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1. Las nubes que se avecinan


"𝐇𝐞𝐥𝐢𝐨𝐬 𝐩𝐫𝐨𝐝𝐢𝐠𝐚𝐛𝐚 𝐬𝐮𝐬 𝐫𝐚𝐲𝐨𝐬 𝐬𝐨𝐥𝐚𝐫𝐞𝐬, é𝐬𝐭𝐨𝐬 𝐬𝐞 𝐟𝐢𝐥𝐭𝐫𝐚𝐛𝐚𝐧 𝐚 𝐭𝐫𝐚𝐯é𝐬 𝐝𝐞 𝐥𝐚𝐬 𝐡𝐨𝐣𝐚𝐬 𝐢𝐥𝐮𝐦𝐢𝐧𝐚𝐧𝐝𝐨 𝐞𝐥 𝐬𝐞𝐧𝐝𝐞𝐫𝐨. 𝐄𝐥 𝐚𝐠𝐮𝐚 𝐝𝐞𝐥 𝐥𝐚𝐠𝐨 𝐥𝐮𝐜í𝐚 𝐜𝐫𝐢𝐬𝐭𝐚𝐥𝐢𝐧𝐚, 𝐛𝐫𝐢𝐥𝐥𝐚𝐧𝐭𝐞, 𝐚𝐩𝐞𝐭𝐢𝐭𝐨𝐬𝐚. [1]

𝐃𝐞𝐬𝐞ó 𝐡𝐮𝐧𝐝𝐢𝐫𝐬𝐞 𝐞𝐧𝐭𝐫𝐞 𝐬𝐮𝐬 𝐚𝐠𝐮𝐚𝐬 𝐲 𝐝𝐢𝐯𝐞𝐫𝐭𝐢𝐫𝐬𝐞 𝐡𝐚𝐬𝐭𝐚 𝐞𝐥 𝐚𝐭𝐚𝐫𝐝𝐞𝐜𝐞𝐫. 𝐍𝐚𝐝𝐚𝐫 𝐲 𝐟𝐥𝐨𝐭𝐚𝐫 𝐞𝐧 𝐞𝐥 𝐥í𝐪𝐮𝐢𝐝𝐨 𝐬𝐢𝐧𝐭𝐢𝐞𝐧𝐝𝐨 𝐥𝐨𝐬 𝐫𝐚𝐲𝐨𝐬 𝐞𝐧 𝐬𝐮 𝐫𝐨𝐬𝐭𝐫𝐨.

𝐃𝐞 𝐮𝐧 𝐦𝐨𝐦𝐞𝐧𝐭𝐨 𝐚 𝐨𝐭𝐫𝐨, 𝐮𝐧 𝐯𝐢𝐞𝐧𝐭𝐨 𝐭𝐞𝐫𝐫𝐢𝐛𝐥𝐞 𝐚𝐳𝐨𝐭ó 𝐞𝐥 𝐬𝐢𝐭𝐢𝐨. 𝐋𝐚𝐬 𝐜𝐨𝐩𝐚𝐬 𝐝𝐞 𝐥𝐨𝐬 á𝐫𝐛𝐨𝐥𝐞𝐬 𝐬𝐞 𝐦𝐞𝐜𝐢𝐞𝐫𝐨𝐧 𝐲 𝐥𝐚𝐬 𝐡𝐨𝐣𝐚𝐬 𝐬𝐞 𝐥𝐞𝐯𝐚𝐧𝐭𝐚𝐫𝐨𝐧 𝐜𝐨𝐧 𝐞𝐥 𝐩𝐨𝐥𝐯𝐨.

—𝐀𝐩𝐫𝐞𝐬𝐮𝐫𝐚 𝐞𝐥 𝐩𝐚𝐬𝐨, 𝐧𝐨 𝐭𝐞 𝐪𝐮𝐞𝐝𝐚 𝐭𝐢𝐞𝐦𝐩𝐨 —𝐬𝐞 𝐞𝐬𝐜𝐮𝐜𝐡ó 𝐮𝐧𝐚 𝐯𝐨𝐳 𝐩𝐨𝐝𝐞𝐫𝐨𝐬𝐚 𝐩𝐫𝐨𝐯𝐢𝐧𝐢𝐞𝐧𝐝𝐨 𝐝𝐞 𝐬𝐮 𝐦𝐢𝐬𝐦𝐚 𝐜𝐨𝐬𝐦𝐨𝐞𝐧𝐞𝐫𝐠í𝐚—. 𝐃𝐞𝐛𝐞𝐬 𝐩𝐫𝐞𝐩𝐚𝐫𝐚𝐫𝐭𝐞, 𝐞𝐧𝐭𝐫𝐞𝐧𝐚𝐫 𝐲 𝐜𝐨𝐧𝐨𝐜𝐞𝐫 𝐭𝐮𝐬 𝐥í𝐦𝐢𝐭𝐞𝐬.

𝐄𝐬𝐚𝐬 𝐩𝐚𝐥𝐚𝐛𝐫𝐚𝐬 𝐚𝐭𝐫𝐚𝐯𝐞𝐬𝐚𝐫𝐨𝐧 𝐬𝐮 𝐦𝐞𝐧𝐭𝐞 𝐲 𝐪𝐮𝐞𝐝𝐚𝐫𝐨𝐧 𝐠𝐫𝐚𝐛𝐚𝐝𝐚𝐬 𝐚 𝐟𝐮𝐞𝐠𝐨 𝐞𝐧 é𝐬𝐭𝐚.

𝐄𝐫𝐚 𝐥𝐚 𝐥𝐮𝐳 𝐯𝐞𝐫𝐝𝐚𝐝𝐞𝐫𝐚, 𝐥𝐚 𝐥𝐮𝐳 𝐪𝐮𝐞 𝐜𝐨𝐦𝐛𝐚𝐭í𝐚 𝐥𝐚 𝐨𝐬𝐜𝐮𝐫𝐢𝐝𝐚𝐝, 𝐥𝐚 𝐥𝐮𝐳 𝐪𝐮𝐞 𝐥𝐨 𝐠𝐮𝐢𝐚𝐫í𝐚".





—¡Regulus! —ladraron cerca—. Arriba, flojonazo.

La instrucción viene seguida de un puntapié al camastro en el que descansa el joven, sacándolo del sueño tan extraño. Regulus despierta sobresaltado, con el corazón latiendo a la velocidad de la luz y hablando de luz...

—¿Alguien que cierre las cortinas, por favor? —ruega y oculta la cabeza bajo las cobijas—. ¡Me lastima el sol!

—¡Qué cerrar las cortinas ni qué tu melena alborotada! —reniegan al lado—. Anda, ponte en pie, hay que entrenar. Es tardísimo.

—¿Entrenar? ¿Otra vez? —se queja por quejarse—. ¡Entrené ayer!

La vida de un caballero de Athena significa adiestrarse diariamente. De lo contrario, los Espectros se lo comerán sin papitas. Él lo sabe, eso no evita hacerle una bromita al otro.

—¡Gato flojo!

Un par de manos sujetan con fuerza su tobillo derecho y jalan de éste sin consideración. Eso se traduce en un "adiós cama fiel y acogedora. Hola suelo, amigo del alma".

—¡Auch! —se oye después del golpe contra su humanidad.

Ese que lo trata "tan bien", es su tío Sisyphus. El Santo dorado de Sagitario y su mentor desde hace año y medio... hasta que encuentre a otro mejor o termine muerto. Una de dos.

—¡Vamos, arriba! Hay que ir a correr y luego iremos al Coliseo a entrenar.

—Hay días que no te quiero, tío —reniega simulando fastidio.

—Se me resbalan tus palabras —sacude los cabellos del otro—. Apúrate o no desayunas.

—Y por eso decía que ya estoy de pie, mira. ¡De pieee, ayyy!

Error, por estar haciéndose el listo, las piernas se le enredan en las mantas y se va de panza. Esta vez la caída resulta más dolorosa a comparación del primer azotón. Su ego es maltratado y se golpea la nariz.

—Ya veo, ya...

Las risas de su tío continúan por los pasillos del Templo de Sagitario. Su hogar, hasta que obtenga la armadura de Leo.

—Ya voy, ya voy. Tú adelántate, tío —ironiza mientras se deshace de las mantas.

Se apresura a doblar y dejar acomodada su habitación, porque uno nunca sabe cuándo tendrá un entrenamiento extenuante y se verá imposibilitado a terminar las tareas cotidianas.

Minutos después, sale cambiado y se pasa los dedos por los pelos alborotados. Un lavado de cara, un almuerzo frugal y está listo para iniciar el día con una gran sonrisa.

Abandona el Templo de Sagitario y sigue los pasos de su tío hasta la zona de entrenamiento. Saluda a Hasgard y a sus aprendices, quienes ocupan un sitio de la arena y se dispone a calentar. A su lado, Yato se estira cuan largo es. Él es su compañero de torment... err... de adiestramiento.

Dan inicio y su actitud cambia radicalmente. Sus rutinas son arduas, pero de su boca sólo sale un jadeo o un grito de concentración. Ninguna queja. Se toma esto muy en serio. Su meta es obtener la armadura de Leo y convertirse en el nuevo guardián del Quinto Templo, cuyo destino será enfrentar a Hades.

No sólo al dios del Inframundo, también combatirá al Espectro que asesinó a su padre cuando sólo era un crío.

Radamanthys.

La mañana avanza, la actividad es desquiciante y una sola vez se detiene. La presencia del Patriarca lo obliga a ello y hoy no está solo. A su vera, se encuentran el Santo de Escorpio, Kardia, y el misterioso guardián del Templo de Cáncer, Manigoldo.

Pasó mucho tiempo desde la última vez que Regulus tuvo a este último frente a frente. Desconoce el tipo de entrenamiento que realiza y a decir verdad, no le interesa hurgar en esos recovecos. Aún así, la impresionante cosmoenergía del otro lo deja sin aliento. Sin lugar a dudas, ésta se incrementó desde la última vez que se toparon.

—Se nota que han entrenado duro, Regulus y Yato —dice el Patriarca.

Los aludidos responden con una inclinación respetuosa y seriedad en sus rostros.

     »Sin embargo, debo pedirle a Sisyphus que me acompañe. A cambio, Kardia y Manigoldo tomarán el relevo y los seguirán adiestrando.

Ay, no. Múltiples dudas surgen al respecto. Algunas se basan en el tipo de maestro que podría ser ese hombre. A pesar de ello, el joven Regulus acata la orden del Patriarca y se obliga a prestar completa atención a Manigoldo.

A diferencia de él, Yato se emociona al máximo por saber quién será su mentor por ese día. Regulus lo sabe, su amigo profesa una gran admiración por el Santo de Escorpio. Al cachorro le parece de lo más... espeluznante por sus actitudes sádicas.

En cambio, el Santo de Cáncer es... muy particular.

El cabello azulado contrasta con su piel blanca. Sus ojos azul cobalto albergan el brillo del peligro. Por su tío, Regulus sabe que no es un ser piadoso o tranquilo, por más que su conducta se base en tomarse todo a broma. En el interior de ese hombre residen rastros de locura y sobre la epidermis, un instinto homicida se manifiesta de vez en vez.

De todos los caballeros, Kardia y él son los que considera más desagradables y como broma de las Moiras, hoy le toca verlos juntitos. Regulus carece del toque para relacionarse con ellos y se acostumbró a dar la vuelta cada vez que los distingue en su camino.

Hasta ahora.

—Veamos qué tanto has aprendido.

Con esas palabras da inicio a su entrenamiento.

A consideración de Regulus, es un castigo absoluto sacado del mismo Inframundo.

Manigoldo lo obliga a defenderse como gato boca arriba: usando todas sus uñas y hasta los dientes. Cada embate es brutal, sin consideraciones ni frenos. Este hombre parece vivir para atacar presionando fuertemente al rival, sin darle un respiro o descanso.

En un momento, Regulus se desespera y lo electrocuta. Manigoldo le responde con un puñetazo. La fuerza del impacto lo lleva de espaldas y fractura un muro de contención. El golpe lo deja viendo estrellitas y leoncitos alados.

—Ay... eso dolió...

Su instinto le pone en guardia a tiempo. El siguiente golpe de Manigoldo es esquivado por un par de centímetros y resquebraja las gradas detrás suyo.

Un pequeño hilo rojizo le nubla la vista. En algún momento se abrió la frente y sangra profusamente. Ni por eso su mentor temporal cesa en su empeño. Los siguientes minutos son fundamentales. Los movimientos defensivos del más joven disminuyen su efectividad. Manigoldo incrementa la ferocidad de su ataque.

Regulus azota en el piso levantando el polvo y con un dolor espantoso en el costado.

     »Creo que me dieron una paliza —dice con el poco aliento que le queda.

—Sigues verde —se acerca Manigoldo y le patea la pierna con poca fuerza—. Dejemos el resultado en "te patee el trasero". ¿Está bien?

—Te aprovechas porque no tengo mi armadura todavía.

—Hmh, si la consigues, vienes conmigo para patearte el culo otra vez. Hoy mi victoria fue bastante fácil.

El mayor se sienta al lado del menor. Bosteza enorme sin preocuparse en cubrir su boca y se rasca la nuca haciendo ruidos con la lengua.

     »Tienes buenos movimientos, te falta un poco más de precisión en el ataque y descuidas el costado izquierdo.

—¿Gra-cias? —se relame los labios.

Le reconoció algo, ¿será un cumplido?

—No fue un cumplido —parece leerle la mente—. Te aconsejo dónde debes entrenar más.

Eso resuelve sus dudas. Fue un dato de color, una crítica constructiva.

Manigoldo le dirige una mirada neutra.

     »¿Te vas a quedar ahí todo el tiempo holgazaneando? —le golpea donde le duele—. ¡Arriba, ya tuviste suficiente descanso!

—¡Sí, sí señor, sí señor! —se levanta ignorando el dolor de su costado.

El resto del tiempo entrena la defensa y la resistencia. El atardecer es bienvenido como un deseadísimo y necesario bálsamo.

Significa el fin de este entrenamiento destructivo.

—Bien, vete a tu Templo a lamerte las heridas, piccolo Re [2] —sonríe socarrón—. La próxima vez que necesites un verdadero entrenamiento, llámame.

Con total altanería, se mete el dedo meñique en el oído para sacarse la cerilla o rascarse.

     »Te enseñaré lo que es convertirse en un verdadero caballero, no esas tonterías sentimentales de Sisyphus.

—¿Cómo dices? —salta en su lugar.

—Lo que oíste —mueve la cabeza hasta tronarse el cuello—. Sisyphus no te entrena en forma por miedo a hacerte daño. Teme que mueras como tu padre.

Antes de hacer más, el Caballero de Cáncer se aleja sin mirar atrás y deja a un Regulus sumido en sus pensamientos.

"¿Lo que dice es cierto? ¿Mi tío me entrena con temor?"  medita de camino a las escaleras de los Doce Templos comparando las rutinas de Yato con las suyas.

A regañadientes le concede la razón. Las de su amigo son diferentes. Hay días en que Sisyphus deja a Regulus en el Coliseo y se lleva a Yato a quién sabe a dónde. Al volver, su amigo sólo cae muerto de agotamiento.

Manigoldo fue duro, exigente, le enseñó sus puntos débiles y fuertes, pero sobre todo, le mostró sus límites.

Regulus supo más de sí mismo en este entrenamiento, que todo el tiempo compartido con Sisyphus.

—Ay, pero me pegó con ganas ese animal —gimotea dejándose caer como fardo en la cama.

Debe bañarse, limpiarse las heridas, comer algo y...

     »Al rato, lo haré al rato —murmura entre bostezos.

Se lo promete antes de quedarse dormido.



¡Hola, mis paballed@s!

Como lo prometí, es un fic de capítulos cortitos. Intenté obligarme a ello, como prueba para el futuro. 

¿Cómo lo viste? ¿Te gustó?

El próximo martes subiré el siguiente capítulo. Incluso, lo revisaré en la semana y lo dejaré programado para las 18 horas de Argentina. Así que ya sabes.

Si deseas tener notificaciones de este fic, sólo agrégalo a tu biblioteca.

Un beso y un abrazo y...

¡Hasta el próximo martes!


NOTAS DE LA AUTORA


[1] Esto es un sueño.

[2] Piccolo Re - en italiano significa "pequeño Rey". Un guiño para CourSiren


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