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CAPÍTULO 32: NUEVOS CAMBIOS

Jasper se quedó con nosotros cuatro días. Era 29 de diciembre y ya nos preparábamos para la llegada del nuevo año cuando su tío apareció en nuestra puerta. El coronel Whitlock era impresionante. Mucho más alto de Jasper y Edward, ancho de hombros y con su uniforme reluciente. Alice y yo nos quedamos boquiabiertas al verlo entrar a hablar con mi abuela y su sobrino.

Lamentablemente aquel mismo día nuestro amigo se fue, dejando a mi prima desconsolada. Aunque sabíamos que pronto lo volveríamos a ver, ya nos estábamos acostumbrando a su presencia. Jasper era otro cuando estaba con nosotras, tiene un carácter agradable y juguetón. Le gusta gastar bromas y contar historias viejas. Lee bastante por eso sabe tanto.

— La próxima vez que lo vea llevará un uniforme militar aunque seguramente le cortarán su hermosa melena— suspiraba Alice en el balcón del segundo piso mientras tomábamos el té de la tarde.

— Debe ser una vida muy dura el ejército— susurré pensando en su formación como soldado.

—Lo es. Pero Jasper se fue con los marines, Bella. Al menos no estoy tan triste por eso, estamos en una buena época. Sé que hay mucha delincuencia en la ciudad y traficantes de licor pero estamos en paz. No tenemos guerras. Hace muchos años que América no participa de una guerra sangrienta ni somos azotados por epidemias. Jasper estará bien— sonrió.

—Guerra, epidemia, muerte... espero que no lleguen nunca más— suspiré.

Aquella noche de año nuevo de 1937, me acosté fascinada por los fuegos artificiales. En el pueblo aparte de alguna bombarda por el aniversario, no había más festejos. Aquí, el cielo se ilumina como en el día, cuando aquel fuego se eleva en el firmamento nocturno y cae como gotas relucientes hacia nosotros. Edward estaba a mi lado mientras yo saltaba creyendo que podría atrapar un poco de aquella magia. Abuela nos compró unos palitos llenos del mismo material de aquellas bengalas de colores, echaba chispas brillantes por un extremo. Corrí con cada uno en mis manos batiendo las alas como una mariposa de estrellas. Quizás debí verme como una niña pequeña pero no pude evitar sentir un poco de magia en mi vida. La misma que sentía contando las estrellas del cielo, las tardes en el pueblo o sentada en la rama de un árbol comiendo fruta madura.

Pero el tiempo pasa, a veces lento, otras más rápido, las fiestas llegaron y se fueron. Debíamos volver a empezar el ritmo cotidiano, levantarnos temprano, asistir a esa tonta academia de protocolo hasta que acabe el ciclo en el que mi abuela nos había inscrito. Un lugar que se empeñaba en hacernos sentir inferiores pero que aceptaba de buen grado el dinero que se pagó por aquellas colegiaturas.

—Ya sé. No me mires así. Ahora ya no creo que sea tan buena idea— se quejaba Alice mientras tomábamos leche en el desayuno.

—Qué tal si nos portamos como ellas y respingamos nuestras narices así— miré al techo fingiendo ser una niña de mucha alcurnia. Mi prima rió.

—Quizás eso funcione, hoy va a ser difícil. Créeme— suspiró terminando su desayuno.

Abordamos nuestro auto, le pedí a la abuela que nos prestara el rolls royce solo por hoy para impresionar. Ella sabía que no nos estaba yendo bien en ese lugar, incluso ofreció que lo dejáramos pero Alice y yo habíamos acordado irnos cuando quisiéramos no por miedo o porque unas niñas presumidas nos echaran.

Cuando llegamos, nos dirigimos a nuestra aula de elemental, por suerte las engreídas no estaban en nuestro nivel, ellas eran muy superiores en cuando a protocolo y etiqueta. Ojalá mostraran la misma calidad humana pero no podemos pedir más de quienes han crecido envanecidas por el dinero.

—No las veo por ningún lado— me susurró Alice en nuestro intermedio. Fuimos por un chocolate, pues hacía mucho frío. Afuera había mucha nieve acumulada, lo que más nos gustaría es hacer una guerra de bolas de nieve en lugar de estar aquí fingiendo que somos señoritas elegantes.

