
CAPÍTULO 26: PERIODO DE PRUEBA
—Bella, llegó un mensaje para ti— Alice entró corriendo a mi habitación.
— ¿Un mensaje?— pregunté intrigada, no llevaba ni un día completo en Chicago, no podía tener un mensaje.
—Es de Edward— me dijo poniendo carita triste.
—Ya debería estar aquí, eso quiere decir…— me senté tomando el papel.
—Debe tener una urgencia— me dijo para reconfortarme.
"Princesa, lamento mucho no poder estar contigo en este momento pero ha ocurrido una situación muy incómoda en casa y es necesaria mi presencia, iré a tu encuentro en cuanto me sea posible. ¿Qué te ha parecido la ciudad? ¿Cómo te sientes? Tengo tantas preguntas de verte. Por favor envíame unas palabras con mi mensajero, algunas líneas, necesito tanto de ti.
Con todo mi corazón.
E. M."
—No va a venir— dije tendiéndole la nota a Alice.
—Pero te pide que contestes, debe ser algo muy importante, él te adora— me reconfortó.
Tomé una pluma y le escribí.
"Sir Edward:
Te echo mucho de menos, ven en cuanto puedas. La ciudad me pareció peligrosa y gris. Extraño los campos y las flores pero he visto muchas librerías que me gustaría visitar contigo. No tardes.
Con cariño.
Bella"
Le di la nota a Alice, necesitaba escuchar a mi corazón, usualmente puedo sentir una especie de voz interna que aprueba mis actos, me dice que estoy haciendo bien. Yo lo suelo llamar la voz de mi corazón pero hoy no la había escuchado. Creo que desde que salimos del pueblo se había escondido.
Miré por la ventana aquel paisaje otoñal. Las hojas secas se arrastraban con el viento. Todo era tan nuevo, extraño. Debo acostumbrarme. Debo ver este lugar como mi hogar.
Dos días pasaron, conocía toda la casa y los alrededores. Había salido en auto a Hammond a conocer la otra casa de la abuela. Me presentaron con los abogados, ya estaban al tanto y habían iniciado mi proceso de filiación. Pronto pasaría a formar parte de los Higginbotham, legalmente. Y mi nombre ya se había escrito en el árbol familiar.
Mientras tanto Edward no venía a verme, eso me tenía preocupada. Mucho más que la mafia y los asaltos en esta ciudad.
—Bella ¡Arréglate! Están aquí ¡Llegaron!— gritó subiendo los escalones de dos en dos.
— ¿Llegaron?—pregunté.
—No eres la única que sufría Bella, yo tampoco he podido ver a Jasper. Acabo de verlos bajar de un auto. Vamos, te peinaré— corrió al closet para sacar un bonito vestido. En menos de diez minutos ya estábamos listas. Bajamos despacio riéndonos de nuestras pequeñas bromas femeninas, apostando cuál de los dos caballeros luciría más apuesto. Además, según las reglas de sociedad una señorita no debe correr, agitarse o parecer ansiosa. Mi abuela me había regalado su primer manual de buenas costumbres en sociedad. Me había sentido abrumada, y estaba segura que en años venideros, acabaría rompiendo casi todas esas reglas.
— ¡Princesa!— llamó Edward acercándose muy rápido, me levantó del suelo para dar un par de vueltas conmigo. –Te extrañé tanto— me envolvió entre sus amorosos brazos. Le correspondí de inmediato.
—Yo también te extrañé— coloqué mi oído en su corazón, era mi melodía favorita
—¡Jasper!— escuché chillar a mi prima. Los cuatro nos sonreímos felices. Alice y su novio salieron hacia una de las pequeñas salitas de la mansión. Edward y yo permanecimos abrazados.
— ¿Por qué no venías?— reproché.
—Apenas llegamos me llevaron al hospital, mi padre había contactado con un médico inglés para sacarme unas placas por lo del accidente…—lo interrumpí. Tomé su mano y nos dirigí hacia el sofá para conversar mientras tomábamos té.
— ¿Fuiste al hospital sin mí?— le reproché.
—Pensé que sería rápido, fue el mismo día que llegamos. Acabé siendo hospitalizado. Me hicieron tantas pruebas al día siguiente que no tuve fuerzas ni tiempo para quejarme. Pero lo más importante es que conocí a alguien muy especial…— me aparté de él un poco ¿alguien muy especial?
—No entiendo nada.
—Es un médico fascinante, su nombre es Carlisle. Carlisle Cullen y es el doctor inglés que tanto nos recomendaron. Hace poco que se mudó a Chicago…
— ¿Qué tiene de especial?— pregunté interesada ya que Edward se veía muy entusiasmado
—Tuve una charla con él. Creo que sé lo que quiero estudiar, siempre ha sido mi deseo pero nunca me hice ilusiones porque sabía que papá entristecería si lo averiguaba. Bella, yo quiero ser médico— dijo sonriendo.
—Es… excelente. ¡Médico! “Doctor Edward Masen” suena bien— le sonreí pero al instante se me esfumó la sonrisa. — ¿Has hablado con tu padre?— pregunté, su semblante también cambió y me arrepentí de hacerle recordar.
—Si, por eso no vine ayer. Fue una conversación muy difícil… pero lo logré. No iré a la escuela de leyes— parecía feliz de su decisión.
— ¿No? ¿Qué dice tu padre?
—Desde que llegamos papá no paraba de hablar de su universidad. Mamá y yo tratamos de convencerlo, hoy era la entrevista para que me admitan en la universidad— dijo más tranquilo
— ¿Y no fuiste?— le pregunté.
—Sí. Fui a excusarme con el director pero resultó mejor de lo que esperaba. Había llevado a Emmett conmigo con la esperanza que él aprovechara la plaza que había separada para mí. ¡Y lo admitieron! El director quedó muy impresionado con él por sus conocimientos y su deseo de ser abogado. Ahora Emmett es oficialmente un estudiante de leyes— sonrió.
—Vaya, eso quiere decir que…— no terminé de hablar porque Edward me dio un pequeño beso en los labios. Ya no pude pensar más.
—Quiere decir que ahora él podrá cortejar a Rosalie, el grandulón está feliz, hasta me dio un beso— dijo limpiándose la mejilla. Me reí hasta que el estómago comenzó a dolerme.
—Cuéntame cómo te ha ido a ti preciosa— pidió.
—Nos ha ido bien, muchas gracias, la mafia nos ha recibido con los brazos abiertos— dijo Alice sirviéndonos galletas.
— ¿La mafia?— dijo él preocupado.
— ¡Alice!— le llamé la atención. –No es nada Edward, sólo vi como golpeaban a un hombre en la calle y lo defendí. Un joven con muy buenos modales se me acercó y se presentó. Pero según mi abuela es el ahijado del jefe de la mafia, todavía no acabo de entender todo eso— le expliqué.
—Bella no deberías…— suspiró. –Creo que yo habría hecho lo mismo, lo de correr a socorrer a alguien que estuvieran golpeando. Pero es peligroso. No camines sola ¿Sí?— me pidió.
—Claro que no, ahora por su culpa no podemos salir de casa— se quejó Alice que había venido con el té.
— ¿No tienes que conversar con Jasper?— le pregunté mirando hacia el pequeño saloncito donde estaba sentado él.
—Tengo mucho que hablar con él pero quería asegurarme que le dijeras todo a Edward— me sonrió ella con cara de pocos amigos y se marchó. No se veía muy contenta.
— ¿Entonces no puedes salir? Tengo tantos deseos de llevarte a conocer la ciudad, mostrarte mis lugares favoritos.
—Si puedo salir contigo. Pero mi abuela me prohibió que bajara del auto… al menos en la ciudad— me quejé.
—Creo que es lo mejor. He oído muchas cosas de la mafia y ninguna es buena— dijo muy serio. –Entonces mañana podemos ir a dar un paseo. No bajarás del auto, pero podremos ver la ciudad y tal vez puedas conocer a Carlisle— le sonreí.
—Claro, me encantaría conocerlo— le dijo sonriendo.
Mi abuela llegó esa noche, aceptó que Edward me llevara a pasear y se interesó también en conocer a ese médico inglés. Alice no quiso salir de su habitación, dijo que le dolía la cabeza pero yo la veía triste.
El auto de los Masen llegó a la mañana siguiente, la madre de Edward venía con él.
—Hola Bella— saludó abrazándome. –Te extrañé tanto— me sonrió.
—Que gusto señora Masen— le devolví la sonrisa.
—Oh por favor, de ahora en adelante sólo Elizabeth.
—Está bien… Elizabeth— le dije, creo que nunca me acostumbraría.
—Quiero ir al centro, me dijo Edward que no podías bajar, es una pena. Bella, esta ciudad es terriblemente peligrosa y más para una señorita tan bonita como tú. Ten cuidado siempre— tomó mi mano y subimos juntas al automóvil.
Salimos a una gran avenida, podía ver los edificios grises, en lugar de alegrarme me causaba tristeza ¿Dónde habían quedado los verdes árboles y los prados llenos de flores? Todos caminaban en las calles muy aprisa, nadie se detenía a mirarse y mucho menos a conversar. Las tiendas vendían muchas cosas ya hechas, el pan, las mermeladas y conservas.
—Debo bajarme en la siguiente avenida Jim— escuché pedir a Elizabeth, nos dio un beso a cada uno y descendió. El auto reanudó su marcha, Edward se apegó a mí. Y ése sólo gesto me era suficiente motivo para estar en este lugar y poder sentirme feliz.
—Llévanos por el camino cerca del lago, al sur por favor— le pidió al chofer. Llevaba puesto un abrigo grueso y aún podía sentir el frío exterior. Pronto llegarían las nevadas.
—Mira princesa— me dijo Edward señalando la orilla del lago que empezaba a congelarse. –Para navidad podremos patinar— me sonrió.
—Pero mi abuela dijo…
—Te conseguiré un gorro grande y una bufanda gruesa que te cubra bien. Veras como nos divertimos— tomó mi mano entre las suyas y la besó, podía sentir la tibieza de sus labios por encima del guante. Apoyé mi cabeza en su pecho y seguimos mirando el paisaje. El auto empezó a ir en sentido contrario del lago, los pequeños arbustos casi no tenían hojas, las casas escaseaban a medida que avanzábamos.
— ¿A dónde vamos?— pregunté.
— A Lilac Village. Quiero llevarte a conocer algo, mientras llegamos podrías leer esto— me alcanzó un álbum, pensé que eran fotografías pero me quedé sorprendida. Eran recortes de diarios, contenían dibujos y letras, me quedé sorprendida ante esas caricaturas, de inmediato empecé a leer con avidez. "Las aventuras que la pequeña huérfana Annie" decía el título y en los dibujos había una niña pequeña, pelirroja, con los cabellos ensortijados, que vivía en un orfanato y fue adoptada por un millonario. Los diálogos eran muy modernos, hablaban de lugares que no conocía pero otros eran sumamente graciosos. En muchos de los recortes Annie hacía travesuras y lograba escapar de personas malvadas que intentaban secuestrarle. Tenía un perrito al cual le hablaba como yo a mis animales cuando vivía en el pueblo. Pero ella parecía muy segura de sí misma y conocía la ciudad como la palma de su mano. Vivía en Chicago en un lugar llamado Lombard.
No me di cuenta cuando el auto se detuvo, levanté la cabeza cuando sentí una leve carcajada. Edward me miraba con cariño.
—Lo siento, estaba muy concentrada ¿llegamos?— pregunté sin siquiera mirar por la ventana.
—Si princesa, quería que conocieras Lombard— me dijo descendiendo. La sonrisa se me congeló. Frente a nosotros había una casa preciosa, con una verja blanca. Era la misma casa del millonario que había adoptado a Annie, volví a mirar de nuevo los dibujos. No había duda.
— ¿Aquí vive ella?— le dije mostrándole el álbum.
—Este álbum es un pasatiempo de mamá. Cada vez que nos llegaba el diario de Chicago lo recortaba. Esta casa es del escritor— dijo tomando mi mano. Caminamos por un sendero que nos llevó al patio trasero.
— ¿El escritor? ¿Un hombre escribió esto?— pregunté muy interesada.
—Sí. Hace dos años acompañé a mamá para conocerlo, es un hombre muy ocupado, ahora vive en New York. Pero sigue publicando sus historietas— me sonrió. Así que esto era una historieta. Me pareció fascinante, yo conocía cada historia de princesas y cuentos de hadas pero las historietas eran nuevas para mí.
—No todos disfrutan de leer largos libros. Muchas personas en la ciudad apenas tienen tiempo y sólo leen diarios. Así que estos pequeños cuentos llenos de dibujos es a veces toda su literatura. ¿Te diste cuenta que ella habla mucho sobre lo que se vive en la ciudad?— preguntó.
—Sí, habla de políticos y de economía. Creo que se refiera a la depresión— le dije más segura de lo que hablaba, ya mi abuela me había contado a cerca de la depresión.
—Así es, es una de las razones por las que me opuse a estudiar la carrera que mi padre quería.
— ¿Por la depresión?— pregunté confundida, ahora si me había perdido.
—Hace unos años hubo una gran guerra, ahora el país sufre una grave crisis y tal y como van las cosas en el mundo quizás haya otra guerra más adelante. Yo no quiero estudiar algo que me haga rico. Moriría de tristeza si cada día tuviese que ir a trabajar a un juzgado, lleno de papeles y demandas. Yo quiero ayudar, ser útil, en cualquier momento y lugar— sus ojos brillaban cuando hablaba sobre lo que quería hacer con su vida, se oía seguro de sí mismo.
— ¿Qué hablaste con el doctor… Carlisle?— pregunté.
—Necesitaba preguntarle a un médico sobre su profesión. Siempre me atrajo esa carrera, quería saber qué se sentía ayudar a todo el que lo necesita. Salvar vidas, dar salud a la gente. Me contó sus experiencias en la guerra, los lugares en los que trabajó. Ha salvado a mucha gente, es un hombre ejemplar— dijo sonriéndome.
— ¿Entonces ya decidiste tu futuro?— pregunté, yo todavía estaba perdida, tratando de acostumbrarme a esta nueva vida. Había pasado horas sin hacer nada mientras Edward ya estaba buscando como realizar sus sueños. Me sentí holgazana.
—No princesa, el futuro es incierto. Pero si hay algo de lo que sí estoy seguro, más allá de la profesión que elija es que quiero que estés en él— acarició mi mejilla derecha, no llevaba guante, pude sentir sus dedos suaves. La forma en la que me miraba me hacía sentir tan segura.
—Y estaré, te apoyaré en lo que decidas estudiar y siempre estaré allí para ti— le dije abrazándolo.
Estuvimos así un largo rato, sintiendo nuestros corazones juntos. Luego caminamos por aquellas calles tan pintorescas, era una villa con casas blancas y antiguas, casi todas de madera.
—La carrera médica es muy larga y sacrificada, requiere mucho esfuerzo y bastante dedicación. Y a veces un médico debe ir a donde es requerido. Es eso lo que me detiene, no tendré mucho que ofrecerte— dijo mirándome con nostalgia.
—Tú eres todo lo que quiero, no necesito más— me dio un tierno beso en los labios y me acurruqué a él.
—Habrá una admisión para la escuela de medicina pronto, debo repasar muchas materias. Carlisle me ha propuesto ser su ayudante para probar mi vocación y mi habilidad— la mirada de esperanza que tenía era alentadora. Yo también estaba decidida a encontrar mi lugar aquí. También quería hacer algo importante y útil.
De regreso a la ciudad pasamos por la clínica a conocer al doctor amigo de Edward pero había ocurrido un accidente en la ciudad y él estaba operando de emergencia así que nos marchamos.
Cuando llegué a casa ya era la hora del té. Me senté en una terraza con mi abuela, me extrañó no ver a Alice como siempre de aquí para allá.
—Así que Edward quiere ser médico. Es loable y estoy segura que lo logrará— comentaba mi abuela cuando le conté a cerca de nuestras salida.
—Pero teme que no tenga mucho que ofrecerme— dije recordando los temores que mi amor albergaba.
—Un corazón bueno y tu amor es todo lo que necesita— me corrigió. —Ahora ve por favor a ver que tiene esa pequeña, ha estado muy triste— me pidió adivinando mis pensamientos. Subí a la habitación de Alice y llamé a la puerta. Me abrió, tenía los ojos hinchados, apenas estuve dentro me abrazó.
— ¿Alice? ¿Qué sucede?— pregunté preocupada.
—Bella, estoy tan triste— dijo rompiendo a llorar.
— ¿Qué pasa? Es por Jasper? ¿Te dijo algo malo?
—No, él no me dijo nada. Estaba algo nervioso esta mañana, apenas hablamos— dijo sollozando. –Hoy acompañé a tu abuela a comprar algunas cosas y fuimos a almorzar en un bonito restaurante, allí estaban los Hale, los padres de Edward y otra familia. Tu abuela fue a saludarlos y entonces…— no pudo seguir, dejé que llorara en mis brazos un buen rato hasta que se calmó, todavía suspiraba descontroladamente. —Conocía a la… novia de Jasper— dijo Alice volviendo a llorar.
— ¿Qué? Pero si la novia de Jasper eres tú— no podía creerlo.
—Así me la presentaron. Una tal María, hija de un Juez de corte suprema. Jasper no dijo nada para negarlo— Alice se veía ahora furiosa.
— ¿Él estaba allí? Seguro que debe haber una explicación— le dije recordando que a Rosalie también querían comprometerla con Edward.
—Claro que hay una, es por dinero. El cochino dinero y la posición social. Yo no soy nadie Bella. No puedo reclamarle nada— sollozó recostándose en la cama.
—Pero Alice, si hay algo de lo que estoy segura es que Jasper te ama. Va a luchar por ti, ya lo verás.
—Jasper no tiene el mismo ímpetu que Edward, él es más… obediente— suspiró.
—Entonces necesita de tu fuerza ¿no vas a luchar por él?— le pregunté.
—No Bella, yo también tengo mis sueños y voy a luchar por ellos. Si Jasper me ama tendrá que luchar contra sus padres sólo. Ya no quiero verlo más— se acurrucó en mi regazo mientras le acariciaba sus cabellos negros despeinados.
Había llegado a querer a Alice como a una hermana, me daba mucha tristeza lo que le estaba pasando, sabía cómo se sentía, yo también me había sentido así una vez.
*****************
¡Fuerza Jasper!
Gracias por leer.
PATITO
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