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𝐎. 𝐓𝐇𝐄 𝐁𝐄𝐆𝐈𝐍𝐍𝐈𝐍𝐆

"EL INICIO"





𝙋𝙍𝙊𝙇𝙊𝙂𝙊

"UN DOLOR INIMAGINABLE A CAMBIO DE UNA VIDA"

SENTÍA DOLOR, un dolor tan intenso que sentía que la vida se le hiba cada vez que pujaba con todas las fuerzas que dios le daba.

—Majestad puje—Le pidió la partera a la reina.

Esta estaba bañada en sudor y en lágrimas le dolía como si la estuvieran abriendo por dentro.

—No puedo—Susurro la mujer.

No tenía fuerzas para nada, sentía que su cuerpo se adormecía y que el aire le faltaba.

—Majestad su hijo morirá si no comienza a pujar—Le recalcó alarmada la partera.

Pujó, pujó y pujó con todo lo que tenía.

Sin dudas la reina era una guerrera nata ya que pujaba con todas sus fuerzas apretando las sábanas con una mano y con la otra encajando las uñas en la mano de su cuñada la princesa Tatina Alexandra.

Miraba a sus ojos color azul y su cabello rubio contrario al de su esposo que era negro y de ojos azules.

—Tu puedes Sol yo sé que puedes—Le había dado ánimo a la reina estuchar aquel apodo que le daba cariñosamente la rubia.

Esperaba dar un hijo varón para dejar de acostarse con su hermano, ya que sin dudas prefería otra cosa entre las piernas y eso lo tenía Tatina, era todo lo que ella deseaba.

Pujó con aún más fuerza esperando que esta fuera la última vez, y lo fue.

Un sonido de llanto hizo que una sonrisa escapara de sus labios, había logrado dar a luz a el heredero.

—Dame a mi hijo—Sonrió viendo a la partera.

—Su majestad... Es una hermosa niña la que dio a luz—Murmuro apenada.

La sonrisa se desvaneció de los labios de la pelinegra.

Sentía su mundo derrumbarse, se seguiría acostando con él hasta que estuviera satisfecho con un heredero varón, rechazaría a esa niña a toda costa y ella lo sabía.

—Alejenla de mi vista—Exclamó la mujer.

La rubia la miraba confundida sin comprender como era capaz de despreciar a su propia hija, la había visto a la lejanía y era hermosa de ojos verdes, sin duda un clon de su madre.

—Debes tranquilizarte Sol—La Rubia apretó su mano con delicadeza.

—¡No! ¡La quiero lejos de mi vista!—Grito furiosa.

—Llévate a la niña salgan todas de aquí ya—Ordenó la Rubia.

Al salir la partera y todas las demás damas la rubia rápidamente miro a la pelinegra.

—¿Que te sucede?—Le pregunto enojada la rubia.

—No lo preguntes Tatina tú sabes por qué—Susurro enojada tomando aire.

Todavía se sentía demasiado cansada.

—Ilumíname Sol.

—Tu hermano la despreciará, todos tenían tanta esperanza en que fuera un varón y esta tan ansioso por tener un hijo que se que la odiará y tendré que volver a estar en su cama y—Realizó una pausa tomando aire.

Sentía que su corazón palpitaba rápidamente y lágrimas comenzaron a mojar sus mejillas.

El rostro de la rubia se llenó de tristeza, sabia que no era fácil para su amada el hecho de estar con su hermano ya que solo lo hacía por el deber que tenía con el imperio y para mantener las apariencias y que no descubrieran que tenía una aventura con la hermana de su marido ya que ambas serían ejecutadas o exiliadas si su hermano era benevolente.

—Todo saldrá bien amor mío—Susurro mientras se acercaba a los labios de su cuñada y amante.

Ambas se fundieron en un beso, querían gritarse que se amaban ante todos tomarse de la mano en los jardines y simplemente ser felices juntas, pero era algo que no podían hacer y solo podrían fantasear con aquello y tener esa esperanza en su pecho para tratar de tranquilizar a su corazón.

—Iré con mi hermano y veré que puedo hacer—Murmuro Tatina sobre los labios de su amante.

Esta asintió y la dejó irse.

Tenía mucho en qué pensar.

Para empezar ¿Que haría con esa niña? No tenía ni idea ya que la decepción era mayor a la felicidad que todos tenían, no era un rumor que entre su familia las mujeres no eran tan fértiles después de uno o dos hijos se secaban completamente, y él lo sabía cuando se casaron pero su deseo por el poder era mayor que para preocuparse por herederos hasta ahora.

Lo único que podría hacer era sacar a la joven de el palacio y esperar a que la ira de el Gran príncipe recayera sobre ella y que dejara a la niña en paz.

La puerta se abrió rápidamente en un estruendo.

Ante sus ojos estaba Basilio su esposo sin dudas estaba furioso y eso la ponía nerviosa, rápidamente se puso de pie para poder intentar salvar su vida y la de su hija.

—Me prometiste un niño—Murmuró con molestia.

Las palabras no salían de su boca, y le costaba mantenerse de pie le dolía como mil infiernos atravesando su vagina.

—Sabes que era lo que más quería te lo juro—intento caminar con rapidez hacia el.

Sin embargo esta fue rápidamente empujada dando así con el suelo.

Rápidamente lágrimas comenzaron a salir de sus ojos, se sentía miserable. Ese hijo se puta la estaba humillando y lo peor es que ni siquiera lo amaba se sentía asqueada por convivir con un hombre así sin dudas pero tenía un deber que cumplir además de que era cierto ella le había prometido un hijo varón, era su deber como gobernante.

—Te juro que la próxima vez será un varón solo dame tiempo, solo tiempo te juro que te daré lo que quieres solo espera.

El hombre le dio una mirada fija para salir de la habitación.

La desesperación crecía en el pecho de la mujer, tenía que alejar a esa niña de este lugar a cualquier costo y eso hizo.

Una semana después envió a la niña a una provincia con la compañía de la rubia la cual la cuidaría por un leve tiempo, aproximadamente 5 meses y luego volvería y con suerte estaría embarazada y así dejaría de visitar la cama de ese hombre.

Sin dudas estaba perdida.

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