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002

Subir las escaleras hasta su residencia fue de las cosas más difíciles que pudo hacer. Y con un Alfa que pesaba el doble de un lobo, más a su favor. La espalda ya no la aguantaba, y su bata, que anteriormente era blanca, ahora tenía una ligera mancha roja.

Perfecto.

Sacó las llaves de su mochila y abrió la puerta, tiró al Alfa en el suelo y cerró la puerta tras de sí con un sonoro estruendo.

—¿Eres consciente de que me estoy desangrando y tú me has tirado al suelo como un perro? —escuchó decir. El Alfa le miraba molesto, claramente indignado por la reacción poco profesional de este mocoso.

—Agradece que te subí por las escaleras. ¡¿Quién arregla mi cervical?!

—Tsk. Tan joven y quejándote. Cuando tengas mi edad, te arrepentirás de quejarte tanto siendo tan joven aún.

Jimin rodó los ojos, notoriamente frustrado. Lo ayudó a colocarse de pie y lo llevó al sillón de la sala mientras se apresuraba a ir por el botiquín. El Alfa quedó recostado, mirando la pequeña sala y cocina. Era más un dormitorio que una casa, pero, para alguien que probablemente pagaba un alquiler individual, estaba bien. No veía ceniceros ni latas de cerveza, tampoco había señales de otro hombre.

Sin duda, era un Omega soltero.

Jimin regresó con el botiquín en la mano. Se arrodilló frente al hombre, quien enseguida comenzó a reír, sacándolo de sus cabales.

—Sé que soy un Alfa y tú un Omega, ¿pero no te parece que arrodillarte delante de mí de esa manera, puede mal interpretarse?

—¿Pero qué dices? —Jimin se levantó rápidamente— Estaba tomando una posición más cómoda para ayudarte.

—Ya, de rodillas. Comprendo.

—Agh, eres insoportable. —se sentó a su lado, dejando el botiquín sobre sus piernas— Quítate la camisa para revisar la herida, y no pienses nada malo.

El Alfa hizo lo pedido y se despojó de su camisa. Jimin tragó grueso tras ver su cuerpo, lo admitía, era de buen cuerpo, con grandes pectorales y músculos definidos. Se veía delgado, pero sus pechos lo compensaban.

«¿Pero qué rayos piensas, Jimin?»

Disipó tales pensamientos intrusivos y le echó un ojo a la herida.

—No está muy profunda, parece una cortada con una navaja mediana, punta afilada pero circular. A juzgar por la forma, fue hecha en diagonal. Tuviste suerte, pudo haber perforado algún órgano. De este lado se encuentra el hígado.

—Vaya, al parecer si estudias. —se burló, su intención era aligerar un poco el ambiente. Pero este Omega era bastante amargado como para caer en su chiste.

—Procederé a limpiar, no te muevas. —le advirtió.

Comenzó a limpiar la herida, desinfectando primero la zona para poder tomarle los puntos necesarios. Mientras trabaja en ello, el Alfa lo miraba en silencio, su pecho subía y bajaba ante los pequeños pinchazos y ardor, pero nada que no haya sentido antes. Sin embargo, sentía mucha curiosidad por saber un poco más de este Omega.

Sin duda alguna, era único en su especie. No podía sentir sus feromonas por más que intentara oler de cerca su cabello. Sólo percibía el aroma del shampoo y el Suavitel de su ropa.

—¿Cuántos años tienes, mocoso? —decidió preguntar.

—Veintiuno. —respondió sin ganas.

—No eres tan pequeño, a juzgar por tu estatura y tu delgadez, pensé que tenías menos de veinte.

—¿Gracias?

—¿Eres Omega?

Jimin suspiró, levantó la mirada de su tarea, únicamente para mirar la cara del Alfa que no dejaba de hacer preguntas tontas.

—¿Parezco un Omega? —dudó.

—Tienes cuerpo de Omega virgencito. —Jimin gruñó.

—Que asco que digas eso de alguien, te ves patético, ¿sabías?

—¿Qué tiene? Y, oye. Me estás tuteando demasiado, ¿acaso sabes qué edad tengo?

Jimin terminó de coser la herida y le miró indiferente.

—¿Cuarenta?

El Alfa bufó, indignado.

—No soy tan viejo. —aclaró— Tengo treinta y dos. Así que mejor ve respetando a tus mayores, mocoso.

—Escuche, Ahjussi. —el Alfa abrió su boca ante el honorífico— Tiene suerte de que lo estoy ayudando, ¿Acaso tiene quince? Tan viejo y metiéndose en peleas, tsk. Y así dicen ser el ejemplo de los jóvenes.

—¿A quién le dices Ahjussi? Pff. Oye, niño. Si supieras quién soy, no estarías tan cómodo hablándome de esa manera. Omegas como tú los enderezo con un buen castigo, tú eres el afortunado de que no estoy en mis mejores condiciones, de lo contrario, te habría puesto una mordaza en la boca.

No iba a mentir. Jimin sintió escalofríos con esas palabras. Pero no le dio el gusto a dicho Alfa, que con sólo esparcir sus feromonas, podía hacer caer a cualquier Omega débil de mente. Por suerte, él no formaba parte de ese clan. Su condición no le permitía recibir feromonas de ningún Alfa.

Sin embargo, las de este hombre no se sentían tan mal. Su lobo las recibía complacido, no había mareos, ni náuseas. Todo estaba normal.

Era extraño.

—Oye, ¿sigues aquí? —el Alfa movió sus manos para llamar su atención.

—Señor, tome sus cosas y váyase. —dijo Jimin, caminando hasta la entrada para abrir la puerta. Pero el Alfa no se levantó de su lugar, al contrario, se puso aún más cómodo.

—Pasaré la noche aquí.

Jimin cerró la puerta de golpe y se acercó al hombre con ambos brazos cruzados sobre su pecho.

—¿Con el permiso de quién?

—Te pagaré.

—¿Qué?

—Escucha —se enderezó en el sofá, plantando sus orbes en el Omega— Justo ahora no puedo irme, necesito un lugar donde esconderme hasta recuperarme al cien por ciento. Esta casa es perfecta para eso, nadie me encontrará aquí. Tú sólo debes curarme las heridas diariamente y yo te pagaré por tu hospitalidad.

—No soy una casa hogar, ni un centro de ayuda. Ni siquiera te conozco, ¿y si eres un ladrón huyendo? ¿Y si eres un asesino?

El Alfa bufó.

—Ambas cosas pueden ser tema de debate. —murmuró, sarcástico— Pero estoy siendo honesto. Te pagaré si me ayudas, en cuanto me recupere, me iré. Lo prometo.

Jimin no estaba seguro si hacer esto. Pero cada que intentaba pensar, el aroma del Alfa lo desestabilizaba, incluso su cuerpo, que antes estaba normal, reaccionó de una forma diferente, como si picara por dentro. Sentirse de esta forma lo abrumó, era inquietante.

Tomó una bocanada de aire, y habló.

—Un mes, te doy ese tiempo para que sanes y te vayas.

—Me parece bien. ¿Entonces, trato? —extendió su mano, y Jimin la tomó tras un breve silencio.

—Trato. —el Alfa sonrió, apretando la mano del Omega, Jimin se tensó y de inmediato se alejó— Dormirás en el sofá, no entraras a mi habitación y mucho menos usarás mi comida. Veo clases de ocho a doce, durante ese tiempo, te quedarás aquí en silencio y no llamarás la atención de los vecinos.

—Pones demasiadas reglas. —gruñó— Pero yo también tengo una.

—¿Cuál?

—Llámame como corresponde.

—¿Cómo?

—Soy mayor que tú, y soy un Alfa. Se me hace más cómodo que me digas hyung, o de preferencia, me llames por mi nombre, y me trates con respeto. ¿Puedes hacer eso?

La petición fue extraña, pero Jimin lo vio tan insignificante que aceptó hacerlo.

—Bien, como quiera. —tomó su mochila del suelo y avanzó medio camino hacia su habitación— Tiene que descansar, mañana puede tomar una ducha o cambiarse, por hoy, será mejor que descanse.

—De acuerdo… ¿No quieres saber mi nombre antes?

—¿Cuál es?

—Jungkook.

—Mi nombre es Jimin, y… Soy un Omega recesivo, así que, si busca de sobrepasarse conmigo, tome en cuenta que no voy a corresponderle. Guarde sus feromonas para otras personas, conmigo eso no funciona.

Entró a su habitación y cerró la puerta con un golpe sordo. Jungkook parpadeó, incrédulo. Hace mucho tiempo que no escuchaba sobre los Omegas recesivos, sólo existió uno que llegó a conocer cuando era un preadolescente todavía.

No lo recordaba con claridad, pero tenía una marca en forma de luna detrás de la oreja, y las pecas más llamativas que haya visto jamás. Y era un tanto curioso, su rostro era idéntico al de este Omega.

Una simple casualidad del destino.

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