3. Celebraciones
"𝐇𝐞𝐥𝐢𝐨𝐬 𝐛𝐫𝐢𝐥𝐥𝐚𝐛𝐚 𝐜𝐨𝐧 𝐭𝐨𝐝𝐚 𝐬𝐮 𝐟𝐮𝐞𝐫𝐳𝐚. 𝐀𝐮𝐧 𝐚𝐬í, 𝐬𝐮 𝐩𝐨𝐝𝐞𝐫 𝐞𝐫𝐚 𝐢𝐧𝐬𝐮𝐟𝐢𝐜𝐢𝐞𝐧𝐭𝐞. 𝐄𝐥 𝐛𝐨𝐬𝐪𝐮𝐞 𝐬𝐞 𝐨𝐬𝐜𝐮𝐫𝐞𝐜í𝐚. 𝐋𝐚𝐬 𝐧𝐮𝐛𝐞𝐬 𝐧𝐞𝐠𝐫𝐚𝐬 𝐬𝐞 𝐚𝐜𝐞𝐫𝐜𝐚𝐫𝐨𝐧 𝐫𝐚𝐮𝐝𝐚𝐬 𝐚𝐲𝐮𝐝𝐚𝐝𝐚𝐬 𝐩𝐨𝐫 𝐄𝐨𝐥𝐨, 𝐫𝐞𝐩𝐥𝐞𝐭𝐚𝐬 𝐝𝐞 𝐮𝐧 𝐯𝐞𝐧𝐞𝐧𝐨 𝐩𝐫𝐨𝐯𝐞𝐧𝐢𝐞𝐧𝐭𝐞 𝐝𝐞𝐥 𝐦𝐢𝐬𝐦𝐨 𝐈𝐧𝐟𝐫𝐚𝐦𝐮𝐧𝐝𝐨.
𝐋𝐨𝐬 𝐚𝐧𝐢𝐦𝐚𝐥𝐞𝐬 𝐡𝐮𝐲𝐞𝐫𝐨𝐧 𝐥𝐨 𝐦á𝐬 𝐫á𝐩𝐢𝐝𝐨 𝐩𝐨𝐬𝐢𝐛𝐥𝐞 𝐝𝐞𝐥 𝐜𝐚𝐭𝐚𝐜𝐥𝐢𝐬𝐦𝐨. 𝐄𝐥 ú𝐧𝐢𝐜𝐨 𝐞𝐧𝐭𝐫𝐞 𝐞𝐬𝐞 𝐞𝐧𝐞𝐦𝐢𝐠𝐨 𝐚𝐜𝐞𝐫𝐜á𝐧𝐝𝐨𝐬𝐞 𝐲 𝐥𝐨𝐬 𝐬𝐞𝐫𝐞𝐬 𝐢𝐧𝐝𝐞𝐟𝐞𝐧𝐬𝐨𝐬, 𝐞𝐫𝐚 é𝐥.
—𝐀𝐩𝐫𝐞𝐬𝐮𝐫𝐚 𝐞𝐥 𝐩𝐚𝐬𝐨, 𝐧𝐨 𝐭𝐞 𝐪𝐮𝐞𝐝𝐚 𝐭𝐢𝐞𝐦𝐩𝐨 —𝐥𝐚 𝐯𝐨𝐳 𝐯𝐨𝐥𝐯𝐢ó 𝐚 𝐬𝐮 𝐜𝐨𝐫𝐚𝐳ó𝐧—. 𝐀𝐩𝐫𝐞𝐧𝐝𝐞 𝐝𝐞 𝐭𝐮𝐬 𝐝𝐞𝐛𝐢𝐥𝐢𝐝𝐚𝐝𝐞𝐬, 𝐫𝐞𝐟𝐮𝐞𝐫𝐳𝐚 𝐭𝐮𝐬 𝐥𝐚𝐳𝐨𝐬.
𝐋𝐚 𝐥𝐮𝐳 𝐜𝐨𝐦𝐛𝐚𝐭í𝐚 𝐞𝐥 𝐯𝐞𝐧𝐞𝐧𝐨. 𝐋𝐚 𝐥𝐮𝐳 𝐥𝐞 𝐝𝐨𝐭𝐚𝐛𝐚 𝐝𝐞 𝐯𝐢𝐠𝐨𝐫".