—A lo mejor nos están evitando— terminamos nuestro refrigerio y regresamos a clases. Aquel día no las vimos. Ni al siguiente. Parecía que el aula completa de avanzado superior no tenía clases.

Fuimos y vinimos durante esa semana, sin más molestias el frío clima de invierno. El día de reyes fuimos llamadas a la dirección de la escuela.

—Señoritas, Swan y Brandon, he requerido su presencia, esta mañana para informales a ustedes, así como a sus familias que su matrícula ha sido cancelada— la rectora nos miró con sus pequeños y penetrantes ojos de águila. Tenía un moño tan fuertemente atado en la parte lateral de su cabeza que sus ojos parecían rasgados.

—No comprendo— dije confundida. ¿Matrícula cancelada?

—Ayer tuvimos una reunión pues algunas de sus compañeras se han retirado aduciendo que no deseaban compartir clases con personas que no son de su círculo social— carraspeó antes de continuar. —Hemos decidido por eso, invitarlas a retirarse del plantel. Yo entiendo que necesitan educación en valores y etiqueta pero no podemos permitir que nuestras más antiguas alumnas se sientan relegadas...

— ¿Nos está echando?— preguntó Alice.

—Las invito a reconsiderar su permanencia. El dinero que fue adelantado por el curso completo les será reembolsado a sus familias, tendré una reunión con ellos cuando vengan por ustedes. Pero no quiero que este pequeño incidente...

— ¿No quiere un escándalo por echarnos?— pregunté molesta. Tanta palabrería era sólo para justificar el hecho que estaban echándonos de aquí.

—Señorita Swan, creo que nuestra institución, con tanto tiempo de servicio en la educación de jóvenes...

—Sí, nos están echando Bella. Podemos escuchar su discurso o irnos de una vez— Alice se encogió de hombros.

— ¡Señorita Brandon!— la directora elevó la voz.

—Entiendo— dije mientras sentía que una de las venas de mi rostro latía furiosamente. —No es el dinero o la educación, ni siquiera el círculo social. Es porque la están chantajeando, las otras alumnas no quieren compartir la escuela con nosotras. ¿Verdad?— pregunté furiosa.

—La palabra chantaje es muy desagradable señorita Swan— la directora parecía alterada. Sentí deseos de reírme pero me contuve.

—Tiene razón señora directora— me excusé. —Tiene toda la razón, el nombre verdadero es extorsión. Coacción, amenaza, intimidación también le vienen bien. Gracias por su tiempo, fue un placer estar en su institución. Espero que el cheque le sea devuelto a mi abuela en su totalidad o algunos medios sabrán de este hecho— la miré intentando que no me abandone el aplomo. —Vámonos Alice— dije antes de darle la espalda a aquella mujer y salir de allí con el corazón bombeando de indignación. Caminé a paso veloz directamente hacia nuestra aula, por mis pertenencias y no me detuve ni a dar explicaciones en la puerta de salida. Cuando por fin estuve en la calle respiré hondo volviéndome a ver si mi prima me había seguido.

— ¿Estás bien?— me preguntó asustada.

—No. Ni siquiera mi madrastra ni Jessica me humillaron tanto. ¡Al diablo los círculos sociales! No necesito de esta educación, yo no formo parte de este grupo elitista— paré un taxi.

—Está bien, sabíamos que íbamos a dejar este lugar Bells. Cálmate. Yo quería golpear algunos rostros de porcelana antes de irnos— me sonrió y le devolví la sonrisa.

Llegamos a casa sólo para enfurecer a mi abuela, se fue mascullando improperios contra la famosa escuela de protocolo.

— ¿Y ahora que haremos?— preguntó Alice. —Algo tenemos que hacer— suspiró mirando por la ventana. —Se me ocurren miles de cosas pero lo que a mí me gusta no creo que sea tan de tu agrado.

— ¿Teníamos planes antes de venir no? Yo quiero probar suerte en la universidad, quiero entrar y aprender a escribir.

—Bella, la universidad es para intelectuales. Tú ya escribes, no necesitas ir allí para aprender a escribir un cuento.

