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ᴄʜᴀᴘᴛᴇʀ ᴛʜʀᴇᴇ

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Algo que nunca fue mío

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Tsukishima siempre tuvo la mala costumbre de escribir utilizando su brazo completo en lugar de sólo mover la muñeca, su codo casi siempre termina golpeando las cosas cercanas y cuando llega al final de las hojas sus letra se vuelve más irregular por lo difícil que es sostener el lápiz con todo tu brazo en el aire. Aún así seguía escribiendo atentamente, sin importar la incomodidad de su posición, estaba tan concentrado que no se percató de la hora en el reloj.

El suspiro de satisfacción que salió de su pecho fue seguido de sus brazos estirándose por detrás de su cabeza para recuperar la sensibilidad. El sol se estaba poniendo, la luz era anaranjada y la calidez de ésta era agradable a la piel. Pero aún así sólo podía pensar en lo frío que estaba el lugar, en cómo las puntas de sus dedos estaban enrojecidas y en cómo su garganta se secaba con más facilidad al respirar el aire helado.

Cerró la tapa del enorme cuaderno de oficina y dejó las plumas en había utilizado en el lapicero del escritorio, la silla rechinó cuando Kei se puso de pie y al final regresó a su sitio. Todo en orden, cómo si no hubiese nadie sentado ahí en primer lugar.

Sólo un par de semanas más, y ya no tendría que lidiar con la empatía haciéndole sentir culpable por ser un humano común, haciéndole sentir que su mera presencia era cómo burlarse frente a los híbridos rescatados.

La puerta de la oficina se cerró detrás de él gracias al pequeño impulso que le dio, el pasillo estaba desolado pero aún así escuchaba las voces y la música que provenía del comedor. Lejanas, incoherentes, sus pasos terminaron sonando más fuerte con cada metro que se acercaba a la salida.

Analizó el dolor en sus piernas luego de un duro entrenamiento, el entumecimiento de sus dedos, la molesta sensación de su nariz luego de estornudar todo el día. Se percató de que todo estaba en orden y que a la vez era un caos, tal vez demasiado, porque tuvieron que detenerlo tomándolo por el hombro para capturar su atención.

Un hombre joven, mayor por apenas unos años, lo saludó de prisa e hizo un torpe intento por aparentar que no había olvidado el nombre de Tsukishima. Era alguien quién de hecho trabajaba ahí desde hace tiempo, no era enfermero o alguien que ayudase en la cocina, más bien una especie de administrador en las cuentas del lugar.

—¿Qué necesitas?— Cortó de repente, haciéndole un favor luego de notar que tenía problemas para cargar con las cajas que estaba en sus brazos.

—¿Ves la primer caja? ¡Si, esa!— Cartón delgado, en el costado tenía escrito simplemente "L.N."—. Hazme un favor, ¿sabes dónde está el chico nuevo? El de las marcas raras en el rostro.—

Kei hizo una mueca de irritación, no estaba de acuerdo en identificar a los híbridos y a los pacientes de esa forma.

—... Si, ¿qué tiene?—

—¿Puedes llevársela? Aoi-san me pidió varios libros de temas al azar, dice que si el chico comienza a leer un poco su memoria regresaría más rápido, creo que no quiere ser ella quién se lo diga— Tsukishima tomó la caja con ambas manos, era más ancha que alta, cómo un paquete recién llegado. En realidad no era tan pesada, diría que estaba medio vacía.—. No tienes que hablar con él, sólo asegúrate de que la vea.—

¿Fingir que la habitación estaba vacía no sería aún peor que tan siquiera saludar cortésmente? No era fanático de conversar, y sabía que muchos de los recién llegados eran difíciles de tratar, pero que su impresión sea que es tratado como un adorno de fondo no parecía ser una buena solución.

—Yo me encargo.—

—Gracias, Tsukishima-san. Te debo una.— Aquel hombre dio unos pasos luego de darle la espalda, aún con la caja de archivos estorbándole. Kei no hizo nada por él cuando se tropezó y los documentos cayeron al suelo. No se sintió cómo si debiera de hacerlo.

Las voces se alejaron aún más, hasta que el silencio era casi ruido blanco y lentamente el arrepentimiento le provocó un nudo en la garganta, ¿por qué estaba haciendo eso? ¿Era si forma de excusarse a sí mismo por querer saciar su curiosidad? No había tenido oportunidad alguna de ver al chico de nuevo, tan sólo aquella primera impresión realmente extraña. Aún podía sentir el golpe en su rostro por los movimientos erráticos que trataban de librarse de sus brazos.

Tal vez aquel híbrido actuaría hostil si lo recordaba así, ¿tendría que haberse negado entonces?

Ya es tarde, ya estaba frente a la puerta.

Considerando la hora y el día probablemente estaría durmiendo, si, eso es, no habrá confrontación o algo así. No tiene que pasar por eso, sólo le estaba dando muchas vueltas a algo tan simple como dejar unos libros.

Sostuvo la caja con una mano y la otra la utilizó para tocar, entonces tosió para aclarar su garganta.

—Con permiso.— Anunció cuando abrió la puerta, siendo recibido por el sonido de las sábanas en la cama moviéndose bruscamente por la exaltación.

Arrodillado sobre la cama, con las alas retraídas sobre si mismo y atento a la figura de quien nunca había visto en su vida. El híbrido se quedó tan quieto como un niño siendo descubierto en media travesura, con sus ojos posados en Kei.

El rubio sintió un escalofrío pero aún así su expresión permaneció serena conforme atravesó el marco para adentrarse un poco más a la habitación. Recorrió unos pasos sintiendo la mirada ajena clavada en su nuca y entonces dejó la caja sobre una encimera al lado de la única puerta.

Recitó una despedida rápida y se propuso a irse de nuevo una vez tuvo suficientes imágenes mentales de la apariencia exótica del chico, pero fue detenido por este, más bien por lo rasposo de su voz queriendo pedir la palabra.

... ¿qué es eso?... — Kei se giró de vuelta, algo impaciente por salir. Aún así siguió analizándolo, el plumaje de las alas, las marcas en su rostro, los vendajes en sus brazos, el olor potente a medicina, lo tímida que sonó su voz. Al final se reclamó a sí mismo por tardar tanto en responder algo tan simple.

—Libros.— De nuevo distinguió el más mínimo cambio como de costumbre, las alas hicieron un rápido movimiento, como si hubiesen asentido. A su vez el joven enderezó la espalda y abrió aún más los ojos, emocionado por la respuesta pero siendo regresado a su estado anterior rápidamente.

Cómo si algo le avergonzara, pues terminó con la mirada baja, a donde estaban sus piernas. Llenas de vendas y de golpes, las puntas de sus dedos estaban levemente rojizas por el frío y de vez en cuando sus dedos se estiraban para esfumar la sensación de entumecimiento.

Entonces lo entendió.

'No puede caminar'.

El rubio atendió al pedido silencioso, no suspiró, ni siquiera pensó en una queja, fue un reflejo el querer ayudarle. Así que así lo hizo, tomó la caja y luego la plantó con cuidado sobre las sábanas. Escuchó un ligero "gracias" a su izquierda, y entonces las manos temblorosas del híbrido se acercaron a la caja una vez Kei dio unos pasos en reversa.

—¿Sabes leer?... —

—... Si, ellos me enseñaron, porque a la mujer le gustaba mi voz.—

Quería preguntar quiénes eran "ellos" pero rápidamente supuso a lo que se refería al evitar los nombres y al dar pocos detalles. No era algo que se debiese preguntar a alguien que acababa de ser rescatado.

El híbrido tomó el primer libro, una historia clásica, más bien un poema. Tsukishima reconoció la portada, el cuento del hombre que envidió a los pájaros, entonces les demostró que él también podría volar. El final es demasiado dramático, el hombre termina viajando por el mundo pero al regresar a su hogar se da cuenta de que ya todos se habían ido.

Dejó el libro en su regazo y tomó el siguiente, uno de tapa blanda y de portada colorida, el típico que te llama la atención en la librería por lo llamativo. Kei sorpresivamente también lo reconoció, la novela sobre un par de detectives en la época victoriana que resolvían misterios que involucraban tanto asesinos comunes como cosas ocultistas y paranormales. Lo leyó para una clase hace tiempo, tal vez cuando seguía en preparatoria, lo malo es que estaba en inglés. Aún así el chico lo ojeó y pareció ser capaz de leer lo que tenía escrito.

Tomó otro, la típica historia del aventurero que se embarca en un viaje para encontrar algo, en ese caso era para hallar a su único familiar. Explorando un continente entero en el proceso.

Tsukishima encontró el patrón rápidamente, todos eran libros de aventuras y viajes, escritura para jóvenes y uno que otro libro infantil de poemas o leyendas.

¿Por qué esos tipos tan específicos? Parecía una mala broma. Sin querer chasqueó la lengua por el fastidio, creer que sabes lo que es mejor no significa que lo sea.

Pero el híbrido reaccionó impulsivamente a aquel sonido, soltó inmediatamente el libro y se le quedó viendo fijamente, las marcas a los extremos de sus labios de curvearon junto a su boca cuando una expresión de nerviosismo apareció en su rostro.

La cabeza le dolió por el recuerdo, borroso pero presente, ya comenzaba a irritarse por tener una jaqueca cada vez que algo mínimo ocurre.

—... No era por ti. Lo lamento.— Kei se dió vuelta y deambuló por la habitación, inmerso en sus pensamientos. Era raro encontrar a un híbrido que supiese leer, ¿sabría escribir también? ¿quién se tomaría la molestia de enseñarle cuando la mayoría de ellos eran considerados mascotas o simples bestias?

El híbrido, aún algo a la defensiva, siguió curioseando dentro de la caja hasta que sacó el último libro dentro. Abrió una página al azar y sus ojos comenzaron a vagar por las líneas verticales.

—Tsuki... — El rubio sintió escalofríos al escuchar aquel apodo, se giró rápidamente de vuelta pero se percató del malentendido. Haciéndole avergonzar.—... ga kirei desu ne... —

No le sorprendería que el joven no supiese que estaba diciendo en realidad.

Cuando cerró el libro de vuelta encontró los ojos de Kei mirándolo, quería preguntarle algo pero seguía inseguro sobre el hablar a los demás en general. Pidió permiso con la mirada, y entonces tomó tanto aire que el pecho le dolió.

—... ¿tú tienes nombre?—

Lo decía de tal forma que parecía existir la posibilidad de que alguien en el mundo realmente no tenga algo así de básico, pero las excepciones existen, y negar su existencia sería simplemente cruel. El rubio se cruzó de brazos, dándose cuenta de que había perdido la oportunidad de irse hace mucho tiempo.

—Tsukishima Kei.—

—¿Luna?— Preguntó alzando levemente el libro, y el de anteojos asintió.— Genial.—

—Tú no tienes, ¿cierto?— Directo, crudo, casi grosero, pero en realidad no había malas intenciones detrás. El híbrido negó con la cabeza.

—... Tukusama-san me pidió leer, encontrar un nombre que me guste.—

Escoger tu nombre, ¿cómo sería estar en esa situación? Kei no podía imaginarlo.

—Dependiendo la forma en la que se escriba es el significado, ¿hay algo que te guste hacer? La época en la que naciste también es útil— Vió cómo el híbrido tensó los hombros, tampoco sabía su fecha de nacimiento. Tsukishima suspiró, apartó un par de libros de la montaña y al final tomó uno relativamente grueso, era otra fantasiosa novela de aventuras pero con un misterio personal como motivación del protagonista, un viaje enteramente hecho para él y por él. Se lo terminó entregando y, cuando lo tomó, Kei acomodó sus lentes sobre el puente de su nariz.—. Ese tal vez te ayude. El resto no vale la pena.—

—Ah... —Miró la portada, parecía aburrido, pero le daría una oportunidad.—, gracias.— No sabía qué era más raro, la actitud dócil del híbrido o el hecho de que esté tan abierto a hablar con él. No sabía si estaba extrañado o agradecido al respecto.

—Bien.— Caminó de vuelta a la entrada, tal vez el tercer intento sería la vencida para finalmente irse, pero por más que quisiese era llamado de vuelta. Esta vez un ligero destello de fastidio le hizo dejar caer la cabeza hacia delante.

Parecía que no quería estar sólo.

—¿Te conozco?... —Preguntó, pero al no ser específico tuvo que replantear la oración.—... ¿por qué siento que ya había escuchado tu voz?—

"Te recuerdo, pero no te conozco"

—...— Permaneció en silencio, sin saber por qué mentiría en primer lugar. Se encogió de hombros.—. No tengo idea.—

Y, con eso, desapareció por la puerta, emparejándola lentamente para que ni siquiera dejar pista de su presencia con el sonido al cerrarla.

"El conocido de todo el mundo, el que parecía desaparecer sólo cuando Yoshimura Akemi estaba presente. Finalmente tendría el placer, después de días de divagar sobre cómo luciría aquel hombre no pudo evitar sentirse decepcionado al verlo. Las arrugas en su frente por años de exagerar expresiones eran tan visibles y llamativas que seguramente ya no le importaba que se le quedase viendo. Un hombre de hombros estrechos y de silueta delgada, en su cabeza había un típico casco de piloto, el cuero desgastado por el sol y los vidrios de sus gafas algo rayados por limpiarlos con cualquier cosa que encontrase útil. A su lado permanecía la bestia de metal con pintura que se caía por el desgaste. Un piloto veterano a toda regla.

—¡Un placer, estoy a su servicio! No me importa el destino, si puedo disfrutar de un vuelo me es suficienteFueron las primeras palabras que salieron, dichos con una voz tan segura y animada que parecía estar gritando—, ¿dónde están mis modales? Permíteme presentarme... "

Pasó de página, asombrado por la aparición de aquel personaje de quién hablaban maravillas desde hace tantos capítulos. Un piloto, ¡un humano puro que era capaz de vencer hasta las aves más veloces luego de años de estudiar junto a los híbridos que vivían en los molinos abandonados al lado de la ciudad y... !

—¡A-Ah!— Se quejó cuando sintió su ala derecha ser extendida por completo, sin darle tiempo de oponer resistencia. Un pinchazo recorrió su columna y terminó al final de su espalda.

"¡En serio eres... ! ¡Pediré que te cambien a limpiar el comedor, ser cuidadoso no es lo tuyo!"

"¡Oye, ya dije que lo siento!"

"Discúlpate con él entonces."

"... ugh... "

—Deberías prestar atención a lo que te preguntamos, si no sabemos cómo te sientes no podremos ayudarte— Le dijo uno de los hombres de ropa clara, tomando el libro de sus manos y dejándolo a un lado luego de poner una servilleta en la página para no perderla.—, ¿cómo sientes las piernas? ¿Crees poder ponerte de pie?—

—Umh... — Iba a responder hasta que sintió algo no tan doloroso pero si incómodo en las alas, miró sobre su hombro y distinguió como una de esas personas acariciaba la cara externa, acomodando las plumas que se salían y juntando las sueltas que se enredaban.

—¿Qué ocurre?— En lugar de hablar removió ambas extremidades, haciendo sobresaltar a los dos que estaban detrás suyo. Las plumas se levantaron al erizarse, casi como un escudo.—Oh.— El mayor les hizo una seña para que se detuvieran y así lo hicieron, a pesar de que aún querían sentir la suavidad de las plumas que escalaban de negro a blanco naturalmente.

Otro tipo de sufrimiento, una incomodidad parecida a llenar de afecto a alguien que se avergüenza fácilmente, con la diferencia de que el rechazo es mucho mayor, casi rozando al asco.

Los tres presentes asintieron a su lenguaje corporal, el ambiente se tornó tenso y permaneció así hasta que alguien tocó la puerta. La simple presencia de la doctora alivio el ánimo de la sala, incluso si la seriedad estaba en su rostro al encontrarse atareada, hablarle de manera casual podría desatar todo el estrés acumulado del día.

Buenos días.—

Escucharon todos los presentes, dirigiendo la mirada al mismo tiempo al joven que ahora tenía una actitud más cómoda y tranquila. La mujer sonrió inmediatamente y dejó de lado su portapapeles.

—Buenos días, ¿te encuentras bien? ¿Cómo te sientes?—

Se sabía que la doctora tenía un par de hijos de apenas diez años, era propio de ella saber cuándo mostrar una cara estricta y cuando ameritaba actuar cálidamente.

—Ya sé cuál quiero que sea mi nombre... —

Como si fuese algo realmente extraordinario la mujer permaneció en silencio, acomodando sus mangas y arreglando los botones de su bata. En sus facciones cansadas se posó una expresión de sorpresa pura.

—¡Fantástico, prepararé todo para enviar la solicitud ahora mismo!— De nuevo tomó con cuidado las manos del joven, felicitándolo por su avance. Los últimos días había tenido un gran progreso para abrirse a hablar con el resto del personal. Si las cosas seguían así no tendría problemas para convivir con los demás híbridos una vez pudiese caminar de nuevo.

Con los tres restantes siendo casi echados a patadas por la mujer terminaron a solas, semanas de espera por la decisión que llegaban a su fin, no podía evitar sentirse orgullosa.

El híbrido tomó aire, preguntándose qué significaría aquel nombre realmente, o si tan siquiera era un nombre japonés, esperaba no ser corregido aún y cuando le habían dado la libertad de elegir por su cuenta. Por alguna razón la explicación rápida que le dio el rubio llamado 'Tsukishima Kei' volvió a su mente, extrañamente también quería saber qué pensaría de su decisión a pesar de no conocerlo mucho. En realidad era la misma sensación infantil de querer enseñar su objeto preferido.

Antes de hablar pidió con un gesto sutil que le pasara el libro que aún yacía lejos de su alcance.

Al tenerlo de vuelta abrió la página, releyó rápidamente y entonces pasó a la siguiente, encontrando el desenlace al diálogo que había esperado. Giró el libro hacia fuera para mostrarlo del lado correcto en la perspectiva de la mujer, entonces señaló el resto del renglón.

Tukusama Aoi sonrió al leer lo que apuntaban los dedos pálidos del joven.

—¿Ese quieres?— Asintió, listo para escuchar a los demás llamándolo de esa manera.—Entonces ese será.— La mujer se enderezó y posó una mano en la frente del menor, apreciando los gestos relajados que habían dejado de estar a la defensiva.

"... —, ¿dónde están mis modales? Permíteme presentarme, (T/A) (T/N). Un gran nombre, ¿no lo crees?— Llevó ambas manos enguantadas a su cintura, alzó el pecho y entonces señaló al par que tenía frente suyo.—. Escucha mis palabras, ¡el viento es lo último que me derrumbará, es ahí a dónde pertenezco! ¡La línea donde el mar y el cielo se conocen es el paisaje más deseado por el explorador!—"

La mujer tomó la pequeña pizarra al borde de la cama, borró con sus dedos el nombre científico de la especie a la que pertenecía el híbrido y rápidamente fue remplazado con lo que escribió en su lugar.

Cuando lo giró se aseguró de que el joven pudiese leerlo con claridad. Sus alas se removieron, reaccionando junto a su sonrisa emocionada.

—Un placer conocerte, (T/N).—

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