LA MUERTE DE UN DIOS
Plataforma de aterrizaje occidental. Monte Olimpo.
12 de enero del 2020
ANUBIS
Unos minutos después llegó Horus.
– Creí que habías muerto– le dije.
– Creo que eso es imposible hermano, aún soy mejor que tú–
– Eso está por verse, ¿A dónde quieres ir ahora? –
– No sé, no me decido entre batallar por la supremacía aérea o ir a combatir en la plaza central–
Entonces un rayo cayó sobre una torre cercana destruyéndola y cayendo al lado de nosotros, al ver al cielo, vimos cómo una gran nube negra se formaba justo arriba de la plaza central.
– Bien, averigüemos qué es eso– dijo Horus elevándose.
– Vamos Anubis, sube– me decía Perseo.
Subí al lomo de Pegaso e inmediatamente comenzamos nuestro recorrido. Un par de minutos más tarde, estábamos rodeando aquella gran nube que ahora se convertía en un gran tornado al que no pudimos escapar y terminamos succionados por este, que, luego de dar un par de vueltas, nos lanzó contra un segundo piso de una de las casas cercanas atravesando la pared dejando a Perseo y a Pegaso inconscientes, mientras que yo quede un poco lastimado.
El tornado había desaparecido en una gran explosión lanzando a gran número de los soldados en todas direcciones. La onda de choque creada me impactó lanzándome hacia la pared atravesándola y cayendo en otra casa destruyéndola. Eso sí me dolió.
– ¿Estás bien? – me preguntó Horus que había aterrizado al lado mío.
– Si, solo me lastimé un poco el brazo izquierdo, pero aún puedo pelear–
– Bien, ¿Y Perseo? –
– Allá, en el segundo piso, está inconsciente junto a Pegaso– le dije señalando la casa donde caímos.
– Voy a sacarlos de ahí, no es muy seguro, ya regreso– me dijo mientras volaba hasta el gran agujero que hice al salir de ese lugar. Un rato después bajó con los dos en su espalda y los puso al lado mío.
– Lo mejor será esconderlos aquí mientras terminamos con esto– me dijo cubriéndolos con los escombros del lugar.
– Buena idea, ahora vamos a investigar–
Salimos del lugar y llegamos a la plaza central en donde vimos a Tláloc y a dos hombres parecidos a él luchando contra un grupo de soldados. Uno de los hombres, creó un rayo que mató a todos los soldados.
– Horus, Anubis, qué gran sorpresa– nos dijo con una sonrisa.
– Cállate traidor, eres una deshonra para tu cultura– dijo Horus.
– Puede ser, pero eso no me detendrá si al fin puedo tomar el trono–
– ¿En serio planeas derrotar a Quetzalcóatl? Eso lo veo imposible, además, primero nos tienes que matar–
– Así que quieren un combate a muerte, será muy fácil matarlos–
– Bien, demuéstranos que eres el mejor–
– Muchachos, ¡Ataquen! – dijo mandando a los dos hombres a su lado.
Ambos hombres tomaron posición de ataque.
– Bien, tú encárgate del que lanzó el rayo, yo me encargaré del otro –
ordenó Horus
– Ok, prepárate–
La batalla comenzó cuando aquel hombre del rayo nos lanzó uno el cual logramos esquivar al cubrirnos en una casa al lado derecho de nosotros. Entonces, un grupo de soldados aliados llegaron y cargaron contra los hombres, el problema es que ellos también recibieron refuerzos empezando de nuevo un gran combate en gran parte del plaza central cubierto con los cadáveres de cientos de hombres de ambos bandos.
Horus comenzó a volar lanzándole algunas de sus plumas asesinas a aquel dios del rayo que respondía lanzándole rayos. Es curioso el hecho de que a pesar de que Horus utiliza mucho ese ataque nunca se quede sin plumas, con todas las veces que lo ha usado hoy era para que ya pareciera un pollo desplumado gigante.
Un rato después descubrimos el poder del otro dios, muy rápidamente lanzaba un fuerte resplandor que nos enceguecía a todos. Esos resplandores hicieron que Horus chocara con una columna cayendo al suelo.
– Veo que la están pasando muy mal amigos– nos decía Tláloc satisfecho por lo sucedido.
– ¿Quiénes son ellos? – pregunté.
– Son mis hijos, los tlaloques, son mis ayudantes y con dominio del rayo y del relámpago–
– Eso explica el porqué del resplandor–
– ¡Anubis, cuidado! – me gritó Horus advirtiéndome del rayo que se aproximaba hacia mi posición.
Sin tiempo para esquivarlo, tomé un escudo de un soldado caído esperando que me salvara, el resultado, fue algo que no predije, El rayo fue disparado cambiando de rumbo impactando en una columna destruyéndola.
El tlaloque del rayo quedó asombrado por lo sucedido, pero eso no hizo que dejara de atacarme, solo que esta vez me lanzaba varios rayos al mismo tiempo. Rápidamente tomé posición defensiva y comencé a rechazar los ataques uno por uno destruyendo y matando todo lo que los rayos alcanzaran, pero no todos los rechazaba, algunos lograron quemarme parte de mi brazo izquierdo y de mi pierna derecha.
– Horus, necesito tu ayuda– le dije.
Horus tomó una de sus plumas y se la lanzó al tlaloque del rayo haciéndole un ligero corte en su pierna derecha. Eso me dio tiempo suficiente para acercarme a el tlaloque del relámpago comenzando un combate cuerpo a cuerpo el cual, cada vez que usaba su poder quedaba totalmente ciego por un par de segundos, el tiempo suficiente para que él logre darme un golpe con su espada o me haga un ligero corte con su espada, definitivamente estaba jugando conmigo. Pasaron algunos minutos siguiendo la misma táctica, hasta que utilicé la misma maniobra de defensa contra rayos funcionando perfectamente reflejando la luz contra él mismo dejándolo ciego unos segundos, tiempo que aproveché para cortarlo por la mitad con mi hacha. Tanto Tláloc como el tlaloque del rayo quedaron asombrados.
– Oye, nunca te distraigas en una batalla– dijo Horus que, aprovechando la distracción del tlaloque del rayo, rápidamente le clavó su lanza en su pecho matándolo. Al mismo tiempo, los soldados acababan con las fuerzas de Tláloc dejándolo solo.
– Bueno, creo que solo quedas tú traidor. Ríndete y terminemos eso de una vez por todas– dijo Horus.
– No, ustedes deberían rendirse ahora que verán mi furia– dijo levantando sus brazos al cielo haciendo que el cielo se oscureciera y una gran nube se formara encima de nosotros lanzando rayos a todas pares matando a varios de los hombres que estaba con nosotros.
– ¡Muchachos, entren en esa casa! – les dije señalando una casa a un lado de la plaza.
Los soldados acataron la orden y se refugiaron en la casa, ahora éramos solo los tres.
– Oye, necesitaras más que rayos para vencernos– le dije mientras rechazaba los ataques con el escudo.
– Bien, ahora subiré un poco más mi nivel– dijo mientras comenzaba a girar muy rápidamente sobre su eje formando un gran tornado que poco a poco comenzaba a succionarnos.
– ¿Eso es todo lo que tienes? – le dije enterrando mi hacha en el suelo evitando ser absorbido por el tornado. Horus hizo lo mismo con su lanza.
– Así que aún quieren más, bien– dijo mientras lanzaba un rayo que envolvió al tornado que ahora también lanzaba rayos a todas las direcciones.
– Tenías que abrir tu hocico– me dijo Horus molesto.
– Perdón, creí que ese era su límite –
– Es por eso por lo que los halcones somos mucho más inteligentes que los chacales–
– Mejor cierra el pico, pajarito, concentrémonos mejor en acabar con Tláloc–
– Bien, tengo una idea– dijo Horus mientras comenzaba a volar dándole vueltas en círculos al tornado hasta que logró escapar de la fuerza del tonado.
– Oye, Tláloc, yo también controlo el aire– dijo mientras preparaba sus alas para uno de sus movimientos defensivos más eficaces, la gran ráfaga de aire creada por el batir de sus alas.
La ráfaga de aire fue tan fuerte que hizo desplazar el tornado en dirección a Tláloc que, asombrado, recibió el impacto de su propio poder dejándolo gravemente herido. Luego, llegó Shiva y Artemisa acompañados de algunos arqueros, ahora estamos en desventaja.
– Vasta de juegos, ahora si morirán– comentó Shiva.
– Vamos, inténtenlo– les dije.
Shiva cargó contra nosotros, pero Horus lanzó una ráfaga de aire con sus alas lanzándolo contra un pequeño altar en el centro de la plaza destruyéndolo. Mientras tanto, Artemisa disparaba su arco contra mí, logrando esquivar algunas flechas antes de cubrirme con el escudo, unos segundos después, Horus llegó a mi posición utilizando otro escudo como cobertura, ahora si estamos acabados, por un lado, tenemos a Artemisa y los arqueros que la acompañan y por el otro tenemos a un seriamente golpeado Tláloc que no paraba de lanzarnos rayos y agua a presión de las nubes.
– Ríndanse, están acabados–
– No, esto es hasta el final– le dije.
– Bien, Shiva, destrú...– dijo Tláloc siendo interrumpido el poderoso disco asesino de Visnú que le cortó la cabeza cayendo muerto al instante.
El disco dio la vuelta en el aire y se dirigió hacia Shiva, pero este logró esquivarlo, acto seguido, Artemisa y Shiva huyeron seguidos por los arqueros.
– ¿Están bien chicos? –
– Si, gracias, te debemos la vida–
Unos segundos después llegó un mensajero.
– Señores, los invasores perdieron el control de la ciudadela y se reagrupan en el barrio de artesanos –
– Al fin un descanso– dije
– No, aún falta dar el golpe final. Soldado, avísales a los demás dioses que se reagrupen junto a las tropas en la entrada este. Terminaremos con esto de una vez por todas –
Un rato después se nos unió Poseidón y Atenea y nos dispusimos a entrar al gran salón mientras que se preparaba el último asalto. Al entrar, vimos a Temístocles y a Teseo cruelmente asesinados y a un Zeus inconsciente al fondo del salón, sin duda esto fue obra de Ares, el dios más cruel y desalmado de todos.
La batalla por la ciudadela había terminado. Pero aún faltaba la reconquista de la ciudad.
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro