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CAPÍTULO 23: BELLA CENICIENTA

Llegué a mi casa, costaba llamarla mía. Ahora que ellas vivían allí yo prefería estar en cualquier otra parte. Me estaban arrebatando la única oportunidad que tenía de ser feliz pero no se los iba a dejar tan fácil. Sé que Edward haría lo que sea por salvarme, estaría atenta y lista para cuando eso pase.

Fui directo a la cocina, Jessica estaba sentada esperándome.

—Pero si llegó la princesa. Su majestad qué bueno que está aquí, los platos están sucios y el piso muy mugroso. Aquí están sus sirvientes, doña escoba y el señor trapeador— se reía de mí con ganas.

—Lástima que aunque te vistas de seda, bruja te quedas— le dije tomando la escoba para limpiar el piso, estaba sucio, lleno de basurillas. Ellas dos eran un completo desperdicio de fuerza y vitalidad. No eran capaces ni de limpiar el lugar dónde viven.

—Después vas a arreglar mi habitación y a sacarle brillo a mis zapatos. Ahora que no hay animales ya no vas poder holgazanear— respondió la rubia dándome la espalda.

—Si aprendo de ti el arte de perder el tiempo, seré una maestra— contesté, lavando el trapeador. La oí refunfuñar antes de irse. No iba a dejar que me lastimara, solo serían dos días más. No perdería la fe en Edward.

El resto del día estuve limpiando cada una de las habitaciones, cambié mi vestido por uno viejo que tenía, no quería que el que me compraron los Masen se echara a perder, necesitaría algo decente para irme.

Cada vez que me asomaba a la puerta estaba allí parado ese molesto policía. Sólo se fue al atardecer. La noche sería buen momento para huir pero debía tener más paciencia y esperar uno o dos días más.

Por la noche no me permitieron sentarme a la mesa, comí en la cocina, al lado del fogón. Me dsquité sirviéndome el trozo más grande de pastel.

Imaginaba la forma en que Edward me rescataría pero ese policía me preocupaba mucho, no quería que por sacarme de aquí mi amigo resultara lastimado.

El siguiente día fue terrible, Jessica se regodeó leyendo la invitación para la fiesta en casa de los Masen.

"Queremos despedirnos de todos nuestros amigos y vecinos. Los invitamos a una reunión en nuestra casa el día viernes  diezde octubre a las diecinueve horas"

Anthony, Elizabeth y Edward Masen.

—Que lindos, lástima que tú no eres parte de la familia, aunque podríamos llevarte con uno de esos vestidos harapientos que tienes— se burló.

—La invitación debe decir, Familia Swan. No recuerdo que tu te llames así— dije lavando un cazo."

—"La dulce Bellicienta entró a la fiesta e impactó a todo el mundo" Apuesto lo que sea, que todos voltearían a mirarte— al parecer Jessica que lo único que quería era torturarme.

—El príncipe querrá igual a cenicienta con ropa fina o sin ella y la malvada hermanastra se envenenará a sí misma cuando se muerda la lengua— respondí, su sonrisa se desvaneció. Me miraba con desprecio pero no me importaba.

— ¿A qué no sabes a dónde iré el año que viene?— sonrió.

— ¿Al África a visitar a tus primas las serpientes? Apuesto a que tu veneno es más potente— dije sin mirarla.

— ¡A Chicago! Estudiaré para ser maestra— se regodeaba tratando de hacerme sentir mal.

— ¿En serio? entonces te vendría bien aprender la tabla de multiplicar— sabía que ella era muy mala para los estudios.

—Pero lo que yo quiero en realidad es ser actriz, salir en esas películas fastuosas— caminó imitando a esas actrices famosas.

—Eso si te vendría bien, eres muy buena para mentir.

—Tendré muchos empleados y coches lujosos. Un marido apuesto, rico…

—Y retrasado mental— me reí interiormente. Jessica tenía sueños, yo pensaba que la maldad era su vocación.

—Lo que tienes es envidia porque yo haré lo que tú nunca podrás— respingó la nariz.

—No te envidio en absoluto, si estuviera en tu cuerpo me arrojaría por un barranco.

—Di lo que quieras pero podré ver a Edward todos los días, nos mudaremos muy cerca de su casa. Si es posible asistiré a la misma universidad que él.

—Eso si va a estar difícil. En la universidad no aceptan fronterizos— claro ella no sabría ni por asomo sobre niveles de inteligencia.

—Yo soy americana— me gritó furiosa.

—Como tú digas— me reí de lo tonta que era.

—Bella, Mike vendrá a visitarte hoy. Ve a ponerte ese vestido nuevo que tienes— me indicó mi madrastra que acababa de entrar.

— ¿Mike Newton? ¿A mí?

— ¿Eres sorda o tonta? Cámbiate— me gritó, yo seguía intrigada. ¿Qué haría el sapo de Mike aquí?

Él no era malvado sólo más molesto que un mosquito hambriento. Seguramente no sabría todo lo que ellas me hacían.

Obedecí y estuve lista, al atardecer Mike llegó con su madre. Nos enviaron a hablar a la cocina mientras ellas conversaban en la sala. No entendía porqué tanto protocolo si a él lo conocía de sde niña.

—Bella, hace días que no te veo, no estás asistiendo a la escuela. Te extraño— saludó acercándose, me levanté de la silla y caminé alrededor de la mesa.

—No quiero ir Mike— respondí. 

—Oí que los Masen planeaban llevarte con ellos, que bueno que mi tía se los ha prohibido. No tienen derecho a llevarte así.

—Yo quería irme con ellos, tu tía me trajo aquí a la fuerza.

—Bella ¿Cómo puedes decir eso? Esta es tu casa no puedes irte como cualquier muchacha sin familia. Además, de seguro que sólo te querían para sirvienta.

—No, ellos son muy buenos conmigo. Aquí sí soy una sirvienta.

— ¿Entonces quieres irte de esta casa?

—Es lo que más deseo— suspiré.

—Cásate conmigo Bella— su propuesta me dejó boquiabierta, ni en mis peores pesadillas podría imaginar que el sapo Mike me fuera a decir eso.

— ¿Mike, te has vuelto loco? Soy... soy muy joven para casarme y tú también.

—Casi tengo 18. Y es en serio, de eso venía a hablarte. Mis padres y mi tía están en conversaciones. Sé que soy joven pero sí tengo que ofrecer, mi familia no es pobre y yo heredaré todo. No dejaré que nada te falte ni que seas tratada como a una sirvienta, Bella. Tendrás mejores vestidos que Jessica y una casa llena de sirvientes que harán todo por ti.

—Pero yo no te quiero Mike, para casarse se necesita amor.

—Eso surge con el tiempo Bella, con la convivencia. No te haré sufrir, te ofrezco todo lo que tengo— todo lo que no le había costado, pensé.

Era ridículo ¿En que cabeza cabía que aceptaría a Mike)? Antes entro en un convento de claustro perpetuo.

—Gracias Mike pero no es mi deseo casarme. Espero lo entiendas.

—Está bien. Pero si cambias de opinión, te estaré esperando— dijo apenado y salió.

Sólo podía pensar en Edward, mañana a esta misma hora estaría comenzando la fiesta de despedida, había perdido las esperanzas de poder asistir. Pero debía prepararme para el día siguiente, me escaparía de aquí como sea.

— ¡Quién diablos te crees para rechazar a mi sobrino!—mi madrastra me asustó con sus gritos. La carreta con los Newton ya se habíoa marchado.

—Yo no amo a Mike y no me puedo casar con él— me defendí.

—Deberías agradecer al cielo tu suerte pero eres una malagradecida, no esperaban dote por ti. Ahora no me quedará más remedio que casarte con algún sirviente, leñador o granjero.

—¿Me va a casar usted?— la miré ofendida. ¿Quién era ella para ofrecer mi mano?

—Voy a dejarte bien casada antes de irme. Mi hija y yo nos iremos a Chicago el año que viene y no podemos cargar contigo. Si no aceptas a Mike, será cualquier granjero que te pida. 

—¡No puede! Sólo mi padre...

—Tu padre no está, yo tengo tu custodia y te casaré a la fuerza si es preciso. Pero te quedarás en este pueblucho porque eres de ese tipo de muchachas sin gracia. Si no es con Mike será con cualquier otro que te llenará de hijos.

Esa noche me dejaron sin cenar, afortunadamente había comido algo mientras cocinaba. Me fui a dormir cansada, triste. La cocina era fría y húmeda así que moví mis mantas al lado del fogón para calentarme. Ya no podía quedarme en el cobertizo porque allí dormía el capataz. Desperté al sentir un golpe en la espalda.

—Ya despiértate Bella Cenicienta, hoy es el gran día así que necesito mis enaguas planchadas. Sirve el desayuno pronto que tengo hambre— exigió Jessica.

—Te podría servir algún día el aprender a cocinar— le reproché, estaba teniendo un sueño muy bonito con Edward.

—Eso es para sirvientas. Yo no soy ese tipo de mujer.

—Te aseguro que no se te caerán las manos ¿Qué tipo de mujer eres?— pregunté ya que ella tenía su propio nivel para medir a la gente y las clasificaba de modo extraño.

—Una mujer moderna y sofisticada— sonrió.

— ¿Una mujer moderna no sabe prepara sus alimentos?

—No lo necesita, puede pagar para que lo hagan todo por ella.

—Entonces me haré rica contigo— sonreí al pensar en todo el dinero que Jessica gastaría en su vida para no hacer nada. Ojalá que siempre lo tenga o sufrirá mucho.

Me levanté a preparar de comer, yo también tenía hambre.

Esa mañana me dieron docenas de trabajos, no iba a permitir que me vieran llorar o sufrir por eso. Limpié, fregué, lavé y cociné todo el día. Por la tarde tomé un baño mientras mi madrastra peinaba a Jessica, le llevó dos horas hacerle rizos que se vieran naturales.

Estaba sentada en la cocina planeando otra vez como escapar cuando Jessica bajó de pronto.

—Bella cámbiate, hemos decidido que irás a la fiesta con nosotras— me sonrió.

— ¿Y eso?, pensé que tu corazón estaba podrido— le respondí.

—Quiero ver como se despiden Edward y tú, llevaremos al policía para que no puedas acercarte a él. Ponte el mejor vestido que tienes, esto será de lujo— volvió a subir corriendo.

¿Quería reírse se nosotros por última vez? No le daría el gusto, no lloraría porque mañana de cualquier forma ya no estaría aquí.

Me cambié, el vestido no estaba tan limpio pero Edward ni lo notaría, sé que él sólo me vería a mí. Hacía dos días que no lo veía y lo extrañaba tanto.

Tal vez podría decirle algo, si no, me conformaría con mirarlo, aunque lo viera bailar toda la noche con otras chicas, yo sabía que él me quería. ¡Me sentía tan feliz!

Sólo me pasé el cepillo, no tenía problemas con el peinado, nunca me habían hecho uno elaborado o con rizos, además mi cabello había crecido mucho.

Estaba sentada frente a una pintura que había en la cocina, papá decía que mamá la había traído de su antigua casa, no me di cuenta de que ellas bajaron.

—Tu vestido necesita algo de color—  Jessica soltó una carcajada y me echó algo encima. Eran cenizas que había tomado del fogón. Mis brazos, mi vestido y mi cabello quedarojn llenos de cenizas oscuras.

—¿Por qué me haces esto?— le grité llorando, no habían tenido intenciones de llevarme nunca. Sólo querían hacerme daño, no entendía porque se ensañaban tanto conmigo.

—Porque las Bellicientas no van a los bailes, solo friegan pisos y comen cenizas. Tú eres una huérfana pobre, grábate bien eso. Y ni creas que vas a salir de aquí, así tenga que pagar a todos los policías que hay en el pueblo y traer al juez en persona, mañana no iras a ningún lado. Olvídate de huir porque no podrás— y diciendo esto de un tirón me arrancó una manga del vestido.

—¡No!— grité.

—Ahora si eres una cenicienta, pero para ti no hay hada madrina— me tomó de un brazo y tiró de mí escaleras arriba. No sé si ella tenía mas fuerza de la que yo suponía o yo no tenía energía para resistirme. 

Ella y su madre que estaba en el umbral de la puerta me obligaron a entrar a mi antigua habitación y me encerraron con llave por fuera.

Me senté en el piso llorando. No habría forma de salir, miré la ventana le habían puesto barrotes. Me levanté y corrí hacia ella cuando escuché el carruaje que llegó a recogerlas. Iban muy bien vestidas, nadie pensarían que eran una viuda y su hija. No se veían pobres para nada.

Me quedé con las manos en esos barrotes de metal mirando como aparecían las primeras estrellas. Debía verme horrible, con la cara llena de cenizas y con un rastro de lágrimas.

Esto era lo que ellas querían, derrumbarme y hacerme sufrir. Lo que no entendía era que les había hecho yo. Intenté calmarme pero mis lágrimas me ganaban. respiré una y otra vez, buscando una salida a mi situación.

¿Qué sería de mí ahora? ¿Si Edward no podía sacarme de aquí se marcharía?

Todo empezaba a ponerse oscuro afuera y en mi corazón también. Aventé una silla a los barrotes pero rebotó y casi me cae encima. 

¡No era justo, no lo era! Además de perder a papá. ahora perdería a Edward. Me quedaría sola, desamparada para que esa mujer horrible me busque un esposo en el pueblo. Y no podía huir.

Ni en los cuentos más triste habían mujeres tan malas como mi madrastra y su hija. Sólo las brujas como la mamá de Blanca Nieves o Maléfica podían compararse con la señora Amanda y Jessica.

Estaba buscando algo duro con que hacer palanca en los barrotes cuando escuché ruidos extraños. Me asomé a la ventana para mirar. Ya había oscurecido y solo la luz de la luna iluminaba.

Casi grito al escichar una especie de explosión ahogada. ¡Era un auto! ¿Aquí en el pueblo?

Esperé unos minutos hasta que un armatoste de metal muy brillante apareció frente a mi casa. Nunca había visto un auto en el pueblo y menos uno tan grande y lujoso. ¿Quién sería? ¿Algún millonario perdido en la noche?

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Pobre Bella, espero que sean buenas noticias o el rescate que tanto espera.

Gracias por leer

PATITO

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