Capítulo 13
Serenity
Miro por mi ventana y me quedo parada allí sin hacer nada más. Hay dos golpes en la puerta, así que me giro, entonces doy mi permiso para que puedan pasar. Visualizo a Alisther, así que me sorprendo.
—¿Qué haces aquí? Alguien va a malinterpretarlo —le recuerdo y me quedo observando su ropa blanca—. Tú...
—Ah ¿Esto? Es que su majestad me dio el trabajo de consejero, así que ya no estaré encerrado en mi habitación —expresa feliz así que le sonrío también.
—Eso es estupendo. —Me lo pienso—. Pero... ¿Por qué estás aquí?
—Ah sí, Ankor me ha enviado, quiere saber cómo te encuentras y pedirte que disfrutes el día festivo, hay un baile en el salón real.
Bajo la vista molesta.
—No creo que sea buena idea.
—¿Por qué? ¿Discutieron?
Vuelvo a mirarlo.
—Para nada, pero no quiero estar en una fiesta, o en cualquier lugar, en el que solo me vean como un adorno o peor, como la persona que tiene que parir a los herederos y nada más.
—Entiendo. —Hace una pausa—. Aunque podrías simplemente ignorarlos, es que... desde mi perspectiva quedarse en una habitación no arregla nada y además es aburrido.
—Tienes razón pero... —Bajo la vista y me sobresalto cuando veo su mano tomar la mía.
—¡Vamos! —me dice y lo sigo.
Hay música y gente bailando en el salón. Visualizo a los consejeros que siempre están agrupados, se encuentran murmurando al verme, pero dejo de observarlos cuando Alisther tira de mi brazo y me lleva a donde está la multitud en festejo. Seguimos el ritmo de la melodía, entonces le sigo los pasos, así que de un momento a otro, no sé cuándo, ya estoy sonriendo.
Los músicos se detienen un momento para preparar los instrumentos para la próxima canción. Dejo estar perdida en la buena sensación del ambiente, por eso me doy cuenta de lo cerca que estamos. Sus dedos en mi cintura y mis manos en sus hombros, los rostros a centímetros.
—¡Oh, su majestad! —Oigo la voz de Duret, la que parece que ha aumentado a propósito y giro mi vista en su dirección.
Habla con Ankor, el cual se encuentra parado apoyando su espalda en la pared ¿Hace cuánto está ahí? Y de hecho no mira al general, nos observa fijamente a nosotros. Al percatarme me alejo rápido de Alisther. Mis mejillas arden por la vergüenza del momento.
Un consejero se aproxima y percibo que se acerca un comentario molesto.
—Sé que es un día festivo —acota el hombre—. Pero debería primero estar con su majestad, el rey. —Luego mira al príncipe—. Así no se comporta un consejero —lo reprende.
—Solo estábamos bailando —le contesta Alisther.
Creo que el alma se me va a salir del cuerpo, porque Ankor se dirige hasta nosotros.
—¿Qué pasa? —pregunta el pelirrojo cuando ya está en frente nuestro.
Su mirada es fría, el Ankor alegre es difícil de encontrar, hace tiempo que sus gestos felices no aparecen con frecuencia.
—Insisto, su majestad —declara el hombre—. El príncipe Alisther no puede pertenecer a los consejeros, no está calificado para esto.
—Cállate —lo reprende Ankor y luego me mira—. Me alegra que hayas salido de tu habitación, es bueno para ti, necesitabas tomar aire.
—Sí —digo avergonzada y pongo un mechón de mi cabello detrás de mi oreja.
—Su majestad —vuelve a hablar el insoportable consejero—. Sería propicio que aprovecharán este día, para sus responsabilidades maritales. No sabemos cuándo tendrán tiempo para ustedes otra vez, así que nadie se ofenderá si se retiran a sus aposentos ahora.
—No ves que mi esposa acaba de salir del cuarto —responde ofendido Ankor.
—No, está bien —contesto sonrojada—. No te enojes por mí.
—Ve al jardín, camina por el parque, quédate con tus amadas flores, no necesitas escuchar a estas personas.
—Aprovechen el momento —insiste el consejero—. El tiempo es oro en época de guerra. —Luego me observa solo a mí—. Prometemos que una vez que quede embarazada se olvidará de nosotros por un tiempo, ya que no la molestaremos y dejaremos este tema aún más, sobre todo cuando llegue el primogénito.
Ankor abre su boca para contestar, pero lo interrumpo, así que soy yo la que respondo.
—De acuerdo. —Luego miro a mi marido—. Vamos a los aposentos.
—No es necesario —me aclara el pelirrojo, luego observa a Alisther—. No hay apuro, ¿cierto?
—Exacto —contesta el príncipe—. El día es largo, puede ser en otro momento, su majestad.
—Mejor sacarse el problema cuanto antes. —Me manipula con sus palabras el consejero.
—Tiene razón —le contesto.
—¿Estás segura? —pregunta Ankor.
—¿Tú, no? —Frunzo el ceño.
—Estoy de malhumor —me aclara.
El consejero se ríe y le da dos palmadas en el brazo a mi marido.
—El humor le regresará pronto cuando estén animados en la cama —expresa emocionado el hombre y yo solo simplemente me sonrojo.
Ankor ni se inmuta.
—De acuerdo —dice sin ningún gesto en el rostro.
Nos despedimos de Alisther y el consejero, entonces nos dirigimos al cuarto. Una vez cruzamos la puerta de los aposentos, se puede notar un silencio incómodo. Aunque me avergüenza pensar que en unos momentos va a haber ruido en el cuarto. Hace tanto que no lo hacemos, pero hay que terminar con esto de una vez por todas. Quizás tenga suerte, me embarazo, tengo un primogénito y esos hombres dejarán de molestarme. Con sinceridad me gustaría que este encuentro sucediera de manera espontánea, no porque alguien nos diga que tenemos que tener sexo por una obligación.
—¿Sabes por qué estoy de malhumor? —pregunta mientras desengancha los botones del escote de mi vestido.
Me mantengo parada en frente de la cama, sin sentarme todavía.
—No sé, siempre estás molesto. —Frunzo el ceño—. ¿Tu amante no te atendió?
Sonríe y me estremezco.
—Tienes razón ¿Por qué debería estar celoso? ¿Quién soy yo para juzgar? Yo estuve con otra persona. Por ese motivo me quedé al margen, mirando como bailaban.
—¿Celoso? —Me sonrojo—. ¡Oh! —chillo cuando me empuja, para que me caiga sobre la cama y acto seguido lo tengo sobre mí—. Ankor... —Jadeo cuando besa mi cuello y me acaricia bajo mi vestido.
—Eres hermosa —susurra en mi oído y me hace tiritar—. Pero somos tan problemáticos tú y yo. —Roza suave mi pierna, haciendo que la levante.
—Jamás te engañaría. —Tomo su rostro y lo beso de forma apresurada.
—Estarías en todo tu derecho. —Me acaricia de nuevo y gimo para él—. Preciosa, mi flor.
—Ankor...
Desabrocha su pantalón y desliza mi ropa interior entre mis piernas, quitándomela.
—Te haré mía ahora, pero no seré amable, porque no puedo controlar mi enfado, aunque no debería estarlo. —Toma mis caderas de manera fuerte—. Veamos si te hago florecer como todos quieren.
—Ponme tu semilla —le pido ya que recitamos algo que se dice en la cama cuando se busca un heredero—. Voy a florecer.
Lo que queda de nuestras ropas se pierde entre más caricias, entonces Ankor entra en mí y la cama comienza a moverse. Mis piernas quedan bien abiertas mientras gimo, y tenía razón, el cuarto se llena de ruido. Nuestros jadeos constantes están presentes en los aposentos, nuestras respiraciones son una, de lo cerca que nos encontramos, y nos miramos fijo, sin quitar la vista del otro. Hace mucho calor, estamos transpirando, el cuerpo de Ankor sobre el mío me aplasta, yo le clavo las uñas en su espalda y mis piernas tiemblan, es el momento de la lujuria.
Extrañaba su físico encima de mí, solo me gustaría saber, si Ankor siente lo mismo ¿Quiere que esté debajo de él? ¿Realmente se encuentra celoso o es por otra cosa o solo se confundió? Ya no sé si confiar en las palabras de mi marido. Desde que me engaña, me ha dejado en la duda de todo.
Grito por la excitación, pero es probable que también por la impotencia. Quiero que todo esté claro y que no sea una obligación, que sea porque lo deseamos.
Hoy Ankor me hizo suya después de tanto tiempo, pero no he sido la única, seguro ha estado con ese chico. Su cuerpo tocándome ya nunca será el mismo, porque estuvo con ese otro y supongo que no me quedará más opción que aceptarlo. Es injusto, pero es lo que hay, esta relación jamás volverá a ser como antes.
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro