El día de navidad me desperté asustada por los gritos de Alice. Salí a mi ventana a ver, ella y Jasper estaban en el jardín interior arrojándose bolas de nieve. Parecían tan alegres que tuve que bajar a unirme a ellos. Me envolví en un grueso abrigo de piel, me puse mis guantes, bufanda, gorro y me calcé unas botas de caucho.
—Ven Bella, estamos jugando a la guerra— llamó mi prima. Pero su novio parecía algo abochornado.
—Buenos días Bella— saludó con el rostro enrojecido.
—Tu abuela y el tío Charlie salieron temprano— Alice tomó mi brazo. —Así que estamos sólo los tres. Anda, yo soy un tanque blindado y Jasper el ejército alemán. Le estoy dando una buena zurra— soltó una alegre carcajada a lo que su novio hizo eco. Ambos eran adorables, sólo al lado de ella, él se mostraba como un chico normal sin ese aire triste que le conocí en el pueblo.
—Está bien pero quiero ser también un tanque blindado— dije sonriéndoles.
Media hora después, el pobre Jasper lucía como un ejército aplastado, arruinado y pedía clemencia. En realidad no hizo mucho por darnos pelea. Apenas recibí un par de bolas de nieve en el abrigo. O no tenía buena puntería o estaba siendo caballeroso con nosotras.
El juego terminó cuando un auto sonó la bocina frente a nuestra casa. Los tres nos dirigimos hacia la reja. Eran tres coches los que estaban fuera. Nos miramos sorprendidos hasta que mi abuela llegó en el auto de la casa y ordenó que abran.
Asombrados vimos cómo bajaban ollas de comida, bandejas, seguramente llenas de deliciosos postres, cestos de frutas y entre tres personas una bandeja enorme que olía exquisitamente.
—He invitado a mucha gente para el almuerzo— me sonrió la abuela cuando nos miró tan entusiasmados.
— ¿Por qué?— pregunté asombrada.
—Porque los Hale están muy molestos con los Masen por haber recibido a su hijo anoche, así que es mi forma de hacer que la gente se entere que soy yo quien le di cobijo— lo miró con cariño. —Quizás tu padre se indigeste hoy hijo, vamos a dar un gran almuerzo y me traje a la mayoría de sus invitados— sonrió al ver la cara pálida de nuestro amigo. —Ustedes vayan a ponerse bonitas ¿Qué son esas fachas? ¿Guerras en la nieve?— soltó una carcajada al vernos mojados y despeinados.
Subimos a arreglarnos, Jasper se disculpó por quinta vez antes de irse a cambiar.
—Pobre Jass, es tan lindo— se reía Alice. —Siempre lo han criado todo respingado, él necesita ser feliz— suspiró secando mi cabello.
— ¿Dónde estará Edward?— me pregunté en voz alta.
—Debe estar poniéndose guapo. Es muy lindo ese novio tuyo Bella. Parece tan entusiasmado con lo que hace. ¿No te parece asombroso? Saber lo que uno quiere de la vida. Yo sé lo que quiero para mi futuro pero dudo mucho, no sé si lo lograré, a veces me desanimo cuando veo lo mala que soy dibujando bocetos, pero él no. Pronto lo aceptarán en esa escuela de medicina y va a lograr grandes cosas— empezó a peinarme.
—Edward es único— suspiré. —Yo también me pregunto si podré hacerme un lugar aquí en esta ciudad. De niña quería ser escritora, luego maestra de escuela y escritora. Ahora quisiera sólo no equivocarme que cubiertos debo usar para comer— dije desanimada.
—Hemos pasado muchos cambios, es normal. Ya buscaremos que hacer— me sonrió.
— ¿Cómo dejar esa academia francesa?— pregunté pícaramente.
—No, yo quiero ir un tiempo más. Al menos hasta que acabe el módulo que iniciamos. Es sólo un mes, Bella. Y podremos desquitarnos de esas brujas— me dijo con total convicción. No me parecía buena idea sobre todo cuando ellas ya sabían que nosotras no fuimos de la alta sociedad siempre.
—Pero...— intenté razonar.
—Nada de peros Bella ¿Acaso no quieres decirles lo que piensas? Esa arrastrada de Tanya te quiere quitar a Edward, se lo come con los ojos. Las demás son una bandada de cuervos tontos. Y esa María... yo necesito unas palabras con esa manipuladora— acabó de colocarme el vestido y corrió a prepararse a su habitación que se comunicaba con la mía por una puerta interior.
Creo que Alice exagera pero sí, tenía muchas cosas que decirle a Tanya, aunque Victoria me daba miedo. ¿Dónde estarían Jessica y su madre? Ojalá y hayan desaparecido de nuestras vidas para siempre.
—Delicioso todo— escuché decir a la señora Wilmington que estaba sentada a mi lado. Era una rolliza mujer, vecina de los Hale. Al parecer una buena comida era más que suficiente para hacerla feliz. — ¿Los Hale no iban a pasar las navidades en Evanston?— le preguntó a su amiga al lado.
—Nadie sabe, Lillian Hale nos llamó para cancelar de modo bien descortés. Ni una explicación siquiera. Yo vi a su hija esta mañana en la ciudad. Y el chico Hale está aquí. ¡No quisieron dar ese almuerzo! ¿Crees que estén en banca rota?— preguntó.
Me impresionaba cómo corrían los chismes tan deprisa, hubiera seguido con mi oreja en los cotilleos de no ser porque Edward a mi lado acarició mi mano sutilmente para llamar mi atención.
— ¿Sucede algo amor?— preguntó. Hacía varios minutos que no hablábamos. Me distraje prestando oídos a las habladurías. Tal y como mi abuela quería, las personas miraban a Jasper extrañadas, al verlo sólo sin su familia. Ella por su parte había dejado escapar "accidentalmente" que el mayor de los Hale, había sido recibido como huésped en nuestra casa.
—No. Perdona sólo que estoy asombrada por lo de Jasper— le sonreí.
—Fue muy buena idea de tu abuela. Cuando su tío se entere, estoy seguro que vendrá por nuestro amigo. Lo conozco, el Comandante Whitlock de infantería de marina.
— ¿Es su tío materno?— pregunté
—Es hermano de su madre y no tiene hijos, Jasper es su único sobrino varón.
— ¿Crees que se enfade porque lo echaron de su casa?
—Desde luego. Lo que le hizo su padre a Jasper fue deshonroso, común hace tiempo, es cierto. Pero en esta época de cambios, una costumbre así no es bien vista. Echar a un hijo, sobretodo siendo el mayor y el que según las reglas inglesas, debe heredar todo el patrimonio...
— ¿Qué?— dije elevando un poco el tono de mi voz.
—Tranquila princesa. Te explicaré— dijo dejando sus cubiertos y ladeándose un poco hacia mí. —Un gran porcentaje de las familias de sociedad en Chicago, provienen de Inglaterra. Eso los hace que defiendan muchas de las rígidas costumbres europeas.
— ¿Qué es eso de que Jasper debería heredar todo? ¿Y Rose?— lo que me decía me sonaba a los cuentos de Austen. Creí que eso en América no existía, quizás porque antes nunca me detuve a pensar en lo que papá me heredaría. Incluso ahora, esta casa es de mi abuela y no puedo ser capaz de pensar que pasará cuando ella muera.
—Para los Hale, Jasper es el mayor y el heredero único. Separarlo de la familia, legalmente, podría ser un gran golpe para su situación.
—No entiendo bien. Si lo des heredan, a Rosalie le tocaría todo ¿No? Y si ella lo hereda puede compartirlo con su hermano.
—No es tan sencillo cariño— contestó mirándome con dulzura.
— ¿Por qué?— dije todavía asombrada.
—A Rosalie van a casarla con alguien, así es cómo los Hale piensan que se hacen las familias. Así fue como se formó su matrimonio. Por lo tanto, si ella es la heredera, el esposo de Rosalie será quien maneje la fortuna de los Hale, en cuyo caso el apellido se perdería. ¿Comprendes?
—No muy bien. ¿Es importante el apellido?— pregunté.
—Para mucha gente sí.
— ¿Tu eres el heredero de los Masen?— pregunté sonriendo.
—Soy su único hijo amor, es fácil para mis padres. Aunque mamá no comparte esas ideas tan arcaicas. La verdad nunca tuve intenciones de seguir la tradición familiar, convertirme en abogado y agregar un cuadro más a la lista de los Masen. Además papá no siempre fue rico. La familia sufrió graves reveses durante la gran guerra, muchos miembros de la familia fueron al frente de batalla, la fortuna se perdió y los descendientes como mi padre, eran sólo muchachos con un buen apellido pero nada de dinero en los bolsillos.
— ¿Y tu mamá?— le pregunté mirando a Elizabeth.
