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CAPÍTULO 34: INICIANDO UN LARGO CAMINO

Los días, semanas, meses siguen pasando a una velocidad asombrosa, he visto llegar la primavera, el verano y ahora el hermoso otoño. Luego de mi cumpleaños número 17 estoy lista al fin para rendir mi examen de ingreso a la universidad. He batallado mucho para no hacer de mi onomástico un acontecimiento social. Mi abuela desistió de la gran fiesta que planeaba debido a mis nervios ante el inminente examen. Hacía tiempo que había dejado de pensar en Esme Platt y ver a mi tutor cómo un oscuro hombre que guardaba secretos. Creo que mi imaginación me jugaba malas pasadas pero ahora estaba centrada en mis estudios y tenía mucho miedo que me rechazaran. No era tan usual que una jovencita como yo, presente sus papeles para una evaluación, a menos claro que tuviera una poderosa familia que la respaldara, no sólo con el pago de la colegiatura sino con generosas donaciones si las autoridades eran demasiado sexistas. "Sexistas" otra palabra nueva que he aprendido y está muy de moda.

Edward cursa con éxito su segundo año de universidad, sobresale en sus estudios, hace poco fue escogido para exponer una clase en el anfiteatro de anatomía. Aunque lo admiro, preferí no asistir, aquellas clases me parecen de lo más macabras. Los cuerpos de personas, cómo objeto de estudios de la medicina no hace sino causarme pesadillas en las noches.

Por otro lado Alice está fascinada con la escuela de modas. Sale muy temprano por la mañana y regresa cansada cuando el sol está por ponerse. No viene a comer y a veces me siento muy sola cuando mi abuela se va a Hammond. He intentado escribir, continuar algunos cuentos que inicié hace tiempo pero no puedo. La inspiración me ha abandonado y no encuentro valor para mostrarle mis escritos a mi tutor. Él está escribiendo actualmente una novela sobre la mafia italiana. Y debe conocer información de primera mano porque... bueno. Él es italiano. Sé que tiene éxito con sus libros, he recogido el correo en algunas ocasiones y veo que le llegan cartas de editoriales. Quisiera que algo tan bueno también me pasara a mí.

—Vamos a tenerlo difícil hija— mi abuela está dudosa. —Hemos hecho todos los trámites y te han aprobado la solicitud para la entrevista dónde te tomarán el examen de conocimientos— me confirma. –Pero esa bendita corriente de Chicago apoya mucho talento masculino y las feministas radicales hacen tantas manifestaciones que todo está en un tira y afloja constante— suspiró recostándose en el sofá.

—¿Corriente de Chicago?— pregunté.

—Modernistas, empezaron siendo un grupo de arquitectos y ahora son pensadores. Ya los conocerás. La universidad, está llena de intelectualoides con mucho poder.

—Pues voy a lograrlo abuela, entraré en esa facultad, ya verás— volví a los libros a seguir repasando, nos sabía lo que me tomarían en la entrevista. El señor Félix me instruyó en las respuestas que una señorita debe dar. No hablar demasiado, sonreír mesuradamente y darle la razón a cualquier hombre que crea ser más inteligente.


—Suerte princesa, perdóname por no venir tan seguido. Hay días en los que apenas llego a casa y me abandono al sueño— Edward llegó un día antes de mi entrevista a desearme buena suerte.

—Gracias, sé qué haces todo lo que puedes, a veces te veo cansado y entiendo. Además pronto yo también estaré igual que tú — me comían los nervios, según Alice, si me aceptaban sería la mujer más joven en la universidad.

—Sabes, creo que la ciudad nos ha cambiado un poco. Yo siempre estoy corriendo, sin tiempo para nada, ni siquiera para pasar todo un día contigo. Extraño el pueblo, cabalgar juntos por el bosque, escondernos en el armario de limpieza y sobre todo leer juntos. A veces dudo si esto es lo que realmente quería— suspiró mi novio.

— ¿Quieres decir que no eres feliz aquí?— pregunté.

—No he dicho eso, sólo que antes la vida era más simple y a la vez más gratificante— me sonrió.

—Éramos niños Edward.

—Aún lo somos y siempre lo seremos si podemos ser felices con las cosas sencillas— besó el dorso de mi mano.

—Te entiendo, por meses he sentido que no encajo en ningún lugar y por primera vez voy a ser parte de algo. Tengo miedo pero sé que es lo correcto. Creo que estamos creciendo— me sonrió y alargó su mano para acariciar mi mejilla.

—Aunque tenga cien años, siempre serás mi princesa, mi mejor amiga y... mi único amor— eso hizo que yo me ruborizara.

— ¡Que romántico! Tortolitos, mejor se van a la terraza de arriba, no tarda en llegar Harold— nos sorprendió Alice. Siempre recibía la visita de uno de sus amigos diseñadores.

— ¿Y ese quién es?— preguntó Edward mientras subíamos.

—Es uno de sus amigos, creo que están en la misma clase, mejor nos vamos— tomé de un brazo a mi novio y me lo lleve. El tal Harold era extraño, se comportaba como una mujer aunque en realidad era hombre. Sí, de lo más extraño, jamás había visto algo parecido en toda mi vida.


Al día siguiente me vestí con una falda y chaqueta muy elegantes. Descarté ir con un vestido, me parecía demasiado romántico. Debo parecer una mujer más actual, tal como me había aconsejado Alice. Los zapatos eran un poco incómodos pero soportables.

Mi abuela me acompañó todo el tiempo, llegamos temprano y dimos un paseo por la universidad. Había muchos alumnos caminando, otros sentados en los jardines. También vimos algunas señoritas universitarias.

—La mayoría de las muchachas están en las facultades de educación y letras. Muy pocas son admitidas en ciencias— me comentaba la abuela.

—Me da miedo que la entrevista incluya temas de actualidad. He tratado de mantenerme al tanto de las noticias las últimas semanas pero ya sabes lo que me dijeron una vez en la escuela de etiqueta— comenté algo desanimada.

— ¿Específicamente cuál de todas las sandeces que escuchaste en ese lugar?— preguntó ella.

—"Puedes sacar a una chica del campo pero no el campo de la chica"— dije usando un tono respingado que tanto me había fastidiado en esa escuela. Abuela Marie rió de buena gana.

—Las señoritas de sociedad son terriblemente envidiosas y soberbias. Pero tú eres auténtica, eres natural. Esa es una cualidad que te hace especial Bella. Ahora ten seguridad de tu capacidad de tomar decisiones propias.

—Gracias abuela— dije más decidida.

Llegamos al despacho del Director de la escuela de Literatura. La secretaria me indicó minutos después que sería recibida por el subdirector ya que el director se encontraba en New York.

—Excelente, Phil Dywer fue nuestro vecino hace muchos años. No tendrás problemas en ser aceptada— abuela me lanzó una sonrisa que no supe interpretar. Entré decidida.

La entrevista fue extraña. El Doctor Dwyer casi no habló, se limitó a mirarme leer el libro que me pidió. Sólo me preguntó acerca de mi niñez y revisó el cuaderno de escritos que traje conmigo, con algunas de mis historias. No creí que se interesara en aquello. Media hora después salí con un documento firmado aceptando mi solicitud de ingreso.

Llegamos a casa, Alice había organizado una pequeña merienda en el jardín para celebrar mi ingreso a la Universidad de Chicago.

Por la tarde Edward llegó a visitarme. Antes de poder explicarle me tomó en sus brazos y me besó. Quedé algo turbada. Demasiadas emociones para un solo día.

—El día que publiques tú primer libro, espero que sea como Isabella Masen— susurró en mi oído para que nadie más nos escuche. Mis mejillas se volvieron de un escarlata furioso.

Muy cerca mi padre carraspeó. Demasiadas emociones para él también.


Dejar los vestidos de gasa y los guantes me costó un poco. Alice me había preparado varios trajes formales confeccionados con telas gruesas de colores de tonalidades terrosas y cuero. Según ella, era el tipo de vestimenta adecuado para las mujeres universitarias, no podía verme como una muñeca de porcelana o no me tomarían en serio.

El chofer me llevó hasta la puerta de la universidad, rogué a mi abuela para que me deje entrar sola. Ya no era una niña para que me lleven de la mano el primer día de escuela, ella lo entendió aunque refunfuñó un poco, me dejó hacerlo por mí misma.

Llegué a mi aula de clases rápidamente, la semana anterior había memorizado todos los salones donde me dictarían los cursos de primer año, establecí rutas para llegar más rápido a la biblioteca y al comedor. Fue un gran consejo de mi novio que me ahorró mucho tiempo y quebraderos de cabeza.

Mi corazón dio un vuelco al poner un pie dentro de aquel salón, me sudaban las manos pues sostenía mi libro con demasiada fuerza. Estaba realmente nerviosa. Me senté en la segunda fila, Edward también me recomendó que no estuviera hasta adelante o sería el blanco de las preguntas de los maestros.

Todos los que iban entrando eran varones, esperaba con ansias a alguna compañera.

—Hola ¿Está ocupado?— me sorprendió una voz ronca.

—No— susurré atemorizada pero la persona a mi lado se quitó el sombrero masculino de paño dejando caer una espesa cabellera negra, muy corta. Era una joven de piel oscura, ojos grandes y sonrisa dura.

—Entonces aquí me quedo. ¿Quién eres?— me preguntó ofreciéndome su mano.

— Soy Isabella Swan— me presenté de inmediato.

