, el distrito de los Hellhounds del este ha... cambiado."

Velvette entrecerró los ojos. "¿Cambiado? Explícame, si no es convincente te arrancare los huevos."

Mientras Crimson balbuceaba una explicación, Velvette sintió que algo significativo estaba ocurriendo. Algo que podría alterar el equilibrio de poder en el Infierno.

"Llévame allí," ordenó Velvette. "Quiero ver este... cambio por mí misma."

Mientras se dirigían al distrito de los Hellhounds, Velvette no podía imaginar que estaba a punto de encontrarse con una fuerza que desafiaría todo lo que creía saber sobre el Infierno.

Crimson, visiblemente nervioso, no quería llevar a Velvette al distrito de los Hellhounds. Sin embargo, la mirada penetrante de su jefa no dejaba lugar a dudas: era eso o enfrentar consecuencias mucho peores. Resignado, accedió a guiarla.

No tardaron mucho en llegar al borde del distrito, y Velvette no pudo ocultar su asombro. Lo que una vez fue un basurero ahora se asemejaba a una ciudad medio decente. Las calles estaban limpias, los edificios renovados, y lo más sorprendente: los Hellhounds se veían notablemente mejor, tanto en salud como en porte.

Intrigada y algo molesta por este cambio inesperado, Velvette decidió adentrarse en el barrio, con Crimson siguiéndola de cerca. Sin embargo, apenas dieron unos pasos cuando un Hellhound con un uniforme azul pulcro los detuvo.

"Alto ahí," dijo el guardia con una voz firme pero respetuosa. "¿Puedo preguntar el motivo de su visita?"

Velvette, acostumbrada a que todos se apartaran de su camino, estuvo a punto de atacar a este impertinente. Pero algo la detuvo. Sus ojos se fijaron en el arma que portaba el guardia, era una pieza de tecnología que nunca había visto antes, con un diseño futurista que combinaba elegancia y letalidad.

"Vaya, vaya," murmuró Velvette, un silbido de admiración escapando de sus labios. Decidió cambiar de táctica. "Estamos aquí para ver al nuevo jefe de la ciudad. Tengo... proposiciones de negocios que discutir."

Crimson, sorprendido por el cambio de actitud de Velvette, añadió rápidamente: "Ella es Velvette, la ovelord."

El guardia Hellhound tragó saliva visiblemente, reconociendo el nombre. Con manos ligeramente temblorosas, sacó un walkie-talkie y habló en voz baja. Tras unos momentos de tensa espera, recibió una respuesta afirmativa.

"Muy bien," dijo el guardia, su postura relajándose un poco. "Pueden pasar. Pero les advierto, cualquier acto hostil será respondido con fuerza."

Mientras Velvette y Crimson avanzaban por las calles renovadas del distrito, la Overlord no podía evitar sentir una mezcla de fascinación y preocupación. Algo grande estaba ocurriendo aquí, y ella estaba determinada a descubrir qué o quién estaba detrás de todo esto.

"Esto será interesante," pensó Velvette, una sonrisa enigmática formándose en sus labios mientras se preparaba para encontrarse con el misterioso nuevo líder de los Hellhounds.

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