
CAPÍTULO 30: NAVIDAD
Alice y yo habíamos recibido algunas invitaciones para tomar el té. En casa de Edward, de los Hale y de algunas otras compañeras de la academia.
Era una costumbre muy extraña para mí. Alice y mi abuela tuvieron que explicarme muchas veces la razón de aquella vieja tradición inglesa.
No pudimos evadir la invitación de Tanya, era una reunión pre navideña con algunas compañeras de la academia de etiqueta. Ya habíamos faltado a varias pero en esta fue la misma madre de Tanya, la señora Denali, quien nos envió la invitación. Y no pudimos rechazarla porque mi abuela la conocía.
Llegamos puntuales y bien vestidas a una suntuosa residencia, más grande que la de los Masen. Tanya nos recibió con una gran sonrisa radiante, según Alice tramaba algo. Yo todavía no podía saber la intensión de la gente que no conozco. Me era fácil con Edward, Alice, mi padre, incluso con la abuela. Pero las personas que desconocía, sobretodo los de la ciudad, eran un misterio para mí.
— ¡Qué bueno verlas!— María se nos acercó y con ellas algunas más de nuestras compañeras.
—Esta reunión va a ser memorable chicas, pasen— dijo Tanya detrás de mí.
Me estremecí. Sí, creo que algo tramaba, si estaba tan feliz.
Tomamos el té en una salita muy bien decorada, éramos 8 señoritas. Los pastelillos estaban deliciosos, esponjosos y rellenos de una crema dulce. Hablábamos de modas, cine y sobre una exposición científica que se realizaría el siguiente año. Casi todo el tiempo me limité a escucharlas porque no tenía mucho que aportar. No sabía mucho del mundo ni de la moda. En casa, Alice me dejaba en mi habitación, las revistas de París pero yo las dejaba de lado por leer los libros de la biblioteca de mi abuela. No había comparación entre esas publicaciones y los libros de Jane Austen o Louisa May Alcott
Al terminar de tomar el té, nos dejaron a Alice y a mí la tarea de recoger los cubiertos y se marcharon. Mi prima y yo nos miramos incrédulas.
—Típico de estas inútiles, no saben más que ensuciar y mandar— decía mi prima sin atreverse a tocar nada.
Tomé la charola, coloqué las tazas, los platitos, el azucarero y la jarra de crema. Cuando estaba por levantarla entró Rose.
— ¿Qué haces Bella? Deja eso, hay sirvientes para recoger. ¿Quién te pidió que lo hagas?— preguntó saludando a Alice.
—Bueno... Tanya dijo que lo lleváramos a la cocina— me encogí de hombros.
—Jasper cariño, creo que tu hermana está por aquí— escuché decir a María que apareció con su "novio" del brazo. Él agachó la cabeza al vernos. A Alice que había tomado la teterita para acomodarla en la charola, se llevó un disgusto, se le resbaló la vajilla de las manos y se rompió.
— ¡Alice ten cuidado con eso!— le gritó María. —Esa vajilla es original. ¡Qué lástima que no hayas aprendido nada sirviendo a los Masen!— María soltó una risita nerviosa tan falsa como su noviazgo. ¿Cómo sabía ella que Alice trabajó con los Masen?
— ¡Más lástima me da las que tienen novios falsos!— le grité, ya me había cansado de los buenos modales. Si ellas iban a atacarnos entonces nos defenderíamos.
— ¡Cállate provinciana idiota! Hace poco recibí una carta de Jessica Stanley, tu hermanastra. La que casi se liga con Tyler ¿recuerdas? La prima de Sir Mike Newton, con quien me enganchaste— Tanya estaba parada en la puerta. ¿Venganza por la broma que Edward y yo le hicimos el verano pasado?
— ¿Si? ¿Tan bien te llevas con ella?—pregunté cruzando mis brazos.
—Me contó que ustedes eran un par de cenicientas, Alice servía a los Masen y tú les servías a ella y a su madre. ¡Ahora recoge lo que has tirado y no vuelvas a levantar la voz contra ninguna de nosotras que sí tenemos clase!— me gritó aquella rubia tonta.
Jasper se soltó de María y se colocó al lado de su hermana.
—No les hablen así. Bella y Alice son las mejores chicas que conozco— por fin Jasper había reaccionado.
—Jassy ¿Qué no ves que nos mintieron?— pronto aparecieron las demás compañeras de la academia al escuchar los gritos. –Sí, nos mintieron a todas. Ellas no son como nosotras, no son de nuestra clase, se criaron en un pueblo, eran chachas que cocinaban, limpiaban y servían. No deben estar cerca de nosotras, la clase no se gana con dinero, se hereda. Vámonos Jass. Y ojalá que no volvamos a ver a esas dos en nuestra prestigiosa academia— María tomó del brazo a Jasper y lo jaló pero él se resistió, parecía estar a punto de reventar.
— ¡No!— gritó. –Prefiero que me echen de casa a tener que casarme con alguien tan engreída y vanidosa como tú— nos tomó de la mano a Alice y a mí, empezó a caminar tirando de nosotras.
Todas nos miraban asustadas. Yo sólo me limité a mover mis pies intentando mirar a mi prima. Antes de salir de la casa, vimos entrar a Victoria, estaba visiblemente ebria y se apoyaba sobre un muchacho vestido de blanco.
—Vamos James, no hay nadie en casa— la pelirroja casi soltó un grito cuando nos vio. Reconocí su acompañante, era James... aquel chico que conocí en la calle, el que mi abuela me había señalado como el ahijado del jefe de la mafia. Me sonrió.
—Buen día Isabella— me miró con tal intensidad que me asusté, luego reparó en Alice y su mirada cambió por completo, parecía sorprendido.
— ¡Hazte a un lado!— gritó Jasper, empujándolos y salimos de aquella casa.
Caminamos unas calles hasta que Alice fue la que habló.
— ¡Ya me cansé!— gritó. —Si no vas a decir nada mejor nos vamos a casa, nuestro coche no tarda— le increpó a Jasper.
—Perdóname. Te dije el otro día en aquella reunión que iba a ser más fuerte, que tuvieras paciencia, he tratado de hablar con mi padre. Alice, ya no me importa lo que me pase. Vuelve conmigo por favor— puso una rodilla en el suelo.
Casi me caigo de la impresión. Alice tenía los ojos llenos de lágrimas.
—Jass, no hay nada que perdonar, levántate— mi prima lo abrazó y por una extraña razón me sentí una intrusa.
Caminé de regreso para darles algo de privacidad, escuche sus murmullos y luego vi que se fundían en un abrazo. Como extrañé a Edward en ese momento. Rose venía hacia nosotros con mala cara.
—Ey, espérenme ¿Cómo se les ocurre dejarme sola con esas...? Oh ¡Se arreglaron!— dijo llegando hasta donde me encontraba, ambas miramos a la feliz pareja.
—Pensé que venías tras nosotras— le sonreí.
—Sí... pero me detuve a... si lo repites me enfadaré contigo— me amenazó sonriendo. –Pues empujé a María y a Tanya sobre su adorada vajilla, creo que les eché a perder su buen humor. Espero no volver a verlas aunque esta noche vamos a estar en problemas— parecía triste.
— ¿Por qué? – me entristecía que por el dinero y la posición haya tanta gente infeliz.
—Papá va a retar a Jazz y por lo que vi hoy, mi hermano llegó a su límite. ¿Quieres que las dejemos en su casa?— me señaló su auto.
Subimos los cuatro al auto, Alice y Jasper iban tomados de las manos. Al girar en una calle me di cuenta que estábamos cerca del hospital en el que trabajaba Edward, tenía tantas ganas de verlo que les pedí que me dejaran allí. Alice prometió enviar el coche de casa. Así que entré a buscar a mi novio.
—Buenas tardes, busco a... el Doctor Carlisle Cullen— pedí, ya que sería más fácil de ubicarlo y dónde estuviera ese doctor estaría Edward.
— ¿Tiene cita?— preguntó una joven rubia que hablaba por teléfono.
—No, es personal— pedí.
—Este es un hospital, el médico atiende solo a pacientes— me dijo y continuó hablando como si yo no existiera.
Ya estaba harta de los modales. Caminé decidida y entré, escuché sus gritos pero no me detuve, al cruzarme con una enfermera me indicó el área donde estaba el consultorio del doctor Cullen. Llegué después de varios minutos perdida.
Toqué la puerta y para mi suerte fue Edward el que me abrió.
— ¡Princesa!— me abrazó muy contento.
—Sir Edward, pasaba por aquí y quise verte. Este hospital es un laberinto— me quejé.
—Pasa amor. Ven— dijo tomando mi mano. Era un consultorio grande. Edward ocupaba un escritorio, detrás de él había varios estantes, una balanza y varias cosas que jamás había visto. –Este es mi lugar de trabajo. Cuando los pacientes llegan les tomo la temperatura con esto, es un termómetro de mercurio, luego los peso en esta la balanza. En esta área podemos hacer las curaciones menores, ayer hice mi primera curación aunque todavía no me animo a coser heridas...— parecía tan feliz mostrándome su lugar de trabajo. –A partir de la otra semana podré ayudar a Carlisle en las urgencias— me dio un beso haciendo que saliera de mi trance.
— ¿Estás muy ocupado?— pregunté.
—No. Estoy haciendo apósitos ¿Quieres ayudarme?— me senté a su lado mientras sacada algunos frascos de algodón y vendajes. Me lavé bien las manos y él me las roció con un líquido amarillento.
—Vaya, es interesante— le sonreí.
—Si hubiese sabido que venías habría pedido el resto de la tarde libre. Me falta sólo una hora para salir ¿Por qué no me dijiste que vendrías?— preguntó.
—No sabía, fue imprevisto. A decir verdad mi abuela no sabe que vine. Fui con Alice a casa de Tanya— dije fastidiada.
— ¿Hubo algún problema?— preguntó intuyendo mi malestar.
— Sí. Parece que Jessica le escribió a Tanya y pues... ellas nos trataron mal a Alice y a mí, así que...— no me dejó terminar, estaba molesto.
— ¿Qué? ¿Cómo se les ocurre a esas...? Debiste darles su merecido, no debes permitir... te dije que no era buena idea eso de la academia francesa— sí se había molestado.
—Tranquilo, Jasper y Rose se encargaron de eso. Por lo que a mí respecta no volveré a ese lugar ni a frecuentar a chicas tan estiradas.
— ¿Jasper? ¿Jasper Hale?— preguntó asombrado.
—Sí, nos defendió y nos sacó de aquel lugar, le dijo a María que prefería que lo echen de su casa a casarse con ella. Y se reconcilió con Alice— terminé de contarle.
— ¿En serio? Pobre— dijo encogiéndose de hombros.
— ¿Por qué le dices pobre?— me ofendí. –Acaso te parece mal...
—No princesa, no lo digo por tu prima. Cálmate. Es que conozco al padre de Jasper y es un señor muy rígido. Jasper no mentía al decir que lo echarían de casa. Su padre es capaz de desheredarlo. En cuyo caso va a pasar momentos muy difíciles. Hablaré con mi padre para ayudarlo pero no podemos inmiscuirnos mucho eso podría ocasionar la ruptura de su sociedad.
Recién comprendía todo. Al rebelarse de ese modo Jasper quedaba en la calle. No me imaginaba un padre como el suyo.
La puerta del privado se abrió, una joven muy guapa salía de del consultorio, parecía algo triste.
—Hasta luego doctor Cullen, espero verlo pronto— dijo, dándole la mano.
—Fue un placer señora Platt, cuídese— ese debía ser el doctor que le había tomado tanto aprecio a Edward.
Era muy apuesto, rubio, de ojos celestes y profundos. Miraba con tanta ternura a aquella joven. Creo que de tanto juntarme con Alice veo romances en todas partes. Pero eso era imposible, la llamó señora.
—Carlisle te presento a mi Bella— dijo Edward después que la paciente se marchó.
—Así que por fin conozco a la famosa Bella— se acercó a mí y me dio un beso en la mano como todo un caballero inglés.
—Yo también tenía muchas ganas de conocerlo doctor Cullen— dije con todo el protocolo que había aprendido.
—Soy Carlisle, nada de doctor Cullen— parecía un hombre muy sencillo.
Conversamos bastante, me sorprendía lo mucho que sabía de mí, Edward debió contarle nuestra vida en el pueblo. Hice una nota mental para decirle a mi abuela que lo invitara a la cena de navidad si se organizaba en nuestra casa. Edward me había dicho que Carlisle no tenía más familia en Chicago.
