Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

9. ¡Regulus de Leo!


La semana siguiente a su regreso a El Santuario, Regulus entra de cabeza en la espantosa tarea de ir a disculparse con cada Santo por su actitud infantil desde su ascenso como Santo de Leo. Las reacciones son variopintas. Desde el joven Shion haciéndole reflexionar su conducta, la mirada comprensiva de Hasgard y la crítica destructiva de Aspros.

De ahí, pasa a la práctica de meditación con Asmita para evitar otro evento parecido, el bochornoso relato de lo acontecido ese día por parte del jocoso Dohko, la exasperante repetición de su disculpa durante seis horas ante el curiosamente "sordo por un día" Kardia y el sermón de Sisyphus.

Culmina con la reprimenda de Cid, el análisis lógico del suceso con Dégel y la mirada aterradora de Albafica, quizá porque no quiso escucharlo cuando quiso abogar por Manigoldo. Sin contar con el castigo del Patriarca por la reacción desmedida contra uno de sus compañeros de armas. Cuando regresa con Manigoldo, está agotado.

—Ya terminé de disculparme —se masajea la nuca—. Me pasé casi toda la semana de descanso en esto.

—¿Aprendiste algo? —se interesa puliendo su armadura con ahínco y devoción.

—Sí, no vuelvo a hacerlo —gimotea desvalido—. ¡Terminé con muchas tareas encima! —deja caer la cabeza derrotado—. Debo ayudar a Shion cuando repare armaduras y conseguirle materiales, cuidar de los niños huérfanos de Hasgard en mis siguientes ocho días libres para aprender sobre paciencia, hacer compras en Rodorio para Aspros por un año e ir a meditar las siguientes doce semanas con Asmita, aunque eso también es porque le pedí ayuda para controlar mis emociones —reconoce con timidez.

     »Además, debo enseñar a Dohko a hacerse uno con la naturaleza para pasar desapercibido de los Espectros —gruñe irritado—. ¡¿Cómo voy a hacer eso?! Mientras lo descubro, también debo limpiar el Templo de Escorpio todos los sábados durante un año, llevar un diario para mi tío, ayudar a entrenar a los discípulos de Cid cuando esté ausente, leer 5 libros sobre ética y discutir sobre ellos, cortesía de Dégel y ¡Su Santidad quiere que haga una recopilación de los datos importantes de esta Guerra Santa para la posteridad!

—Ah, excelente, ninguno me decepcionó —sonríe pletórico—. Éste es un buen día.

—No sé de dónde sacaré tiempo para entrenar y cumplir con mis tareas como Santo.

—La próxima vez, controla tu carácter.

—Ya sé, ya sé, todos me lo dijeron: "cintrili ti ciríctir" —remeda histérico.

—Por cierto, ten —le ofrece una carta—. Me pidieron que te la entregara.

—¿Y esto? —la lee—. ¡Nooo! Albafica también quiere la compra de los víveres, al menos él la quiere por seis meses y no como Aspros que se ensañó conmigo...

—¿Cómo dices? —se la arrebata y la revisa—. Ese quiere recoger sus florecitas en Yomotsu —reniega con pedantería—. Tendré que hablar con él seriamente o amenazar con decirle a Kardia, para que se modere.

El chico no presta atención, ahora entiende por qué su tío le pidió llevar el diario. Debe anotar todo o se olvidará de algo y de sólo imaginar el tener a sus camaradas encima suyo molestos por el incumplimiento de su penitencia... No, es mejor organizarse.

Al menos, espera obtener algo importante y se lanza a ello:

—¿Ya me perdonas, Manigoldo? —le hace pucherito.

—No, termina con tus castigos y sólo entonces, sabré que tu disculpa es seria y sincera.

—Eres un rencoroso —murmura con molestia.

—¿Qué dijiste? —arquea una ceja.

—Que eres un receloso —acomoda con sonrisa inocente—, con lo de Albafica, digo yo.

Cierto, Albafica es parte de su trío. Por eso lo cuida y protege con tanta consideración.

—Sí, algo así —bosteza—. ¿Ya te permitieron los demás hablarles por su nombre?

—No, hasta que termine mi penitencia. Lo hago sólo contigo. De señor en señor, no terminaré de contarte y estoy cansado.

—Ve a descansar entonces —le da palmaditas en la espalda—. Ah y ten —le entrega algo.

Se asoma al interior del bolso y extrae un delicioso queso y una ánfora.

—¿Y esto? —agita el envase y se ilusiona con la idea de que sea vino. 

¡Por fin lo probará! Aunque todavía le faltan como siete meses para cumplir los 18 años... ¿Será un regalo anticipado?

—Leche —informa el mayor pinchando la esperanza de Regulus—, tomarás leche hasta que te salga queso por las orejas. Ese es mi castigo adicional para ti.

—¡No es justo! ¡No soy un niño! —zapatea indignado—. ¡Por tu culpa odio la leche!

—No me importa. Cada que pases por aquí, me pedirás la leche del día y cuidadito con que no te la tomes.

—¿Porque es leche de cangrejo y te costó conseguirla? —agita la ánfora con elocuencia.

Las cuencas de los ojos de Manigoldo casi escapan de sus confines y sus mejillas adquieren una tonalidad más roja que los tomates. Desvía la mirada con perturbado y con una más que visible falta de palabras.

     »¡Te atrapé! —celebra victorioso—. Yo sabía que los cangrejos no dan leche. ¡Si nacen de los huevos!

—Sí, sí, tú, inteligente —carraspea recuperando el aplomo—. ¡Ahora fuera de aquí!

El pequeño triunfo contra Manigoldo alivia un poco su grima y le dibuja una sonrisa en la boca. ¡Dos pueden jugar a meter en aprietos al otro!

Al voltear el rostro hacia la comida, su corazón se llena de adoración. Manigoldo le ha vuelto a comprar queso, como en sus entrenamientos y no cualquier queso, sino su favorito. El saber que el Santo de Cáncer aún recuerda sus gustos y no escatima en satisfacerlos, aunque el capricho sea el más caro de todos, le embarga de felicidad y ánimo para terminar sus tareas sin rechistar.




Los meses transcurren lento o rápido, según la perspectiva de cada habitante de El Santuario. Para Regulus, el paso de Cronos es agónico.

¡Ahora entiende por qué Manigoldo se encaprichó en su condición de perdonarlo si termina sus encomiendas y no antes!

Decir que los castigos por su exabrupto son un suplicio, se queda corto. Muy, muy, muy, muuuuy corto. ¿Por qué se complicó tanto la vida por obtener un perdón? ¿Por qué no se ensañó con Manigoldo cuando le pidió perdón por exacerbarse en el último pueblo? 

¡Por eso dijo que era tan fácil de complacer!

Compaginar su vida con tanto ir y venir, de Templo en Templo, cumpliendo comandas, arreglando, vigilando, cuidando, meditando, estudiando, recopilando, aleccionando, malabareando con sus obligaciones como guardián del Quinto Templo, con el despertar de Hades cerca y los Espectros jodiendo...

Es ¡devastador!

Cada noche termina en la cama agotado y a veces, cualquier lugar es bueno para echarse una siestecita y reponer fuerzas.

Agradece, dentro de tanta locura, el cambio en Sisyphus auspiciado por camaradas como Cid o Hasgard. Lo que más le gusta es cuando su tío lo invita a charlas importantes y se olvida del vínculo familiar, discutiendo con él aspectos de la Guerra Santa con absoluta seriedad y tomando en absoluta consideración su punto de vista.

Eso le sirve también para llevar los anales solicitados por el Patriarca.

También sucede algo emocionante con Manigoldo. Con paso de cangrejo, a veces avanzando y las más, retrocediendo, el mayor le abre las puertas a la faceta de la amistad, dejando muy atrás el vínculo maestro-alumno.