—Leah Clearwater— dijo sacudiendo mi mano de arriba abajo. Yo esperaba una compañera... que parezca mujer pero a falta de pan...

—Mucho gusto— dije apenas. Me fijé en sus ropas, eran completamente masculinas. ¡Llevaba pantalones!

—Toma, son algunos volantes que pienso repartir cuando termine la clase ¿Me ayudas?— sonrió. Recibí aquellos papeles con mucho interés. He oído de los grupos, las organizaciones estudiantiles y las fraternidades. Todo me parecía sorprendente al igual que mi nueva compañera.

Pero lo que tenía entre los dedos no era nada académico sino publicidad sobre el feminismo. Lo leí con atención, había escuchado mencionar esa palabra a mi abuela y a Alice un par de veces.

"Somos mujeres ¿Y qué más?" decía el título de la publicación.

"Por siglos se nos ha considerado máquinas de hacer bebés. Seres de segunda categoría que limpian, cocinan y arreglan la casa. Una casa que ni siquiera es nuestra por completo. Tenemos la misma capacidad laboral que los hombres. Tenemos derecho a una educación y puestos de trabajo" Estaba absorta leyendo y no me di cuenta que el profesor ingresó.

—Buen día alumnos— prácticamente gritó. Guardé con velocidad lo que estaba leyendo y me concentré en la clase. No era lo que esperaba, el maestro se pasó dos horas enseñándonos etimología y vocablos griegos y latinos.
Nos dejó un trabajo enorme sobre prefijos y sufijos.
Cerca de mí Leah estaba repartiendo sus papeles entre las señoritas de la clase. Apenas éramos cuatro mujeres en el aula.
—Ey ¿Me ayudas en el pasillo?— pidió Leah. –Es cambio de hora y hay mucha gente caminando— hice un ligero movimiento de cabeza aceptando y salí detrás de ella.
—Hola, luchemos por nuestro derechos— decía Leah cada vez que ponía un papel en las manos de alguna estudiante despistada.
Intenté hacerlo, le ofrecí uno de los escritos a una joven robusta pero no lo aceptó.
—Idiota— dijo mirándome como lo hacía mi madrastra, con aquel desprecio helado.
—Perra— escuché detrás de mí a Leah. Me llevé una mano a la boca. Jamás en mi vida había oído un insulto parecido.
— ¿Qué me dijiste bruja feminista?— le gritó la mujer.
—Eres estrecha de mente, deberías estar fregando pisos en tu casa— se burló Leah. Me aparté un poco. No era esta la forma en que imaginé mi primer día en la universidad.
La mujer robusta nos miró ofendida y se marchó. Leah soltó una risotada.
—Vámonos Isabella, tenemos clases— me sacó de mi asombro.
— ¿Por qué haces eso?— le pregunté mientras caminábamos al siguiente aula de clases.
— ¿Eso? Sé más específica— sonrió.
—Ofender a la gente— sentí que mi rostro estaba caliente.
— ¿Ofender? Sólo digo la verdad. ¿De dónde saliste Isabella?— me preguntó.
—Sólo dime Bella. Pues soy de un pueblo... al sur— confesé.
—Bueno Bella. Lo siento, creí que eras de la ciudad. Yo soy del movimiento feminista de Illinois. Soy feminista de segunda generación. Mi madre luchó por el voto femenino en este país. Yo era niña cuando se cambió la constitución, así que planeo hacer más cambios. Luchar porque se nos permita acceso a la educación, a los trabajos bien remunerados, al mismo sueldo que un hombre— dijo muy segura de sí misma.
Entramos al aula y nos sentamos juntas. Al igual que en la clase anterior ella repartió sus papelitos entre las estudiantes.
— ¿No es ilegal que hagas eso?— pregunté con temor a que se enojara.
—Sólo si me descubren— soltó otra carcajada.
— ¿Y si lo hacen? ¿Podrían echarte de la universidad? ¿Qué pasaría con tus sueños de ser escritora?— pregunté.
—Claro que no quiero ser escritora— sonrió. –Sólo me estoy colando en clases de literatura porque no soy muy buena en redacción. Yo estudio leyes— dijo sonriente ¿Leyes? ¿Iba a ser una abogada? Eso sonaba muy importante. Una mujer abogada. ¡Qué admirable!
Leah no entró en la siguiente clase pero me dejó pensando su forma de actuar. Quedé impresionada por lo valiente que era. Incluso intimidante. Con un propósito como el suyo, valía la pena todos los sacrificios del mundo.

***********

Sé que he dejado abandonada esta historia por mucho tiempo pero he vuelto para terminarla. Lamento si ya se olvidaron y tienen que releerla.

Por uno o dos meses estaré publicando un capítulo semanal hasta darle un final. 

Muchas gracias por leer

PATITO

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