—No hablo de cuentos, quiero hacer novelas, como Jane Austen. Historias que se recuerden, con valores, con argumentos reales. Escribo como una niña de pueblo, quiero aprender, saber de técnicas, conoce autores, enriquecerme de la cultura— suspiré.

—Entonces hazlo Bella. Ve a la universidad, tienes vocación, debes hacerlo— me animó.

—Dicen que los exámenes son difíciles además, soy mujer y apenas tengo 16. Creo que al menos debo tener 18 para poder pedir ingreso o dar un buen examen para que me dejen.

— ¿Y qué esperas? Podemos hacerlo, yo me dedicaré a mejorar mis técnicas de dibujo. Los figurines me salen como monigotes. Tengo tantas ideas y me quedo tan corta para plasmarlos en papel— suspiró.

Nos miramos sonrientes como un pacto secreto de hermanas, prometiendo estar la una para la otra cuando sea necesario.

Un par de días después, mi abuela había colocado ya un anuncio en el diario solicitando tutor. Era muy discreto y no daban nuestro apellido, así me sentiría mejor por si las respingadas de ex compañeras lo veían.

—Hoy empieza ese festival de botes— suspiró mi abuela durante el desayuno.

— ¿Festival de botes?— preguntó Alice muy interesada.

—El lago aún no se descongela pero desde hace unos años empezaron a traer esos botes rápidos para hacer una especie de competencia. Se organiza también una cena, es mañana por la noche en la avenida Michigan, junto al muelle desde dónde hay una vista fabulosa del crepúsculo y esos bichos infernales haciendo carreras. Los fondos recaudados son para la caridad, así que tenemos que ir niñas— Alice y yo nos miramos muy interesadas.

— ¿Irán los Masen?— le susurré a mi prima.

—Los Masen, los Hale, los Higginbotham, los Houston, los Rockefeller... Toda la ciudad va a estar allí y todo el que crea ser "alguien" va a asistir a esa cena de gala. Alisten vestidos muñequitas, vamos a ver si de algo sirvió perder el tiempo en esa famosa academia francesa— mi abuela bromeó con nosotras antes de ir a buscar el diario del día.

Esa tarde Edward vino a verme más temprano de lo usual. Yo estaba feliz al poder contarle que por fin dejé esa academia.

— ¿Sabes que se puede proceder legalmente verdad princesa?— preguntó al saber la forma en que Alice y yo fuimos expulsadas.

—Lo imagino pero no deseo darle más importancia de la que merece, a esa gente no la soporto. Ahora voy a tener un tutor que pueda enseñarme lo que necesito para poder presentarme al examen de la universidad— sonrió al oírlo.

—Me alegra oír eso mi amor. Sé que debes hacerlo, tienes la fuerza para luchar por lo que quieres. Yo... mañana es mi examen— suspiró. Lo abracé, por fin le iban a dar una oportunidad. —No será igual que el del resto, el mío va a ser en la facultad de medicina y luego en el hospital por la tarde, quieren ver lo que he aprendido, llevo un retraso considerable con el resto de alumnos ingresados el año pasado.

— ¡Lo vas a lograr!— tomé su rostro para que me mire. —Edward yo sé que lo lograrás. Eres maravilloso, tienes la vocación y la entrega. Vas a entrar a esa facultad, amor. Y por la noche lo celebraremos— lo cobijé con mis brazos.

—Eso suena bien princesa. Nunca he estado tan nervioso en toda mi vida— se aferró a mí. Acaricié sus cabellos suaves y besé su frente para darle mi apoyo.

—No Bella, el azul te va mejor— insistía Alice mientras nos probábamos vestidos en una boutique exclusiva. Ya habíamos pasado por el salón de belleza para que nos envíen una estilista y nos peine en casa.

—Yo creo que el verde, me gusta el verde— hice puchero.

—Pero la gala es casi al anochecer vas a parecer un trozo de musgo a la luz de las farolas— eso me hizo soltar una carcajada.

— ¿Cómo que viajó en clase turista? ¡Qué escándalo!— escuchamos detrás de nosotras. Era la voz de María Houston.

—Pero miren a quienes tenemos aquí. La niña de pueblo y la loca del sanatorio mental— nos saludó Tanya. Si eso era un saludo.

—Bella, vámonos que por aquí apesta— dijo Alice tirando de mi mano.

—Tienes razón Tanya, la clase no se gana con dinero— María nos miraba de arriba abajo.

—Ni en una academia de modales tampoco— le contesté. —Yo me pregunto muy a menudo qué se siente odiar a alguien porque no puedes quedarte con su novio— sonreí falsamente. Ya me tenían harta este par de engreídas. Nos detestaban porque Edward y Jasper nos preferían por sobre todas las demás mujeres.

María me lanzó una mirada envenenada. La dependienta se acercó a preguntar si necesitábamos algo pero mi prima y yo salimos de allí porque no podíamos estar en el mismo lugar que ellas.

—Tu lengua está volviéndose bastante afilada Bella— sonreía mi prima mientras nos estacionábamos en la siguiente boutique.

—Lo sé. No puedo evitarlo Alice, es lo que pienso. Ahora comprendo mejor las intenciones de las personas, antes esperaba sólo lo mejor de la gente, creía que todos eran buenos.

— ¡Ay Bella! Lo sé y me apena. Creciste en un pueblito muy lindo, las ciudades son selvas de concreto dónde te puede saltar víboras como esas. Pero creo que lo mejor es ignorarlas. Luego de darles su merecido, claro— volvió a reír.

—Alice yo nunca me he peleado con nadie. La única vez que crucé golpes fue con Jessica. Y me sentí fatal— dije recordando el pueblo.

—Yo aprendía a pelear cuando papá enfermó. Su esposa solía darme palizas antes de enviarme donde los locos— suspiró.

—Lo siento— dije mirándola con ternura. —Pero creo que va a estar difícil pegarles a esas dos porque luego ellas querrían hacernos algo, nosotras también y sería una larga cadena de ofensas. No quiero vivir así.

—Nos alejaremos, ya no frecuentaremos su "círculo social" sólo en cenas de gala y uno que otro evento. El resto del tiempo nos ocuparemos de nuestros proyectos. Es más fácil ignorarlas porque ellas deben pasar mucho tiempo pensando en nosotras— se le formaron hoyuelos en sus mejillas.

—O en nuestros novios— carcajeamos antes de empezar a buscar nuevos vestidos.

Al día siguiente en la gran cena de gala, los autos afuera formaban una enorme caravana de luces brillantes. Sus pinturas relucientes, los conductores de uniformes perfectos y el desfile de vestidos fastuosos me tuvieron entretenida en la terraza del restaurante del club, durante varios minutos.

—Ya va a llegar y estoy segura que traerá buenas noticias— me susurró mi abuela.

—Eso es seguro abuela. Pero estaba pensando en toda esa gente— dije señalándole la entrada. Desde dónde estábamos teníamos una vista muy buena.

—Durante años he tenido que vivir aparentando ser una persona feliz dentro de la alta sociedad. Intentando convencer a mi mente que cambiar de coche o renovar ajuar era un paso obligado para seguir formando parte de mis amistades.

— ¿No eras feliz?— pregunté.

—Claro que no. Sólo... sobrevivía. Hace años perdí a mi hija y luego a mi esposo. Dos golpes tan fuertes que no creí poder seguir adelante. Me alejé un poco de todos, estuve años esperando que el cielo me conceda una apacible muerte.

— ¿Querías morir?— la miré triste.

—Ya no tenía razones por las qué luchar y cuando eso se pierde es difícil seguir, pequeña— me miró tiernamente sonriendo. —Y entonces llegaste tú. Pude haber muerto sin conocerte pero por una bendición del cielo, en la forma de tu novio, supe de tu existencia y me dije a mí misma que no descansaría hasta verte convertida en una mujer feliz. Y eso es lo que intento mi corazón, no que te llenes de dinero, joyas o vestidos finos. Busco para ti una vida llena de retos, darte las herramientas para que puedas vencer todos esos obstáculos. Ofrecer todo lo que tengo por ver siempre esa sonrisa en tu rostro. Es todo lo que pido mi niña— la abracé aunque quizás eso no sea parte del protocolo de educación. Mi abuela me había dado tanto, mucho más que el dinero y una mansión, más que costosos objetos. Era el amor que me brindaba el que apreciaba tanto.

A mitad de la cena, aún estaba preocupada por Edward. Miraba hacia la entrada esperando verlo llegar en cualquier momento. Sus padres no habían asistido, ignoraba la razón, eso me hacía sentir algo de angustia.

Desde nuestra mesa vi a la señora Esme, con un vestido elegante, sentada en una mesa con personas que se veían importantes. Conversaba con otra mujer pero no sonreía. Tenía esa misma mirada triste que cuando la conocí. Al menos está bien, recuperada de su accidente. Aún me preguntaba que le habría pasado pero estoy segura que ir a saludarla y preguntarle cómo está no sería muy educado.

—Cómo me molesta tener que brindar con agua— se quejó mi abuela, Alice y yo la miramos divertidas. —Desde que tenía cinco años mi padre me permitía participar en los brindis con champaña. Ah, qué tiempos— sonrió. Mi prima y yo rompimos a reír.

—Yo he probado la champaña hace años, el día del bautizo de unas primas— nos comentó Alice.

—Pues yo ni eso— les dije a modo de queja. — ¿Crees que algún día se levante esa ley?— pregunté.

—Pronto. No es tan difícil conseguir licor si tienes para pagarlo pero sería dinero tirado. Todo eso que venden está adulterado, no hay nada de calidad— nos sorprendió, seguimos charlando y riendo hasta que Alice llamó mi atención para que volteara a ver. Era Edward, acompañado de sus padres. Mi corazón latió desesperado hasta que nuestros ojos se encontraron. Habría salido corriendo a abrazarlo sino fuera porque estábamos rodeados de tanta gente. Esperé pacientemente a que ellos fueran acomodados en una mesa lejos de la nuestra y los platos retirados.

—Ya sé que quieres ir a verlo pero ten paciencia niña. Deja que tomen su aperitivo al menos. Ya vendrá— me aconsejó la abuela. No tuve mucho que esperar, pronto se acercó a nosotros, pidió permiso para robarme unos minutos y bajamos al salón del primer piso.

— ¿Sabes que estoy al borde de la desesperación?— pregunté mirándole a los ojos, cuando al fin estuvimos alejados del grueso de invitados.

—Princesa, estás hablando con un nuevo y dichoso estudiante de medicina— me dijo al fin abrazándome. Solté un pequeño grito de alegría, estaba tan feliz por él. Lo besé aunque eso fuera en contra de las buenas costumbres.

—Te felicito cielo, yo sabía que ibas a lograrlo— reí mientras hundía mi cabeza en su pecho.

—Fue difícil, no lo habría logrado sin Carlisle. Muchas de las preguntas y el examen práctico se basaron en lo que él me ha enseñado.

—No lo he visto esta noche. No ha venido, quisiera agradecerle— suspiré.

—No, no iba a venir. No debe...— volvió a tener esa mirada preocupada pero sus labios otra vez se sellaron y no pude hacer que diga nada más, igual que la navidad pasada cuando Esme Platt sufrió aquel accidente del que no supo darme ningún dato. No quiere hacerme partícipe, esa espinita de su desconfianza me dolió pero lo hice a un lado para disfrutar del momento y poder hacerle saber que estaba feliz porque sus sueños empezaban a realizarse.

Charlie se está acostumbrando a la ciudad, trabaja en casa desde muy temprano, quita la nieve de nuestra vereda y reabre el camino hacia la calle. Cada mañana lo saludo con un fuerte abrazo, en donde lo encuentre. Él admira la forma en que me visto, dice que me veo cómo toda una señorita. Me alegra que ya no piense en irse, aunque lo he notado preocupado en estos últimos días. Pensé que era porque tuve que dejar la academia pero no. Desaparece por las tardes y no dice a donde va.

—Hola papá— Lo saludé antes de la cena porque acababa de llegar.

—Hola Bells ¿Cómo van tus clases?— pregunta. Tan despistado como siempre.

—Aún no consigo tutor— me encojo de hombros.

— ¿No ibas a una academia?— me preguntó a lo que reí.

—Alice y yo la dejamos porque eran muchachas muy vanidosas— le dije para no darle una larga explicación.

—Eso está bien, la soberbia no es buena. Y hablando de soberbia. Tengo algo que decirte— volvió a ponerse serio. Esto no pintaba bien.

— ¿Qué pasa papá?— pregunté.

—Amanda y Jessica están en la ciudad— me anunció. ¿Esas brujas estaban aquí?

— ¿Qué? Bueno, sólo espero no tener que encontrármelas— dije molesta. Ya tenía suficiente con mis ex compañeras para tener que preocuparme por esas dos arpías.

—No lo creo hija, viven en una zona muy pobre.

—No me digas que has ido a verlas para ayudarlas papá— nunca le he deseado mal a nadie pero si mi padre iba a mantener a ese par de brujas no se lo perdonaría.

—Amanda está enferma— se veía que sentía culpa. ¿Qué habría estado haciendo?

—Siento eso pero tú no tienes ningún deber...

—Bella, aún es mi esposa. No puedo dejarla morir en la miseria.

—Pues dale dinero para que se cure y ya. No tienes que estar allí.

—Suenas como una niña rica— me miró triste.

—Sueno como alguien resentido papá. Esa mujer me hizo la vida imposible desde que te fuiste, me humilló, me golpeó, se ensañó conmigo. Yo no quiero volver a verla el resto de mi vida. Si tú crees que tienes el deber de estar a su lado está bien, lo comprendo, es tu esposa. Pero no me hables de ella, ni les hables a ellas de mí.

—No te volveré a hablar de ella y tampoco llevo información sobre ti. Sólo cumplo mi deber— dijo antes de entrar a cenar. Por mi parte se me quitó el hambre y no bajé. Sólo a Charlie se le ocurría ir a socorrer a esa malvada

Tres semanas después Alice recibió la primera carta de su novio, el nuevo alférez Jasper Hale, desde la base de Philadelphia. Me la leyó tantas veces que creo haberla memorizado. Estaba bien, aprendiendo muchas cosas interesantes en la escuela naval y si todo le iba bien en unos meses pasaría a la escuela de infantería. Mi prima ya soñaba con verlo de informe impecable, yo me lo imaginaba en un campo aprendiendo a disparar esos fusiles grandes, en algún bote limpiando cañones. Creo que nuestras percepciones de la vida son bastante diferentes. Al igual que como imagino a Edward en el futuro. No lo veo de blanco como dice Alice, sentado detrás de su escritorio en una clínica. Yo lo imagino al lado de los enfermos, arreglando huesos rotos, suturando heridas y practicando la medicina entre gente que lo necesita.

—Bella, por fin creo haber encontrado un tutor para ti— me anunció mi abuela una tarde después de llegar de la calle.

— ¿Un tutor? ¿Nos ensañará a Alice y a mí?— pregunté.

—Alice va a ir a estudiar dibujo por las mañanas— me hizo recordar. Era cierto, Alice había encontrado unas clases básicas de dibujo en el museo de arte.

—Lo olvidé. Bueno ¿Quién es mi nuevo maestro?— pregunté bastante interesada.

—Félix Cudmore, un maestro italiano, recomendado por unas conocidas. Sus referencias son impresionantes, además es escritor. Creo que te vendrá bien. No lo conozco personalmente, lo he citado para mañana. Además de que es muy alto y tiene mucha paciencia para enseñar no tengo ninguna fotografía suya adjunta. Deberemos esperar a conocerlo.

Sólo con que me dijera que es escritor ya se me hacía simpático. Seguramente a su lado podré aprender mucho acerca de narraciones y técnicas de escritura. Quizás sea un licenciado de alguna universidad italiana. A mi mente llegan tantas imágenes de Florencia, Roma, Milán.

**************

Bella va madurando, Edward ya entró a la Escuela de Medicina. ¿Quién creen que será ese nuevo profesor?

Lamento la demora, estoy escribiendo varios capítulos futuros para este fanfic y me demoro en detallitos que quiero investigar.

Gracias por leer

PATITO

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