25. La luz que ilumina el Inframundo
"Mañana será mi último día en el mundo de los vivos".
Esa certeza provoca un sinfín de emociones contradictorias. Rebuscadas en su significado y de proporciones titánicas para ser llevadas por sus enjutas espaldas. A la terrorífica expectativa del destino aciago, Regulus le dedica la mejor de sus sonrisas, con la confianza de quien pondrá el máximo empeño para mirar de frente al destino.
Sus expectativas se dispersan con la cosmoenergía del Santo de Sagitario, ésta lo guía cual faro en la oscuridad y con esa calidez propia de su tío, hacia el noveno Templo. Sisyphus lo aguarda en la mesa de sus acomodaciones, con un vaso en las manos.
—Hola, tío.
—Reg —saluda animado—, pasa, toma asiento. Me alegra que accedieras a vernos hoy, a pesar de tus ocupaciones.
Después de un abrazo y un beso fraternal, el joven león se coloca frente al mayor. Ambos intercambian en una mirada la alegría de estar juntos antes de la misión.
—¿Qué estás tomando?
—Vino español —responde elevando el vaso—. ¿Quieres un poco?
La sorpresa permea las facciones de Regulus. Su tío... ¿le está convidando de su vino?
—Me encantaría un poquito porque me relaja mucho y como me exceda, puedo dormirme sobre la mesa.
—Entonces es un defecto de familia porque me pasa igual —confiesa entre risitas.
Sisyphus se ocupa de traer el vaso y sirve la medida a gusto de su sobrino. Éste sostiene el envase, hipnotizado por el líquido carmesí.
»¿Sucede algo?
—Es... raro. En cualquier otro momento, me habrías censurado por aceptar el vino. ¿Qué sucede, tío?
El Santo de Sagitario se mueve en consecuencia. Su codo se recarga sobre la mesa y su mentón sobre la palma con la solemnidad adornando sus facciones.
—Te he visto crecer, reír, sufrir, morir... —exhala recordando el último evento con un dolor profundo—, revivir y convertirte en un Regulus... increíble y maravilloso.
Tantos halagos sonrojan las mejillas del menor. Éste baja la cabeza con bochorno.
»Es justo y necesario que esta noche en particular, disfrutemos el uno del otro. Sin recriminaciones absurdas o censuras sin sentido. ¿No lo crees? Deseo verte como eres, sin tapujos o prisiones. Que seas libre y disfrutemos del resultado.
—Entiendo —menciona celebrando el hecho para sus adentros—, desde que despertaste de tu letargo inducido por el enemigo pareces otro, tío.
Lo es, a sus jóvenes ojos, Sisyphus ha tomado un camino diferente en su vida y personalidad. En cada encuentro, el león se siente más y más afín a su tío. Eso lo llena de júbilo y paz.
—Decidí dejar atrás los convencionalismos y ser libre durante mis tiempos de esparcimiento. Es el broche dorado que me gustaría poner en mi vida —confiesa con un brillo vehemente en sus ojos—. Soy un Santo de Athena y odiaría morir sin disfrutar de las personas que amo.
—¿Como el Demonio? —acota por inercia.
—¡¿Quién te habló de él?! —jadea con el rostro lívido.
El menor se golpea la frente con la mano y la restriega por su piel hasta la barba haciendo hincapié en su frustración.
—Tío, ¿acaso crees que me olvidé de las pullas de Cid?
—Ah, cierto, Cid —resopla malhumorado—. Me ponía zancadilla cada que podía o sea, siempre. Y tú, deja de calentar el vino y brindemos aunque sea, en honor de nuestro amigo.
—Por él y por todos los que se nos adelantaron —propone Regulus levantando su vaso.
—Por Cid, por Manigoldo y nosotros —brinda con vehemencia—. Algún día estaremos juntos de nuevo y haremos temblar la tierra.
—¡Y el Inframundo! —completa con furor.
—¡Así sea!
Chocan los recipientes y los llevan a sus bocas. El líquido contra las papilas gustativas le provoca pequeñas muecas al Santo de Leo y su tío las celebra con una risita burlona. Regulus aspira feliz con el calorcito expandiéndose por su anatomía.
—Es amargo —susurra intrigado por el hecho en sí.
—Normalmente lo es.
—Sí, pero Kardia me obsequiaba uno dulce.
—¿Por qué no me sorprende que Kardia te haya iniciado en el vicio? —refunfuña con una sonrisa y encoge los hombros—. Te hiciste muy amigo de él a últimas fechas.
—Sólo conmigo podía hablar de sus desventuras con el señor Dégel y eso nos unió más —confiesa antes de dar otro trago—. Es fuerte.
—Es vino español, de la reserva de Cid. Esa era una de cualidades: proveerse del mejor caldo de uvas. Por desgracia, nuestro camarada no lo echará de menos y ya no temo que me rebane con Excalibur por vaciar sus reservas.
Las risas de ambos se elevan con vigor, aderezadas con nostalgia y tristeza por la pérdida de un amigo tan fiel y particular.
—Gracias por compartirlo, tío.
—De nada.
Se toman su tiempo para platicar de sus desventuras en las amistades. Sisyphus se entera bien de lo sucedido con Nathan, de sus encuentros con su abuelo y de paso, con Asterión.
Los minutos se pasan rápido entre risas, exhalaciones de nostalgia e incluso, exabruptos aderezados con el agridulce sentimiento del cariño.
—Cuando me enteré que era un trío de "entrenamiento", me quise morir —confiesa avergonzado.
Sisyphus sacude la cabeza, con las mejillas rojitas por el vino, igual que las de su sobrino.
—Es que... es que... ¡¿cómo podía saber que te referías a ellos cuando hablabas del trío?! —increpa sacudiendo sus manos—. Por otro lado, te concedo la razón. Sus discusiones parecían tan... de enamorados.
—¿Verdad que sí? —apoya a su tío, contento de hablar del tema sin censura—. Eso de que se meterían todo por el culo o que las noches eran exclusivas del trío, me confundía.
—Eran tremendos esos tres —comenta entre risas—. Y los hubieras visto a inicios de su "relación" —platica dibujando las comillas en el aire—. Nadie los soportaba, ni el Patriarca.
Las risas se llevan sus roces pasados, dejando la armonía y la buena relación tan ansiada por el pequeño.
Sisyphus mueve el vaso en su mano con una idea rondando su cabeza. Regulus lo nota y mantiene el silencio, procurando no presionarlo. Es imposible, su curiosidad lo mata.
—¿Qué pasa, tío?
—Pues... —musita removiéndose en su asiento con las mejillas un poco sonrojadas y no por causa del líquido embriagante—, Reg... perdona que te pregunte, pero me quedó esta inquietud. ¿De casualidad la Naturaleza te advirtió que Manigoldo moriría en aquella misión? ¿Acaso pudiste despedirte de él como debe ser?
Los labios del joven tiemblan y se concentra en el vaso. Lo gira entre sus manos y, para darse vigor, apresura el contenido en un largo trago. El vino le brinda la fuerza para seguir con la plática, no obstante la herida aún abierta por la pérdida del amor de su vida.
—Sí, me lo dijo.
—Lamento tu pérdida, sobrino, pero me alegra que pasaras con él, su última noche en El Santuario.
La mano de Sisyphus envuelve la suya. Regulus sonríe a duras penas con un nudo en la garganta. Al poco, termina envuelto entre los brazos de su tío y éste le brinda su incondicional apoyo y consuelo.
»Me duele mucho tu sufrimiento, mi querido sobrino.
El sollozo se opaca contra el pecho del mayor y Regulus se permite descansar en él.
—Gracias —susurra tras un largo rato—. En su momento, sé que no te permití abrazarme y mucho menos consolarme... no quería soltarme llorando. Temía ser incapaz de detenerme una vez empezara a sacar mi dolor.
—Lo sé. Fue muy difícil para tí —comenta acariciando la espalda del menor.
—Te confieso que todavía mi corazón no ha sanado. Es una herida que llevaré por la eternidad —asegura con tristeza—. Su partida me dejó roto y me cuesta aceptar que se fue.
—Algún día volverán a verse —susurra confiado, acomodando los cabellos del menor.
—Confío en ello —dice con una sonrisa trémula—, confío en que volveremos a vernos. Mi Mani es terco y sé que no me dejará mucho tiempo sin venir a molestarme con que me falta crecer porque tengo una estatura común... —se muerde el labio inferior.
—¿Común? —repite con incertidumbre.
—Como-un-duende...
Las risas de ambos les aligeran el momento. El joven se quita las lágrimas y se recarga en el hombro del mayor.
—Ese cangrejo me las pagará un día de estos.
—Por favor, tío, no me lo maltrates mucho. ¡Me gusta completo, tal y como es!
Sisyphus sonríe y besa su frente.
—Está bien. Te prometo cuidarlo para ti... Esté donde esté ese loco, velaré por su seguridad porque sé cuánto lo amas.
—Gracias.
Su sonrisa se expande y disfruta del momento con él. Saber que su tío le apoya en su amor con Manigoldo es un bálsamo para su alma después de tantos sinsabores. Sin embargo, algo le molesta y no es el hecho de que Sisyphus haya vertido más vino en su vaso.
»Tío...
—¿Sí?
—¿Qué... q-qué pensarías s-si te digo que e-estoy cavilando no v-v-vengar a papá?
Tras un momento de parálisis absoluta, el mayor deja la botella en la mesa, sujeta el rostro de su sobrino con las manos y le dedica la más hermosa sonrisa.
—No necesito pensar nada. Te lo diré ahora mismo: gracias por avanzar.
Los ojos del menor se abren al máximo.
»Es la verdad, sobrino. Tu venganza me dejaba el corazón lleno de pavor ante la expectativa de que esas emociones te gobiernen y te hagan daño. Saber que por fin, decidiste dejar ese odio atrás, me llena de paz.
Regulus lo estrecha entre sus brazos como una boa constrictor, necesitando la fuerza del otro para extirpar los miedos y las incertidumbres de su sistema. Se niega a soltarlo mientras Sisyphus le dispensa besos en sus cabellos.
—Pensé que te decepcionaría, tío —jadea aliviado.
—¡No, no! Me decepcionarías si continuaras ese sendero. Estaba preocupado por ti, porque mañana fueras a la Guerra aún embargado por esa traicionera emoción.
Le toma el rostro con las manos para mirarse a los ojos y demostrarle a través de los suyos, la franqueza de su sentir.
»Amé a tu padre, pero él ya se fue. Tú estás conmigo, te amo y por eso te procuro. Sé que Ilías, allá donde esté, entiende que la venganza no es el camino para tu felicidad.
—Gracias tío. He pensando en ello estos días y estoy llegando a esa conclusión. Ya no quiero vengarme, es sólo que... —susurra mordiéndose el labio inferior—, será difícil contener mis emociones si me encuentro con Radamanthys.
—Lo sé, tengo el mismo miedo de caer en ello si llego a encontrarlo —asegura acariciando la espalda del menor—. Sin embargo, cada vez que pienso en ese supuesto, me obligo a recordar los consejos de Ilías. Él es mi apoyo moral en los casos de necesidad.
—Entiendo, haré eso —afirma con una sonrisa enorme—. Gracias por aconsejarme.
—De nada y ya que estamos... un consejo más.
—¿Sí?
Tío y sobrino mantienen la atención del otro. Regulus aguarda con aplomo el examen concienzudo de Sisyphus previo a su declaración de intenciones. Le inquieta este lapsus y sobre todo, la seriedad absoluta en el rostro del mayor.
—Tus ojos siempre han sido tu mayor ventaja, Regulus. Tu capacidad de vislumbrar a través del ataque enemigo y replicarlo es envidiable.
—Sí, Mani me lo decía cuando era mi mentor.
—Es una facultad que se encuentra en rarísimas ocasiones.
—Es extraño, ¿no crees?
—Sí y no. Presiento que tu don es una herencia aunque desconozco de quién —guarda silencio cavilando las opciones—. Sólo conecta el cerebro con lo que ves, medita cada alternativa y asegúrate de que tus ataques no sean en vano. ¿Me lo prometes?
Tanta vehemencia inquieta al joven león y la curiosidad crece y alcanza el tamaño de un titán. ¿Cuál es el punto de este consejo? No logra entenderlo.
—Sí, tío. Te prometo que tendré cuidado —asevera para darle tranquilidad al mayor.
Sisyphus, intuitivo, toma su rostro con las manos y acaricia sus mejillas.
—Recuerda que la vista es el primer sentido que puede ser engañado. Busca la verdad.
Ahora lo entiende y acepta con un movimiento afirmativo de su cabeza. Tiene sentido, pues lo experimentó durante su última misión en Irlanda. Debe ir más allá de lo evidente, por más que suene obvio y repetitivo. Debe ignorar lo superficial y, hablando de superficial...
—Tío, por cierto, ¿por qué estás conmigo y no con el Demonio?
La rigidez de los músculos da muestra del estupor del mayor. Éste engarza su mirada con la suya. En los zafiros brilla la incertidumbre y la timidez. El joven corresponde guiñando un ojo con complicidad.
»Aprendí que la vida es muy corta, cortísima... ¿por qué no aprovechas esta noche para estar con él? ¿No te gustaría eso?
—Sí —carraspea con el rostro rojo y no por el vino—, pero también quiero estar contigo.
—Ya estuvimos juntos y me llevo una grata experiencia. Además, sé en carne propia, lo que significa anhelar a la persona amada el día previo a una batalla y para colmo, desconocemos el final de ésta.
Sisyphus exhala con fuerza y Regulus aprovecha para sostener sus manos.
»Ve con él, tío. No te preocupes por mí. Sé egoísta y disfruta este tiempo a su lado.
—Es ridículo, ser aconsejado en temas de amores por tu sobrino —rumia desordenando los cabellos de su nuca.
Regulus sacude la cabeza.
—No dudes, tío. Odiaría que mañana te recrimines haber perdido la oportunidad de compartir con él esta noche —aconseja apretando sus manos.
»Yo... yo no la desaproveché y —sonríe con plenitud, a pesar de su dolor—, me llevo conmigo la certeza de que disfruté de su amor sin límites y en cada momento, le hice saber cuánto lo amaba.
Sisyphus lubrica sus labios con la lengua y desvía la mirada hacia la botella. Guarda silencio por algunos minutos y por primera vez, Regulus sujeta su curiosidad y mantiene cerrada la bocota, permitiendo al otro procesar sus pensamientos.
—Tú no sabes aprovechar el buen vino, sobrino. Tus caras lo demuestran...
El menor ríe a sabiendas de hacia dónde gira la mente de su tío y niega con fuerza.
—No, no lo sé aprovechar y me está dando sueño.
—Bueno, pues... —carraspea dándose vigor—. Tienes razón. Me lo llevaré con alguien que tampoco lo sabe aprovechar —comenta entre risas burlonas—, pero será divertido presenciar sus caras de desagrado.
—¡Coincido! —celebra entre risitas al imaginar la situación.
Ambos se levantan. Antes de partir, Sisyphus lo atrapa entre sus brazos y lo arrulla con un amor desmedido. Regulus disfruta de ello, a sabiendas de lo que vendrá mañana. Desconoce el destino de su tío, pero el suyo...
Se obliga a olvidarse de ello durante el tiempo que ambos comparten. Se concentra en este abrazo y la comunión de sus cosmoenergías, tal y como lo deseó en el pasado y hoy, es una maravillosa realidad.
Su tío le trata como a un adulto, incluso acepta sus consejos en el amor. Es satisfactorio ser considerado por su tío como lo que es: un Santo de Athena, en igualdad de condiciones. Ser escuchado sin reproches, libre y sanamente, lo lleva a una plenitud absoluta.
En este aspecto de su vida, Regulus se sabe completo y puede tachar su propósito de vida, aquél consistente en alcanzar una relación de iguales con su tío, quien se ha convertido en un ser comprensivo y cómplice. Tal y como siempre deseó.
Lo han logrado ambos, han madurado en este aspecto y ahora, pueden soltarse.
—Te amo, sobrino.
—Te amo, tío —corresponde este lazo perfecto y liberador.
La vida le ha regalado esta oportunidad y la atesorará para siempre.
—Nos vemos mañana, Reg.
Sisyphus le prodiga un beso en la frente con amor incondicional que es correspondido con creces, Regulus lo despide a sabiendas de que, pase lo que pase, mañana ambos irán con la frente en alto dejando atrás la piel del hombre para honrar la armadura del guerrero.
Tal y como debe ser.
Una hora después, Regulus finiquita sus asuntos pendientes con una calma digna de un Santo de Athena dispuesto a ofrendar su vida por una causa mayor.
Durante ese tiempo adecentó el Quinto Templo y colocó sus pertenencias en una caja para hacer más fácil su transporte por los sobrevivientes de esta Guerra Santa.
Pone sus esperanzas en ello: alguien saldrá vivo y llevará a cuestas la poco envidiable tarea de limpiar los Templos de quienes partan al Inframundo, incluído Regulus.
Es una necedad cerrarse a lo vaticinado por la Naturaleza y confirmado por Asterión.
Hoy, encara la realidad de que es su última noche en este mundo y hace uso de ese conocimiento para prepararse. Mañana... enfrentará su destino final con la frente en alto.
Una presencia acercándose le llama la atención. Al poco, la reminiscencia del imponente dios de la Fuerza le hace compañía.
—¿Estás bien?
—Sí, tío. Lo estoy —asegura con firmeza y una sonrisa pletórica—. Ha sido una noche larga.
Le emociona el darse cuenta de que, aún al final, sigue acompañado por su familia.
—¿Acaso... mi hermano te ha contado sobre tu destino?
—No —dice sosteniendo en sus manos lo más preciado para él—, mi abuelo mantiene el silencio, tal y como lo prometió.
Controla sus ánimos y sus ganas de llorar por irse sin verlo una última vez y agradecer su ayuda. Le hubiera gustado abrazarlo y escuchar su voz en estos días de muerte y desolación.
Apolo cumplió su predicción y su luz desapareció de su existencia desde esa noche en el bosque. No le alcanzó el tiempo para cumplir con su misión y volver al lado de Regulus antes de hoy. Es una pena y el joven león se lamenta por ello.
—Es que... tus actos recientes... —susurra el primer Santo de Leo—. Parece como si supieras que no regresarás...
Mientras Hércules pone en palabras su inquietud, Regulus ladea la cabeza. Unos mechones caen sobre sus orbes y ocultan su alma de miradas indiscretas.
—Esto es una guerra, tío. Sabes que muchos no volverán y nuestro destino es incierto...
—Sí, lo sé. La viví en su tiempo, en la primera Guerra Santa. Sin embargo —pausa con un nudo en la garganta—, tu cosmoenergía está despidiéndose del Templo y tus pertenencias.
—No será la primera vez para ti y, quiero confiar en que ésta será la última —susurra comedido—. Mi participación activa en esta guerra será con esa finalidad: terminar el ciclo.
Hércules cruza los gruesos brazos contra su pecho y encoge los enormes hombros.
—¿Y si no es así...?
—Entonces vendré y te ayudaré a guiar al siguiente Santo de Leo.
Tanta seguridad en el joven provoca el titubeo del dios de la Fuerza.
—¿Qué estuviste platicando con Sisyphus?
El menor aspira profundo y acaricia las figuras reposando en sus manos.
—No fue por mi conversación con mi tío. Simplemente, la realidad tocó mi cosmoenergía y apaciguó mis ímpetus. Reconozco en mi interior la luz de una verdad absoluta y abrazo mi determinación de poner mi máximo empeño para librar esta guerra sin remordimientos o grilletes que me aprisionen en el pasado.
El pelirrojo se rasca la nuca con una mueca variopinta. Ante él, su sobrino se ha convertido en un fiel seguidor de las pitonisas y le habla en código.
—¿Eso qué significa?
—Que me despido de El Santuario, de mi Templo, de mi vida como Regulus; porque mañana encararé el día como el Santo de Leo, tal y como lo hicieron en su momento mi amado Manigoldo y mis queridos compañeros.
Levanta la mirada hacia el firmamento mostrado a través de una ventana, disfrutando del manto estelar y cubriéndose con la vasta tranquilidad transmitida por esa imagen.
Cancri y las estrellas de sus camaradas brillan furiosas para él, dotándolo de vitalidad y fuerza para salir airoso de su empresa el siguiente día.
»Mañana, daré el todo por el todo, tal y como ellos me enseñaron —declara feliz, con la mirada acuosa—. Lucharé como el Santo de Leo que soy y no como el niño que llegó a El Santuario, con el veneno habitando en sus venas.
—¿Aunque eso signifique tu partida definitiva de esta vida?
Hércules se recrimina el hacer oír su inquietud. El pequeño león esboza una sonrisa comedida y extiende su mano hacia la reminiscencia del dios. Sus dedos se posan sobre el hombro de su tío y le prodiga una pizca de su cosmoenergía para apaciguar su ánimo.
—Tú, mejor que nadie, puedes entenderme en estos momentos y sólo tú podrás hacer realidad mi último deseo.
—¿Y... cuál es?
La voz del dios de la Fuerza debiera sonar firme. Sin embargo, esta reminiscencia es una parte de su cosmoenergía y, como tal, muestra sus intensas emociones, como su Potestad.
Porque Hércules entiende la postura del cachorro, de su último cachorro. La puerta abierta hacia el destino mortal de quien ha aprendido a amar en estos años juntos, le rasga el corazón y el icor se derrama en abundancia ante la atroz expectativa de que lo perderá.
Al amanecer, se irá y no volverá... Al menos, no vivo y él no podrá protegerlo.
—Ya que la guerra me los ha arrebatado uno por uno, quiero descansar en paz con ellos, tío... con todos ellos —le confía su deseo más profundo y desgarrador—. ¿Puedes cumplir mi capricho, por favor?
Una lágrima escapa del rabillo del ojo izquierdo del pequeño y resbala lenta y lánguida, perdiéndose en su manzana de Adán. Esa gota solitaria es ajena a la intención reflejada en la boca de Regulus, pues pisotea la mejor sonrisa de su repertorio.
Una de las últimas sonrisas vistas por su tío.
Hércules medita cuán efímera es la vida del humano y cómo disfruta el hombre de desperdiciarla en odios, peleas y enojos sin sentido. Le reconforta ser testigo del esfuerzo del más joven de la camada para enfrentar su misión con arrojo y determinación.
Se muerde los labios para no blasfemar, sabiendo de antemano lo que Regulus le pide. Su manaza se vuelve amable al desprender esa gota de sal resbalando por la piel de su sobrino, convertida en un signo sagrado para el dios de la Fuerza.
—Sí, lo cumpliré. Lo juro. Vendré y llevaré lo que quieras a donde corresponda.
—Entonces los dejaré aquí —concede depositando los objetos sobre la mesita—. Tú sabes lo que significan en mi vida y quiero que me acompañen hasta el final de los tiempos...
—Así será... sólo...
La pausa es eterna para el acelerado movimiento de Cronos y minúscula para las emociones de los Santos de Leo.
—¿Sí, tío?
—Prométeme que vendrás a despedirte...
La risa hace eco en la habitación vacía. Prístina, bellísima, como su alma. Hércules la atesora para la eternidad.
Es una de las últimas muestras de alegría de su sobrino... de su único sobrino creado gracias al icor de Apolo.
¡Cuánto lo extrañará!
—¡Obvio! De cualquier forma, tío, si mis actos son insuficientes y el curso de la guerra se perpetúa, te recuerdo que hice un pacto con ustedes y antes de partir, dejaré una reminiscencia de mi cosmoenergía en este Templo, para ayudar al siguiente Santo de Leo.
—Es una promesa, sobrino.
—Es una promesa de leones, tío.
Las manos del dios y el joven se entrelazan en un pacto inquebrantable, para el eterno beneficio de la humanidad.
Cronos avanza sin esperar a nadie y el siguiente día no es la excepción.
Las batallas se desarrollan una tras otra, sin piedad o titubeos. Los guerreros caen e incrementan los números de los fallecidos. Las vidas son arrebatadas con voracidad por las señoras de la muerte violenta ante la vigilancia de los dioses ajenos a esta pelea.
En el Inframundo, un joven camina hacia su destino. Su armadura lo acompaña fiel y orgullosa de sus logros alcanzados hasta ahora, lista para rugir en cuanto sea necesario
La oscuridad del sitio se ciñe sobre Regulus, convirtiéndose en una depredadora cruel y despiadada, presta para manducar la carne del joven león y alimentarse de su cosmoenergía.
En el fragmentado corazón del Santo de Leo se acumula la congoja por la reciente pérdida de su tío, clavada cual saeta virulenta, deteriorando su organismo y sus esperanzas.
Aún desconoce cómo sigue de pie y camina en apariencia estoico al lado de Tenma y de su diosa Athena con dirección al Templo de Saturno; pues su alma ruega por disponer de tan solo 5 minutos para honrar el deceso de tan importante hombre en su vida.
Tan sólo 5 minutos para llorar y lamentarse por aquél que le brindó, apenas la noche anterior, la confianza absoluta y se convirtió en un camarada incondicional, con el que compartió el vino entre anécdotas entrañables.
La única muestra de su lacerante dolor resbala por su mejilla derecha.
Una lágrima es el signo de su tormento por la pérdida de aquellos con quienes creció, compartió maravillosos momentos y lo convirtieron en el Santo de Leo que es ahora.
Por este único instante, Regulus se permite recobrar el sitio de sobrino, amigo, pupilo, camarada de armas y amante. Ser él, sin la obligación a cuestas. Haciendo a un lado el traje de soldado para lamerse las heridas y recuperar las fuerzas para seguir...
Seguir con la armadura en su cuerpo y el peso de ser un Santo de Athena sobre sus pequeños hombros. Seguir caminando, pues la batalla continúa.
Hablando de ésta y en deferencia a los consejos de la joven del claro y de su tío, ha sido difícil meditar sus actos cuando la adrenalina lo empuja a alzar los puños y golpear sin contemplaciones.
Vislumbrar entre lo correcto o lo incorrecto durante un combate, es casi imposible. Las órdenes siguen martillando en su cabeza: ir tras Alone, quitar del camino a los que se entrometan, destruir el Lienzo Perdido, derrotar a Hades...
Suena lógico con tal de resguardar a la humanidad.
¿O no?
¿Por qué ahora duda de ello?
Quizá es por la pérdida de tantas personas queridas para él. El pensar en ellas activa un dolor inconmensurable y éste le impide utilizar el criterio sin prejuzgar.
Mientras camina, ese sufrimiento hace mella en su corazón y golpea fuerte en su cosmoenergía, sensibilizando su espíritu y su Sexto Sentido.
En el absoluto deseo de poseer la verdad en su misión y darle sentido a tanta muerte, son sus ojos los que se activan, explorando más allá de lo evidente, llevándolo a una comunión ajena a sus experiencias pasadas y lo enlazan a algo mucho más poderoso y orientado a todo aquello que le rodea...
[...]
Tras la aparición de Yōma de Mephistopheles y la cruenta pelea en el Templo de Saturno; Tenma y su diosa Sasha, así como Pandora y Cheshire, son enviados lejos.
Regulus, de forma inexplicable, permanece en el sitio.
Es recibido por el silencio. Si bien percibe, pero no vislumbra la presencia de un Espectro, su identidad causa un cataclismo en su corazón.
El enemigo es Radamanthys.
Se encuentra a solas con el asesino de su padre y sus emociones lo traicionan sobrepasando sus nobles propósitos.
Empujado por la inercia de sus órdenes, la batalla da comienzo y la balanza se inclina a favor del Juez. A pesar de sus esfuerzos, Regulus es incapaz de equipararse al nivel de poder del enemigo, mucho menos, superarlo.
En su frenesí, ataca al espectro y el Juez pierde la concentración por un segundo. Regulus lo atraviesa y un cuerno de la armadura del Wyvern cae al piso, separado del casco. El joven disfruta la satisfacción de ser la segunda persona capaz de romper la Surplice del enemigo.
—Pude ver en ti, la imagen de ese hombre [1] —dice Radamanthys.
—¿Qué? ¿De qué hablas? Si no me dices su nombre, no puedo saber a quién te refieres.
—Sí, Ilias de Leo, quien podía hablar con la tierra. Jamás podría olvidarlo.
El nombre de su padre en los labios del Juez activan su odio. Éste se convierte en un veneno cuya acción expedita carcome sus órganos, asentándose en su psique, rompiendo cualquier noble propósito y desatando sus ánimos de venganza.
—Así que jamás podrías olvidarlo, ¿eh? Después de todo, es el hombre que cortó tu cuerno por primera vez.
—¿Ah? ¿Es que acaso, desde un inicio, tu objetivo era mi cuerno?
Regulus se acerca al casco y lo toma en sus manos. Odia cada pequeño fragmento de éste y lo que significó en su vida. Odia a su portador y el sufrimiento desatado aquella noche fatídica en la que Ilías falleció por protegerlo.
—Oye, Radamanthys, ¿alguna vez tuviste un recuerdo tan fijo en los ojos que no lo puedes olvidar? Yo tengo uno así —dice mientras enciende su cosmoenergía—, un momento tan claro que no dejo de recordar una y otra vez... ¡y tú estás en él!
Ruge gobernado por esa ponzoña, incapaz de sacarla de su sistema. Por el impulso de pulverizar y hacer daño, aplicando la Lex Talionis, ojo por ojo y muerte por muerte.
»Todavía me hace temblar, me hace... volver al pasado. El hombre que dejó esta marca... —dice rabioso—. El hombre que fue asesinado por tus asquerosas manos...
Sus recuerdos lo gobiernan, su padre con la boca llena de sangre y sus ojos plenos de amor, lo dejan sin fuerzas ni ánimos para perdonar al enemigo.
»Ese hombre... ¡Era mi padre! —empuña las manos.
La jovencita del claro tenía razón, el amor se compara con la locura y Regulus está loco de amor y deseo de matar en honor a su progenitor.
»LIGHTNING PLASMA!
[...]
—¿Regulus, estás bien?
El joven león parpadea empapado de sudor. Sus jadeos son intermitentes y desesperados. Se cubre el rostro con las manos y se asusta al ser consciente de su puño libre de sangre, del estado cuasi impoluto de su armadura, de su cuerpo carente de ciertas heridas. Todo él se encuentra diferente a como se percibía tras la batalla contra Radamanthys...
Porque la tuvo. ¿No es así?
Lo mató. Al final de su enfrentamiento, mató a Radamanthys. Destruyó su corazón, lo entregó a la muerte como sucedió en muchos de sus sueños en El Santuario y...
Mientras Tenma se rasca el cabello, las piernas del joven león tiemblan cuando se descubre en las inmediaciones del Templo de Saturno.
¿Qué ha pasado?
Corrección: ¿qué no ha pasado? ¿Acaso su batalla recién vivida con Radamanthys fue...? ¿Qué fue?
¿Una alucinación? ¿Se está volviendo loco por el estrés?
—Y-yo...
—Te quedaste quieto durante un par de minutos. ¿Estás bien?
—S-sí...
En su corazón se origina una potente cosmoenergía. Ésta se convierte en una corriente eléctrica imposible de ignorar y se desperdiga por cada parte de su ser, dejando a su paso un horrible presentimiento al que no puede darle forma o sentido.
En la oscuridad de la ignorancia, Regulus tiembla cual hoja al viento.
Su cuerpo aprecia el dolor de las heridas producto de las técnicas del Juez. Su puño percibe los rezagos de su cosmoenergía, así como la sensación de la armadura de Radamanthys, la tibia carne de ese tórax, el crujir de esas costillas y las fibras de ese corazón.
Cada parte de ello son como ecos de una historia... ¿que nunca sucedió?
—Vamos entonces, debemos entrar al Templo de Saturno para alcanzar a Alone.
—Espera... ¿n-no hemos... entrado aún?
—¿Estás bien, Regulus? ¿Por qué preguntas lo que ya sabes?
La diosa Athena se acerca a él con la preocupación marcada en su bella faz. El joven león se estremece al suponer el momento exacto en que se encuentra.
No han penetrado en el Templo, ni se han enfrentado a Pandora y Cheshire. Mucho menos apareció Yōma de Mephistopheles. Su batalla con Radamanthys fue un eufemismo y nunca mató al Juez.
Esta es la verdad. Así lo reafirma la cosmoenergía desplegada en el sitio de su destino. Ésta le pertenece a su enemigo. Al Espectro que mató a su padre.
—Y-yo...
—Si te sientes mal, podemos adelantarnos y tú nos alcanzas.
—No, no, Tenma. Yo... yo iré con ustedes.
—¿Estás seguro, Regulus?
—Sí, mi diosa. Por favor, permítame... acompañarlos.
Saca fuerzas de flaqueza para mostrar su mejor cara. Athena no parece muy convencida. Regulus teme su negativa y por fin, ella accede con las dudas tatuadas en las pupilas.
Sus pies continúan el camino por inercia mientras su mente baraja los escenarios. Él es el nieto de Apolo y sus sueños respecto al bosque, las nubes y la lluvia ponzoñosa, fueron de índole premonitoria.
Pero... este ¿sueño? es diferente.
Está despierto, no dormido, caminando hacia su destino y las sensaciones de su cuerpo permanecen, las aprecia como el medio ambiente interactuando con él.
Antes de poder resolver nada, ingresan al Templo de Saturno, el sitio que será su tumba. De eso no cabe la menor duda.
"Aquí moriré, de aquí nunca saldré" piensa con el cuerpo entumecido.
Regulus es fiel testigo de los acontecimientos desarrollados uno tras otro. La historia se repite: el encuentro con Pandora, Cheshire y Radamanthys; su propia actitud y el deseo de venganza dirigido en contra el Juez, son una calca de... ¿su sueño?
¿Está repitiendo lo sucedido? No, sucedido no, pues lo está viviendo ahora.
Eso significa que... ¿su rabia por Radamanthys le llevará a matarlo y luego...? Triunfarán, por supuesto. Vencerán a Hades. ¿Qué otro resultado se puede esperar de ello?
Entre la incertidumbre, Yōma de Mephistopheles se abre paso en el Templo de Saturno.
Regulus cierra los ojos, sensible por los sucesos y se da el lujo de ignorar la pelea con Yōma, cuyo resultado conoce de antemano. Porque lo conoce, está seguro de ello.
Cronos avanzará, Regulus volverá a encontrarse a solas con su mayor rival y...
Lo matará.
Lo matará porque es la única posibilidad para vencer. Lo matará porque seguirá las órdenes de destruir al enemigo. Lo matará porque es lo prudente.
"Entonces, ¿por qué dudo? ¿Por qué mi intuición me grita lo contrario?".
Se talla los ojos deseando ver más allá, deseando encontrar la respuesta a sus inquietudes. En ese ardiente anhelo, su entorno reacciona y su cosmoenergía se enlaza con una poderosa presencia llevándolo a donde debe estar.
[...]
El niño Alone pinta el lienzo de la batalla entre el Santo de Leo y el Juez del Inframundo, siendo fiel a lo sucedido en el Templo de Saturno.
—Gracias caballero de Leo, tuve una epifanía viéndote pelear, gracias —ríe emocionado.
—¿Qué es tan divertido, Alone? —pregunta una Pandora recién llegada al sitio gracias a la técnica de Yōma de Mephistopheles—. Decir que te atreves a ejercer el poder de un dios mientras no eres más que un humano insolente, es sin duda, un sacrilegio.
Ella apunta su lanza en dirección a Alone en una franca declaración de guerra. Una declaración que no obtiene la respuesta emocional esperada en el otro. Una respuesta basada en la indiferencia absoluta.
—Pandora, veo que has recibido múltiples heridas desde nuestro último encuentro. ¿Serías capaz de pelear cuando ya perdiste tu apoyo emocional, así como tu ejército?
Sin cavilar en ello, la mujer decide lanzarse en contra de Alone y termina hundiéndose en esos ojos puros y llenos de tristeza. Se compenetra y sufre con él, incapaz de entender o soportar el padecimiento del niño tocado por la mano del dios.
En esa tristeza se hunde y se asfixia en la inmensidad de esa emoción sin oportunidad de escape.
Minutos después, Pandora vuelve a la realidad. Se encuentra de rodillas frente a Alone. Él se acerca y le acaricia la cara. La mujer tiembla con el mero contacto.
—Parece que te asusté —susurra Alone—. Pensé que ahora tenías una oportunidad, pero al final no eres capaz de alcanzar mi tristeza.
—¿Mi tristeza es incapaz de alcanzarte? —susurra llorando angustiada.
—Sí, en efecto. Lástima, Pandora, pero no tienes lo que se necesita para detenerme.
[...]
Regulus parpadea jadeando y se recarga en la pared del Templo de Saturno. Las manos le tiemblan, la respiración es frenética y el sudor permea cada parte de su piel. Aprieta los párpados invocando a la tranquilidad mientras toma nota del momento en que vive.
La técnica de Yōma de Mephistopheles ha llevado lejos del templo a la diosa Athena, así como a Tenma, Pandora y Cheshire. El Santo de Leo se encuentra a solas con Radamanthys, su enemigo por antonomasia.
Otra vez a solas con él.
¿Qué ha sido ese nuevo... sueño?
¿Fue otro sueño? No, no es un sueño... tampoco podría ser una premonición pues es demasiado realista.
¡Está tan confundido!
El terror se apodera de él. Es incapaz de entender sus vivencias y las manos le tiemblan con frenesí. Ojalá pudiera abstraerse y disponer de 5 minutos de silencio para reencontrarse con sus objetivos.
"Presta atención a tu alrededor, Regulus.
Escúchate, escúchalos, mi niño.
Déjate guiar al sitio correcto".
Esas palabras de su padre, pronunciadas durante el sueño suscitado en el lago y donde entró en comunión con la cosmoenergía de su abuelo, aceleran su respiración. ¿Qué debe escuchar? ¿A quién? ¿Cuál es el sitio correcto?
Se pasa la mano por el rostro quitándose el exceso de sudor. Su corazón martillea a velocidad de vértigo. Se le revuelven las tripas y las arcadas pugnan por sacar de su sistema todo aquello que le daña.
Apoya la cabeza contra la pared, observando el techo. Se concentra en tomar conciencia de lo sucedido.
Mientras él se abstrae, las palabras de la joven en el claro convertido en Santuario de los caídos en esta Guerra Santa, regresan con fuerza:
"Cuando algunos hombres logran estar
en comunión con ella [la Naturaleza]
y entender los entresijos de sus ciclos,
llevan su vida más allá de lo esperado y logran proezas".
Entonces, ¿a esto se refería?
¿Ha logrado hacerse uno con la Naturaleza y vislumbrar los entresijos del... futuro? ¿Esos sueños son en realidad, los ciclos de la Naturaleza?
Entonces no tuvo un sueño premonitorio.
No.
Usando las palabras de Alone, tuvo una epifanía.
¡Eso es!
A pesar de sus dudas y rechazos a sus habilidades, se hizo uno con la Naturaleza.
Se unió a ella como Manigoldo afirmaba cada vez que Regulus desaparecía su cosmos o aquella noche en que Cancri titiló.
¡Lo hizo!
La Naturaleza, magnánima y perfecta, así como le anunció la partida de Manigoldo y lo ocultó de los demás, le ha permitido presenciar el futuro. Incluso, le dio la oportunidad de repetir la dosis.
Ahora conoce la verdad. Alone sellará el poder de Athena en el Lienzo Perdido y al dormir la diosa, sólo quedará Sasha caminando en el Inframundo.
En cuanto Sasha y Tenma combatan a Alone, por el mero hecho de ser ambos humanos, perderán la contienda. Lo mismo sucederá con Pandora, tal y como quedó claro en la segunda epifanía. Los Santos Dorados restantes tampoco tienen oportunidad contra él.
Sin alguien con lo necesario para detenerlo, según las palabras dichas por Alone a Pandora, tarde o temprano el Lienzo Perdido será completado y la humanidad perecerá.
Esta Guerra Santa tiene un único final: la victoria de Alone y la destrucción de los hombres.
Regulus jadea con el cuerpo helado y las manos tembleques. La expectativa es atroz.
¿Qué debe hacer ahora? Porque lo entiende. Sus dos visiones a través de las líneas de la Naturaleza dejan una constante. Si puede cambiar algo, el punto decisivo es ahora, previo a su batalla contra Radamanthys.
Éste es el punto de inflexión. Un paso en falso, tendrá como resultado la destrucción de la humanidad.
Siguiendo el consejo de su padre, ¿a quién debe escuchar? ¿Cuál es el sitio correcto al que debe llegar para terminar esta Guerra y destruir el Lienzo Perdido?
Aprieta los labios y los hace sangrar.
—¿Hasta cuándo seguirás con eso?
La voz de Radamanthys le pone la carne de gallina. El momento ha llegado. Realmente lo está viviendo. El tiempo se le escurrió entre los dedos. Es ahora o nunca. La batalla por la humanidad ha dado inicio y Regulus es el único con el poder de virar su destino.
¡Qué enorme responsabilidad recae sobre sus delgados hombros!
—¿Ocurre algo, Wyvern? —musita con voz aparentemente serena, distante a las emociones variopintas que lo gobiernan.
—Desde hace un momento puedo sentir que no apartas los ojos de mí, ¿qué estás mirando?
—Todo... —musita sonriendo de lado porque es verdad. Observa todo aquello que lo rodea, a su rival y sobre todo, a las epifanías ofrecidas por la Naturaleza—. Tus movimientos, tus brazos, tus piernas. Con estos ojos, soy capaz de analizar y memorizarlo todo y así puedo superar ¡a cualquiera!
Puede hacerlo y demostrará cuánto aprendió durante estos años de entrenamiento. Su deber es superar a las Moiras y en el proceso, ¡romperá sus límites!
—Ya veo... Derrotaste a Behemoth y a otros Espectros incompetentes y ¿crees por eso que puedes derrotarme? No me compares con ellos. ¡Ya he superado el poder de los humanos!
Radamanthys no deja lugar a dudas su última afirmación al estallar su cosmos y golpear al pequeño Regulus con el viento desatado por su técnica.
Mientras el dolor de su cuerpo entumece sus miembros, el joven león razona las alternativas de su primera epifanía. En ella, ofrendó su vida para derrotar al Juez. ¿Acaso habrá otra forma de deshacerse de él sin morir?
»Hmh, ¿ya eres polvo?
La respuesta es un rugido dorado elevándose en el Templo.
El joven león imita la técnica del Wyvern e impacta en su rival, consciente de que la Naturaleza le mostró este combate para darle oportunidad de resolver este enigma.
Al conocer de antemano las acciones del enemigo y gracias a sus ojos, que han visto a través de sus técnicas, puede anticiparse a los riesgos y pelear con tranquilidad.
El Espectro se alza sin daño después de recibir el golpe de Regulus.
—Vaya, el Radamanthys que recuerdo hubiera muerto con este ataque —dice reconociendo el potencial del Juez—. Parece que en verdad superaste el poder de los humanos. Entonces... ¡tendré que superar ese nivel!
¿Cómo hacerlo si Regulus sólo logró derrotarlo sacrificando su vida? ¿Cómo vencer a aquél que detenta un poder superior a un humano y alcanzar a Alone para combatir en su contra?
Un rayo de luz se hace hueco entre las sombras de la incertidumbre, trayendo consigo las palabras dichas por Alone al inicio de su segunda epifanía:
"El poder de un dios y frente a él,
un hombre desafiando sus propias limitaciones.
La singularidad obtenida por una larga peregrinación
motivada por un deseo desenfrenado.
Sí, aquí está la verdadera historia del hombre
que intentó derrotar a un dios.
Este color es sin duda puro y transparente".
Sin duda, Alone hablaba de él y la Naturaleza le mostró esa parte del futuro para entender sus entresijos.
El joven león sacude la cabeza azorado al tener de forma indirecta, la respuesta a su eterna pregunta: ¿Por qué no encontró a su padre en la Naturaleza aunque lo buscó con ahínco y podía unirse a ella, según lo sospechado por Manigoldo?
Porque era indispensable ese peregrinar para arreglar el destino funesto de esta guerra...
Su obsesión por buscar a su padre era requerida con el fin de que Regulus aprendiera de personas como Manigoldo, Nathan e incluso la joven del claro y con esa experiencia, interpretara correctamente las epifanías.
Las lágrimas se acumulan en sus ojos. Son de felicidad y satisfacción. Ahora entiende muchas cosas. Por ejemplo, el por qué su padre sólo se le presentó en aquel sueño o incluso por qué su abuelo se negó a intervenir en esta guerra.
¡Ambos conocían los ciclos de la Naturaleza al estar unidos a ella y los seguían a rajatabla!
De ser Regulus la singularidad, entonces significa que es el único capaz de aprender de sus falencias para brillar con la Luz Verdadera, superar sus límites y concluir la guerra de forma satisfactoria.
Si esa es su misión, la acepta. Si debe ser la singularidad que se opone a los planes de Alone, hará su mejor papel y demostrará por qué es un digno descendiente de Ilías y Apolo.
Será el hombre que intente derrotar a un dios. No, corrección, él no quiere derrotar a un dios porque Alone sólo es el recipiente de Hades.
—Ya veo, entiendo —dice Radamanthys—. Parece que lo que dicen de ti, no son sólo tonterías. En verdad lograste imitarme.
»Pero tu poder se limita a la capacidad de los humanos, tu técnica no servirá contra mí. ¡Éste es el poder de mi señor Hades! Un poder que supera el de los humanos... Éste es el poder de un dios. Gliding Roar!
Sin esperarlo y al tiempo que recibe la impactante técnica de lleno, Regulus toma conciencia del verdadero significado de las enigmáticas palabras de Alone.
Por eso el Juez es tan fuerte. ¡A eso se refería Alone con derrotar el poder de un dios!
Radamanthys, de cierta forma, se ha convertido en otro recipiente de Hades...
Este conocimiento genera un presentimiento doloroso.
Su corazonada tiene como sustento que Radamanthys y Alone han sido tocados por el mismo dios y son dos recipientes con idéntico nivel de poder. No, hay una diferencia. El Juez tiene un extra al ser un Espectro, mientras Alone, es y será, un simple humano.
Regulus comprende el alcance de sus epifanías. A medias, pero lo hace. Le tiemblan las manos al saber que se convertirá, de cierta forma, en un traidor de Athena y sus camaradas. Peor aún, pisoteará el sacrificio de su amado Manigoldo porque, en lugar de administrar justicia y seguir su credo matando al Juez para vengar a su padre y obedecer sus órdenes, siguiendo el ejemplo de su tío y sus compañeros, Regulus debe...
Su estómago se revuelve con la mera conclusión y las náuseas se acumulan. Quisiera vomitar de sólo pensar en el verdadero papel de Radamanthys en esta guerra. De vislumbrar el destino del bastardo que mató a su padre sin tocarse el corazón.
Las enseñanzas de Albafica llegan con un brillo inesperado y un calor necesario para ayudarlo a soportar el odio, la rabia y la impotencia resultantes de encarar este trance.
Regulus alcanza otra revelación. Albafica, de alguna forma y debido a su constante contacto con su jardín de rosas ponzoñosas, debió unirse a la Naturaleza y notar sus ciclos. De ser así, sus consejos de aquél día, sobre perdonar a Radamanthys pues la venganza es insignificante en una guerra cuyo final será el exterminio, poseen otro cariz de importancia.
Lo único cuestionable es su propia capacidad de alcanzar ese desenlace cuando su estómago le exige justicia por la muerte de su padre y su sentido del deber le orilla a seguir al pie de la letra sus órdenes.
»Al final, no eras más que un simple humano —reprocha el Juez.
La imagen de Nathan enfrentándose a un rival poderoso como Valentine mientras hacía lo correcto, ofrendando su vida para evitar un cataclismo mayor, le dota de esperanza.
"Ese es tu error, Radamanthys. Creer que por ser un simple humano, como Nathan, soy incapaz de dejar a un lado mis falencias y prejuicios para destruir los planes del enemigo".
Sin embargo, su enemigo no es Hades.
De acuerdo a su segunda epifanía, el rival a vencer es Alone. El único con el poder de un dios y cuya tristeza es inalcanzable aún para la mismísima Pandora. Con Alone en la guerra, el Lienzo Perdido será completado, sin él pueden ganar y salvar a la humanidad.
Para eso...
—Ah, pude verlo, todo bien. Aunque admito que me hiciste sangrar un poco —comenta entre risas, revisando su pecho y boca impregnados con su líquido vital, haciendo a un lado los pilares que lo sepultan—. Con que éste es el poder de un dios.
»Jamás había sentido un dolor así —declara buscando un camino hacia su rival. Da un salto cayendo al piso—, entonces, ¿podré superar ese nivel?
Sus risas retumban en el Templo al pensar en los reproches de la jovencita de las flores. Regulus se ejercita para hacer tiempo y planear sus siguientes movimientos.
"Es una pena que ella no pueda verme y saber que descubrí la verdad. Que no soy un soldado que sigue las órdenes a rajatabla, sino que logré entender cuál es el camino para terminar esta guerra y salvar a la humanidad".
"Mi papel es difícil. Sin duda, quienes conozcan mi batalla pensarán que morí en vano. Dirán que el niño prodigio dotado de un gran poder, ni siquiera pudo hacer una diferencia".
"Pasaré a la historia como un tiro gastado sin sentido" se burla de sí mismo con amargura. "Sólo yo sabré la verdad. Perdonaré a mi enemigo, al asesino de mi padre, aunque no se lo merezca y sea un bastardo incapaz de sentir empatía por los otros. ¡Qué difícil es esto!".
»Todo está bien —se da ánimos para continuar, sepultando su dolor y decepción por sus siguientes acciones y combatiendo su deseo desenfrenado de vengar a su padre—. Ahora... ¡Es mi turno!
Mientras mastica la única posibilidad de salir triunfante en esta Guerra Santa y preservar así a la humanidad, se concede el único capricho a plena conciencia y se lanza a atacar. En el proceso, Radamanthys pierde la concentración por un segundo.
Regulus lo atraviesa y un cuerno de la armadura del Wyvern cae al piso, separado del casco. El joven disfruta la satisfacción de ser la segunda persona capaz de romper así la Surplice del Juez.
—Pude ver en ti, la imagen de ese hombre...
—¿Qué? ¿De qué hablas? Si no me dices su nombre, no puedo saber a quién te refieres.
—Sí, Ilías de Leo, quien podía hablar con la tierra. Jamás podría olvidarlo.
Esta escena sucedió en su epifanía. En ella, Regulus se llenó de ira y fue el detonante para matar a Radamanthys. Ahora, con la nueva perspectiva abierta ante él, se dedica a analizar lo sucedido libre de prejuicios, siguiendo las enseñanzas de Hasgard, para valorar el corazón del Espectro.
—Así que jamás podrías olvidarlo, ¿eh? Después de todo, es el hombre que cortó tu cuerno por primera vez —ríe satisfecho de la hazaña de su padre.
Su sonrisa se congela y se le forma un nudo en la garganta ante el rictus de Radamanthys. En lo profundo de los orbes fríos y sin consideraciones por el enemigo, Regulus encuentra una razón capaz de arrebatarle el aliento.
Radamanthys, el asesino, el Juez sin sentimientos, el bastardo sanguinario, irradia muy en lo profundo de sus pupilas, un respeto absoluto por Ilías.
Ante Regulus, la soberbia careta del Espectro cae por una fracción de segundo. En simultáneo, la cosmoenergía odiosa muestra una calidez por el recuerdo del antiguo Santo de Leo y, al siguiente segundo, se cubre de arrogancia e indiferencia impostadas.
Por fin, el joven león se permite aceptar el halo humano oculto por la surplice del Espectro. La certeza de que la muerte de su padre no fue en vano y su recuerdo permanece vivo en el enemigo, con la dignidad propia de un guerrero, le dota de paz.
Su última duda para aceptar su sino, cae con la fuerza de una tonelada. El universo es el único testigo de su alivio y la fuerza de su convicción. Ahora entiende por qué la Naturaleza eligió a Radamanthys para dar fin a esta guerra y enfrentarse con Alone.
El Juez es digno de confianza.
Regulus también acepta las motivaciones del otro para actuar como un desgraciado durante su combate con Ilías. En esa tesitura, el Santo de Leo tampoco se tocó el corazón para derrotar a Behemot o para matar a los Espectros que se interpusieron en su camino.
¿Eso lo convierte en un bastardo o un asesino sanguinario? No, porque sólo hizo su labor como soldado.
Medir a Radamanthys con la vara de la hipocresía, sería pecar de arrogante.
Tal y como lo dijo Albafica, Radamanthys es como Aquiles, el asesino de Héctor, el Héroe de Troya. El Juez llevó a cabo sus órdenes y en ellas, no cabía la posibilidad de perdonar la vida de Ilías.
Eso nunca impidió el nacimiento de la admiración post mortem del Juez hacia su padre.
Regulus sonríe con nostalgia al entender el gran poder de Ilías, distante de su cosmoenergía y más cercano a su noble personalidad. Su padre tocó el corazón del Espectro y eso permanecerá hasta la muerte del Juez.
—¿Ah? ¿Es que acaso, desde un inicio, tu objetivo era mi cuerno?
Regulus se acerca al casco y lo sujeta entre sus manos. Antes, odiaba cada pequeño fragmento de él y lo que significó en su vida. Ahora, es el símbolo de su madurez.
El Regulus de ahora, se cebó con un cuerno en lugar de hacerlo con un corazón. La firme creencia de cuidar a la humanidad se sobrepuso a la venganza. La liberación obtenida por esa elección, lo hace sonreír pleno y satisfecho de haber crecido hasta este punto.
"Mani, mio amore, logré superar mis límites. ¡Me convertí en un adulto!" celebra con el recuerdo de su amado italiano. "Espérame, cangrejo descocado, pronto estaré contigo. Sólo necesito dar paso al ciclo y pondré todo de mí para brillar como nunca".
—Oye, Radamanthys, ¿alguna vez tuviste un recuerdo tan fijo en los ojos que no lo puedes olvidar? Yo tengo uno así —dice mientras se llena de bríos—, un momento tan claro que no dejo de recordar una y otra vez... ¡y tú estás en él!
Cada parte de su ser está lista para quemar su cosmoenergía al límite. Siguiendo la mente analítica de Dégel y sus enseñanzas, Regulus planea una estrategia y busca llevarla a cabo con puntillosa precisión, pero antes, se permite ser sincero con el Juez.
»Todavía me hace temblar, me hace... querer volver al pasado, a quien fui y a quien superé. El hombre que dejó esta marca... —se sume en sus recuerdos—. El hombre que fue asesinado por tus manos...
Sus recuerdos lo gobiernan, su padre escupiendo sangre y muriendo a causa de la técnica de Radamanthys, le hacen consciente del verdadero significado del amor.
La jovencita tenía razón al decir que el amor se compara con la locura. Ilías se lo demostró sacrificándose en nombre de ese amor por Regulus. Con su vida, le dio el ejemplo a seguir.
»Ese hombre... —empuña las manos rogando a Ilías por la fuerza necesaria para seguir adelante—, ¡era mi padre! LIGHTNING PLASMA!
Se lanza al ataque con vigor irrefrenable. Sólo existe la convicción de seguir los pasos de quienes se le adelantaron en la muerte, de quienes se sacrificaron en pos de un bien mayor, como Nathan cubriendo el cuerpo de Regulus para evitar el golpe mortal de Valentine.
Nathan es el más puro recordatorio de quien, al final de su vida, hizo lo correcto pisoteando sus deseos de venganza contra los habitantes de Rodorio. Otro humano haciendo locuras en nombre del amor.
Bien o mal, durante su vida, Regulus estuvo rodeado de ellos y sonríe en honor a sus memorias.
La única duda en el plan del joven león estriba en ¿cómo lograr que Radamanthys se rebele contra sus órdenes y levante sus puños contra el creador del Lienzo Perdido?
Es inusitado, un soldado jamás irá en contra de su General y mucho menos, de su dios. Porque Alone ejecuta el poder de Hades, entonces Radamanthys debería obedecerlo.
Esa nueva expectativa le obliga a dar un paso atrás. Perdido en el escenario adverso, se cuestiona cada punto con suma honestidad, siguiendo los consejos de su tío, negándose a ser cegado por cualquier prejuicio.
¿Debería ser él quien finiquite al recipiente de Hades? De ser así, ¿podrá superar la tristeza de Alone o, como sucedió con Pandora, sucumbirá ante ese enorme dolor?
Conociéndose, caerá a los pies de Alone. Su corazón puro no soportará tanto sufrimiento.
No, ese no es el camino. Sus ojos realmente vislumbraron la verdad y no una falacia.
Haciendo recuento de lo sucedido en sus epifanías, Regulus no es el protagonista del final. Él sale del tablero de juego después de su batalla con Radamanthys.
Tal y como Apolo se hizo a un lado y se mantuvo al margen de la guerra porque "mi luz no brilla después de este encuentro", Regulus debe permitir que la luz del Juez brille al final. Radamanthys tiene el estómago para enfrentar a Alone y a su tristeza. ¿No es así?
—Parece que te confiaste por romper mi cuerno —reprocha el Juez—, pero por más que te esfuerces, no podrás superar el poder de un Dios.
»Así como hay una gran diferencia entre el cielo y la tierra, los dioses y los humanos pertenecemos a diferentes planos de existencia. Quizá tus ojos y tu control de combate no sean ordinarios, pero por más que te esfuerces, no hay manera de que puedas alcanzarme.
Cada oración refuerza sus convicciones. La simple imagen de un Wyvern lejos de sus posibilidades, le permite concluir su acertada sospecha.
La Naturaleza considera a Radamanthys apto para la batalla decisiva contra Alone, para superar la tristeza inalcanzable hasta para la mismísima Pandora.
»Ni siquiera he intentado usar mi verdadero poder, será mejor que te retires y te resignes. No tienes ninguna oportunidad contra mí, ¡acepta que te estás enfrentando a un ser superior y ríndete!
¿Rendirse? ¡Nunca!
Mientras la batalla continúa con un Regulus replicando la Athena Exclamation, sus neuronas trabajan sin descanso para encontrar la fórmula de convencer al Wyvern de atacar a Alone.
Es imposible, concluye al momento en que su técnica impacta al Juez. Es imposible porque Radamanthys es parte del ejército del Inframundo. Es un soldado y sigue las órdenes porque su credo...
Su... credo.
Su...
¡Un momento! ¡Ahí está la respuesta!
¿En qué cree Radamanthys? Antes de las órdenes, está la fe. Esa jovencita en el claro se lo enseñó y en esa tesitura, ¿cuáles son las creencias de Radamanthys?
¿Radamanthys lucha por Alone o por Hades? Porque hay una gran diferencia.
En su memoria se reproduce la plática de Kardia y su vergonzosa confesión de haber dudado de Sasha, pero en cuanto ésta demostró ser la diosa Athena y dio señas de una entereza inquebrantable en su misión en México, el Santo de Escorpio la siguió fielmente.
¿Será lo mismo con Radamanthys? ¿Alone habrá pasado la prueba de fuego del Juez?
"Por favor, madre Naturaleza, muéstrame ¿por qué lucha Radamanthys en realidad? Si tu deseo es que él combata a Alone, deja que mis ojos vislumbren su credo y con ello, pueda guiarlo al camino correcto, así sea con mi último aliento".
Estalla su cosmoenergía al infinito y tras él, las reminiscencias de sus compañeros aparecen. Regulus se aferra a ellos y sobre todo, a las enseñanzas indirectas de Aspros, para rebuscar con cinismo tras los velos y encontrar la verdad, arrancando las caretas de la falsedad sin consideraciones.
Mientras distrae a Radamanthys, él se funde con la Naturaleza por tercera ocasión.
[...]
"Que este puño lo atraviese, que se una al señor Hades" ruega Radamanthys con devoción al lanzarse en contra de Alone. "Nunca aceptaré la opinión de este gusano sobre la muerte o lo que él llama salvación. Todavía quiero luchar como un Espectro" expresa su máximo deseo con su último aliento.
[...]
En el entresijo de las múltiples raíces de los ciclos e instado por Asmita para serenar su espíritu, Regulus sonríe con alivio al encontrar la respuesta anhelada.
—¿Qué es eso? —interroga Radamanthys azorado.
Siguiendo las prácticas enseñanzas de Cid, el joven león mantiene la calma y se esfuerza en no mostrar sus intenciones al Juez. Debe seguir cada parte de su epifanía hasta llegar al punto culmen y eso significa utilizar su mejor golpe.
—Son las constelaciones de los 12 caballeros dorados. Si la Athena Exclamation no puede matarte, entonces usaré las técnicas de los hombres más poderosos en un solo ataque. ¡Esta vez acabaré contigo!
En cada flanco, puede sentir las reminiscencias de Shion y Dohko. Las firmes convicciones de uno y el ímpetu apasionado del otro, le impulsan a pelear con cada fragmento de su cosmoenergía.
—Los 12 caballeros dorados. ¿Piensas emular el poder de 12 técnicas a la vez? ¿Tu desesperación es tal que has perdido la razón?
"Sí, perdí la razón" celebra en sus pensamientos. "La perdí por mi amor a la humanidad. Por mi amor a las enseñanzas de mis compañeros y mi mejor amigo Nathan. Por mi amor al ejemplo de mi padre, mi abuelo y mi tío y sobre todo, por mi amor a ese maravilloso italiano que ofrendó la vida para darme la oportunidad de vencer en esta guerra. ¡Estoy loco de amor!" piensa pleno de dicha y una sonrisa imborrable.
—Jajaja, no, no te equivoques, no es desesperación. Mientras estuve en El Santuario pude aprender de esos hombres. Ellos me enseñaron el cosmos final entre los seres humanos. Sí, yo vi esa luz, ¡el máximo poder de la humanidad! Zodiac Clamation!
Su técnica impacta contra el Wyvern. Regulus jadea desesperado, desgarrándose en su firme proceso de pelear hasta su último aliento.
Tal como hizo Ilías, el cachorro debe abrir una grieta en la mente del Wyvern para hacerlo dudar de sus órdenes, para hacerlo revivir el afán de su credo y recobrar su fe en Hades.
»Te superaré... te superaré, ¡aunque seas un dios!
El pequeño ruge como nunca, hasta que el cosmos del enemigo es minimizado con el suyo.
Un relámpago atraviesa su corazón y Regulus sonríe al universo con lágrimas en los ojos al sentir la tibia energía de la Naturaleza haciéndolo consciente de su sublime éxito.
»Lo logré, lo logré... ¡Papá!
"Logré liberarme de mi veneno por y para siempre" celebra con alivio mientras clama por Ilías porque sabe que su padre está ahí, con él, y es testigo de su última batalla. "Combato con el único aliciente digno de un Santo, como tú me enseñaste, pleno de amor".
Mientras Radamanthys se levanta de nuevo, casi inmaculado en su fisionomía, pero con la mente fragmentada por los resquemores, Regulus se regodea con la satisfacción de haber sembrado las semillas para despertar al Wyvern y con su furia, destruir el Lienzo Perdido.
—Lo lamento niño. Ya te lo he dicho, no podrás superar tan fácilmente el poder de un dios.
—¡Aún no he terminado!
Lo promete, lo grita y cree en cada palabra, a pesar de que su corazón late con dificultad. Eleva su cosmos en la búsqueda del cortocircuito final. En el anhelo de estrellarse contra el esperado y aceptado muro, el de su propia humanidad, para convertirse en una supernova.
La vida se le escapa de las manos y el Juez es fiel testigo de ello, mientras el organismo de Regulus reacciona con una falla orgánica masiva, imposible de detener.
Pues para renacer, hay que morir.
—Parece que finalmente tu cuerpo ha llegado a su límite. Tal como el mito de Ícaro y el de la Torre de Babel, aquellos humanos que están en búsqueda de lo divino, eventualmente ¡fracasan!
"Te equivocas, Radamanthys. Esta vez, el humano superará al dios. Tú superarás a Alone por mí. Por favor, Radamanthys, haz un buen trabajo. Mírame brillar, papá, mírame salvar a la humanidad".
Mientras el joven león soporta el tremendo dolor, lanza su último rugido de vida, en su desquiciada y frenética búsqueda de la muerte...
"Ven a mí, Mani, ven a mí, mio amore... Es el momento para reunirnos de nueva cuenta".
Y es justo la muerte, magnánima y pacífica, quien lo encuentra en el camino y lo arropa contra sí. El león descansa en su firme tórax diciendo adiós a su vida mortal en tan amorosos y anhelados brazos.
Al final, sólo queda polvo y una miríada de lo que fue una grandiosa cosmoenergía.
El Prodigio de El Santuario ha desaparecido del mundo y hay vigilantes que derraman una o más lágrimas por él, presos del dolor por la pérdida de quien sacrificó su vida por un bien mayor.
Cuando todo el polvo se asienta en el Templo de Saturno, Radamanthys observa el manto dorado de quien fuera un Santo de Athena yaciendo dormido a sus pies.
La cloth de Leo le rinde respeto a su digno portador quien ha viajado hacia las estrellas para fundirse en ellas para siempre.
—Su técnica hizo un agujero tremendo en el Lienzo Perdido —susurra el Juez observando el cráter delante de él—. Supongo que con esto ha superado el poder de un simple humano y sólo ha quedado su armadura. Éste fue el límite de este sujeto...
Un titubeo le baja los párpados para refugiar en el anonimato la admiración hacia el hijo de aquel hombre que le plantó cara hasta el final. De tal palo, tal astilla, dice el refrán y el joven Santo lo siguió a rajatabla.
Regulus de Leo quedará en su mente tal y como su padre, aunque con una diferencia de intensidad. De alguna manera, intuye algo raro en el sacrificio ¿inútil? del joven.
Esta guerra se ha convertido en un absurdo, cobrándose la vida de almas nobles y dignas de ser emuladas...
Su fastidio cambia al percibir una grandiosa cosmoenergía acercándose a una velocidad increíble hacia él.
—¿Ah? —jadea con los ojos abiertos al máximo—. ¡¿Qué?! ¡Tú! ¿Sigues con vida? Pero... hace un momento tu cosmos había desaparecido por completo. ¿Qué pretendes ahora despojándote de tu armadura y dándole la espalda a tu enemigo?
Frente a él, Regulus permanece sentado con el tórax al descubierto y mirando al horizonte. Atrás quedó un cuerpo capaz de contaminarse con el veneno. Sólo existe en él la paz y la tranquilidad de lo que fue, es y será.
Sus ojos de bosque ahora son capaces de vislumbrar cada ciclo de la Naturaleza sin esfuerzo y sus manos albergan las semillas de la preservación humana.
—Nada especial, sólo estaba observando a la Naturaleza de donde vengo...
Su voz etérea posee rezagos fantasmales. Tonos bien conocidos por Radamanthys. El Espectro es recorrido por un extraño rechazo a la certeza de que el chico ante él murió en su último estallido, cuando él había albergado la esperanza de que siguiera vivo.
Es una pena, pues su alma sin mácula merecía seguir existiendo...
—Ya veo, en ese caso ¡despídete de ella! Hasta nunca, niño.
Su ataque en búsqueda de enviarlo a una de las prisiones es inservible, lo cual carece de sentido. ¡Él posee el poder de un dios! Y no de cualquier dios, de su señor Hades. Esta alma se encuentra en el Inframundo y debería estar atada a sus reglas.
En ese momento, un presentimiento toma fuerza y vigor. El chico está muerto y al mismo tiempo, su potestad como Juez y Espectro, le advierte de la diferencia. Esta alma está muy lejos de pertenecer al Inframundo.
Casi parece ser propiedad de otro ente tan poderoso como su señor Hades.
—En realidad, no hace falta despedirme —dice Regulus con una sonrisa franca—. Sé que volveré allá cuando esto haya terminado.
Su alegría está desprovista de sentimientos negativos. Él es una raíz de la Naturaleza y como tal, necesita afianzarse en un sitio para germinar.
Regulus conoce bien el sitio, aquél cubierto por una Surplice.
La pelea se reinicia y el Espectro usa lo mejor de sí para contrarrestar al otro.
—¿Qué significa esta sensación? ¿Qué significa esto? No veo sus movimientos, tampoco siento que esté rechazando mis ataques. Es como si... ¡estuviera atacando al viento!
Radamanthys boquea anonadado con este nuevo despliegue y brillo proveniente del joven ex Santo de Leo, gracias al cual, sus manos atraviesan ese cuerpo como si fuera intangible.
Al mismo tiempo, Regulus está en todos lados. Lo rodea con vastedad y tan sólo con su presencia. Sus extremidades, cuales ramas, le prodigan sombra. Su aroma a vegetación inunda las fosas nasales del Juez. Puede sentir la calidez de su tronco en las espaldas, dándole apoyo, y escuchar los sonidos del viento en la hojarasca con cada respiración del chico.
»Pero... ¿qué es esto? Siento como si estuviera atrapado... ¡en la inmensidad de un tremendo bosque!
Regulus sonríe recordando los sueños premonitorios obsequiados por su abuelo. Ahora entiende: él es la singularidad transformada en bosque y su risa cantarina se escucha en el Templo mientras viaja a través de los ciclos de la Naturaleza.
Un ademán es suficiente para llevar atrás a Radamanthys y los pies del Espectro hacen surcos en la tierra en su intento de mantenerse de pie y no ser llevado cual hoja al viento.
»¿Cómo pudiste? Con tan sólo una brisa pudo atacarme, pero ni siquiera llevas puesta tu armadura. ¡¿Cómo?! ¿Acaso...?
—Así es. Me he vuelto uno con la Naturaleza. Pude escuchar claramente la voz de mi padre y el modo que él pudo oír la voz del viento o ver los campos —dice comprendiendo la verdad ante sus ojos.
Los ojos bendecidos por la Naturaleza, quien lo dotó de la facultad de repetir las técnicas de sus enemigos y le permitió a su vez, fundirse con ella y notar sus ciclos.
»Toda mi vida esperé por este momento, pero mi padre siempre estuvo conmigo. Finalmente lo he comprendido, ¡al fin pude entenderlo, papá!
"Sólo así pude liberarme de mis grilletes y en honor a su sacrificio, le entregaré a Radamanthys el poder para liberar a la humanidad del yugo de la muerte" se promete con una alegría absoluta que no le cabe en su maravillosa cosmoenergía.
»LIGHTNING BOLT!
Su puño atraviesa a Radamanthys dejando un tremendo boquete en él. Al mismo tiempo, el joven Regulus deposita una semilla en su interior, la cual germinará con el paso de Cronos hasta dotar al Juez de una invulnerabilidad requerida para su misión.
—Su golpe, un golpe lanzado por aquél niño indefenso... —musita Radamanthys sus últimas palabras—. El niño que se atrevió a desafiar el poder de un dios.
—El Lightning Bolt, una técnica tan simple y aún así, pude atravesar el corazón de un dios —se ríe a sabiendas de que lo hizo gracias al poder de la Naturaleza y por ella, ahora Radamanthys vivirá—. Es la primera técnica que aprendí de mi padre...
—Ya veo... y la usaste contra aquél que lo asesinó. Eres admirable, durante la batalla superaste todos los límites, pusiste fin a todos tus sentidos, lograste alcanzar... No, pudiste superar el poder de un dios.
»Y todo para lograr... ¡alcanzar a tu padre!
Regulus dirige la mirada al cielo, al Lienzo Perdido y ríe con vasta alegría mientras la cosmoenergía de Radamanthys se apaga. No le preocupa su pérdida, sabe bien que su semilla germinará en el momento adecuado para darle paso a la victoria sobre Alone.
—Morir de pie era de esperarse de alguien como tú... ¿Sabes algo, Radamanthys? Durante nuestro combate pude escucharlo, en realidad nunca deseaste el poder de un dios, ¿no es así?
Conectado a los ciclos, paladea con placer las palabras que desatará la rebeldía del Juez en contra de Alone y rescatará la divinidad de su diosa para la batalla final.
»Al igual que yo, que siempre busqué a mi padre, tú también tratabas de alcanzar a alguien...
Terminada su verdadera misión, aquella contenida en los ciclos de la Naturaleza, una calidez lo envuelve y baja la mirada a su cuerpo. Sonríe con cierta tristeza al notar su ser siendo fragmentado en una miríada de luces de increíble belleza.
»¿Ah? Entonces ¿ya es hora?
¡Irá no sólo con su padre, sino con su familia y amigos! ¡Los verá de nuevo a todos! ¡Por fin!
No soporta la espera de llegar al lado de Manigoldo y abrazarlo con todas sus fuerzas.
"Cuánto te extrañé, mio amore. Espera, ya voy contigo y más te vale que me recibas con un beso" piensa con lágrimas en los ojos.
»Shion, Dohko, Tenma... —susurra al viento—, me hubiera gustado estar más tiempo con ustedes, pero ahora estaré en todas partes. ¿No es así? ¡Papá!
Y tras esas palabras, el huérfano que supo convertirse en el más ardiente aprendiz de la vida, que aceptó el papel trágico de ser la singularidad requerida por la Naturaleza, purgando sus errores y combatiendo su propio veneno para entregar a la humanidad un nuevo amanecer, cierra su historia.
La jovencita del claro tenía razón cuando dijo que los soldados siguen ciegamente las órdenes de quienes inician las guerras, pero se equivocó en algo, hay soldados que se rebelan y siguen sus credos.
Gracias a ello, hacen locuras en nombre del amor.
Regulus y Radamanthys eran compañeros del mismo camino de búsqueda enloquecida sin saberlo y hoy, ambos pueden alcanzar el objetivo amado.
Gracias a ello y por amor no sólo a las enseñanzas de su padre, si no a cada individuo que supo ofrecerle una parte de sí, Regulus depositó una semilla en Radamanthys para salvar a la humanidad.
Gracias a ello y por amor a Hades, el Juez destruirá el Lienzo Perdido rescatando en el proceso el poder divino de Athena y liberará a su señor del yugo de su recipiente humano.
¡Qué credo más noble el que comparten!
¡Qué Belleza Inesperada se despliega en sus actos de amor y locura!
En la inmensidad de la Naturaleza y haciendo honor a Radamanthys, su compañero en el trágico destino de los auténticos soldados, Regulus readapta las últimas palabras de su padre para convertirlas en su propio credo.
"Una nueva estrella desaparece, pero una vieja tomará su lugar".
Cada quien busca la felicidad a su manera, cada quien dibuja el camino que desea explorar. Regulus aprendió a vivir y a superar sus límites, los propios de un guerrero y con mayor fuerza, los de un humano.
Mientras cada fragmento de su cosmoenergía es abrazada por la Naturaleza, esa luz que ilumina el Inframundo será recordada por los dioses vigilantes, mientras el viento lleva las palabras del joven guerrero, dichas con esa alegría tan particular de su personalidad:
"Vida, nada me debes...
Vida, estamos en paz [2]".
NOTAS DE LA AUTORA
[1] Todos los diálogos en negritas son las palabras exactas (o casi exactas) de los capítulos del manga Saint Seiya: The Lost Canvas - Hades Mythology, Volúmenes 22 y 23, escrito por Shiori Teshirogi basada en la obra de Masami Kurumada, Editorial Akita Shoten, año 2006 - 2011. Estos diálogos son meramente para ambientar la escena y sin fines netamente económicos. Los créditos son para sus respectivos autores.
[2] "Vida, nada me debes. Vida, estamos en paz" — fragmento del poema "En paz", del poeta Amado Nervo. Libro Elevación, 1916.
La imagen del encabezado, es propiedad de su creador. Sólo se utiliza para ambientación.
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