—¡Felicidades, Santo de Leo! —exclaman los congregados en el Quinto Templo, levantando sus copas para honrar al nuevo guardián de El Santuario.
El reconocimiento se acompaña de muestras fraternales y elogios. Sin embargo, desde su despertar, la tensión en Regulus es brutal, todo gracias a ese sueño. La piloerección le tiene la piel de gallina y permanece aún con el calor de los brazos de los Santos que lo estrechan de forma consecutiva para mostrar su beneplácito.
—¡Bien hecho, chico!
—G-gracias, señor Hasgard —susurra con voz cortada por la incertidumbre.
Regulus encuentra una sonrisa en el baúl de los recuerdos y la pega en sus labios para corresponder el gesto amable. Por desgracia, el hombretón es sensible y nota de inmediato la ficción de ese cambio facial.
—Relájate. No habrá otro día como éste, flamante guardián del Templo de Leo. Deja atrás cualquier inquietud y disfruta de esta celebración en tu honor.
Esas palabras lo fuerzan a recuperar la alegría, a guardar el sueño de esa mañana en el baúl de los secretos y con él, las diversas inquietudes como ¿por qué lo volvió a soñar? Pasó mucho tiempo desde la última vez, desde el inicio de la mentoría de Manigoldo. ¿Qué significa? ¿Es una advertencia o una pesadilla recurrente? ¿De quién es la voz tan familiar?
Con un nudo en el estómago, se concentra en su rotundo éxito. Tras duros años de entrenamiento, hoy, es responsable de custodiar el Templo de Leo.
Al mirar atrás, recuerda sus pasos hacia esta meta recién alcanzada. Cada uno fue un martirio, pero los frutos son maravillosos: luce el sagrado manto con gallardía. La armadura es tal cual la imaginó: brillante, fastuosa, divina.
Ilías fue el último caballero que la portó con orgullo y por fin, Regulus pone su nombre en el historial de los Santos de Leo. Todo gracias a su tío Sisyphus y a...
Manigoldo.
Ese mentor cruel, despiadado, burlón, cabezota, irreverente y manipulador. Incapaz de darle un respiro ni cuando dormía. Él puso en entredicho todas las reglas establecidas, frustró sus éxitos y lo llevó más allá, rompiendo sus límites. Lo obligó a fijarse en las técnicas de los otros Santos Dorados y aprender de ellas, para saber qué esperar del enemigo y cómo contrarrestarlo. No se dejó nada en el tintero y llevó el potencial de Regulus al máximo.
Su preparación como Santo implicó un esfuerzo sobrehumano para superar su debilidad física y mental. Los últimos días previos a la obtención de su armadura fueron desgastantes y a punto estuvo de darle a Manigoldo un mordisco o una descarga por pesado. Pero algo debía reconocerle: su maestro cumplió con sus promesas. La armadura es prueba de ello.
"Por fin me libero de él. ¡Ya no más tortura!" piensa exultante, aliviado, en paz.
Se concentra en disfrutar de este momento de esparcimiento con un vaso de jugo en la mano, acompañado de aquellos que hoy lo rodean.
Está la diosa Athena, también llamada Sasha. Ella dispensa sonrisas al lado de su inseparable Kardia y del Santo de Acuario, Dégel, vigilados de cerca por el Patriarca. En otro sitio, Hasgard brinda con su tío Sisyphus. Más allá, el taciturno Cid bebe de su copa. Dohko y Shion parecen ensimismados en sus asuntos. En el fondo, Asmita y el Santo de Géminis dialogan. Incluso Albafica está presente, alejado de todos, como es su costumbre.
El único fuera de su rango visual es... el enigmático Manigoldo. Ni en todo el tiempo que duró su entrenamiento pudo conocerlo mejor. Es una cebolla con demasiadas capas.
Con el Santo de Cáncer en la mente, un introspectivo Regulus se aleja del núcleo festivo para recorrer los rincones de su Templo.
"¿En qué lío estás metido ahora, cangrejo desquiciado?".
En su búsqueda, acaricia los pilares, relieves y muescas de su nuevo hogar. Profundiza en los pasajes taciturnos, capaces de ratificar una realidad ineludible: la comunicación no es exclusiva del habla. Los bordes imperfectos, las esquinas melladas y los raspones de los techos abovedados, gritan las historias atestiguadas por este Templo.
Esos detalles sumergen a Regulus en las vivencias de los anteriores guardianes, cuyas cosmoenergías remanentes despiertan de su largo letargo y, ante la presencia del nuevo Santo de Leo, cobran intensidad y lo rodean. Regulus se aprecia acompañado por el cosmos de sus antecesores, quienes le reciben con júbilo y promesas de ayuda.
Esta comunión es una novedad. Antes, le era imposible percibirlos, hoy son casi tangibles. Al cuestionarse el motivo, el entendimiento halla lugar en su mente: él no era parte del pacto hecho por los Santos de Leo. Hoy, al ser el nuevo portador de la armadura, Regulus se adhirió a la promesa de proteger a la humanidad y en consecuencia, se integró a la manada, como su líder.
Para mostrar su agradecimiento, con dignidad y aplomo matizado de nostalgia y respeto, el flamante portador de Leo baja la cabeza y rinde homenaje a los caídos. Los otros le corresponden con una vibración electrificante que le administra fuerza y sosiego.
Por desgracia, entre las voces espirituales no logra distinguir la de su padre. Su ánimo baja de nivel, pero no por mucho tiempo.
Las cosmoenergías de los otros leones alejan las malas sensaciones, incluso las ocasionadas por los sueños. Regulus se relaja fusionándose con la manada, llegando a la conclusión de que un día se comunicará con su padre y también, que sus pesadillas son un mensaje de su propio espíritu forzándolo a mejorar antes del despertar de Hades.
No debe preocuparse por nada.
En esta comunión universal, algo rompe la hermosa atmósfera y llama su atención. Con las cosmoenergías de los otros Santos de Leo alrededor, avanza por el pasillo hacia la salida orientada al Templo de Virgo, haciendo honor al refrán: la curiosidad mató al gato.
Una doncella, servidora de su diosa y del Patriarca, permanece de pie en la escalinata. Ésta ríe con una jarra de vino en las manos. Ella le es indiferente. El sujeto a su lado, no.
Manigoldo descansa el codo izquierdo en un pilar, con el cuerpo apoyado en éste y las piernas cruzadas por los tobillos. Los dedos se encuentran hundidos en sus cabellos azules. Con la otra mano realiza ademanes perezosos conforme la plática prosigue.
La pose es elocuente.
"¿Cómo se atreve a coquetear en mi celebración este remedo de maestro que...?" se detiene en sus pensamientos sorprendido. "Ah, no. Él dijo que ya no será mi maestro".
En ese caso... Una sonrisa se despliega en sus labios delgados, plagada de malicia. La punta de la lengua lubrica su pliegue inferior. Con que anda de coqueto...
Regresa a su Templo y oculta cualquier rastro de su cosmoenergía para despistar a Manigoldo. Con esa acción, las reminiscencias de los otros leones vuelven a los muros y pilares del Templo a proseguir su descanso, no sin que Regulus les agradezca su compañía.
En su deseo de proseguir con su plan de darle su merecido a su ex-maestro, el Santo de Leo busca algo apropiado para usar de proyectil.
"Te comportas como un crío" se auto recrimina. "Pero se lo ganó por coqueto".
Le motiva un sentimiento desconocido hasta hoy, tan fuerte como sus puños. Además, Manigoldo se lo merece por tanto tiempo de martirio constante infligido a su persona. Regulus encuentra una piedra, juguetea con ella y planea bien la travesura.
Vuelve a la salida con su cosmoenergía oculta. Calcula, se prepara y...
¡Bam!
De inmediato, busca refugio detrás de un pilar.
—¡Auch! —se escucha más allá.
El cuerpo del menor se sacude un poco, estremecido hasta el tuétano por sus risitas contenidas e indetectables. Queriendo mantenerse oculto, se cubre la boca con la mano.
»Cuando encuentre al idiota... —anuncia Manigoldo.
El pequeño sube la mano hasta cubrir los ojos entre risas calladas, ocultándose del mundo. Manigoldo se lo ganó por coquetear con esa mujer en medio de su celebración.
»Lo voy a enviar al Yomotsu.
"Si me encuentras" canturrea en su mente.
»Y le daré una lección a su minúsculo tamaño.
Salta ofendido. ¿Él? ¿Minúsculo? ¡Creció en este tiempo a su lado! Es cierto, no llega a la altura de Manigoldo, pero aún le quedan un par de años para alargarse. Confía en su herencia, en el tamaño de su padre, en el de su tío. Por supuesto, él va a ser alto, muy alto.
»¡Y aquí estás, cachorro desvergonzado! —le gruñe en el oído.
—¡Por la diosa! —respinga del puro pánico.
A su derecha, una cara salida del mismísimo Yomotsu lo detalla con maldad absoluta. Manigoldo se relame como si tuviera ante él un bocadillo bastante apetitoso. La temperatura de Regulus cae al cero absoluto sabiéndose metido en un gran lío.
—Te voy a dar tu merecido, mocoso —musita con tono lúgubre.
Es el mismo tono utilizado durante su entrenamiento. Regulus ya lo tiene registrado y superado. Eso le dota de fuerzas para rebelarse.
—¡¿Cómo dices?! ¡Yo no soy un mocoso! —se alebresta, dejando atrás el miedo inicial—. ¡Tampoco minúsculo y mucho menos, cachorro! ¡Soy Regulus, el Santo de Leo!
Lo encara y se pone de puntitas. Esta vez, su enorme altura le permite pegar su nariz a la de Manigoldo y se arrepiente en el acto de su impetuosidad.
»Iuggh, ¡apestas a alcohol! —se separa rápido, cubriéndose la nariz y boca con su mano.
—Obvio, esto es una celebración —se rasca la nuca—. Se me permite beber alcohol, a diferencia de los niños como tú, que beben leche.
—¡Ya te dije que yo no soy un niño y sigo seguro de que no me gusta la leche!
—Todavía... No te gusta la leche todavía y eso tiene fácil solución.
Le falta tiempo para seguir protestando. El grillete de Manigoldo apresa su muñeca y lo lleva a rastras por los pasillos del Templo de Leo hacia el núcleo de la fiesta. Los Santos ahí convocados presencian la llegada de los otros dos. Sisyphus es el primero en accionar.
—¿Qué está pasando aquí, Manigoldo? —increpa con disgusto.
—Le doy una lección a mi ex-alumno, quien me ha faltado al respeto —responde lacónico buscando en la mesa—. ¿Hay leche por aquí, Hasgard?
—¿Leche? —repite el tío—. ¿Para qué la quieres?
—Para darle al mocoso —rueda los ojos en sus cuencas—. ¡¿Para qué más va a ser?!
—¿Leche de... vaca?
—¡Por supuesto que de vaca! Está chico para darle leche de la otra. ¿No crees? Pero si quieres, me ofrezco y le doy de cangrejo. ¡Así te callas el hocico!
Dohko suelta la carcajada y Shion lo reprende. Sisyphus respinga llevando una mano al pecho. Regulus es incapaz de comprender el motivo de la indignación de su tío, quien cambia la coloración de su rostro del blanco nieve al rojo tomate.
—¡¿Cómo te atreves a decir eso enfrente del niño?! —estalla el Santo de Sagitario—. Por fortuna, nuestra Diosa se ha ido acompañada de Su Santidad. Así no escuchará tus tonterías, pero pobre de ti, Manigoldo, como te atrevas a tocarlo porque ¡te corto las manos!
Regulus intercambia miradas entre uno y otro. ¡No entiende nada! Están hablando de leche. ¡Leche! El castigo favorito de Manigoldo es dársela a beber para restregarle en la cara su corta edad. ¿Cómo puede ser una gran ofensa para su tío? ¡Qué exagerado!
—¡Niño mis cojones! ¡Tiene ya dieciséis años, Sisyphus! ¿Cuándo lo vas a entender?
—¡¿Yo?! —se señala el Santo de Sagitario—. ¡Tú eres el que no lo entiende!
—Eres un terco. ¿Qué es lo que no entiendo? Dime, anda, sácalo.
Regulus intenta zafarse. El Santo de Cáncer mantiene su férreo control sobre la muñeca.
—Es el más pequeño de todos y tú lo sometiste a un entrenamiento barbárico —le acusa con ira—. Te lo dije cuando fui a tu Templo: te exigí que no te metieras con él y ¿qué fue lo primero que hiciste? —le señala con el índice el rostro—. ¡Le lavaste la cabeza a mi niño para que te eligiera como mentor! Hasta ahí llegó tu promesa de hacer las cosas bien.
—¡Por supuesto! —sonríe con arrogancia—. Tú te ibas a esa misión, el chico se quedaba solo. El Patriarca nos reunió para informarnos sobre ello. ¡Necesitaba un mentor que le enseñara adecuadamente y no le iba a quedar mal a mi Maestro!
—Un mentor sí, pero ¡no tú!
—¡¿Y por qué no?!
—Porque tú lo llevarías a la muerte y tres veces estuvo a punto de morir, Manigoldo. ¡Tres!
—Pero sobrevivió, míralo —sacude la mano que sostiene al chico.
Regulus es agitado como muñeco, incapaz de reaccionar, producto de escuchar esa confesión. Su tío se iba, el Patriarca le buscó un mentor y entonces Manigoldo...
—¡ALTO! —ruge con cada fibra de su cosmoenergía.
Los otros Santos son testigos de un estallido impresionante. Manigoldo retrocede un par de pasos. Sisyphus se paraliza ante lo sucedido.
»¡¿Acaso tu oferta no se debió a tu interés de tener camaradas fuertes en la próxima Guerra Santa?! —pronuncia brusco, rechinando los dientes.
Su ex-mentor abre los ojos como platos. Sacude la cabeza y pone las palmas enfrente.
—Regulus, espera.
—¿Esperar? ¡¿Esperar?! —ruge una vez más—. ¡Y UNA MIERDA QUE VOY A ESPERAR! ¿Eso hiciste? ¡¿Me hiciste el cuento dizque para ayudarme a superar mis límites?!
—Regulus...
Demasiado tarde, la cabeza de Regulus es un volcán en erupción. Ve todo rojo y su cosmoenergía se sale de control.
—¡Fuera de aquí, Manigoldo!
—Pero...
—¿Qué no oíste? —brama con potencia—. ¡LARGO DE MI VIDA!
Con una fuerza sacada de quién sabe dónde, Regulus echa a Manigoldo de su Templo poniendo una pared de electricidad en la puerta.
—Y tú, tío —voltea hacia su objetivo—. ¿Con qué derecho te metes en mi vida?
—Regulus...
—Vete —señala la otra salida—, vete porque no respondo de mis actos. ¡Y no vuelvas a buscarme! ¡Estoy harto de que me traten como a un niño!
¡Hola, mis paballed@s!
Buen día, bienvenid@ a este nuevo capítulo. Me está gustando esto de programar publicaciones :D. Tú tienes la fecha y hora exacta de cuándo aparece esto por si Wattpad no te notifica a tiempo, y yo me despreocupo de cumplir con las fechas.
El punto es que ésta es la tercera entrega y espero haya quedado claro que la mitad del entrenamiento de Regulus fue con Sisyphus y la otra mitad con Manigoldo. No es que de un capítulo al otro pasaron 10 días, no.
Sin embargo, busqué y hay fuentes que sostienen que el entrenamiento de Regulus fue de 5 años, pero en otros sitios dicen que fueron 3 años porque era un prodigio y yo lo resumí en: su entrenamiento se dividió en dos, uno con Sis, otro con Mani y no pongo temporalidades.
Como dice mi Paballedo del Patito: Ya táaa!
Pues no te quito más el tiempo, cuídate mucho, te mando una canasta de chocolatitos y nos vemos el próximo martes.
¡Besos!
Pd. Gracias por las lecturas y los comentarios, me hacen el día.
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