Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

Capítulo 1. Voces


Jalisco, 17 de noviembre 1976

Anoche visité a mi pequeño hermano Matthew, él es una versión mía cuando era pequeño, según mi madre quien osa presumir a su más pequeño hijo, alegando que ambos tenemos un gran parecido. No puedo saber si eso es verdad, mi padre quemó todas las fotografías en las que aparezco de pequeño, me dijo que la culpa fue mía. No entiendo porque dijo eso, he hecho todo lo que ha querido, me comporto continuamente de manera decente; cuido mi manera de hablar o vestirme, si tenemos visitas me encierro en mi cuarto y permito que papá presuma a Matthew como su mayor orgullo, mientras los observo a distancia.

Mamá dice que no le tome demasiada importancia, pero sé que al igual que a mí, no le agrada que papá no me quiera de la misma forma en como lo hace con mi hermano.

Hace semanas dejé de intentar ganarme su cariño, de esforzarme para que papá vea en mí lo que ve en Matthew. Esta mañana volví a visitar a Matthew en su habitación. Me sorprendió encontrarlo despierto. Sus manos se encontraban en los barrotes de madera de la cuna, sus ojos verdes me miraron de una forma en la que solo los bebés pueden mirarte... ternura, sonrió y balbuceó al verme. Quería tomarlo entre mis brazos, arrullarlo y hablarle como solía hacerlo, cuando era únicamente un recién nacido. Sin embargo no fue así, lo observé con odio, deseé volcar la cuna junto con Matthew, le susurré que lo odio por elegir nacer en mi familia. Me alarmé por haber dicho esas cosas, no soy así. Corrí de su habitación, y me prometí a mí mismo no pensar de esa forma hacia mi hermano.

Las promesas no funcionan, hace un rato Ana preguntó por mi hermano, el simple hecho que Ana lo nombrara, provocó que me lanzara sobre ella e intentara estrangularla. Por algún motivo sonreí por lo que estaba haciendo, los profesores me separaron de ella, me aplicaron un correctivo por mi violento comportamiento. No funcionó, continúo creyendo que Matthew es mi enemigo y no me arrepiento de haber lastimado a Ana.

Sé que algo está ocurriendo conmigo. Me aterra pensar que al entrar a casa el mismo sentimiento de odio continúe allí, negándose a dejarme, provocando que haga algo malo a mí hermano.

Trato de aclarar mis pensamientos y me concentro en lo que ocurre dentro de casa. Papá llegó mucho antes de lo que imaginé, creí que llegaría cerca del anochecer. Está molesto, grita a mi madre pidiendo saber por qué no he llegado a casa, sabía que entretenerme tanto en el parque traería consecuencias.

No quiero que grite a mamá por mi culpa, pero mi cobardía me impide moverme de mi lugar, no quiero que mi padre me encierre de nuevo en el sótano, no me gusta ese lugar, es mejor que no entre ahora. Estando en el sótano ocurren cosas malas, ese niño siempre está allí, susurrándome cosas, atormentándome y habla mal de Matthew. Creo que he estado escuchando sus acusaciones hacia mi hermano, quizá ese es el motivo por el cual mi actitud hacia Matthew esté cambiando. Es culpa de él que yo no vea a Matthew como un simple bebé inocente, ¡su culpa!

Miro a papá desabrochar los botones de su camisa con torpeza, quitársela y arrojarla al suelo.

—José, la ropa...

— ¡Que importa la ropa! —Le interrumpe papá—, ¿Cómo es que no fuiste por ese niño?

—Tiene siete años, puede venir solo —mamá levanta la camisa del suelo y la cuelga en la silla de madera—. No puedo salir con Matthew, él bebé no puede enfermarse. ¿Acaso pretendes que enferme al niño?

El tono de voz que usa mamá hacia mi padre le ha molestado, lleva ambas manos a la cabeza y tira las puntas oscuras de su cabello.

— ¿Qué pretendes?—Le riñe—, ¿culparme si el niño enferma, únicamente porque te he mandado a recoger a Bemory?

—Yo no...

—No seas tonta. Puedes dejar al niño dormido —se ha enojado con facilidad, mamá lo nota. Agacha la cabeza y entrelaza sus dedos—. Dejas que Bemory, haga lo que le plazca, ¡Lo estas maleducando!

—No José, Bemory es un hijo ejemplar, es inteligente —eleva la voz, sabiendo que eso lo enojará aún más.

Niego con la cabeza. No soy ejemplar y no obstante si lo fuera, mi padre siempre me repetirá lo torpe e inútil que soy. Desde que tengo uso de razón, se ha dignado a recordarme el gran estorbo que represento para él. Sé que me quiere o, al menos lo demostraba cuando era un bebé, según las palabras de mi madre.

—Hijo ejemplar, que absurdo —ríe sin gracia—. ¿No debería estar aquí sí así lo fuera?

— ¡Basta!, es solo un niño, debe estar con sus amigos.

Me siento en el amarillento césped, cruzándome de piernas. Los gritos de ellos dos aumentan. Mantengo mi vista en la ventana, preguntándome si debería entrar ahora o esperar que papá suba a su cuarto y se calme estando un rato solo.

— ¡Lo dejaré en el sótano! —grita con odio, consiguiendo estremecerme.

— ¡Esa no es la forma! —noto el miedo en su voz.

No podrá evitar que me lleve, sé que terminaré en ese sótano.

— ¡Por favor, no hagas eso! —suplica, oh mamá, yo tampoco quiero que lo haga, sin embargo es papá quien manda en la casa y hará lo que quiera conmigo.

Me remuevo impaciente de mi sitio, ¡No quiero ir al sótano!, estar en ese lugar empeoraré, no quiero estar allí. Pido mentalmente que mamá evite que sea llevado a ese lugar.

No he hecho nada malo.

—Esto no está a discusión, corregiré a ese niño.

Un gran ruido dentro de la casa consigue sobresaltarme, papá debió haber arrojado algo, segundos después escucho la última advertencia de mi padre; prometiendo que pasaré la noche en aquel oscuro lugar.

No hay nada que pueda hacer.

Exhalo, dejo escapar el aire de mis pulmones, provocando un humo blanco, como si estuviese fumando. Acerco mis manos al humo antes de que este consiga esparcirse entre el frio aire que agita los árboles con violencia. La temporada de frio se acerca, las personas caminan por la calle; cada uno con abrigos, gorros de lana que cubren sus cabezas. Los niños juegan atrapándose entre ellos, mientras sus padres los observan con diversión. ¿Por qué papá no es así?, comúnmente llega tarde, en ocasiones ebrio y el poco tiempo de descanso que tiene lo dedica a Matthew. Me gustaría recordar, cómo me trataba cuando era un bebé.

Decido ponerme de pie y obligarme a ignorar como el resto de las familias son felices.

El contenido de la pequeña bolsa oscura que sostengo se mueve, he olvidado que no me encuentro solo. Camino a casa encontré entre los arbustos a una pequeña ardilla. Atraparla me fue difícil, supuse que valdría la pena si se lo obsequiaba a mamá o lo adoptaba como mascota. Meto la mano en la bolsa. El roedor intenta defenderse con rasguños, aprieto su pequeño cuerpo con fuerzas, logrando inmovilizarlo.

—Mira lo que me hiciste —miro los rasguños—, tonto animal.

La ardilla continua defendiéndose, intenta escapar de mí, tiro la bolsa al suelo.

Acaricio su pequeña cabeza.

—Tienes unos ojos parecidos a un gato que tuve —sus ojos cafés oscuros, me miran con miedo. Está asustado—. Papá lo dejó amarrado afuera mientras llovía, pasó toda la noche amarrado en un árbol, cuando fui por él en la mañana... lo encontré muerto.

Acaricio sus pequeñas orejas, su cola esponjada. Fue un error atraparlo, mi padre le hará lo mismo que al gato.

—Creo que a papá no le gustará que te haya traído —niego con la cabeza—. Antes que te haga algo, lo haré yo primero. No quiero que te mate, es muy malo.

Papá no me lastimará mostrándome a una mascota muerta por su propia mano una vez más, no hará eso. Aprieto su cuello con fuerza, sus pequeñas garras arañan mi piel, tomo su cabeza y presiono con más fuerza. Cierro los ojos, no soy capaz de ver lo que le hago a ese animal, continúo ejerciendo presión en su cuello y cabeza hasta que el roedor deja de luchar por su vida. Lo he asesinado, lo compruebo al abrir los ojos y tener en mis manos al animal sin vida. Sus ojos cafés oscuros me miran con acusación.

—Fue necesario, mi padre hubiese hecho lo mismo contigo —me justifico. Lanzo al suelo la ardilla, este cae en una posición en la que sus ojos aún permanecen en mí—. ¡Deja de mirarme!

Molesto por ello, piso su pequeño cuerpo hasta que el césped amarillento es manchado por un rojo carmesí, uno de sus ojos brota de sus orbitas. Me detengo, miro alucinado lo que he hecho. Su cabeza está destrozada, su sangre está en mis zapatos escolares y césped. Miro hacia la calle, los vecinos ya no se encuentran fuera, los niños juegan más lejos de sus casas.

—Lo lamento —me disculpo levantando la ardilla del césped—, fue lo mejor. —La arrojo entre los arbustos secos.

Diviso el ojo en forma de canica cerca de donde levanté su cuerpo, doy un último vistazo hacia la calle y al comprobar que nadie me observa, tomo el ojo y lo guardo en el bolsillo del pantalón.

Camino con cautela hacia la parte trasera de la casa, la puerta de atrás suele estar abierta, confío que esta vez no será la excepción y logre entrar a casa sin anunciar mi presencia. Al caminar al lado de la malla, veo a la señora Singer sentada en su mecedora, mientras que su perro duerme plácidamente a su lado. Nota que la observo, me saluda y sonríe, por cortesía la saludo y continúo caminando.

Logro abrir la puerta sin inconveniente, entro a casa con sigilo, cierro la puerta tras de mí dejando la mochila en el suelo de la cocina, camino con dirección a la sala. Encuentro a mamá sentada en la silla, sollozando y sorbiendo mocos.

Me acerco lentamente.

—Papá... —acerco mi mano a su hombro— ¿Te hizo algo? —verla llorar me hace suponer que el ruido que escuché afuera, no fue papá únicamente arrogando algún objeto.

—No, tu padre no me ha hecho nada—asiento en respuesta—. Quiere dejarte en el sótano.

—Los escuché —le informo sabiendo que puede que le moleste, pero al no ver una mínima reacción de ello, continúo—: No quiero estar en ese lugar.

Le he contado que estar en el sótano no me hace bien, a causa de ello no consigo dormir la mayoría del tiempo con tranquilidad. Mis pesadillas son cada vez confusas y aterradoras, siempre me encuentro en un bosque, huyendo cuando los gritos infernales hacen eco en todo el lugar. Y como cada pesadilla, despierto a mis padres. Siempre al abrir los ojos, mamá está conmigo, recordándome que lo que ocurre en esos sueños es irreal.

—Lo sé, Bemory —limpia con las palmas de sus manos, sus mejillas humedecidas por las lágrimas—. ¿Quieres acompañarme a ver a Matthew?

Niego rápidamente con la cabeza.

—No, no quiero subir.

—No te preocupes por tu padre, debe estar duchándose. —Me regala una tímida sonrisa.

Vuelvo a negarme a su propuesta, pero insiste en que la acompañe. Me toma de la mano y me obliga acompañarla. Subimos las escaleras en silencio, al llegar a la segunda planta escucho el agua correr de la regadera. Pregunto a mamá porque mi padre llegó antes de tiempo.

—Habrá oración en la iglesia, nos hemos ofrecido ayudar con algunos arreglos. —asiento únicamente.

Al llegar a su habitación, abre la puerta con delicadeza.

—Sigue dormido —susurro. Me sorprende que aún lo esté después de los gritos, debería al menos estar despierto.

El cuarto permanece entre la penumbra, ninguno de los dos se preocupa por encender las luces; mi padre removió el foco anoche.

Mamá suelta mi mano y camina hacia la cuna.

—Es igual a ti —ruedo los ojos—. Tiene la misma mirada angelical que posees.

—No es verdad. —Niego, después de todo lo acontecido en estos días estoy seguro que no tengo esa cara.

—No puedes negar que los dos se parecen a tu padre —me mira. Vuelvo a negar—, tienen esos hermosos ojos verdes, menos su cabello.

Camino con lentitud hacia la cuna.

—Odio ese color. —Pone mala cara.

Me coloco a su lado y ambos observamos a Matthew. Mi madre acaricia con el dedo pulgar el pequeño rasguño de su mejilla.

—Con esos guantes en sus manos, no podrá rasguñarse de nuevo.

Miro a mi hermano y trato de recordarme que debo quererlo, debo cuidarlo y prometerme que pese a todo trataré de protegerlo.

— ¿Martha, cuando ha llegado ese niño? —Al escuchar la voz potente de mi padre, me estremezco—, ¿Martha?

—No tiene mucho —aparta la vista de Matthew y, tanto ella como yo, lo miramos—. Escucha José, no puedes llevarlo al sótano, sus pesadillas...

Levanta la mano obligándola a callar. Trae una toalla azul colgada a los hombros, su cabello oscuro aún húmedo y alborotado, y a medio vestir.

—Ven aquí Bemory —observo a papá sin ninguna expresión en el rostro. Miro a mamá, ella asiente. Sabe que no puede contra mi padre.

Camino a su dirección con la mirada en el suelo.

—Buen niño.

Me toma del cuello y aprieta con fuerza, sacándome del cuarto junto con él. Me obligo a no gritar por el dolor.

— ¿Quién te ha dicho que puedes llegar a casa tarde? —cuestiona molesto.

—Na-Nadie.

—No puedes saltar mi autoridad como si no tuviese importancia mi palabra. —gruñe.

Bajamos las escaleras rápidamente, tropiezo en los últimos escalones, papá me toma del cabello y me pone de pie.

—Yo no quería...

— ¡Mientes, siempre lo haces!

Pronto veo la puerta cerrada del sótano frente a mí. Intento soltarme de mi padre, pero únicamente consigo que apriete con más fuerza sobre mi cuello.

— ¡No, padre!

— ¿Te gusta ese lugar? —Pregunta molesto, niego comenzando a llorar—, acostúmbrate a ella.

Abre la puerta. La oscuridad aparece frente a mí con los brazos abiertos, aguardando a que sea arrojado al sótano. Le pido entre lloriqueos que no lo haga.

—Te quedaras aquí hasta que tu madre y yo regresemos. —Sonríe.

Me empuja con brusquedad provocando que caiga de bruces al suelo. Me pongo de pie e intento impedir que cierre la puerta.

— ¡Quítate! —Me empuja por segunda vez y cierra.

Pasa las llaves por el cerrojo y segundos después escucho los pasos de él alejarse. Me siento en el rincón más apartado, limpio mis lágrimas.

Odio a papá, él disfruta haciendo esto, ahora estoy seguro que adora que tenga estas pesadillas, sabe que las tengo a causa de estar aquí y parece no importarle. ¿Qué se supone que he hecho yo? ¿Por qué ese único cariño se lo brinda a Matthew y a mí me toca la peor parte?

Minutos más tarde, mi padre toca la puerta provocando que me sobresalte.

—Bemory, te advierto que si despierta Matthew con tus gritos, no saldrás de ahí hasta mañana. —me amenaza.

—No lo haré.

Mi madre le insiste que no debería dejarme encerrado, no escucho la respuesta de papá, los murmureos entre ellos disminuyen. Segundos después escucho la puerta principal ser cerrada.

«Me parece que es la novena vez que terminamos en este sótano, ¿No es verdad, Bemory?»

Óscar está aquí. 

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro