XII
Se quedó completamente en shock durante algunos segundos. Sus enemigas que dejaron de molestarlos durante unos días tan tranquilos y llenos de cariño habían atacado a meliodas de la nada. Nunca lo había presenciado, él le había contado sobre eso hace días atrás, pero jamás había visto la crueldad de unos rosales que le hicieran daño a quien quería. Meliodas se mostraba tan shockeado como ella, la única diferencia era que él estaba asustado, no asustado por sufrir daños, estaba asustado de que elizabeth presenciara su muerte y resurrección. Sería terrorífico para ella, no podía permitir que ella viera tal desastre y escena sangrienta.
Arrancó el rosal que lo había perforado en el hombro con fuerza para verse libre antes de que esta volviera a crecer más gruesa y fuerte que antes. Le dedico una mirada asustada y preocupada. Ala chica que aún estaba parada, temblando sin saber cómo reaccionar y abrió sus labios rosados sólo para gritar una sola cosa.
—¡Corre! —ella reaccionó al momento en el que él dijo aquello y sin pensarlo mucho salió corriendo para evitar ver eso. Justo en ese momento las rosales llegaron para torturar lo como había sido habitual 3000 años después. Primero su abdomen por lo que escupió sangre al tener uno de sus órganos internos perforado, luego fue su brazo izquierdo para impedirle usar su mano fuerte y finalmente ambas fuerzas tumbandolo en la fría madera—¡Kgh! —se quejo en bajo intentando no hacer tanto ruido, solo debía de resistir unos minutos, esperar a que esas malditas rosas se divirtieron lo suficiente y los dejara en paz una vez más. Quieto, sumiso, con el dolor llenando cada rincón de su cabeza ya imagen de la chica calmando su ira
—Grita—rió divertida el espíritu de las rosas cuando se clavo en su cuello y la sangre salió a montones. Solo debía de pensar en ella, en su sonrisa, sus suspiros, los besos, esas pláticas de horas y horas donde reían y hablaban de ambos. Sonrió incluso cuando su cuerpo estaba siendo así de lastimado bajo el dulce recuerdo de una tarde con olor a galletas y ellos dos bailando una música imaginaria. El horror en la voz de las rosas cuando estas gruñeron por ver esa sonrisa aumentó una curiosidad que consideraba perdida, no sabía si estaban molestas por verlo feliz y con ganas de vivir o por alguna otra razón...—¡Grita para que ella escuche! —
—Jamas—Susurro suavemente sin quitar su sonrisa. Ya no estaba vacío por dentro ni con una soledad que hiciera su vida la cosa más mínima. Tenía una razón para luchar, una razón por la cual buscar como romper esa maldición que lo mantenía cautivo—Ella es...¡MH!...es mi razón para seguir—murmuró débilmente. La revelación de esas palabras crearon tal desesperación en el espíritu de las rosas que sus tallos verdes y las ramas cafés se volvieron gruesos de una forma anormal, el dolor de su tortura aumentó debido a eso, pero incluso con aquellas espinas dentro y fuera de su piel; meliodas sólo tenso la mandíbula frunciendo el ceño. No iba a tardar en morir, solo debía de resistir un poco más y...
¡CRASH!
Abrió sus ojos débilmente al escuchar ese sonido repentino de algo rompiendose y luego de algo cortandose. Estaba desorientado, escucho una respiración agitada a su lado solo para finalizar con la sensación de verse libres de sus ataduras.
—Oh cielos—desvío sus pupilas cuando escucho aquella voz agitada y cargada de miedo a su lado—¡Mel! ¡Oh diosas! ¿Cómo puedo ayudarte? —ella estaba ahí, estaba tan fascinado como realmente preocupado por ella. ¿En serio? Debía de escapar e irse de ahí rápidamente, ella sabía bien que esas cosas no se podían cortar y aún así había ido a buscar un machete solo para poder cortarlas y liberarlo. Era algo estúpido, pero a la vez algo adorable que se preocupara así por él. Sonrió aún debilitado con la sangre saliendo de las heridas abiertas—Por favor háblame —sollozo la albina al ver que este no respondía a ninguna de sus palabras
—Vete—susurro, su magia ya se estaba encargando de regenerarlo, pero podía sentir la ira del espíritu que los encarcelaba yendo con rapidez hacia ellos. Debía de esconderse, no podía permitir que esa ira destructiva fuera la que le hiciera daño a ella. Elizabeth negó con él ceño fruncido aferrando su mano ensangrentada a aquel machete de cocina, miró hacia la ventana donde llegaron las ramas de los rosales y, de manera torpe, pero efectiva, empezó a cortarlos sin importarle que tan grueso o grande se hacía. Solo debía de evitar que los tocará —Elizabeth no—pero hizo caso omiso
—Ahhhhh—meliodas miró molesto y preocupado cuando una de las ramas se clavaron en su pierna y la hicieron caer por el dolor. Aunque estaba casi por desmayarse por el dolor que eso le había ocasionado no dejó de levantar el arma para impedir que este los tocará. No quería, su corazón le gritaba que hiciera lo necesario para proteger a quien quería—¡Déjanos en paz! —se quejo cuando la tomaron de las manos y le impidieron usar el arma para liberarse
—¡Ah! —
—¡Meliodas! —intento tocarlo, pero las rosas lo alejaron de ella y volvieron a lo que estaban haciendo. Justo frente a sus ojos, trataba de zafarse, pero sólo se lastimaba más a sí misma, impidiéndole escapar por mantener una de sus piernas perforada, la otra sostenida y sus manos sostenidas para que no usara el machete de cocina a su favor. Las espinas en su carne, la sangre, los ojos de meliodas algo desorbitados, pero haciendo lo posible para liberarse y liberarla a ella, aquel hombre que quería intentando defenderse de forma inútil para poder ir hacia ella y estar juntos. La desesperación, los recuerdos perdidos que empezaban a emerger, el susurro interno de su alma y el miedo...
Miedo de perder otra vez a las personas que quería, miedo de estar sola, miedo de no ser capaz de hacer algo. Sus ojos bicolores se llenaron de lágrimas de impotencia con la sensación de estar ardiendo por completo, como si estuviera en medio de un incendio y las llamas estuvieran a escasos centímetros de su piel. Jadeo un poco
—Por favor—susurro. No sucedió nada y la escena se seguía reproduciendo frente ella. No quería...no podía...¡No podía perderlo! —¡Por favor! ¡Ya no lo lastimes! —
—¡Ahhhhhh! —el grito de dolor dejó sus oídos zumbando durante unos cuantos segundos, todo se volvió demasiado brillante como si la luz del sol la hubiera encandilado impidiéndole ver a su amado siendo destrozado, pero no fue así, el grito había sido uno desgarrador de mujer, todo quedó en silencio durante varios momentos en donde ella tenía el cabellos cayendo a su lado completamente enredado, sus sollozos llenaban el espacio vacío y su cuerpo temblaba. Elizabeth alzó lentamente al cabeza cuando unas manos cálidas la tomaron del mentón y la obligaron a levantar la cara.
Ahí estaba él, con ese porte varonil e infantil que la había atraído tanto, con los labios apretados en una fina línea serena, con los ojos negros llenos de una confusión y a la vez de un amor que su corazón apenas podía creer. Sus lágrimas cayeron con mayor velocidad, incluso se le hizo escuchar que las gotas de agua hacían eco por el silencio tan denso. Elizabeth alzó sus manos lastimadas sólo para aferrarse a su amado por el cuello y abrazarlo con fuerza.
—Gracias a las diosas—murmuró sobando sus cabellos aliviada de verlo bien y libre, solo entonces fue que vio lo que los había salvado a ambos. Las ramas estaban muertas y chamuscadas en el suelo de madera, no se habían regenerado ni hecho más grandes. Estaban destrozadas, meliodas había logrado destrozar las y romper la magia que las hacía tan anormales.
—No—negó el rubio tomando su débil cuerpo empezando a usar su magia oscura para curarla. Ardió mucho por lo que mordió su labio para intentar aguantar la curación a la que estaba siendo sometida. Una vez que ella se encontró bien completamente, el blondo la tomó entre sus brazos aun con la misma expresión percibiendo el rumbo de sus pensamientos—No fui yo—
—¿Qué? —se aferro con fuerza a él, tenía tanto miedo de perderlo que ahora noe ra capaz de soltarse, agradecía que la tuviera cargada haciéndole sentir su fuerza y el calor corporal que desprendía. Las imágenes eran algo que no iba a olvidar, era un hecho que le haría temblar por toda la vida. Temía perderlo, ahora lo sabía
—Fuiste tú elizabeth—esas palabras la dejaron helada, dejó de respirar y lo miro con los ojos temblando aún nublados por las lágrimas—Tú nos liberaste a ambos—había sido ella, se miró las manos. La albina aún no era capaz de creer algo como eso, era una humana común y corriente, una hija bastarda de bartra liones, una chica sin importancia que no poseía nada especial, era imposible...—¿Cómo fue que lo hiciste? —susurro con los dientes apretados y haciéndole sentir verdadera confusión.
—N-No puede ser—negó —No fui yo, yo no tengo magia—y no mentía durante toda su vida nunca experimento ningún cambio al cual pudiera considerar mágico como para hacer tal cosa. Era algo que no cabía en su cabeza, nuevamente, imposible
—Pues debiste ser tú, porque estoy seguro de que no fui yo, mi magia no es capaz de hacerle eso—se quedaron en silencio nuevamente solo escuchando el eco de los pasos del demonio yendo hasta el ala oeste en donde se encontraba la habitación que ambos compartían. Elizabeth recargo su cabeza en el pecho masculino del blondo y suspiró, cerró sus ojos intentando alejar la grotesca imagen de su amado siendo cruelmente atacado y él incapaz de defenderse mirándola con miedo, miedo a que ella saliera más herida de lo que ya estaba, miedo a que ella viera como era asesinado.
*
Estaban en silencio, incluso habiendo llegado a la habitación no eran capaces de entablar una conversación. Lo primero que meliodas había hecho fue dejarla sobre el sofá sin dejar de mirarla con serenidad, luego miró por la ventana para ver cómo estaba su situación con su carcelero y descubrió que estas no estaban protegiendo, estaban del tamaño de un rosal común y corriente, sosteniendo la puerta de hierro que le daba entrada al palacio, pero sin custodiar la puerta de madera que les hacía salir al exterior, justo directo al huerto y al jardín. Secos por la falta de atención, casi preparados desde siempre para el invierno que estaba por avecinarse. Miró a la albina que estaba esperando tensa que dijera algo para resolver todas las dudas que tenía en esos momentos.
Meliodas solo sonrió, se acercó a ella y se arrodilló hasta quedar con la cabeza a la altura del abdomen femenino, tomó sus manos para besarla con tal adoración como si ella fuera alguna clase de diosa y eso derritió su corazón miedoso y creo un sonrojo en sus mejillas.
—La puerta está desprotegida—elizabeth parpadeo confundida
—La magia de este castillo me impide salir del perímetro, la puerta principal está desprotegida—volvió a decir—Ellie, puedes irte de aquí—los ojos de la mujer se abrieron de par en par ante tal oportunidad y una ligera sonrisa empezó a llegar hasta su rostro. Libre, era capaz de irse de ahí olvidar todas las cosas que había vivido y...y...dejarlo a él, esa opción le hizo quitar su sonrisa y ponerse a pensar. Ahora comprendí la sonrisa triste que el blondo le dedicaba, estaba seguro de que ella iba a escoger la libertad e iba a volver a estar solo en aquel lugar —Eres libre ahora, puedes irte—
—Mel yo...—
—Vete—dijo con suavidad. Meliodas quería que ella se fuera, no por maldad, la amaba de eso se daba cuenta, se había enamorado de la chica que en algún momento considero una intrusa y por esa razón sabía que ella iba a estar más segura afuera. Solo le importaba su seguridad, no le importaba volver a una desdicha cuando al menos había sido plenamente feliz durante unos días—Tienes que irte, ya—
—Meliodas yo no quiero irme—habló rápidamente y con desesperación poniéndose de pie y jalando del brazo a su amado para ponerlo de pie también. Miró a esos ojos negros directamente para hacerle saber sus sentimientos y tras jalar lo de la camisa rita le dio un apasionado beso en sus labios rosados. El blondo no se resistió y aceptó aquel contacto con mucho gusto, intentando marcar un ritmo lento, pero la humana estaba intentando comer su boca. Chupaba sus labios con fuerza y fiereza, hacia su lengua hacia adelante pidiéndole pasar y cuando la pasión llegó hasta el cerebro demoníaco para nublar su juicio acepto hacia dónde iba aquel beso. Empezaron una batalla de lenguas que ambos querían ganar, él se aferro a sus caderas enterrando sus dedos en su piel, ella introdujo la mano por su blusa para acariciar su abdomen marcado y su pecho por lo que el hombre gimió en bajo contra él beso.
Meliodas tuvo que separarse para evitar que el instinto lo hiciera hacer una estupidez de la que pudiera arrepentirse y tomó las mejillas de la humana para acariciarla. Elizabeth tenía las mejillas coloradas, pero los ojos brillando de paso y amor, el demonio se sentía tan acalorado como agradecido con aquella pueblerina descubriendo que su fragilidad no importaba para nada, era valiente y dispuesta a quedarse para cumplir esa promesa de ayudarlo y nunca abandonarlo. Su corazón palpito tan rápido por esa revelación que se abrazó al cuerpo delgado de elizabeth y enterró su cara entre sus senos para disfrutar de aquel abrazo, la mujer correspondió acariciando los cabellos amarillos del demonio.
—Te estás equivocando—jadeo entre los pechos de la dama que solo negó con una risita
—No, nada me espera afuera de este castillo. Quero estar contigo y liberarte de la maldición—meliodas alzó su cabeza para verla a los ojos intensamente aún no muy convencido de la decisión que había tomado. Puede que los rosales estuvieran débiles, pero eso no quitaba que en algún momento iban a atacar—Eres mi aventura y mi propósito ahora—el demonio sonrió con calidez con tales palabras que iban a clavarse en su mente, las iba a recordar por siempre de eso estaba seguro, pero de alguna manera eso ya lo había escuchado antes. ¿De dónde? Sacudió su cabeza intentando no pensar en la procedencia de aquella bella frase y mejor siguió completamente concentrado en su acompañante.
—¿Quieres darte un baño? —Elizabeth estaba tan conmovida aún por aquel beso que asintió lentamente, sus alientos se mezclaron cuando la habitación que antes estaba fría por la tensión empezó a calentarse por las llamaradas del amor que se volvía más fuerte cada vez. Entonces, los ojos bicolores de la mujer se llenaron de lágrimas mientras el demonio empezaba a retirar el listón de su vestido y dejaba descubiertos sus hombros—¿Qué sucede hermosa? ¿Por qué lloras? —preguntó meliodas confundido de la reacción, quizá se había precipitado al intentar desnudarla, quizá ella quería tener una baño en privado y no uno en conjunto como lo había pensado—¿Quieres que salga para que te des un baño o...?—la mujer negó rápidamente aferrándose al cuerpo masculino
—Tengo miedo—admitió avergonzada—Tengo miedo de que esas rosas te hagan daño, meliodas, no quiero perderte—nuevamente el corazón del hombre empezó a latir con tal fuerza que tuvo que tragar en seco para deshacer el nudo que se formó en su garganta—Tuve mucho miedo, creí que ibas a morir—
—Nena, yo no puedo morir—eso dejo confundida a la mujer—Parte de mi maldición es la vida eterna, aunque yo muera voy a revivir al poco tiempo, soy incapaz de morir—por una parte elizabeth se sintió aliviada, al menos sabía que él era incapaz de abandonarla, pero aún así vivía con él miedo de tener que verlo frío durante algo de tiempo. Se quedó en silencio asintiendo lentamente dándole a entender que había comprendido, meliodas continuó con su trabajo entonces y para calmar la tensión en el cuerpo femenino empezó a repartir besos por sus hombros. Ligeros, nada cargados de lujuria, trazamos un camino de los hombros a la clavícula sin parar y bajando el vestido algo roto de la mujer.
Poco a poco elizabeth empezó a relajarse en los brazos de la bestia quien la tomó entre sus brazos aún en ropa interior, dejó un intenso beso en el cuello de la damisela quien jadeo ante la sensación y luego empezó a caminar hasta el cuarto donde estaba la bañera. Ventajas de estar en un castillo encantado, al menos así quería verlo por ese momento en la que tenía a la chica que había robado su corazón de esa forma. El agua empezó a llenarse con un estiramiento de su mano, poco a poco el vapor empezó a salir de aquella bañera lujosa de mármol y el demonio se dio media vuelta para empezar a despojarse de sus ropas y permitirle a la mujer que retirara sus interiores.
Elizabeth lo hizo, quito su sostén solo para revelar sus turgentes pechos, sus peones se erizaron por la corriente de aire frío que se colo desde la ventana entre abierta por lo que no dudo en entrar al agua cálida sin ser capaz de voltear a ver al hombre que se estaba desnudando. Volteo la cabeza incapaz de verlo, sintió como meliodas entraba a la bañera detrás de ella y luego sintió sus manos fuertes y amables sobre sus hombros. Con la delicadeza con la que un jardinero cuidaría sus flores la hizo recargarse sobre su pecho y quedar en una posición más cómoda para los dos.
—¿Estas bien? —elizabeth asintió con la cabeza y cerró sus ojos para relajarse un poco, trataba de no sentirse avergonzada de estar como las diosas la trajeron al mundo, pero le era imposible al sentir la mirada del ser demoníaco sobre su cuerpo. Meliodas, al sentir su incomodidad, empezó a repartir besos por su mejilla y cuello intentando relajar su cuerpo, tomó el jabón con olor a jazmines que tenía por ahí y tras remojar lo un poco con el agua de la bañera empezó a pasarlo por el cuerpo de la mujer. La ayudó a ponerse de pie, enjabono las partes de su cuerpo sin tocar sus pechos, vientre, trasero o intimidad, solo aquellas que no la avergonzarse y finalizó con colocarselo en la mano para que ella terminará de colocarse el jabón.
—Descuida—le detuvo la mano con un movimiento suave, volvió a colocar el jabón con delicioso olor o sobre la mano de meliodas y con el cuerpo temblando de excitacion y de vergüenza, la llevó hasta su pecho cremoso dándole el consentimiento de que podía tocarlo. No se detuvo a pensarlo dos veces y empezó a tocarla, sus alientos se agotaron cuando pegaron sus cuerpos y el hombre empezó a pasar sus manos por las partes que había estado evitando. Primero acarició sus dos pechos llenándolo por completo de jabón entre jadeos de la femenina, luego apretó levemente sus pezones erectos embobado de las expresiones tímidas de la humana—Hmm—gimió elizabeth cuando ente le dio vueltas a su botón rosado con su pulgar, ese sonido le hizo sentir tal ternura que incluso la lujuria más oscura era incapaz de tomar control de su mente. Fue bajando con lentitud preparándola para lo que iba a suceder, acarició su vientre con cuidado y paciencia, le dio un masaje delicado a su trasero apretando de vez en cuando solo para ver esa expresión de placer y relajación que le causaba y para cuando finalmente llegó hasta su intimidad, se descontrolaron.
—Ellie —
—Mel, tengo miedo—ella no se sentía lista para unirse a su amante como debía de ser, el demonio pudo ver ese miedo en los ojos bicolores de la chica, por lo que haría algo mejor y que le haría probar que él le pertenecía para toda la eternidad. Hundió dos de sus dedos en su intimidad, beso los labios de la mujer con dulzura y empezo a hacer movimientos de arriba a abajo sobre sus pétalos rozados—Hmm...ah—gemia bajito haciendo su trasero hacia atrás sintiendo la virilidad del hombre a quien tanto quería. Debía de acabar con eso rápido, se volvieron a sentar sobe la bañera para que el agua cálida limpiará el jabón de su cuerpo y abrazara a ambos, eso fue lo que necesito al demonio para poner sus dos manos en acción, una vez que consiguió que su cuerpo estuviera sin jabón la tomó de las caderas, salieron ambos de la bañera complemente empapados mojando el piso de mármol de aquel lugar como de ensueño y el hombre miró los ojos vidriosos de la joven.
—Si quieres parar... —le susurro con la voz ronca, empezó a acariciar el cuerpo de la doncella intentando volver más sencillo lo que pensaba hacer para descubrir nuevas cosas—Dilo y lo haré, te juro que parare, si no quieres bueno...gime tan alto como puedas—
—Ahh—había tocado ese punto que nadie, ni ella, había sido tocado en su vida. Su dedo índice estaba sobre aquella perla de placer que acababa de descubrir y la estaba friccionando con cariño, dándole vueltas y haciéndola retorcer, de arriba a abajo haciéndola gemir o de un lado a otro causando escalofríos. Ninguno de los dos sabía mucho del tema, una por ser virgen, el otro por haber perdido la memoria, solo tocaba donde veía reacciones de parte de la mujer y ahí era donde atendía para darle el placer necesario. Meliodas claro que sabía sobre relaciones sexuales, pero no estaba muy seguro de cómo se practicaban o cómo se hacían y eso también le hacía experimentar esa sensación de miedo y emoción como en esos momentos—Un poco más—gimió elizabeth en bajo recargando su espalda en el frío piso que ni la inmutó, su cuerpo estaba demasiado cálido como para sentir frío por el piso, rogaba por que lo hiciera más rápido y con mayor seguridad, rogaba porque la siguiera tocando. La mano derecha del demonio tomó la pierna derecha de la mujer y le abrió sus piernas para tener un mejor acceso a su intimidad, la izquierda le estaba dando la mejor sensación del mundo.
No lo dudó, ella era capaz de ver la mano de su amante dándole caricias a su feminidad, con cariño, pero con vehemencia. Sus labios estaban ocupados chupando y mordisqueando el lóbulo de la oreja femenina o pasando de su mejillas hasta sus labios. Bajó sus dedos aún más abandonando aquel botón hinchado que estaba palpitando gimiendo leve por la humedad en la zona prohibida de joven, era demasiado sensible y eso sólo hacía que la humedad aumentará aún más.
Utilizó sus rodilla para mantener las piernas de la joven abiertas, llevó su mano derecha hasta el pecho del mismo lado elizabeth, lo apretó con cariño gimiendo en bajo por lo suave que era y con ese mismo cariño introdujo un dedo en la intimidad de la peli plateada.
—¡Ahhhh!—cerró sus ojos por la sensación nueva y erótica que la había llevado a hacer ese sonido tan indecente. El demonio soltó una risa complacido de su reacción y empezó a mover aquel invasor con cuidado en círculos y sacando y metiendo—Oh mel...ah así —
—Nishishi pervertida—rió igual de sonrojado que la dama volviendo ese momento caliente más íntimo de lo que ya era.
—Mira quien lo dice...ahhh— Ambos soltaron unas risas algo cortadas por los jadeos y sus corazones acelerados, se sentían perder en el otro. El demonio metió un segundo dedo dentro volviendo la casi loca por la sensación y su dedo pulgar volvió hasta su clitoris para presionarlo levemente y darle vueltas. Diosas, era verdaderamente bueno con esas manos demoníacas. Sus dedos aumentaron la fuerza con la que la penetraban cambiando la dulzura por la verdadera pasión, su interior se contrajo por aquellos nuevos movimientos más rápidos y se aferro al cuello de su amante con fuerza, necesitaba sostenerse de algo o iba a enloquecer—¡Ahhh! ¡Hmmm! —su interior se contraia contra las embestidas de los dedos de su amante y los movimientos sobre su perla d e placer. Al darse cuenta de esto el blondo beso su hombro con cariño aumentando aún más su velocidad sin dejar de adorarla con toda su alma. Las piernas de la chica temblaron, sus ojos se llenaron de lágrimas que salieron por el intenso placer e incluso jalo los cabellos amarillos de su amante por la fuerza de la presión en su vientre—¡Ahhhh! Ufff—se corrió de manera explosiva en las manos de su amado cayendo exhausta.
El silencio reino cuando el eco de su grito finalmente se detuvo, se miraron a los ojos con las mejillas brillando en color rojo y tras un beso apasionado más, las risas del demonio no se hicieron de esperar.
—Nishishi, ¿ahora si nos damos un verdadero baño? —elizabeth sonrió realmente enternecida y complacida sin tener tanto miedo de su situación. Tenía planeado algo, algo que estaba seguro iba a gustarle y que iba a unirlos aún más
*
Quería darles un regalo, así que por eso este mini lime ^^ lamento si no me quedo ^^"
¿Qué les pareció? ¿Les gustó? Espero que si ¿Cuál fue su parte favorita? La fue la parte del baño y no por pervertida >///< fue porque se me hizo algo dulce sinceramente.
También me disculpo si la escena del inicio de las rosas no se entendió bien, fue repetitiva o simplemente no salió, no me salen bien las peleas ^^"✨
Sin mas que decir, disculpen faltas de ortografía y nos veremos después
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