La absoluta exaltación se acumula en el joven, al desprender capas y sacar a la luz aspectos ínfimos, como su afición por las hierbas aromáticas o su experticia con la madera y el cuchillo, creando figuras alucinantes con algo de tiempo y ganas.

Cronos lo hace adicto a compartir sus tiempos con el Santo de Cáncer y para justificar tanta cercanía, Regulus se afana en desafiarlo durante los entrenamientos o conseguirle diversos brotes de hierbas aromáticas, aprovechando su conocimiento de la madre tierra. Brotes que son muy bien recibidos por el cuarto custodio.

¿Para qué los usa? Es un misterio. ¡La cebolla se jacta de poseer demasiadas capas!

A cambio, el Santo de Cáncer sigue con su costumbre de ofrecerle su queso favorito con la maldita leche mientras le enseña un poco de su idioma. Le relata sus anécdotas durante sus misiones y, cuando regresa de ellas, lo hace con las manos llenas. Los obsequios que más aprecia son las figuritas hechas en madera y pronto, inicia una colección de ellas. Aunque la última vez, su regalo fue rechazado tajantemente: leche de cabra... ¡Idiota!

Pasan mucho tiempo juntos, siempre y cuando no lleguen Albafica o Kardia porque ahí, Manigoldo lo deja más solo que el uno y les dedica su atención. ¡Cómo envidia a ese par! Le fascinaría ocupar ese sitio en la vida de Manigoldo y que los deje por estar a su lado.

El manto de oscuridad cubriendo este lapso de paz, resulta ser la continua práctica de sacrificios. Uno a otro, los Santos de Athena traen noticias al respecto y, por más que Regulus desea participar en una misión, sus ocupaciones dentro de El Santuario, lo evitan. Quizá es mejor así.

Cumpliendo con su penitencia, entrenando y capacitándose, apaciguando su carácter volátil y demás cosas agobiantes, sigue la burra andando.



—¡Reg, Reg!

La burra, que diga, el león andando por las calles de Rodorio se detiene al reconocer la voz y aguarda con deleite a Jonathan. El rubio llega y se agacha para jalar aire. Regulus acomoda el bolso semi-lleno a sus espaldas.

—¡Qué buen ritmo tienes, Nathan! —le admira con una sonrisa—. Hola, ¿cómo estás?

—Enojado, así estoy —jadea una y otra vez—. ¡¿Dónde has estado?! —le increpa manoteando el aire—. Hace meses que no te veo. ¡Meses! Incluso tu cumpleaños será en dos semanas y ni siquiera hemos organizado qué hacer para ese día y me encantaría celebrarlo contigo.

—Lo siento, no estuvo en mis manos dejarte solo por tanto tiempo —justifica con sinceridad—. Quizá podamos organizar algo después —avergonzado, se mesa los cabellos—. Ven, estoy haciendo diligencias —prosigue su camino y el otro lo sigue.

—¿Cómo puede ser que un... un...? —se calla, observa a su alrededor y mientras camina, le susurra cómplice—. ¿Una persona como tú —es elocuente—, haga mandados?

—Estoy en penitencia. No te lo pude avisar porque, por obvias razones, me fue imposible buscarte —explica llegando al pequeño viñedo del pueblo—. Ahora regreso.

Entra, compra los objetos del listado de Aspros y de paso, lo solicitado por su tío en cuanto supo que iría a Rodorio. Sale con el morral más lleno en la espalda.

—¿Cómo puede ser que estés en penitencia? —indaga Jonathan— ¿Por qué?

—Por no controlar mi carácter —lo resume—. De todas formas hoy confiaba que nos íbamos a encontrar porque, por fin, compraré un par de cosas con tu padre. ¿Vamos?

—¿A la herrería? —restriega sus manos—. ¿No quieres que lo haga por ti? —se interpone en su camino y sonríe nervioso—. Así aprovechas el tiempo y haces más.

—No, debo ir y asegurarme que se haga conforme a unas especificaciones. Además, es lo último de mi lista y tengo tiempo. Anda, vamos —sonríe y avanza—. Verte me alegra el día. ¿Cómo has estado?

