EL DIOS QUE TODO LO VE
Plaza central. Monte Olimpo.
12 de enero del 2020
HORUS
Al salir del salón después de ayudar a Zeus, vi una gran batalla en todo el complejo y los proyectiles de las catapultas volaban y caían por todo el Olimpo dejando solo una estela de muerte y destrucción.
Mientras volaba, vi a un grupo de hombres que luchaban contra el minotauro de Creta, el general del ejército invasor. Inmediatamente bajé en picada a una gran velocidad embistiéndolo igual que como hice con Hades lanzándolo hasta dar contra una pared agrietándola, luego se levantó y recogió su hacha del suelo.
– ¡Maldito pajarraco, hoy sentirás lo que es morir! – me dijo mientras corría hacia mí con intención de embestirme.
Rápidamente preparé mi lanza y se la lancé, pero logró desviarla con sus cuernos, entonces desenfundé mi espada y cuando él estaba a pocos metros de mí, agité mis alas creando una ráfaga de aire golpeándolo y haciéndole retroceder algunos metros. Luego, lo envestí agarrándolo con mis patas chocando con la pared rompiéndola y entrando en un salón con estatuas de héroes caídos, con el golpe, el minotauro logró soltarse y cayó al otro lado del salón, un momento después se levantó y cargó contra mí, a duras penas logré esquivar su golpe.
Luego de varios minutos de combate cuerpo a cuerpo logré asestarle un golpe en su pierna derecha lanzando un gran grito y cayendo de rodillas. Pero cuando iba a terminar con él, un arquero disparó una flecha que se clavó en mi muslo derecho que hizo que lanzara un grito por el dolor. Por suerte Anubis estaba cerca y decapitó al arquero con su hacha antes de que disparara de nuevo.
– Horus, cuidado– me dijo señalando al minotauro que se estaba preparando para atacarme por mi espalda, eso es de cobardes.
Rápidamente me giré, pero por más rápido que fuera no podría frenar su ataque. De pronto, el hacha doble de Anubis apareció clavándose en el pecho del minotauro justo a tiempo. Luego, reaccioné decapitándolo.
Después me senté en el suelo, Anubis se sentó a mi lado.
– ¿Estás bien? – me preguntó
– Si, es solo un rasguño– le decía mientras partía los lados de la flecha y me hacía un vendaje.
En ese momento entraron varios soldados.
– ¿Estás listo para otra ronda? – me decía mientras se acomodaba el escudo.
– Si, ¿Y tú? – le dije mirándolo, esperando la orden para atacar. Anubis asintió con la cabeza. Ambos nos lanzamos contra ese escuadrón. Si queríamos salir, tendríamos que hacerlo a golpe de espada.
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