Dos días después papá regresó, mi abuela le había mandado a preparar una habitación cerca de la puerta de ingreso a la casa. Llegó lleno de regalos que me no me permitió abrir ninguno hasta la navidad. Ya faltaba muy poco.
No me dijo mucho sobre Jessica y su madre pero se molestó cuando la abuela le contó cómo nos habían ofendido en casa de Tanya.
—Ellas se marcharon— confesó preocupado. No quise preguntar más.
Elizabeth y mi abuela se entrevistaron un par de veces antes de recibir la invitación formal para cenar la noche de navidad en casa de los Masen. No sé qué carita habré puesto porque mi abuela y papá estuvieron de acuerdo en asistir. Pensé que nosotros la organizaríamos pero entre mi abuela y la señora Masen se repartieron las festividades. Nosotros íbamos a ofrecer el almuerzo la mañana de navidad y podríamos abrir los regalos todos juntos.
Edward me aseguró que Carlisle estaría presente esa noche en su casa, así todo quedó listo para pasar mi primera navidad en Chicago, al lado de las personas que amaba.
Alice y yo, envolvimos nuestros regalos, que días atrás habíamos elaborado con nuestras propias manos. Bufandas hermosa para el frío y guantes a los que le hicimos aplicaciones de colores. Para Edward tejí un gorro de lana gruesa de color blanco y verde.
Llegamos media hora antes de la cena, la casa de Edward lucía especialmente hermosa, con adornos brillantes de renos y santa en el jardín delantero. Es una de las cosas que más me sorprendía de la ciudad, las luces de navidad centelleando en cada rincón.
Estaba feliz reparando en cada adorno que había el saló de los masen. Elizabeth sacó sus cascanueces vestidos de soldados, Alice y yo jugamos con ellos mientras esperábamos. Pero el mundo se detuvo cuando vi bajar a mi novio luciendo un traje de etiqueta azul noche, traía el saco desabotonado, resaltando el chaleco con un cinto de terciopelo.
— ¡Princesa!— me dio un dulce beso que apuré a cortar ya que mi padre estaba sentado en uno de los sofás cercanos. Sentí su carraspeo y me sonroje.
Carlisle llegó minutos antes de la cena, nos reunimos todos en la mesa, agradecimos por los alimentos y empezamos a cenar. Era la primera vez que comía tan deliciosos potajes. Había pavo glaseado al que se le podía agregar muchas ensaladas, salsas y purés. De sólo ver tanto se me hacía agua la boca. A mi lado Edward reía, al verme entusiasmada, nombrándome cada cosa y haciéndome probarla antes de ponerla en mi plato. Y los postres, sencillamente deliciosos. Pero mis favoritas fueron las trufas de chocolate, rellenas con cremas de leche.
—Hoy me ha llamado Lilian Hale, parece que su esposo no se ha sentido bien últimamente— dijo Elizabeth, casi no le presté atención, salvo cuando sentí que Alice tosió a mi lado izquierdo.
—Ha estado muy preocupado estos días. Necesitamos una recomendación en los tribunales y parece que Henry Houston no nos va a apoyar— añadió el señor Masen.
— ¿Ese señor no es el papá de María?— le pregunté a Alice apenas moviendo los labios para que no nos oyeran.
—El mismo— me respondió. A mi otro lado, Edward escuchaba con atención.
Después de la deliciosa cena pasamos al salón, dónde Edward tocó algunos villancicos en su piano, Alice y yo cantamos para alegrar la velada. Mi abuela se entretuvo entablando conversación con el doctor Cullen, mi padre y los de Edward estaban también muy concentrados en asuntos legales sobre nuestra casa del pueblo.
Eran casi las diez de la noche cuando llamaron a la puerta. ¿Quién sería a esta hora?
—Señora Elizabeth, el joven Hale está aquí y pregunta por el joven Edward— nos anunció el ama de llaves. Alice se levantó de un salto pues estábamos sentadas en una alfombra.
—Gracias Anna. Edward has pasar a tu amigo para que tome chocolate con nosotros— le indicó su madre.
Mi novio nos hizo una señal para que nos quedemos en nuestro lugar. Alice se retorcía las manos. Minutos después Edward volvió con un semblante bastante preocupado. Habló con su padre y éste parecía en un dilema.
— ¿Alice, ese joven no es novio tuyo?— preguntó mi abuela.
—Si— dijo apenas mi prima.
— ¿Son novios?— preguntó el señor Masen mirándola sorprendido. –Ahora entiendo todo. Su padre le ha echado de casa— todos nos quedamos de una pieza. Alice parecía a punto de llorar.
— ¿Lo ha echado? ¿En navidad? Ese hombre no tiene corazón— Elizabeth salió hacia la sala de espera y regresó con Jasper cuyos ojos estaban notablemente enrojecidos.
—Buenas noches y disculpen la intromisión— saludó el recién llegado.
—No es intromisión, los amigos siempre son bienvenidos— le dijo Edward.
—Claro que sí, únete a la juventud, Alice y Bella nos cantaban villancicos— dijo mi abuela sonriendo. Jasper se acercó a nosotros y abrazó a Alice.
— ¿Tienes a dónde ir?— le pregunté.
—No quería que se enteraran. Sé que le causaré un problema al padre de Edward al venir aquí pero el único familiar materno que tengo vive en la base militar y no creo que sea buen momento visitarlo. No tenía dónde pasar la noche— Jasper se veía avergonzado.
—Quédate en nuestra casa cuanto quieras, yo le tengo ojeriza a los abogados, sin ofender Masen— dijo mi abuela excusándose con el padre de mi novio.
—Gracias Señora Higginbotham — respondió, nuestro rubio amigo, más tranquilo.
—Lo siento Jazz, todo esto es por mi culpa— Alice empezó a llorar. Él la abrazó.
—No. Es culpa mía, no llores chiquita. Debí ser más fuerte desde un principio. Dejé que padre fuera demasiado lejos con el compromiso. María y sus padres vinieron a cenar anoche y les contó lo que pasó el otro día. Papá me dio un ultimátum cuando se enteró.
— ¿Y ahora que harás? ¡Jasper he arruinado tu futuro!— mi prima estaba desconsolada.
—Tú eres mi futuro. A pesar de todo me siento aliviado. Después de fiestas iba a empezar en la escuela de leyes. Odio esa carrera.
— ¿Pero qué harás ahora?— le pregunté.
—Mañana buscaré a mi tío. Voy a unirme al ejército, siempre quise ser soldado— se encogió de hombros. Alice pareció recuperar su sonrisa.
—Te verás guapísimo de uniforme— Jasper le tomó una mano y se perdieron en sus miradas. Edward se acercó a mí para llevarme junto al piano.
— ¿Dónde está Emmett?— pregunté porque no lo había visto.
—Aprovechó para viajar a su pueblo, necesitaba su certificado de nacimiento para la universidad, iba a pasar la navidad con su abuela, es su única familia que le queda— empezó a tocar una melodía suave que no era un villancico. —Esto lo compuse para ti— me dijo sonriente.
Ya casi era hora de marcharnos cuando de nuevo el ama de llaves entró.
—Disculpen, hay una llamada de emergencia para el doctor Cullen— Carlisle se levantó y salió a rápidamente. Era raro que lo llamara alguien y en navidad y a casa de los Masen.
—Lo siento, debo marcharme... es una emergencia— se veía abatido cuando regresó.
— ¿Ha pasado algo?— preguntó Edward.
—Es la señora Platt, ha sufrido un accidente— la voz se le quebró.
—Voy contigo— dijo mi novio.
—Creo que debería ir sólo— se excusó Carlisle porque el señor Masen no parecía complacido con que Edward salga tan tarde.
—Querido es bueno que nuestro hijo se acostumbre. La vida de un médico es así de sacrificada, deja que gane experiencia— lo suavizó Elizabeth.
Edward bajó en menos de cinco minutos, cogió el maletín de Carlisle y vino a despedirse.
—Lo siento princesa, nos vemos mañana— me dio un corto beso y salió con Carlisle.
Me sentí tan orgullosa de él. Cada día lo amaba y lo admiraba más.
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Mugres mocosas de alta sociedad, pobre Jasper ¿Qué hará ahora?
Gracias por leer
PATITO
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