—Preocupado por ti, ya te lo dije —traga saliva—. ¿Cuánto tiempo más estarás así?

—Dos meses más, si los señores Dohko y Cid no se van de misión.

—No pensé que hasta ustedes tuvieran castigos —camina sin ánimo.

—Digamos que... los tenemos y fueron benevolentes conmigo.

—De cualquier forma, me tomo muy en serio lo de celebrar tu cumpleaños. ¡Cumplirás 18!

—Por supuesto, pero vamos, también tú cumplirás a inicios de Noviembre y como tengo el temor fundado de que no me dejen salir por esas fechas, celebremos el de ambos aunque sea muy temprano. ¿Te parece bien?

—Pues no mucho. Saber que te ausentarás para mi cumpleaños me acongoja.

—De verdad lo lamento, Nathan, pero son gajes del oficio.

Llegan a la herrería y es recibido por el padre de Jonathan. Un hombre de complexión robusta y atlética por su oficio, de talante rígido e intransigente, incluso antipático y hosco como Kardia. Durante su compra, el ambiente es abrumador, a pesar de la eficiencia del hombre al preparar las piezas requeridas.

Los gestos turbados de su amigo mientras ayuda a su padre, le generan múltiples preguntas. Se las calla por la presencia recelosa del herrero y su mirada cargada de escrúpulos cada vez que se posa en Regulus.

El hombretón lo hace sentir poco bienvenido. Al grado tal, que agradece al recibir la mercancía solicitada por Shion en menos tiempo de lo presupuestado. Le hubiera sido casi insostenible esta atmósfera asfixiante sin rechistar.

—Te ayudaré a llevar las cosas, chico —murmura el herrero áspero y con rostro ríspido—. Son demasiado pesadas y ya traes demasiados paquetes.

—Gracias, pero yo puedo con ello, señor —le sonríe calmado a pesar de todo—. Es muy amable de su parte.

Carga las cosas sin problemas. Para él, tienen el peso de una pluma. El hombre se muestra desconcertado y le dirige a su hijo una mirada llena de suspicacia. Jonathan evade los cuestionamientos silenciosos del hombretón con habilidad.

—Y-yo iré a ayudarlo —susurra saliendo tras él.

Regulus permite que tome el bolso con víveres como excusa para irse juntos.

»Lo lamento, mi padre tiende a ser muy grosero con algunas personas —explica cuando se han alejado sus buenos metros de su hogar.

—No hay por qué disculparse, no tenemos la culpa de los padres que nos tocan.

—¿Volverás para la celebración? —se agobia y lo detiene para ver su rostro.

—Por supuesto, ¿por qué no lo haría? —se extraña del comportamiento de su amigo.

—Muchos me rehúyen cuando conocen a mi padre —restriega las manos—. Por eso tengo un par de amigos, contándote a ti, claro.

—No pierdas la calma —baja el bolso y le pone la mano en el hombro con firmeza—. No me iré de tu lado porque tu padre tenga un carácter fuerte y hay un lado positivo —sonríe pletórico—, Shion querrá más cosas. Al paso que va, tu padre me verá con buenos ojos.

Jonathan se sonroja y asiente con lentitud. Acompaña al león hasta el desvío al Santuario.

—Reg...

—¿Sí? —se detiene con curiosidad.

—¿Sabes? Eres una persona muy importante para mí y te juro que no quisiera perderte.

—No me perderás, Nathan, también eres muy importante para mí —le sonríe con cariño.

El chico vuelve a restregarse las manos con nerviosismo. Regulus comprende su tribulación. Ha de ser difícil conservar a un amigo si su padre es capaz de transmitir un aura repelente y esa palabra se queda corta para la sensación que le despierta ese hombre.

Ese tipo, literalmente, lo quería fuera de su herrería a como diera lugar. Sin embargo, es la única en Rodorio y deberán encontrarse cuantas veces sea necesario por los encargos de Shion. Ya buscará la forma de ignorar su aura intimidante.

     »Vamos, mantén la calma, nunca me iré de tu lado —promete dejando su carga en el piso y sosteniendo sus manos entre las suyas, brindándole el mismo consuelo que el otro le prodigó—. Créeme, Nathan, estaré contigo sin importar lo que suceda.

—¿Me lo prometes? —lo mira directamente a los ojos—. Júramelo, Reg.

—¿Por qué habría de prometer algo que siento aquí? —se toca el corazón—. Te quiero, Nathan, no voy a separarme de ti por nada del mundo.

Jonathan se conmueve y lo estrecha entre sus brazos con vulnerabilidad. Regulus le corresponde el abrazo y le acaricia con suavidad la espalda para reconfortarlo. Duran así un par de minutos, compartiendo la carga emotiva.

Al separarse, el rubio sujeta las mejillas de Regulus. Esos ojos se encienden mientras acerca los labios con resolución. Al Santo de Leo se le escapan los pensamientos, se estremece y entreabre la boca con una chispa de pánico alojada en su pecho.

El miedo a lo desconocido lo paraliza.

El rostro del rubio acorta la distancia, Regulus percibe el corazón en los oídos, a punto de escaparse de su pecho. Los labios del otro encuentran su mejilla izquierda.

¿Jonathan lo está besando? ¡¿Por qué?!

El aliento del otro se acerca demasiado. Le besa la otra mejilla.

El Santo de Leo siente temblar sus extremidades y no logra controlarlas. Su corazón está a punto de una falla total cuando Jonathan busca sus labios, acortando la distancia.

¿Va... a... besarlo?

¿En la boca?

—¡REGULUS DE LEO!

El bramido los sobresalta, ambos chicos respingan y giran alarmados hacia el de la voz. Regulus jadea con violencia, rojo como los tomates, temblando hasta la médula.

Un Manigoldo desencajado se yergue al inicio del camino, cargando un costal sobre el hombro derecho. Regulus es incapaz de recordar cuándo el italiano se presentó ante él perplejo y con la cosmoenergía alterada, como a punto de matar a alguien.

     »¿No tienes nada más por hacer —arrastra las palabras—, que estar tonteando aquí?

—Eh, y-yo, s-sí, s-sí, señor Manigoldo —acata la orden implícita, tomando sus cosas conmocionado y se dirige a El Santuario frenético, sin siquiera despedirse del otro.

La huida —porque no hay forma de describir a la tremenda partida apresurada—, le impide notar el intercambio entre los dos que permanecen en el lugar.

Una guerra de miradas descomunal se entabla sin cuartel. El Santo de Cáncer enfrenta a un rival cuya conducta lo saca de quicio. Parece tan... seguro de su vínculo con Regulus y su arrogancia le revuelve las tripas.

Esos orbes lo censuran y la forma que lo recorre de arriba a abajo, le hierve la sangre.

Mocoso insolente... Evaluarlo a él como si fuera un... cualquiera.

—Aléjate de él... —advierte Manigoldo poniendo en entredicho su autocontrol.

El joven acepta el desafío rumiando entre dientes. Gira el cuerpo y lo encara levantando la barbilla con una fuerza de voluntad impresionante para un humano común y corriente.

El Santo de Cáncer tiene ganas de romper esa cara de reproche y dejarlo en el piso con las vísceras afuera. ¿Cómo se atrevió a tocar a Regulus? ¡Mancilló al más inocente del mundo!

—¿Y tú con qué derecho te sientes para exigirme algo? —responde con brusquedad.

Stronzo! —gruñe mostrando los dientes—. No te quiero rondando a Regulus, te lo advierto —susurra con los ojos convertidos en dos fuegos fatuos.

Su cara, sacada del mismo Inframundo, haría correr a cualquiera. Sin embargo, el otro se mantiene en su sitio con una determinación férrea y los labios tensos formando una línea dura e intransigente. Eso descontrola a Manigoldo, juraría que este chico le es familiar...

—No me das miedo. Reg es mi...

—¿Reg? ¿Por qué le llamas así? Además, él no es nada tuyo —brama presa de los celos.

Los ojos del joven se encienden con un brillo peligroso. Sus dientes se muestran y su cuerpo se tensa, presto para atacar en el punto más débil del Santo de Cáncer.

—Te equivocas —sisea enajenado—. En el peor de los casos, eres tú el desubicado. Ahora comprendo por qué Reg me busca. Yo le doy lo que tú eres incapaz de ofrecerle...

La cosmoenergía de Manigoldo se libera de los férreos grilletes que la mantenían bajo control. Las emociones nublan el pensamiento del Santo de Cáncer y actúa en consecuencia, según la intensidad de sus celos.



Regulus llega al Templo de Aries sin aliento y la cabeza hecha un lío. Es incapaz de comprender lo sucedido con Jonathan. Mil preguntas lo atosigan sin una respuesta clara.

¿Por qué quiso besarlo? ¿Esto cambiará en algo su relación? ¿Por qué se quedó sin poder reaccionar?

Para colmo, Manigoldo lo descubrió. Teme que le cuente a su tío y se le venga una regañiza por hacer algo indebido. No, más bien, teme lo que Manigoldo pueda pensar de él... Disgustarse con el Santo de Cáncer le produce una inquietante zozobra.

Su paso por el resto de los Templos hasta llegar a Sagitario, es una mancha oscura en su memoria. Por fortuna, logra disimular con sus camaradas y Hasgard, Asmita y su tío, los únicos capaces de vislumbrar tras su fachada, se encuentran en la Cámara del Patriarca.

Ocupa la ida y vuelta a su Templo como ejercicio para calmarse de acuerdo a las técnicas de Asmita, para reflexionar como le enseñó Dégel, analizando cada parte del suceso según la lógica de Cid y desde el punto de vista del otro, conforme el consejo de Shion.

Mirar todo desde los zapatos de Jonathan, de su... ¿amigo?

A pesar de la caminata, su corazón se niega a estabilizarse al llegar al Templo de Leo. Se dirige a sus acomodaciones y se encuentra a un Manigoldo serio, recargado en la pared y con la tensión visible en los músculos. Su mera presencia le hace nudo los intestinos.

"Por la diosa, esto es lo último que puedo soportar".

—Necesito hablar contigo.

—Ahora no, por favor —ruega con los miembros trémulos y ansiosos.

—Ahora sí, Regulus —se interpone en su paso—. No quiero esperar.

—¡Tendrás que hacerlo! —lo evade—. T-tengo... ¡c-osas por hacer!

Otra vez se topa con el cuerpo de Manigoldo convertido en una muralla difícil de esquivar.

—¿Hace cuánto que lo conoces? —exige furioso—. ¿Cómo es que conoces a ese rubio?

La potencia del reclamo le afloja la lengua, presa del pánico por la situación.

—L-lo conozco d-desde... que m-me convertí e-en el Santo d-de Leo.

El impacto de esa confesión transfigura el rostro de Manigoldo, éste se oscurece y adquiere una apariencia tétrica. Su conducta es desmedida e inexplicable para Regulus.

—¿Por qué nunca me contaste de él? —sisea histérico.

—P-porque e-es... N-no lo vi c-conveniente —confiesa su verdad.

—¿No lo viste conveniente? —repite con cinismo—. ¿Platicarme que conoces a un sujeto de Rodorio no es conveniente, mientras tú quieres saberlo todo de mí? —acusa beligerante—. ¡Llevas años ocultándomelo! ¡¿Por qué?!

Esas son las preguntas que desea evitar. Confrontarse con Manigoldo, justo con él, y sobre este tema, le aterra.

—Manigoldo, por favor, hoy no —le suplica. Ni siquiera él entiende lo sucedido con Jonathan, mucho menos puede explicarlas—. ¡Hoy no!

—¿Lo quieres? ¿Es eso, Regulus? —espeta desbocado—. ¡¿Quieres a ese chico?! ¿Ya se han besado antes y hoy sólo interrumpí una práctica habitual? —sisea entre dientes.

La intensidad del cuestionamiento, la hostilidad desmedida impregnada en las facciones de Manigoldo acobardan a Regulus, quien sólo atina a balbucear.

—N-Nathan es... m-mi...

—¿Tu qué? —presiona rencoroso—. ¡¿Tu qué...?! —le es imposible aguantar la pausa —. ¡Ya dilo, Regulus! —manotea obstinado—. ¡¿Qué es él para ti?!

El miedo llega a su nariz, el aroma le marea y contiene la arcada a duras penas. Lo último que desea es el alejamiento de Manigoldo y en el fondo de su ser, sabe que hay más posibilidades de que eso ocurra a que solucionen las cosas, por el exabrupto del otro.

"No otra vez... Nos hemos llevado bien estos meses, hicimos muchos avances. Por favor, diosa, ¡no quiero alejarme otra vez de él!".

—M-mi amigo... —tartamudea las palabras, fuera de su centro—. N-Nathan es mi a-amigo.

Manigoldo sonríe con insolencia, de esa forma tan irritante para Regulus. Un brillo cínico e incrédulo aparece en los orbes de cobalto y los convierte en dos fuegos fatuos.

Regulus tiembla ante la reacción visible en las facciones indignadas del otro. Desconoce en qué se equivocó. ¡Le está diciendo la verdad!

—Los amigos no se besan, Leo —aclara despectivo—. Ya deberías saberlo.

El Santo de Cáncer se aleja sin darle oportunidad de replicar. Se traslada al mundo de los muertos dejando al león estupefacto. Un par de lágrimas resbalan por sus mejillas. Eso sólo puede significar que...

Hoy ha perdido la amistad de Jonathan y más que eso, ha vuelto a pelearse con Manigoldo y no sabe cómo solucionarlo. Ese último conocimiento, lo rompe en mil pedazos.



—¿Viste eso, Asterión? ¡Se le juntó el ganado! —señala entre risitas descaradas—. ¿Tú qué piensas? ¿A quién terminará eligiendo?

Asterión mantiene el silencio, cavilando las opciones.

     »Yo lo tengo claro, con su rechazo a Jonathan, todo el escenario se acomoda para un futuro dramático. Te confieso que me encanta ser testigo del sufrimiento del chico. Adoro cuando llora, es un justo castigo para lo mucho que me desespera.

Se pone en pie y agita sus ropajes tras sus pasos.

     »¡Vayamos a celebrar sus lágrimas y roguemos a las Moiras para que le preparen más días oscuros como éste!

En el anonimato, su compañero baja la cabeza desanimado. De alguna manera y a lo largo de la constante vigilancia, auspiciado por los últimos hechos y el notable crecimiento del joven, ha empatizado con él y su dolor lo atormenta.



¡Hola, mis paballed@s!

Desde ahora mismo, no me disculparé con el largo de los capítulos. 

Además, ¡casi se besuquean al Regulus! Y el otro bien dejado xD

Por otro lado, no debería hacerlo, perooo... al final, si es que lo quieres leer, te dejaré un avance del próximo capítulo: [Spoilerazo].

Hecha la travesura... ¡Nos vemos el próximo martes!

Pd. Para ese Martes 28 de mayo, te tendré otra sorpresa :D






-----------------------------------------------

Además, esto es una locura. ¡Yo no quería que Jonathan me besara! Si tuviera que elegir a alguien para darle un beso, mi opción sería..."

La respuesta aparece con la potencia de un rayo y la mera imagen de esos labios carnosos, con el inferior más grueso, sonroja violentamente sus mejillas. Boquea anonadado al reconocerse la atracción que el dueño de esa boca le genera.

Una descarga eléctrica lo recorre con intensidad y se acumula en su estómago al imaginarse acariciando esos labios. Con bochorno, agradece estar en soledad entrenando en el Coliseo porque el endurecimiento de su...

-----------------------------------------------



Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro