CAPÍTULO 11: SOLA
Al día siguiente por la tarde ellos llegaron. Me acerqué a recibir a mi padre. Lo había echado de menos, aunque no solíamos tener largas conversaciones, su sola compañía me hacía sentir segura. Su ausencia me causó mucho miedo.
—Bella te he extrañado tanto- me envolvió con sus grandes brazos.
—Yo también papá—dije abrazándolo.
— ¡Mamá!— corrió Jessica hacia su madre.
—Charlie debemos irnos ya, creo que estamos abusando mucho de la hospitalidad de mi hermana— advirtió la señora abrazando a su hija.
Sacamos nuestras pertenencias de la habitación y nos encaminamos a casa. Viviríamos ahora todos juntos. Sólo esperaba que no noten mi presencia y pasar lo más desapercibida posible. Sé que no soy del agrado de mi nueva madrastra ni de su hija. Tampoco fingiré que cariño. Pero creo que hacer amistad está bien.
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Llevábamos dos semanas en casa, Jessica había acaparado mucho espacio en nuestra habitación porque tenía más cosas que yo.
El baño estaba atiborrado de frascos, pomos, cremas y aceites, al parecer ser mujer requería más trabajo del que yo sabía.
Todos los días me levantaba muy temprano para alimentar a mis animalitos. Mi cordero estaba cada día más grande y tenía algunas camadas de polluelos. Después de recoger los huevos, preparaba el desayuno. Papá salía temprano a trabajar y ellas dormían hasta tarde. La señora Amanda hablaba poco pero Jessica se fijaba en todo.
—No entiendo cómo puedes pasarte tanto tiempo con esos animales sucios Bella, olerás a establo— decía continuamente.
—Alguien tiene que alimentarlos. Yo lo hago desde que era niña— dije encogiéndomelos hombros.
Ahora ya no preparaba el almuerzo pues a la hora que ellas se despertaban llegaba una mujer a ayudarles con la comida y los demás quehaceres. Esto me dejaba tiempo libre para pasarla con mis engreídos.
Iniciábamos agosto, un mes caluroso aunque sabía que las vacaciones pronto terminarían. Edward venía todas las tardes y conversábamos en el establo un lugar donde Jessica no nos molestaba.
—Entonces ¿Te tratan bien princesa?— me preguntaba casi a diario.
—No me quejo, Jessica no para de hablar todo el día y su madre no es muy comunicativa. Pero no me desagradan.
—Pronto comenzaremos otro año en la escuela, nos vamos a divertir mucho— decía mientras tenía en su regazo a Querubín.
—Sí, el colegio será divertido, podremos hacer muchas travesuras— contesté sonriendo.
Esa noche vi muy pensativo a papá. Sabía que algo lo preocupaba. Usualmente nos sentábamos juntos después de la cena pero se fue a acostar temprano.
Al día siguiente la señora no se levantó de la cama, Jessica dijo que le dolía la cabeza. Esa misma tarde papá llegó más temprano y entró al establo donde yo daba su alimento de la tarde a mis polluelos.
—Hija siéntate conmigo— dijo con la misma cara de preocupación del día anterior.
—Papá ¿pasa algo malo?— pregunté. Creo que no eran buenas noticias.
—Pequeña no es nada malo pero debo ausentarme unos días.
— ¿Otra vez?— me quejé.
—Si hija, no demoraré más de una semana.
— ¿A dónde vas papá?— pregunté muy triste.
—Debo ir a New York, recibí una carta hace unos días, tengo un hermano muy enfermo.
—Nunca hablaste de un hermano— le reproché.
—Yo tampoco sabía pequeña, mi padre nos abandonó a mamá y a mí cuando yo tenía ocho años. Se volvió a casar y tuvo un hijo. La semana pasada me llegó una carta, parece que él está muy enfermo y quiere que me haga cargo de su hija. A Amanda no le gusta la idea, ya sabes lo apretados que estamos pero es mi sobrina y no puedo dejarla desamparada. Ya que no tiene madre, seguro la enviarán a un orfanato cuando muera mi hermano Brandon.
— ¿Tengo una prima? ¿La traerás con nosotros?— pregunté muy animada, la idea de tener a alguien con quien conversar y jugar me alegraba mucho.
—Sí, su nombre es Alice, es un año menor que tú, quizás nos cueste adaptarnos, pero no podemos dejarla sola.
—Entonces ve papá, tienes que hacerlo. Yo tampoco quiero que se quede sola—le rogué, me apenaba que se fuera pero me entristecía más saber que mi prima podía estar abandonada en estos momentos.
—Me preocupa dejarte a ti sola, no estoy seguro si la pasarás bien— dijo acariciándome los cabellos.
—No hay cuidado papá ellas no son malas conmigo, me portaré muy bien. Ayudaré en todo, ya verás- le sonreí para animarlo.
Al siguiente día muy temprano papá inició su viaje hacia New York, sabía que primero iría a Pittsburgh a dejar unos documentos que el Juez Masen le había encomendado. Jessica se levantó pasado el mediodía pero su madre no abandonó la cama hasta la tarde.
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— ¿Se la pasa todo el día durmiendo?—me preguntó Edward esa tarde.
—Le duele la cabeza, Edward ¿Por qué no te simpatizan?— pregunté.
—Porque son un par de brujas. Lo siento Bella no debo expresarme así. Pero es que no me parecen buenas. Es que…
—A mí tampoco me parecen una maravilla pero ahora son mi familia. Además papá traerá a una sobrina para vivir con nosotros, no sé porque pero creo que nos llevaremos muy bien, ambas no tenemos madre.
— ¿Bella? ¡Tengo hambre!— Jessica apareció en el establo.
—Hay comida en la cocina— le respondí.
— ¿Edward? ¿Qué haces aquí?- la rubia se sorprendió al verlo. -Deberías visitarnos en nuestra sala como todo el mundo—se quejó.
—Me gustan los animales—se excusó él.
Me despedí de Edward y fui a calentar la cena. La señora ya se había levantado y tomamos nuestros alimentos en silencio.
—No deberías recibir visitas cuando estás sola, eres muy descarada—me acusó Jessica apenas terminó su plato.
—Edward siempre ha venido a verme, aquí o al establo. Es mi mejor amigo— me defendí.
—Pues mi madre no aprobará eso— sentenció. Evité mirar a la señora que no se había pronunciado aún.
—A mi padre no le importa—agaché la cabeza, no entendía porque tanto aspaviento.
—Pues ahora tu padre no está aquí—la voz fría y lacerante de mi madrastra me asustó. –No es apropiado que recibas visitas a solas. Si ese muchacho quiere hablar contigo debe solicitarlo primero—sentenció.
—Si señora le diré que venga a hablar con usted— respondí mientras me levantaba a servirles té.
Al día siguiente esperé a Edward fuera de casa. En el camino.
—Hola princesa Bella, porque tan formal- dijo al verme con un vestido nuevo.
—No podemos hablar en el establo, la señora dice que debes pedir permiso para hablar conmigo- me encogí de hombros.
— ¿Lo quiere verbalmente o por escrito?— se burló.
— ¡Edward! No creo que sea buena idea que vengas todos los días, seguramente Jessica va a estar siempre allí y no podremos hablar de nada.
—Hablaré con esa señora, no puede evitar que te vea. Cuando regrese tu padre pediré permiso.
Dejé pasar a Edward y se quedó en la sala, subí a avisarle a la señora por alguna razón no sabía cómo llamarla. Me trababa siempre.
—Señora, Edward Masen está aquí, solicita hablar con usted—le avisé.
—Ve a tu habitación, en seguida bajo. Jessica ve a atender a las visitas— le mandó a su hija que estaba a su lado, quien salió disparada hacia la sala.
Me fui a mi habitación muy molesta. Pero a los minutos no oí nada y me acerqué a la escalera.
—No es correcto que la hija menor reciba visitas antes que la mayor. Jessica es la mayor en esta casa y es a ella a quien se le debe cortejar, no a Isabella- escuché la voz nasal de la mujer.
—Señora no estoy cortejando a nadie. Bella y yo somos amigos desde niños, sólo quiero conversar con ella.
— ¿Qué edad tienes muchacho?— le preguntó.
—Acabo de cumplir 17—dijo él.
—Pues a esa edad un joven ya tiene la madurez para muchas cosas, no quiero que piensen mal de Isabella. A menos que formalmente vengas con tus padres no te puedo abrir las puertas de esta casa.
—Entonces los traeré mañana si con eso puedo ver a Bella—agregó mi amigo a punto de marcharse.
—Ya te dije que la mayor es Jessica— volvió a insistir mi madrastra.
—Pero es con Bella con quien deseo hablar, señora. Jessica y yo no somos muy amigos.
—Entonces tendrás que esperar a que mi Jessica se comprometa para poder visitar a Isabella— sentenció tajante.
—Como usted diga señora—le respondió Edward saliendo de casa.
Fui a mi habitación para verlo marcharse desde la ventana, me miro con tristeza y se fue. Me quedé muy afligida también, él era mi mejor amigo y me sentía sola. Esperaba que papá pronto estuviera de vuelta y me permitiera ver a Edward como siempre.
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Los días pasaron rápido y Charlie no regresaba. Esperaba que apareciera por el camino, me sentaba algunas tardes en el portal de la casa a esperarlo.
Había pasado una semana como él dijo. No había sido tan malo, salvo porque no podía ver a Edward pero esperaba que papá lo arreglara en cuanto llegara.
Las vacaciones se me hacían tan largas, sólo tenía el consuelo de mis animalitos. Pero esa tarde papá no llegó, ni al día siguiente, ni al siguiente de ése.
La madre de Jessica fue a ver al juez Masen para preguntarle. Regresó un poco contrariada.
— ¿Señora sabe algo de papá?—le pregunté.
—Nadie sabe nada— respondió subiendo a su habitación.
Pasados tres días me dirigí al despacho del padre de Edward ya que la señora no salía de su habitación ni quería hablar conmigo. Aproveché que Jessica se levantaba tarde para tomar un caballo y escabullirme.
— ¿Se te ofrece algo niña?— preguntó la secretaria.
—Sí, deseo ver al juez por favor.
— ¿Tienes cita?— me miró con desdén.
—No, pero será rápido, es algo personal.
—El juez no atiende asuntos personales en horarios de trabajo y no recibe a nadie sin cita.
—Verá soy Isabella Swan y quería preguntarle…
— ¿Eres la hija de Charlie?
—Si—respondí tímidamente ya que la mirada que me dio al saber quién era mi padre no era grata.
—Tendrás que esperar hasta que salga, si es que te quiere atender. Estamos muy atareados ya que tu padre no entregó ciertos documentos— dijo mirándome con desprecio.
—Esperaré— me senté en una de las bancas. Después de una hora oí pasos y voces que llegaban desde fuera.
— ¿Bella? ¿Qué haces aquí?— era Edward que corrió a mi lado. Me miraba con cierta desesperación. — ¿Estás bien? Cuanto lo siento—me estremecí, al parecer era la única que no sabía lo que pasaba, lo miré confusa.
—Quiero preguntarle a tu papá que fue lo que le pasó al mío. La madre de Jessica no me ha querido decir nada.
—Claro que si princesa, le preguntarás personalmente, pensé que ya lo sabías.
Tomó mi mano, saludé a su madre y caminamos juntos al despacho.
—El juez está ocupado— advirtió su secretaria.
—Lauren, mi esposo jamás rehusaría recibir a Bella—le reprochó la señora Masen. –Y nunca está ocupado para su familia.
Entramos al despacho, el juez se sorprendió de vernos pero vino a saludarme.
—Bella sé que debes estar preocupada, créeme que estamos haciendo lo posible por buscar a Charlie— dijo al soltar mi mano, en ese momento sentí ganas de llorar, usualmente era muy fuerte y reía mucho pero había perdido parte de esa felicidad cuando esas mujeres entraron en nuestras vidas. Y ahora no sabía dónde se hallaba mi papá.
-¿Buscarlo?- pregunté a punto de que mis lágrimas me vencieran.
—Veo que Amanda no te ha dicho nada- se pasó una mano por el cabello, tal y cómo lo hacía su hijo cuando estaba preocupado. -Tu padre está desaparecido, no llegó a New York, ni a los lugares donde debía entregar los documentos que le encargué. No se ha reportado ningún accidente, ni muerte. No debes temer lo peor. Creemos que fue… quizás plagiado.
-¿Plagiado? ¿Mi papá?- no podía imaginar algo así.
-Algunos caminos son peligrosos Bella, las ciudades también. Tu padre no llevaba mucho dinero cómo para ser víctima de un asalto. Pero hay gente que es mala…
—Sólo quiero que regrese— rompí a llorar. –Sólo quiero a mi padre de vuelta- Edward me abrazó y me atrajo contra su pecho. Su madre me alcanzó un poco de agua.
—Princesa sé que es difícil, debes tener paciencia, verás que pronto aparece, ten fe— me reconfortó y estuvo allí conmigo hasta que me calmé. Después me llevaron a comer con ellos, tenían tanta seguridad de que papá volvería que me alivió mucho escucharlos. Por la tarde Edward me acompañó a casa, donde la señora me estaba esperando con cara de pocos amigos.
— ¿Dónde estabas?— me gritó furiosa apenas me bajé del caballo.
—Fui a buscar al juez, siento haberme demorado- me disculpé.
-Si señora, Bella almorzó con nosotros. Lamentamos la demora, mi padre está investigando la desaparición, ya dio parte a las autoridades y ha enviado a uno de sus ayudantes a buscarlo- Edward parecía muy seguro que todo se solucionaría y yo confiaba en eso, sin embargo la señora entró a la casa sin decir palabra.
-Debo entrar- dije preocupada.
-Ve princesa, yo dejo tu caballo en el estableo. Nos vemos pronto- mi amigo se despidió y yo también entré a la casa para darle esperanzas a mi madrastra.
-Estoy segura que mi papá aparecerá pronto…
—Entonces ya sabes que tu padre se fue— dijo secamente.
— ¡No se ha ido!- protesté. -Algo debió pasarle. El juez me dijo que lo están buscando.
—No sufrió un accidente, no ha muerto. Simplemente no está. Es obvio que se marchó.
— ¡Papá nunca me dejaría!—grité –Él me ama, no me abandonaría.
— ¿Y a nosotras si?— me respondió con sarcasmo.
—Yo no dije eso— me defendí, mis lágrimas empezaron a salir no podía detenerlas.
—Claro que no. Pero lo pensaste— me miró con odio. — ¿Qué crees que haremos ahora? Soy una mujer sola con dos niñas. Mi situación ya era difícil antes de casarme, ahora es mucho peor. ¿De dónde sacaremos dinero para comer?
—Papá tiene ahorros en el banco, tenemos una parcela alquilada a tres kilómetros de aquí. Aún hay tenemos animalitos- me estremecí al pensar en mis amiguitos, habría que comerlos si papá no vuelve pronto. –Tal vez… ¿podríamos trabajar?- ya estaba pensando dónde emplearme. Sin duda sé hacer muchas cosas.
— ¿Trabajar? Amanda Tremaine jamás ha trabajado como cualquier vulgar campesina ¿Pretendes acaso que mi Jessica, hija de un Coronel de la milicia, sea una empleadita de pueblo? Desde ahora no tendremos más personal de servicio y tendrás que ganarte tu alimento haciendo los deberes de la casa. Empeñaré mis joyas, es lo más deshonroso que puedo hacer. Y en el banco no queda mucho dinero. La boda fue costosa.
—Sé que papá volverá pronto, en serio, no tiene por qué hacer eso con sus joyas— le rogué.
—Cállate. Mañana mismo iré al banco, veremos cuanto nos duran esos ahorros.
A partir de ese día cociné, limpié y ordené en la casa. No me molestaba tanto como su silencio y las muestras abiertas de desprecio que Jessica me hacía. Sentía que de alguna forma tenía que compensar el que papá no pudiera estar aquí. Por dentro me estaba quebrando, sentía un gran vacío. Y no tenía a nadie con quien compartir esto. Rezaba porque papá estuviera bien y volviera pronto. Echaba tanto de menos a Edward. No me dejaban verlo ni salir de casa.
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Brujas, se aprovechan de Bella
PATITO
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