—Ella sí era de sociedad. Se casó con papá desafiando a mi abuelo. Mi padre ha trabajado mucho para conseguir lo que ahora tenemos, sacrificando muchas cosas— suspiró. —A veces me pregunto si hago bien siguiendo mis sueños en lugar de continuar lo que él inició y dejarle un legado digno a mis hijos— me miró y bajó sus ojos a la mesa.
— ¡Edward! No pienses eso— tomé su mano. —Yo te admiro por seguir días tras día firme en lo que decidiste. Ya quisiera tener yo esa convicción o encontrar mi verdadera vocación— le susurré.
—La encontrarás princesa— me dijo sonriendo. —Si las letras no son lo tuyo, estoy seguro que habrá algo que de verdad te llene el alma. Sólo tienes que estar atenta. Y algún día, nosotros...— se sonrojó ante un carraspeo que provenía de nuestras espaldas.
—Buenas tardes, lamento interrumpir— era Carlisle con el semblante abatido. Edward y yo volteamos a verlo pero mi abuela ya estaba de pie, hizo poner una silla más a la mesa y lo sentó a su lado.
—Parece cansado— le susurré a Edward.
—Lo está, yo lo acompañé dos horas pero luego me retiré, ya no podía hacer más— suspiró.
— ¿Qué fue lo que pasó?— pregunté muy intrigada.
—Perdóname princesa pero no te lo puedo decir. Es algo confidencial, di mi palabra de guardar silencio— me quedé asombrada ante esa declaración. ¿Secretos entre nosotros? Eso no podía ser, Edward y yo nos contábamos todo. Hasta ahora.
— ¿Tan malo es?— dije volviendo a mi postre sin darle importancia, aparentemente.
—Sí. Mucho.
No pude arrancarle más y eso me entristecía, creí que confiaba en mí. Pero si dio su palabra no habrá modo de sacarle ni una palabra.
El almuerzo acabó bastante tarde, algunos invitados aprovecharon para retozar en los jardines, bebiendo refrescos y fumando. Era algo nuevo para mí, el olor me desagradaba pero se veían tan imponentes los señores cuando encendían un habano.
Edward, Jasper, Alice y yo fuimos enviados dentro de la casa a desenvolver los regalos. Yo no estaba acostumbrada a ellos. En el pueblo sólo recibía el regalo de papá, la mañana de navidad, mientras que mi mejor amigo venía a visitarme entrada la tarde si es que su familia pasaba fiestas allí.
Ahora estaba sentada frente a varias cajas forradas con papeles de colores brillantes, todas llevaban mi nombre en la etiqueta: Para Bella. No sabía por dónde empezar.
—De la más pequeña a la más grande— me animó Alice.
—Quizás deberías revisar si no hay animales — aconsejó Jasper. Todos lo miramos sonriendo. — ¿Qué? Una vez papá puso un cachorro dentro de una caja y cuando por fin dimos con ella, casi se había muerto asfixiado— nos relató a lo que todos empezamos a reír.
Edward tomó la cajita que yo le había dejado, me sentí nerviosa y no pude desenvolver la primera caja que tenía entre mis manos.
—Ese es de Bella— Alice le guiñó un ojo.
—Ey, deja que lo abra— me quejé volviendo mi atención a mi envoltorio sin dejar de mirar de reojo a mi novio quien seguía intentando sacar su obsequio.
Descubrí un par de pendientes a juego con una pulsera en la primera cajita de mi pila de regalos. Busqué la dedicatoria. De papá, decía. Sonreí al ver aquellas joyas.
—Póntelo— escuché chillar a Alice. Edward sostenía aquel gorrito deforme que le tejí. Sin pensarlo dos veces se lo puso en la cabeza. Para mí se veía ridículo, con traje elegante y gorrita de estambre. Pero eso no parecía importarle, vino a darme un beso en agradecimiento.
El siguiente obsequio que abrí, resultó ser unos guantes de piel, muy suaves.
—Son de cabritilla— dijo Alice sonriendo aunque mi rostro la asustó.
— ¿Matan cabritas para hacer esto?— solté las prendas y las miré horrorizada.
—Pues... sí, supongo— se encogió de hombros. —La estola a juego que te compró tu abuela también es de animal— dijo avergonzada.
— ¡Cómo me voy a poner animalitos encima!— chillé.
—Princesa, ese abrigo que llevas puesto es de piel— reparó mi novio.
—Casi todas nuestras vestimentas de invierno y calzado tienen origen animal— ratificó Jasper. ¡Eso no podía ser cierto! Me sentí tan mal, incluso cuando Edward me abrazó porque no se me pasaba la pena.
—Está bien, nada de animales muertos para Bella— Alice retiró dos cajas de entre las que habían destinadas a mí.
El tercer obsequio era un libro, cortesía de mi novio. "Las aventuras de Huckleberry Finn" decía la portada. Le sonreí muy feliz, yo había logrado tener un ejemplar en mis manos en la biblioteca de la escuela, en el pueblo, pero alguien lo extravió y nunca pude acabar de leerlo.
— ¡Gracias!— le dije acercándome a darle un besito. Me senté a su lado a desenvolver el obsequio que mi abuela le dejó. Era una larga caja. Quizás una corbata fina, pensé. Grande fue mi sorpresa al ver un aparato médico.
— ¿Qué es eso?— chilló Alice.
— ¿Tu no sabías?— le pregunté.
—No, palabra.
—Esto es... ¡es un estetoscopio!—Edward estaba boquiabierto, mirando su obsequio. No se atrevía a tocarlo, Jasper a su lado sonreía acomodándose el gorro que Alice le tejió. Luego que él lo examinara, me lo pasó para que pudiera verlo, era como el del hospital sólo que más fino y menos pesado.
—Es muy hermoso— le dije cuando lo vi desplegarlo. Nos entretuvimos escuchando nuestros corazones hasta que la noche cayó sin darnos cuenta.
—Ha sido una de las mejores navidades, a pesar de todo— Jasper nos sonrió mientras tomábamos una cena ligera, sólo los cuatro. Mi abuela y papá estaba aún con los invitados y entregando las cosas que alquilaron.
—Sé que extrañas a Rose— suspiró Alice.
—Sí, bueno, ella sabe que estoy bien.
Edward y yo, luego de cenar, salimos a la terraza del segundo piso, el cielo estaba muy negro, quizás nevaría esa noche. Me senté a su lado y recargué mi cabeza en su hombro.
— ¿Estás feliz princesa?— me preguntó.
—Mucho. Aunque las cosas por aquí son de modo diferente al pueblo, la navidad es más... ¿económica?
—Comercial, lo es. A la gente apurada de Chicago les gusta dar obsequios y eso genera toda una industria.
— ¿Es así en todo? Dinero, lujos, chismes, luces...
—Sí princesa, así es en todas partes. Y uno elige si se hace parte de eso. Yo no creo que en lo que haga pueda darme ciertos lujos. Tal vez sólo instrumentos finos como el que me obsequió tu abuela. Pero no podré mostrarlo en sociedad— soltó una suave carcajada.
—Me gustaría verte en una fiesta con tu estetoscopio— bromeé. — ¿Y cómo te gustaría verme a mí?— pregunté.
—Feliz, es lo único que deseo para ti. Verte realizada, bien contigo misma, trabajando en lo que te guste.
— ¿Nada de vestidos finos o porte de señora elegante? ¿No te gustaría que sea una escritora famosa que firme autógrafos?— volví a bromear.
—La moda no es lo tuyo princesa y si eres feliz escribiendo, pues adelante. Debes hacerlo con más perseverancia y verás que da frutos.
—Así como lo dices parece fácil— suspiré.
—Nada es fácil mi amor— tomó aire y dejó escapar un largo suspiro. Tomó mi mano y la acarició. —Sólo los caminos malos son fáciles. Los que valen la pena requieren esfuerzo. Yo pienso en lo que haré, entrar en la escuela de medicina, estudiar estos cuatro años con mucho ahínco, ayudar en el hospital cómo aprendiz del doctor Cullen y graduarme. Pero sé que hacerlo me va a llevar a sacrificar muchas cosas. Espero que no tantas, confío que estarás cuando llegue a la meta, para recibirme con los brazos abiertos.
—Estaré, Edward. Lo prometo— me acerqué a él y aunque hasta ahora fue mi novio quien siempre me besó, tomé su rostro hermoso con mis dedos, lo acaricié y mis labios rozaron los suyos, sellando mi promesa con un dulce y apasionado beso.
Me hice la promesa de estar allí el día que Edward termine de estudiar, en su graduación. Pase lo que pase, voy a cumplirlo porque él se lo merece, porque lo amo y no hay nadie en el mundo que sea más tenaz que Edward Masen.
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Recuerda bien lo que prometes Bellita y cumple. ¿Qué les pareció? Jasper y Alice, liiindos ♥
Gracias por leer amigos
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