CAPITULO 14: CUMPLEAÑOS NO TAN FELIZ
—Una palabra que se escriba igual de izquierda a derecha y de derecha a izquierda— le pregunté a Edward un día en el refrigerio. Estaba entretenida resolviendo acertijos en el diario local.
—Bella— respondió.
—Edward estoy hablando en serio, Bella, si lo escribes al contrario es Alleb, no coincide— le reclamé.
—Ya la tengo— dijo riendo –Pero te costará.
— ¿Qué quieres por la palabra?— me entusiasmaba, jugar a los retos con él. A veces me pedía que yo bailara o que hiciera sonidos de animales.
—Un beso— sonrió. Yo me ruboricé. –En la mejilla, como el otro día. No estaba preparado y creo que no lo sentí— intentó excusarse algo avergonzado.
—Está bien pero no creo que sea un buen lugar hay mucha gente— respondí mirando a todos lados.
—Puedes quedármelo a deber.
—Hecho, ahora la palabra.
—Somos— sonrió dándome aquel dato.
—Si coincide, ya casi lo tengo.
— ¿Isabella puedo hablarte?— era Jasper Hale, estaría preocupado por Alice, Edward me había dicho por la mañana que estaba con fiebre y la señora Masen la obligó a guardar cama.
—Claro Jasper, dime— respondí atenta.
—Es algo personal si no te importa— su rostro adquirió una tonalidad sonrosada.
—No hay problema, yo me voy— Edward se puso de pie, se sacudió y se marchó. De mal humor otra vez. A veces ya no era tan divertido como antes, cambiaba de estado de ánimo con frecuencia y no podía entenderlo.
—Sé que Alice es tu prima y pues yo quería ir a visitarla pero me gustaría llevarle algo especial. ¿Podrías ayudarme?— me rogó.
—Pues no la conozco mucho y ya no vivimos juntas. Sé que le gustan mucho la moda y los accesorios...
—Algo más simbólico, no se— sonrió acercándose a mí para que no oyeran algunas chicas que estaban cerca.
—Ya lo tengo— contesté más alegre. — ¡Fresas silvestres! Le encantan. Además tú la salvaste cuando se le cayeron al riachuelo. Seguro que estará feliz con eso— lo animé. Se le formaron hoyuelos que jamás había visto en su rostro.
—Esa es muy buena idea. Pero no sé qué decirle. ¿Cómo llego? ¿Qué le digo? Ya sé que vive con los Masen— este chico parecía muy interesado en mi prima, más de lo normal.
—Pues creo que solo con tu presencia harás mucho— aseguré.
—Había escrito algo pero no me atrevo— dijo ruborizándose mucho. Era divertido verlo así. Me dio ternura, sabía que mi mejor amiga y prima Alice no cabría de emoción.
—Anda dímelo y te daré mi opinión— le sugerí, quería escuchar lo que había escrito para ella.
— Bien pero es algo cursi— respiró hondo y empezó suavemente.
"Hoy el sol ha brillado en tus ojos, he visto la luz y el muchacho del espejo me ha devuelto la sonrisa. Caminé entre murmullos tristes, promesas rotas y días oscuros, hasta que la estrella fugaz atravesó el firmamento, trayendo consigo la cantarina risa del río y...
— ¿Qué rayos haces Jasper?— la voz de Edward me asustó, yo estaba embelesada escuchando.
—Lo siento— dijo el rubio sonrojado. —Te veo luego Bella— se marchó muy avergonzado.
— ¡Eres un maleducado Edward Masen! no tenías por qué interrumpir...
— ¿Interrumpir?
—Claro que lo interrumpiste y además lo avergonzaste.
—Entiendo. ¿Te agrada Jasper?— preguntó muy serio.
—Claro que me agrada. Es muy bueno y escribe poesía...
— ¿Eso era lo que te decía? ¿Poesía?
—Sí, algo que él escribió.
—Discúlpame entonces, no volveré a interrumpirlos, si quieres ve con él— me dijo aún más molesto.
—Edward no seas ridículo, aún no termino de resolver esto. ¿Me ayudas?— le pedí.
—No, yo no soy poeta— se marchó.
¿Pero qué rayos le pasaba? Ya no era divertido como antes. Siempre parecía enfadado.
La campana sonó y entré al salón de clases nuevamente. Me senté al lado de Edward.
—Que afortunado soy de que aún quieras sentarte a mi lado— comentó con sarcasmo.
—Jamás nos hemos peleado Edward pero si te sigues portando así, me iré— lo amenacé. No me dijo nada más en todo el día. Al terminar las clases Mike se me acercó.
—Bella quisiera hablar contigo— se notaba un poco avergonzado.
—Otro más—susurró Edward recogió sus cosas y se marchó sin mirarme.
—Dime Mike— le dije sin muchas ganas, observando cómo mi mejor amigo salía del aula de clases.
—Bella sé que pronto será tu cumpleaños y quería saber si te gustaría salir a pasear— se veía que no le costaba mucho hablar sin Edward en medio.
—Mike, creo que habrá una reunión en casa de Edward, no sé mucho porque no me ha dado detalles. Ni la hora. Si quieres puedes ir— ¿Cómo le decía que no? Al menos esa era una buena excusa para evadirlo.
—Excelente. Estaré allí— sonrió guiñándome un ojos.
Recogí mis cosas y me apresuré a salir del aula, no había señales de Edward. Empecé a caminar decidida, si él no quería acompañarme era su problema, no el mío.
— ¿Te irás sin mí?— me dijo cuando estaba por llegar al camino. Su voz estaba más calmada.
—Claro que sí. Malhumorado— le reclamé.
—Lo siento, es que perdí el control. Discúlpame— sus ojos me miraban tan intensamente que me estremecí y mi corazón latió como loco. ¿Pero qué rayos nos pasaba hoy?
—No hay problema, quizás amaneciste con el pie izquierdo— le sonreí y apenas me devolvió la sonrisa.
— ¿Te interesa Jasper?—me preguntó.
— ¿Interesarme de qué modo?— pregunté muy intrigada.
—Ya sabes... de forma romántica— dijo muy despacio.
— ¿Romántica? ¿Cómo a las princesas les gustan los príncipes? ¿Para siempre?— no pude evitar preguntarle todo de golpe, no me había puesto a pensar en eso antes.
Jasper era muy lindo pero con Alice, traté de imaginarlo con un traje de príncipe, espada en la cintura, arrodillado con un zapato de cristal. Pero la única imagen que pude visualizar a su lado era a mi prima. Si, definitivamente Jasper podía ser un príncipe pero no para mí.
—Ya sabes que no hay príncipes, en este lado del mundo al menos. Pero más o menos la idea es esa. ¿Es él tu príncipe?— ahora se veía desanimado, como si tuviera que tomar alguna medicina que sabía mal. Me reí al pensar eso.
—Yo creo que él sería un buen príncipe... para Alice.
— ¿Alice?— preguntó algo más animado.
—Sí, creo que ella lo ve de ese modo y parece que él también. Lo que estaba recitándome era para ella. De seguro más tarde lo verás en tu casa. No te burles por favor y permite que la vea— le rogué.
—Claro, me parece estupendo— su rostro se iluminó y luego volvió a decaer.
— ¿Y ahora qué te pasa?— pregunté.
— ¿Y qué quería Mike?
—Salir conmigo por mi cumpleaños, no me quedó más remedio que invitarlo a tu casa. Y no preguntes sobre él, porque creo que tenemos claro desde hace tiempo que él es un sapo pero uno que no está encantado— le sonreí.
— ¿Él también irá? Vaya, pensaba que sería un día especial— se quejó.
—Claro que lo será. Sólo no me prepares muchas sorpresas— pedí.
—No tienes idea— aseguró y me asusté un poco.
Los días pasaron rápidamente, Alice se recuperó y a partir del día siguiente Jasper y ella se sentaron juntos, obligando a Emmett a sentarse al lado de Rosalie.
El sábado llegó y al amanecer salí corriendo al establo. Me sorprendí de encontrar a mi madrastra en la puerta del lugar donde vivían los animales.
—Buenos días señora. ¿Qué sucede?— dije mirando dentro para saber porque estaba aquí.
—Isabella, vete a la casa— me dijo muy molesta. Casi le obedezco sin pensar pero vi a alguien dentro del establo tratando de atrapar a mi cordero.
— ¿Qué pasa? ¿Qué le hacen a Querubín?— corrí dentro a calmar a mi animalito que estaba muy asustado.
—Isabella, deja a ese animal. Tenemos que vender algunos porque necesitamos dinero— me gritó.
—Pero no a él, por favor— rogué.
—Las gallinas nos dan huevos, la vaca leche y podemos vender la lana de las ovejas. Pero ese animal no produce nada. Lléveselo— le ordenó al hombre.
— ¡Es mío!— grité. –A usted no le cuesta nada dejarlo aquí, yo quien que lo alimento y lo cuido— me aferré a él y miraba como mis lágrimas mojaban su blanca y suave pelusa.
—Ya te dije que necesitamos dinero. Y estos animales son de todas, no sólo tuyos. Vete a tu habitación antes de que venda todos los animales de una buena vez— su mirada era implacable.
— ¿Por qué tanto escándalo?—Jessica entro como siempre cubriéndose la nariz como si todo le apestara.
—Jess, llévate a Isabella— ordenó su madre. Sentí que mi hermanastra tiraba de mí. Me tomó de un brazo y jalaba cuando no podía empujarme. Yo lloraba en silencio, sin fuerzas para nada y recién comenzaba el día. Nunca recibí peor un cumpleaños. Caminé sin mirar atrás y me senté en la cocina, mirando las piedras negruzcas del fogón. Si papá estuviera aquí, esto no pasaría. Volví a llorar nuevamente pensando en mi padre.
—Eres ridícula, tanto escándalo por un apestoso animal— Jessica se sentó a la mesa, yo seguía acurrucada al lado del fogón.
—No es sólo un animal. Es mi amigo, yo lo cuido, lo vi nacer, lo bautizamos— mis lágrimas caían abundantes. A lo lejos escuché las ruedas de una carreta alejándose, la puerta la puerta se abrió.
—No valía mucho pero alcanzará— escuché la voz de mi madrastra dirigirse a su hija. No se había dado cuenta de mi presencia.
—Podemos ir temprano, no quiero que me lo ganen— respondió Jessica muy contenta.
—Desde luego hija, sólo dile a esa niña que baje a preparar el desayuno y saldremos a comprarte ese sombrero—me indigné tanto que dejé de llorar. ¿Para eso vendieron a mi cordero? ¿Para comprarle un tonto sombrero a Jessica? En mi pecho nació un nuevo sentimiento y no era algo bueno. Sentí mucha rabia, deseos de correr e irme muy lejos de aquí. Me levanté despacio, los ojos de Jessica me miraron asustada.
—Bella prepara el desayuno— me dijo con algo de temor.
—Prepáratelo tú. Para eso tienes manos— le grité, corrí hacia la puerta, ni siquiera miré a mi madrastra, simplemente salí. No me importaba que aún trajera la bata puesta, quería alcanzar esa carreta, no sabía de qué modo pero aunque sea a la fuerza recuperaría a mi amiguito. Recordaba cuando nació, era una pequeña bolita blanca, los cuidé a él y a su madre. Fui tan feliz cuando Edward lo bautizó, lo calentito que se sentía en mis brazos.
Corrí pero no veía la carreta por ningún lado, llegué a una bifurcación de caminos. Miré en ambas direcciones sin saber hacia dónde seguir. Mis ojos se nublaron y mis rodillas se doblaron.
Caí de rodillas, sentí la tierra húmeda en mis manos. Esto era tan injusto. Ellas no tenían derecho de hacerme esto ¿Cómo podían ser tan crueles?
Escuché vagamente los cascos de un caballo, apenas me di cuenta de que alguien se acercaba a mí.
— ¿Bella? ¿Princesa que tienes?— Edward se acercó y me tomó en sus brazos. Traía flores que dejó a un lado para sostenerme mejor.
—Es mi cordero. Mi querubín. Mi madrastra lo vendió, para comprarle un sombrero a Jessica. Seguí la carreta pero no sé por dónde se fue— dije señalando los dos caminos. Él miró al piso, cómo siguiendo huellas. Me ayudó a incorporarme y me sentó en un tronco cerca del camino. Corrió a su caballo y sacó una capa, me la puso en los hombros y me envolvió con ella.
—Regresa a tu casa, por favor— rogó.
—Debo ir tras él— quise levantarme.
—Bella, mírame ¿Confías en mí?— preguntó. Yo asentí.
—Regresa a tu casa. Yo recuperaré a Querubín. Pero promete que volverás a tu casa, no quiero que nada malo te pase— volví a asentir intentando sonreírle. Me dio un beso en la mejilla y rápidamente saltó a su caballo. Miró el suelo otra vez y se decidió por uno de los caminos, en segundos desapareció. Estuve allí unos minutos y me levanté para regresar a casa. Caminé despacio y me acurruquen con la capa suave y caliente de Edward.
Llegué a casa mucho rato después porque no seguí el camino, no quería cruzarme con Jessica o con su madre. Cuando traté de entrar me di cuenta de que la puerta estaba cerrada. Fui a la ventana y también estaba con cerrojo. Me había quedado fuera de mi casa. Y tenía mucha hambre.
Fui al establo y me acurruqué en la paja. Cecilia, mi vaca, se me acercó y lamió mi rostro. Blanquita, mi oveja, se echó a mi lado, también lloraba.
—Edward lo salvará. Estoy segura— la consolé. Apoyó su cabeza en mi regazo. Pasé allí casi toda la mañana, el estómago me gruñía. Sentí el traqueteo de una carreta, salí a ver. Alice bajó de un salto y corrió hacia mí.
— ¡Estás aquí! Vine lo más rápido que pude. Por cierto feliz cumpleaños La cosita esa está en casa de Edward, es tan bonito— sonrió abrazándome, yo le correspondí con mucha fuerza.
—Gracias— apenas podía hablar.
—A mí no, ya sabes, ese muchacho está loquito por ti. Fue hasta el otro pueblo para recuperarlo y el pobre tuvo que dar tu obsequio a cambio del animalito. Pero como tienes varios más no creo que lo eches de menos— sonrió, yo apenas captaba lo que me había dicho. ¿Él estaba loquito por mí y eso que significaba? La miré más confundida todavía. —Te advertí que tu madrastra que era una bruja— sonrió –Así son todas, primero muy buenas y cuando pueden sacan sus garras de arpías, luego.... — no la dejé terminar.
— ¿Cómo está Querubín?— pregunté, eso era lo más importante.
—Está bien, es una monada. Edward dijo que se quedaría un tiempo con nosotros, ya que la bruja se podría molestar si lo traes de vuelta. Hasta a la señora Elizabeth le gustó. Creo que podré cuidarlo— me dijo sonriendo.
—Agradécele a Edward de mi parte—suspiré, no sabía si ahora podría ir a la reunión que habían planeado para mí, después de todo había salido gritando y no creo que mi madrastra estuviera muy contenta.
—No, agradécele tu misma. Pasamos por ti en unas horas.
—No creo que me dejen ir Alice. Antes de salir le grite a Jessica. Y cuando se marcharon me dejaron afuera de la casa.
— ¿Por eso estás aquí?— preguntó molesta —Par de lagartas, las vi en una boutique cuando venía para acá. Debes tener hambre— dijo mirándome. Fue corriendo a la carreta.
—Lo siento, debí llegar antes pero no me resistí en el camino, disfrútalas— me acercó un puñado de fresas, las comí mientras ella no paraba de hablarme.
—Es mi fruta favorita, el otro día Jasper me llevó muchas cuando enfermé. Estaba tan nervioso. Luego me recitó algo encantador y... ahora somos novios— comentó como quien habla de algo tan común. Casi se me atraganta una fresa.
— ¿Novios? ¿Se van a casar?— dije asustada.
—Tal vez—contestó sonriendo.
—Alice ¿no eres muy joven para eso? debes pensarlo bien. Acabas de conocerlo y no sabes mucho sobre su vida, de dónde es, sus gustos... sus padres.
—Bella, para con eso. No vamos a casarnos mañana, habrá tiempo para conocernos. Aunque no necesito tiempo. Yo sé que es él— me guiñó un ojo.
— ¿Qué es él? ¿A qué te refieres con eso?— pregunté.
—Ya sabes, la persona que esperas que llegue. El hombre de tus sueños. Tu príncipe— suspiró embelesada.
— ¿Jasper es tu príncipe? ¿Estás segura? ¿Cómo puedes saber eso?
—Yo lo sé. Lo siento. Es algo que supe desde que lo vi— era lo que siempre había oído, amor a primera vista.
— ¿Y que sientes?— pregunté.
—Bella, como si no lo supieras— sonrió.
—Claro que no lo sé— me defendí.
—Lo que pasa es que a ti te llegó sin darte cuenta. Pero es más o menos lo mismo que sienten tú y Edward— eso si me desquició. Edward y yo éramos amigos.
— ¡Edward es mi amigo!— grité.
—Ay Bella, pero que necia. La primera vez que pasé la noche contigo aquí, no dejaste de hablarme de él. Y las conté, fueron veinte veces que pronunciaste su nombre despierta y otras tantas cuando estabas dormida. Ahora que vivo en su casa, él solo habla de ti, en el desayuno y en la cena. Nunca faltas tú en su conversación. Cuando vamos al colegio no hace otra cosa más que hablar de ti. Por eso ya no quiero ir con él. El otro día su padre hizo un comentario sobre el noviazgo que desea entre él y Rosalie y hubieras visto cómo se puso. Si eso no es amor, me trago mi sombrero— dijo mirando su precioso sombrero que tenía en el regazo.
Me quedé en shock ¿Era amor? ¿Eso era lo que compartíamos? Siempre pensé que era amistad, una amistad especial, muy fuerte, que nunca terminaría.
— ¿Oye Bella estas bien?— preguntó.
—Sí. Es sólo que todo lo que me dices... no puede ser... Somos amigos
—Desde luego pero a ver dime. ¿Te gustaría que se case con Rosalie?— preguntó, eso no me agradaba en absoluto, sólo que no me enfurecía sino que me causaba una profunda tristeza.
—No, pero si él quisiera hacerlo, le desearía que fuera feliz— era sincera, jamás me opondría pero sé que me dolería mucho.
— ¿Y si se casara con Jessica?— preguntó.
— ¡Con esa nunca!— grité muy molesta.
—Lo vez, no quieres que se case.
—Es que es muy joven— murmuré.
—Al diablo con la edad, el amor no depende de eso— iba a responderle cuando escuché a lo lejos las ruedas de un coche. La miré asustada. —Señal de que la linda prima debe irse— se levantó de inmediato. –Vendremos de todas formas, así te encierren en la torre más alta, esas brujas no nos impedirán verte— dijo mientras salía muy rápido. La seguí con la vista, subió de un salto a la carreta y se fue antes de que Jessica y su madre llegaran.
¿Me regañaría? ¿Me dejaría ir?
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Cuanta maldad. Pobre Bella.
PATITO
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