CAPÍTULO 19: ENCERRADA
Mi madrastra no me dirigió la palabra en el camino de regreso, tampoco cuando llegamos a casa. Ni siquiera para ordenarme algo. Agradecí eso, me fui a dormir con muchas cosas en la cabeza.
Al día siguiente volví a mis habituales deberes, esperaba que si encontraban todo en orden y en su lugar seguirían con la ley del hielo, yo la disfrutaba. Salí temprano esperando encontrarme con Edward en el camino a la escuela pero en su lugar estaba Alice.
—Buen día princesa, lamento decirle que su príncipe no vendrá hoy—me sonrió y empezamos a caminar juntas.
— ¿Y a dónde fue?— pregunté.
—No lo sé, salió muy temprano y me dejó esta nota para ti— me extendió un papel doblado.
"Hola princesa de mis sueños, lamento no poder estar hoy contigo pero he tenido que ir a la ciudad con mi padre. Te veré mañana. Cuídate. Y en verdad te digo: Te extraño"
—Estaba raro anoche ¿quieres que investigue?— preguntó mi prima.
—No es necesario, Edward me dirá que es lo que esté pasando— dije muy segura.
— ¡Cuanta confianza! Vamos Bella, ahora que estamos solas. ¿Qué pasó entre ustedes? Compartieron una noche juntos— a pesar de su pregunta directa Alice se sonrojó.
—Hemos compartido muchas noches juntos, cuando habían fiestas o…
—No me vengas con eso, quiero detalles. ¿Acaso no te dijo nada? ¿No se declaró o algo por el estilo?
—Pues bueno, si…
—Sigue— me ordenó.
—Me besó— dije con timidez.
— ¡Sí! Lo sabía— Alice saltaba de un lado al otro, más feliz incluso que yo. — ¿Y qué tal fue? ¿Te gusto? ¿Te dijo algo? ¿Te prometió algo?
—Si me gustó, fue muy hermoso. Dijo… que su corazón siempre había sido mío… y que me quería.
—Eso es una declaración. ¿Te pidió que fueran novios?
—No.
—Es un muchacho de mucha acción y de pocas palabras. Es extraño que se haya ido con su padre hoy.
— ¿Por qué?
—Anoche después de que te fuiste, escuché que le preguntaba cosas a su madre. Que quede claro que yo no quería oírlos pero cuando se trata de ti paro la oreja siempre. Bueno quería saber en dónde habías nacido.
—Yo nací en la ciudad y él lo sabe.
—Le preguntaba en que hospital, eso es extraño ¿no crees?— también lo creí. Pero en ese momento llegamos a la escuela y me fui a sentar a mi lugar, sería un día aburrido sin Edward.
Durante el recreo Rosalie se acercó a mí, parecía tímida, enroscaba su largo cabello rubio entre sus dedos.
— ¿Puedo hablarte?— preguntó bastante seria.
—Si claro que sí. ¿Dime?
— ¿Tienes algo con Edward?— preguntó sin rodeos, no sabía cuáles eran sus intenciones o que era lo que pretendía.
—Somos amigos.
— ¿No son novios o algo por el estilo? Sé que pasaron la noche juntos y quería saber…— le corté porque el tono de su voz fue cambiando hasta hacerse más duro.
— ¡No!
—Lo siento Bella, no es mi intención molestarte. Es sólo que… Bueno, sabes que nuestros padres tienen planes para nosotros… Y… no sé cómo decirle a papá que me gusta otra persona— se ruborizó hasta la raíz de sus cabellos rubios. Sonreí aunque me sentí mal por ella.
—No somos novios Rosalie pero puedo decirle a Edward que hable con su padre— le sugerí.
— Sólo dile que si no está de acuerdo con esos planes hable con el Juez Masen y así mi padre no hablará todos los días del compromiso— se oía enfadada.
—Se lo diré— ella pareció más tranquila sonrió se despidió de mí. Por un momento pensé que me reclamaría por Edward ¿Cómo habría reaccionado yo? ¿Me habría molestado? ¿Le hubiera contestado mal?
El resto del día fue más de lo mismo, seguí lánguida sin Edward, en casa ni siquiera me miraron cuando volví.
Estaba a punto de acostarme, cansada pero contenta. Mañana sería un nuevo día y si seguían ignorándome así, podría sobrellevarlo. Ellas hablaron durante la cena pero no se dirigieron a mí ni para pedirme la sal. Eso era bueno, ahora al menos se esforzarían por alcanzar las cosas. Terminé de ponerme el camisón cuando Jessica entró en la habitación y sin decir palabra me empujó contra la pared. Mi espalda chocó contra la piedra dura.
— ¿Qué te sucede?— pregunté haciendo lo posible por no elevar la voz. No quería a doña madrastra metida aquí. Acaricié mi hombro que ella había golpeado para empujarme.
— ¿Dónde pasaste la noche?— gritó a voz en cuello, al parecer a Jessica no le importaba que su madre escuche esta conversación. Si esto podía llamarse así.
—Que te importa— dije sin ganas. No tenía ni un poquito de ganas de contarle nada.
—Claro que me importa y mucho. ¿Es cierto que te quedaste con Edward anoche, en una cueva sucia del bosque? ¿Es eso cierto?— parecía a punto de llorar. No entendía por qué. ¿Acaso mi hermanastra de verdad estaba prendada de Edward?
—No tengo por qué responderte eso. Y tú no deberías escuchar las conversaciones de los demás— le di la espalda para tomar mi cepillo a irme la cama.
— ¡Si tienes que responder! ¡Una señorita decente no pasa la noche con un muchacho! ¡Eso es sucio!
—No lo habría hecho si tu madre no me hubiera dejado en el bosque— replico enfadada.
— ¡Te metiste allí a propósito! ¡Siempre haces lo que sea para atraer la atención de Edward!
—No necesito hacer nada para obtener su atención. Pero no seas ridícula Jessica ¿Crees que me lastimé, me torcí el tobillo, me golpeé la cabeza y me desmayé apropósito?
— ¡Tú eres una simplona! ¡No te lo mereces!— estaba empezando a gritar nuevamente.
— ¿Y tú sí?— me crucé de brazos.
—Claro que sí. Yo tengo clase, soy guapa. Él debería ser mío, estar con alguien a su altura como yo.
—Entonces, espero que goces la decepción— sonreí.
Llegué a mi cama y me disponía a subirme cuando sentí un fuerte tirón en mis cabellos. Caí de espaldas al suelo. Jessica se puso golpeando mi rostro, sentí un arañazo y me defendí para que no me marque.
— ¡Te vas a alejar de él! ¿Me oíste?— gritaba y amenazaba mientras yo trataba de esquivar sus uñas. Pude zafar una de mis piernas y logré darle un puntapié en el estómago. Pero se me pasó la mano, le pegué con mucha fuerza. Salió hacia atrás disparada y se dio contra el armario del cual cayeron algunas cosas encima de su cabeza. Sentí pasos subir la escalera. Estaba levantándome del suelo cuando Jessica se lanzó sobre mí agarrando mis cabellos entre sus puños.
— ¡Deja a Edward! Aléjate de él o te voy a…
— ¿Qué es lo que pasa aquí?— gritó mi madrastra muy enojada. Su hija me soltó, retrocedí unos pasos para limpiar mis lágrimas, que habían salido cuando me jaló el cabello. Intenté acomodarme, tenía mi cabellera revuelta, mi camisón roto y magulladuras en mi espalda.
— ¡Bella es una descarada mamá! Me estaba diciendo cosas horribles— gritó.
—Fuiste tú quien me golpeó— me defendí.
—Estaba diciéndome donde pasó la noche mamá— comenzó a llorar de forma exagerada. —Ella no tiene decencia.
—Cálmate hija. Cuéntamelo todo.
—Yo quería dormir— empezó entre sollozos. —Pero ella comenzó a alardear como siempre lo hace. Dijo que anoche lo pasó muy bien con Edward. Que se quedaron juntos en una cueva. Qué se besaron y que hicieron cosas de adultos. Yo quería que se callara por eso la empujé— corrió a esconderse en el pecho materno. Me quedé boquiabierta. Nunca había pensado en que inventaría tantas mentiras.
— ¿Es eso cierto Isabella?— su madre me lanzó una mirada asesina.
—Yo no le dije eso. ¡Se lo está inventando!— grité para que me oyera porque el llanto de Jessica era estridente.
— ¿Pasaste la noche con ese muchacho? Escuché un rumor en el pueblo. Confiesa Isabella— demandó la señora.
Simplemente agaché la cabeza y asentí. Esa era la verdad, aunque no esté orgullosa de ello, sé que nada malo pasó entre Edward y yo. Pero al escucharlo como acusación no podía evitar sentirme avergonzada.
Levanté la vista para tratar de explicar las cosas. –No pasó nada…— sentí un fuerte golpe en la mejilla derecha.
—Eres una sinvergüenza, arribista y trepadora social. ¿Te has enredado con ese muchacho por dinero verdad? Pero no te va a resultar, nadie tomará en serio a una pobre huérfana, sin dote ni familia…
Mis lágrimas salieron sin querer. No me dolió el golpe ni los insultos que me gritaba. A mi mente vinieron las palabras del Juez Masen, eso sí me dolió. Yo sólo soy una simple chica de pueblo, con sueños muy altos. Edward era un príncipe y yo…
—No quiero que compartas habitación con mi hija, la manzana podrida contagia a las demás. ¡Vete al establo a dormir con los de tu clase!— gritó mi madrastra. Recogí una manta, me calcé mis pantuflas y salí de allí sin replicar. ¿De qué valdría discutir o pelear?
Caminé hacia el establo, la noche era fría. Fui bien recibida con mis animalitos, me hice un lugar en la paja junto a Blanquita y me arropé con la manta. No pude dormir bien esa noche, no estaba incómoda pero las pesadillas no me dejaron conciliar un sueño profundo. Varias veces me desperté asustada, como si estuviera escapando de algo. Quería que amaneciera para ir en busca de Edward. Él me quiere, juró que me llevaría de aquí. Lo demás no importa si estamos juntos.
Desperté cuando el sol brillaba, salí corriendo para cambiarme. Llegué a casa y me di cuenta que algunas de mis pertenencias estaban en el cuarto dónde se guardaban las provisiones, al lado de la cocina. Sin detenerme a preguntar por qué busqué un vestido, me lo puse, tomé mi bolso de la escuela y salí corriendo. Pero en el camino no encontré a Edward. Caminé sola hacia la escuela, llegué retrasada. Me llamaron la atención pero no me importó, lo busqué entre mis compañeros pero no estaba. Me senté sola. Desde una banca más adelante Alice me miró con tristeza. Quizás Jessica ya había regado el chisme. Esperé al descanso para poder hablar con mi prima.
— ¿Dónde está Edward?— pregunté sin rodeos y sin saludar.
—Sigue en la ciudad— intentó hablar normal pero detecté que su voz no era la misma.
—Necesito hablar con él ¿Podrías decirle que es muy urgente?
—Si Bella. Yo… yo le digo cuando vuelva— me volteó el rostro.
—Dime que es lo que pasa Alice. Te lo ruego, tú tienes algo— le supliqué a punto de llorar.
—Bella… ¡Ay Bella! Ayer, en la ciudad, Edward sufrió un accidente de coche. El juez Masen envió un telegrama esta mañana muy temprano. La señora Elizabeth salió para allá— se echó a llorar.
El mundo me pareció detenerse por un momento. Mi respiración, mi corazón, la gente a mi alrededor. Incluso las motas de polvo que cruzaban los rayos del sol que se colaban por las ventanas. Todo se detuvo.
Tomé aire, obligué a mis pulmones a llenarse para poder preguntar.
— ¿Un accidente? ¿Él esta…?— no pude terminar la pregunta porque no lo aceptaba. No era una opción.
—El telegrama no decía nada mucho, te lo traje para que lo vieras— sacó un papelito de si delantal.
"Beth urge tu presencia. Edward herido. Trae todo el dinero que puedas. Te amo."
No era muy específico, era frío como todos los telegramas. ¡Pero estaba vivo! Decía herido, no muerto. Sólo herido. ¿Qué tan grave sería? ¿Y para qué pedía todo el dinero?
Traté de pensar que debo hacer. Mi mente me daba muchas respuestas al mismo tiempo. No tengo dinero para ir a la ciudad. Igual no es relevante, podría vender algo, pedirle a alguien un préstamo. ¿Y luego?
—Bella, no llores. Edward no querría que sufrieras. Qué te parece si terminando las clases nos vamos a la ciudad.
—Pero es que no tengo…— no me había dado cuenta que mi rostro estaba húmedo.
—Yo tengo dinero suficiente para pagar el transporte ¿Qué dices? ¿Nos vamos cuando acabe la escuela?
—Está bien pero déjame ir a casa a sacar algunas cosas— pensé en mis objetos personales pues no creía que luego me dejen volver.
—No necesitas nada Bella, sabes que tienes ropa en casa de los Masen, yo te puedo dar un abrigo.
—Si mi madrastra me echa luego de esto, no podré recuperar las joyas que dejó mamá y la carta de Edward, es sólo un momento, Alice.
—Bien te estaré esperando lista. Nos iremos enseguida llegues, ya comeremos algo por allí.
—Bien— esperé con ansias que terminaran las clases, cada cierto tiempo mis ojos se humedecían, me desesperaba no saber nada de Edward.
Nunca se me hizo tan largo el tiempo. Apenas sonó la campana, corrí y no me detuve hasta llegar a casa. Sazoné aquel caldo lleno de verduras recocidas y carne que mi madrastra había intentado cocinar. Lo serví cuando llegó Jessica. En todo momento actué como si nada hasta que la señora se fue a su habitación. Busqué entre mis cosas pero no estaban las joyas de mamá, eso lo había dejado en el cajón de mi mesa de noche. Debía subir a buscarlo. Con cuidado y sin hacer ruido entré en mi habitación que ahora sólo ocupaba Jessica. En el cajón no estaban, busqué en todos los demás muebles y no había señales de ellas.
—Si buscas las baratijas será mejor que te olvides de ella— Jessica me miraba desde la puerta con una malvada sonrisa. –La carta si valía la pena pero ahora es mía.
—Esas joyas eran de mi mamá, devuélvemelas por favor. Quédate con la carta si quieres, pero dame lo único que me queda de madre. Te lo suplico— le rogué. No quería que se molestara conmigo, me tenía en sus manos. Malvada niña engreída. Edward podía escribirme muchas cartas más, tenía su amor. Eso era mucho más que un papel. “Edward ya voy, espérame” susurré mentalmente.
—Las dejé en el establo, en el corral de las vacas. Qué lástima que no tengamos cerdos para cumplir ese dicho que dice que no hay que echarles perlas a los marranos— su risa era tan mala como ella. Se oía como un proyecto de bruja. Algún día superaría a su madre si eso era posible.
Salí de allí decidida a recuperar las pocas pertenencias que aún conservaba de mamá y marcharme para siempre. Llegué al establo, busque en los corrales, no había señales de nada. Me estaba impacientando, Alice debía estar preocupada por mí.
Respiré hondo y me resigné a dejar allí el único recuerdo de mamá.
—Cuídense amiguitos. Los echaré mucho de menos— dije en voz alta acariciando a Blanquita por última vez.
Traté de abrir la puerta pero estaba cerrada por fuera, la sacudí pero no era posible abrirla. Grité muy fuerte pidiendo ayuda. No pude haber sido tan tonta como para encerrarme.
A través de las uniones de la maderas de la gruesa puerta, pude ver a Jessica, vestida con un traje nuevo. Venía caminando de puntas hacia el establo. Sin embargo parecía que la suciedad del suelo le impedía acercarse.
— ¡Bella! quédate con tus amados bichos. Mamá y yo nos vamos a la ciudad a ver cómo está mi futuro esposo— soltó una carcajada ridícula. — ¿Creías que íbamos a dejarte ir? Y para que no nos acuses con los Masen, te dejamos comida por allí. Hay panes viejos que puedes compartir con tus mugrosas mascotas. No tardaremos más de un día. O tal vez dos. Diviértete— sonrió levantando su mano para decir adiós.
— ¡No! Jessica por favor ábreme. ¡No me dejen aquí!— grité.
La rubia caminó de regreso a la carreta dónde su madre estaba esperándola. Me habían dejado encerrada. ¿Desde cuándo lo tenían planeado?
Pero Alice vendrá, yo sé que sí. Sólo debo esperar.
El día terminó y llegó la noche fría. Encendí una lámpara de aceite que estaba al lado de la puerta. Aún esperaba que alguien viniera por mí. Había intentado salir por el techo, golpeé cada madera con la esperanza que cediera por el tiempo o las polillas.
Nada. Papá había arreglado muy bien el cobertizo para que no entrara ningún animal predador. El estómago me rugía a pesar que no le quería prestar atención. Alice no había venido, algo debió haberle pasado. Fui en busca de alimento y acomodé la paja para descansar. La manta que traje la noche anterior estaba allí, la sacudí para eliminar bichos pero debajo de ella había un pequeño paquete bien envuelto. Olía a queso y a pan. Lo desenvolví, ambos estaban rancios y duros. “Quizás mañana pueda probar bocado” pensé.
No pude evitar que las lágrimas llegaran a mis ojos antes de dormir. Quiero ser más fuerte. Sobreponerme y luchar pero todo está oscuro, estoy encerrada y nadie sabe que estoy aquí. Todo está oscuro, sombrío. No sé qué pasará mañana, me asusta mucho este silencio. Esta incertidumbre que no me deja ver más allá. "La paciencia es una forma de fe" me había dicho Edward hace tiempo cuando me hacía esperar por una buena historia.
Yo tenía fe a pesar de todo, entonces podría tener un poco de paciencia también. Dormí pensando el ello. Y soñé que Edward y yo corríamos a través del pasillo de un tren de vapor. Nuestras manos unidas, los ojos radiantes de alegría.
**************
Pobre Bella ¿Dónde está Edward?
Gracias por leer y sus comentarios.
PATITO
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro